viernes, 30 de septiembre de 2011

Capítulo de fresas.



                                                                          "Te amo. Pero ya no sé
                                                                         lo que es eso, un amor"

                                                                                            Heiner Müller


Escuchaba su voz pero ella no estaba.

Hasta aquí era una ilusión que podía controlar.

Cuando sentí que sus manos se deslizaban por mi pecho abajo, que  me desabrochaba uno a uno los botones del pantalón, me preocupé.

Fui a un espejo, estaba solo pero ella estaba allí.

Me corté una oreja, el lóbulo, metí monedas por mi nariz, busqué afiladas estacas para aliviar brujerías, conjuros, escuché a los Butthole Surfers, el borboteo vocal, letal, de Gibby Haynes estallando en cada hueso de mi cabeza, la guitarra fanática,  fantástica de Paul Leary una y otra vez hasta llagar mis oídos, preservé mis instintos en el corazón de la fruta, inventé una copulación sobre la indigna mesa de viento , salvé el sudor y los estragos de la unanimidad, marqué mi cuerpo con tatuajes de prosodia y lentitud blanca, allí estaba, ella.

¿Qué podía hacer?, nos casamos.

Y nunca más estuvo, ella.

Soy un pringao.




jueves, 29 de septiembre de 2011

De sueños que no.

“Creía que anotaba los sueños que tenía: me di cuenta de que, muy pronto, solamente soñaba para escribir mis sueños.”.(Georges Perec)

 
Un mes con los días marcados por círculos rojos, verdes, con las horas vividas  en plenitud, con un inmenso horizonte detrás de la ventana, como un cuadro luminoso, niños que corren por la playa, recolectores de conchas, señoras que pasean por la arena mojada con un pañuelo en la cintura, el agua tan fría, las gaviotas que vuelan hasta las rocas cuando baja la marea, ahí, en el mar quieto.

Cada mañana me levantaba con los sueños resbalando por la nuca, con un revoltijo de lo que pasaba, de lo que no pasaba y de lo que posiblemente pasaba porque no pasaba.  Era tan feliz que no me importaba lo más mínimo.

Ahora sí me importa.

Porque todo pasa, el otoño ha llegado y con eso no contábamos.

Se acabó la fiesta aunque el sol siga como si nada.

Y ahora llegan los sueños como mastines fieros, negros. Me muerden los muslos de la ansiedad. Caigo por abismos sin fondo, me despierto. Me persiguen hordas de hombres oscuros, mal encarados, me despierto. Estoy en mitad de un desierto, angustiado, me despierto. Miles de ojos me miran, siguen cada uno de mis pasos, me despierto. Me afano, ansioso, sobre ella, sin llegar a nada, me despierto. Vuelven aquellos a quién amé y amo y no están, hablo con ellos, es tan real, lloro y me despierto. Ay.

Dicen los sabios, los científicos, que la velocidad de los neutrinos puede permitir viajar en el tiempo. No pido mucho ¿podría volver a l 1 de agosto? (de qué año es lo de menos). Gracias.




miércoles, 28 de septiembre de 2011

Wangari Maathai

Wangari Maathai, la Nobel de la Paz que plantó 47 millones de árboles.


La lucha de la bióloga keniana aunó medio ambiente, feminismo y derechos humanos 


CHARO NOGUEIRA 27/09/2011 


La concesión del Premio Nobel de la Paz la cogió trabajando. Era un día de octubre de 2004 y para celebrarlo hizo lo que llevaba años alentando -y realizando-: plantó un árbol. Otro más. Anteayer, al despedirse del mundo en un hospital de Nairobi, quedaban más de 47 millones de árboles plantados gracias a su impulso. Su herencia incluye también una lección: la lucha por el medio ambiente es una suma de luchas. Ha muerto Wangari Maa-thai, la bióloga keniana que aunó bajo el mismo paraguas el desarrollo sostenible y los derechos humanos.

