Brindis
Amor, te daría mi boca ahora que aún ronda la fugitiva
madrugada del sábado, antes que el día del adiós venga y seamos apenas un
saludo en la Plaza Nueva, un cabeceo simulado, una mirada baja, un compromiso.
Enredado
en tus muslos, quiero besar la mariposa que en ellos duerme, ahora que todavía somos
tú y yo, que nos deslizamos por toboganes de colores, sedientos, sin reproches.
Entre gemidos lamo tus hombros, tu espalda, tus párpados.
Mis
manos tratan en vano de atrapar esa sombra en las ortigas, gota a gota bebo el
veneno de ausencia, se traban las palabras en el oscuro grito de la intemperie.
Duele esta música del sur, destino del frío sin medida, una frontera en el páramo.
Ahora la mesa está iluminada, la comida rebosando, la risa de los niños, el silencio fuera, es domingo.
Duele esta música del sur, destino del frío sin medida, una frontera en el páramo.
Ahora la mesa está iluminada, la comida rebosando, la risa de los niños, el silencio fuera, es domingo.
Olvídalo, ven, brindemos.
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