Su activismo la llevó primero a la cárcel, y después al Gobierno de Kenia

Cuando recibió el Nobel, tenía 3.000 viveros atendidos por 35.000 mujeres

"La paz en la Tierra depende de nuestra capacidad para asegurar el medio ambiente. Maathai se sitúa al frente de la lucha en la promoción del desarrollo económico, cultural y ecológicamente viable en Kenia y en África". Así argumentó el comité del Nobel de la Paz la concesión, la primera a una africana. Al recibirlo en Oslo, la que algunos bautizaron como la mujer árbol lanzó un alegato: "La industria y las instituciones internacionales deben comprender que la justicia económica, la equidad y la integridad ecológica valen más que los beneficios a toda costa".

Wangari Maathai (Ihithe, Kenia, 1940) tuvo una vida muy poco común para una africana de su generación. Aunque como casi todas las niñas iba a por agua -"muy limpia, no contaminada"-, ella logró estudiar. Primero con las monjas. Luego, gracias a una beca, se licenció en Biología en Estados Unidos. Volvió a Kenia con la independencia recién estrenada e inició una carrera docente que la conduciría por los peldaños del activismo.
La primera doctora universitaria en África del Este -en 1971- comenzó por dar la batalla en defensa de la libertad de cátedra en un país que se encaminaba hacia el autoritarismo y la corrupción. Recaló en la Asociación de Mujeres Universitarias, donde amplió su lucha y se lanzó en contra de la discriminación salarial de las profesoras frente a sus colegas masculinos. En el escalón del feminismo entró en contacto con las mujeres del campo, cada vez más deforestado. "Hablaban de cosas que vi relacionadas: inseguridad alimentaria, malnutrición; falta de agua, de leña y de ingresos", explicó a EL PAÍS en 2004. "Yo les dije: 'Si no tenéis leña, plantad árboles". Corría el año 1977 y surgía el Movimiento Cinturón Verde (GBM, en sus siglas en inglés). Las mujeres empezaron a gestionar semillas y a plantarlas. Primero en sus parcelas, luego en los terrenos públicos con el apoyo -y un pequeño pago si el árbol sobrevivía- del GBM. Cuando Wangari recibió el Nobel su movimiento tenía organizados 3.000 viveros, atendidos por 35.000 mujeres.

La imagen de aquel arroyo limpio de la infancia siguió siempre en la mente de la bióloga. Ya no estaba limpio. Las batallas llevaron varias veces a la cárcel a esta activista cuya lucha -y la de sus miles de seguidores- evitaron que se construyera un rascacielos en el mayor parque de Nairobi o que se privatizara un espacio natural de la capital keniana para construir chalés. El presidente Daniel Arap Moi llegó a calificar a Maathai como una "amenaza para la seguridad del Estado". Pero el mandatario cayó por fin y en 2002, Maathai fue nombrada viceministra de Medio Ambiente. Era el momento de pasar al otro lado para esta luchadora que se convirtió en diputada. Sus consejos volaron a España. En el programa electoral del PSOE en 2008 se incluyó su propuesta de plantar árboles -uno por cada ciudadano-. Unos meses después, el Partido Popular prometió que multiplicaría esa cifra por 10, hasta llegar a la utópica cifra de 500 millones de árboles.

Un cáncer de ovarios ha arrebatado la vida a la premio Nobel. Una mujer que tuvo que soportar que en su sentencia de divorcio el juez la calificara de "cabezota, triunfadora, con mucho nivel educativo, demasiado fuerte y muy difícil de controlar". Ella, que nunca se rindió ante los abusos, lo dejó dicho: "La experiencia me ha enseñado que servir a los otros tiene sus recompensas. Los seres humanos pasamos tanto tiempo acumulando, pisoteando, negando a otras personas. Y sin embargo, ¿quiénes son los que nos inspiran incluso después de muertos? Quienes sirvieron a otros que no eran ellos". Como ella.





Ignoro tantas cosas, que cuando conozco vidas como las de Wangari Maathai  me reconcilio con el optimismo, con el es posible, con la lucha por la igualdad, con el trabajo en común, con la solidaridad, con la utopía.

Me apeno con su muerte, me alegro con su ejemplo.


Descanse en paz.

martes, 27 de septiembre de 2011

Seductor.


Prueba formal

Sabes tú morir sin el permiso del nadador
si respondes sí
tú eres el hombre anunciado por la ley
el hombre audaz de labios de elefante
el mentiroso puesto a prueba por el hierro y el fuego
el sabio demoníaco que convertirá el mundo en hilos de sangre
el infierno de pez en donde caerán los seres milagrosos
que encuentras cada tarde al salir del teatro
minas de sal
avenida decorada con flores silvestres
tormenta sexual
para disuadir a los conquistadores de la Gran Rueda

(De "Le grand Je"
Versión de Manuel Álvarez Ortega)

Benjamín Péret.

Me miraba a los ojos tan cerca que casi podía leer sus pensamientos. Mejor no, mejor no leerlos, mejor no saber qué podría esperar de un tipo tan feo aquella mujer, que me había quitado las gafas y apenas distinguía sus facciones, que me sentía embriagado por su turbadora presencia, que no sabía qué hacer con las manos y estaba sudando como un pollo mientras ella seguía con un dedo cada una de las rayas blancas de mi camisa. 

No recordaba cuando había estado antes así, a tan poca distancia de una señora tan femenina, tan estupenda, tan Chanel. 

Me susurraba, apenas podía entender qué decía, adiviné algo así como vamos, chato o no puedo más, rey

Estaba empezando a marearme, aquello no le podía estar pasando a un hombre tan corriente como yo. 

Jorge, te deseo, vámonos a la cama –me dijo.

Perdone,  no soy Jorge, me llamo José Antonio –repliqué.

Coño, pero ¿tú no eres ese de la bonoloto, el que ha salido en el periódico? –preguntó.   
  
No, soy electricista y trabajo en la Naval –dije, azorado.

Y se marchó, sin más, sin mirar atrás, dejándome con la camisa empapada, con la frente marchita* con alteraciones en la entrepierna, desorientado, desasistido, acomplejado, desubicado, con la moral por los suelos. **

Fui a casa y me duché con agua fría, más de media hora.

Joder, no somos nada.
 

 *  (…las nieves del tiempo platearon mi sien)
** Tanto que me la pisé.


lunes, 26 de septiembre de 2011

Paseo por la memoria de un desmemoriado tartamudo.




En el coto de la mente.

En las vedadas aguas cristalinas
del exclusivo coto de la mente,
un buen día nadar como un delfín,
guardando tras un alto promontorio
la ropa protectora pieza a pieza,
en tanto entre las ondas transparentes,
sumergido por vez primera a fondo
sin pensar nunca que al retorno en fin
al borde de la firme superficie,
el invisible dueño del paraje
la ropa alce furiosos para siempre
y cuán desguarnecido quede allí,
aquel que los arneses despojóse,
para con premeditación nadar,
entre sedosas aguas, pero ajenas,
sin pez siquiera ser, ni pastor menos.

Carlos Germán Belli


Qué revuelo, parece ser que los neutrinos viajan más deprisa que los fotones aunque Einstein no está de acuerdo y proclame que todo es relativo, lo que es relativo a uno mismo puede confundirse con egoísmo aunque seas desprendido y audaz, por eso quiero recordar con intermitencias ese momento, esa frase, nos quitamos la ropa, ahora que siento alacranes paseando por la columna vertebral de la nostalgia, salen de la sentina del alma y no me dejan dormir en un descanso de la fiesta, uno más uno nunca es uno, lo digan los físicos del experimento Ópera o el porquero, dejémonos de fatalidades y amarguras, hagan crack los mercados o los mercaderes, con regocijo acabo de enterrar la trascendencia, sí, el espejo y yo sabemos que queda poco del atleta y nada del filósofo, pero ella decía esa frase y me hacía pensar en la vida, olvidar la muerte, resignarme a no tener parecido con Orestes, ser el poeta que canta mientras arden las ciudades y sabemos que el paraíso terrenal está aquí al lado, al otro lado de la valla con grafitis y yonquis acostados, también está el infierno, el cielo es un invento de monjas alucinadas y sumos sacerdotes con espadas y torturas, papel de plata para los chinitos y niños negros con una ranura en la frente, que no, que no, que el firmamento está tan lejos, con liebres, osas y carros, constelaciones para las noches de agosto, lejos de la luminosidad que deja ver lo que deja ver, nada entre tanto todo, que nos quitábamos la ropa, ay amor, y el abrazo hacía arder las cortinas, temblaban las persianas y nosotros, ella y el zahorí, ahogándose en suspiros y dulzura, esforzándose en contradecir al Laboratorio Nacional del Gran Sasso, bajo los Apeninos, por muy rápido que viajen los neutrinos ellos, nosotros, el zahorí y ella, llegaban antes que nadie al éxtasis. 



Al menos es lo que he recordado en este momento de lucidez.       

domingo, 25 de septiembre de 2011

Lo de Kukutza.











Que no digo que sea sencillo, no, nada de eso, que digo que quizás se podía haber encontrado una solución previa. Lo del diálogo. Es lo legal, de acuerdo, viva la legalidad, pero entre quién la construye, la defiende y la modifica siempre hay un hueco para el trato, la negociación, el te doy me das, no sé, que el mismo empeño se puede poner para otras alteraciones de la legalidad, sin ir más lejos eso que piensas, que según el abogado, lo que le pagues, lo de detrás, todo legal, claro, yo qué sé, estamos de vuelta al laberinto, que la paz es efímera, que esa imagen de jóvenes ciudadanos acuclillados y con las manos en la nuca y los dos policías armados me eriza la piel, ya, ¿cómo se hace?, ni idea, no me dedico a eso, no me pagan para eso, pero a ellos sí, joder, que estábamos tan tranquilos y vuelta el carro al molino, otra vez el fuego, los golpes, los altercados, la confusión, la decepción, el caos, ganan los de siempre, perdemos todos, que no digo que sea sencillo, no, nada de eso, que digo que quizás se podía haber encontrado una solución previa.   





 





sábado, 24 de septiembre de 2011

Rekalde (berri)

  
Cuaderno de bitácora.

El viajero se aventura a través del laberinto
aunque apenas sí recuerda cuándo ni por dónde entró.
Supone que el camino ha de ser un laberinto,
pues adivina en lo nuevo reflejos del ayer.
Mas no son reflejos amables, son vástagos del miedo
pues le revelan que cae, que se derrumba hacia el centro.
¿Pero hay un centro acaso?
¿No cae hacia los bordes?
Piensa entonces que le es preciso un escondite
y a ratos se oculta por los rincones. Pero el miedo
corre a refugiarse en sus mismos escondrijos.
Piensa entonces que quizá se extravíe a la deriva
y que necesita un hilo que lo guíe en el laberinto.
¿Pero dónde amarrar el hilo?
Piensa entonces que siquiera el recuerdo podrá sostenerlo
y, cada atardecer, escribe un cuaderno de bitácora.
Éste es un cuaderno de bitácora a la deriva, el viajero
escribe como el timonel que, en un mar sin una brisa,
adivina que se acerca la tormenta del naufragio.
Escribe con desesperación:
no como el profeta, sino como el loco;
no para los Dioses: para las marionetas;
como la marioneta para las marionetas escribe.
Y el viajero sabe a veces, pero a veces nada sabe:
quién es, quiénes es.
Piensa a veces que transita por Europa
como una mosca por un cuerpo desnudo de mujer.
Otras veces se queda contemplando las páginas en blanco del
cuaderno de bitácora,
sin pensar en nada, o dibujando espirales.

JOSEBA SARRIONANDIA  



Veamos, que en los polígonos industriales del arte (pobrecito mío) levantas una piedra (presuntamente) literaria y lo mismo aparece un corazón que un zapato, un alacrán o una fila de hormigas, qué más da, una baraja, reparte las cartas que hoy es sábado, aquí no viene nadie y podemos jugar a cerrar puertas o a entornar las ventanas del verano de mil novecientos ochenta y tres, un decir, puede ser un siglo antes, que los armarios están llenos de recuerdos y en Rekalde se ha montado la revolución, ay aquellas huelgas cortando carreteras, defendiendo el puesto de trabajo, los mercados, la madre que los parió, hambre para todos menos para ellos,  tenerla para siempre, tenerla, siempre, ilusiones de un metalúrgico reconvertido, divertido, entre París y Berlín, besando los cruces de los días, las intercesiones, allí donde eso, ahí en eso, que dicen en lo limítrofe, las afueras, donde no hay citas a ciegas, donde se ama contra la pared, hasta en invierno, soledad del coito en el cuarto de máquinas del ascensor, por si las dudas, puertas abiertas al deseo en edición de lujo lujurioso,  que no había que hacer la cama ni disimular las sábanas, solo había ternura y qué sé yo (sí sé, intento despistar), hogar dulce hogar cada vez que escuchamos pasos en el portal porque hoy es sábado, que cantaba Vinicius de Moraes, tan llena de pudor que vive desnuda, estrategia del fraude, sexo, amor, aquí nos pillábamos y ya, es curioso, ya no forma parte de ningún paisaje, ni de las neuronas perdidas con la ginebra en las rocas de la jaula y alrededores, la edad del soul, del sol, del ritmo azul y no teníamos edad (al contrario que ahora, que nos sobra), erotismo en ná, en tó, todo me ponía (pone), todo me alteraba (como ahora),  mercadillo de los sábados, nadie lee, igual que los lunes o los viernes, hoy, aún, por eso es igual, levanta esta piedra escrita a trompicones, mientras Ella se arregla, peina, pinta, da vueltas por la casa, cambia el bolso, me he olvidado las llaves  y vuelta empezar, otra tarde/noche que llegaremos tarde, aunque más vale tarde que nunca, este escrito se junta con el tuyo, y las soledades y, repito, en Rekalde se está montando una buena, Bilbao se adorna con contenedores de basura ardiendo en la noche calurosa, se acaba el viernes, corto y cierro. ¿Qué?



viernes, 23 de septiembre de 2011

Otoño

A las 11,05 empieza el otoño.


Ese momento


Begoña, no te he dicho que es lo que más me gusta de ti. ¿Quieres saberlo? 

Lo que más me gusta es verte, amor, saliendo de ti misma, siendo la que eres, descubriéndome tu yo íntimo, esa que ríe, feliz, la que cambia hasta la voz y se transfigura en los momentos puntuales en los que el mundo se detiene y no hay nada alrededor más que el instante mágico de dejar salir a la mujer original, al ser humano sin ataduras, ni recuerdos, sin otra cosa que no sea vibrar en esa vuelta al principio de todas las cosas. Ese momento…

Entendido, me alegro, calla, dame un beso.


(Fotografías:Pavel Flegontov)



Escribo estas y otras cosas.
Absurdo.

Por la mañana, por teléfono, me cuentan de la grave enfermedad de una persona amiga.
Me quedo sin palabras.

Por la tarde/noche me tropiezo con A. Me dice que su pareja está fastidiada, que se le ha reproducido su mal, que desde agosto está pasando un penoso momento.
Le abrazo, le beso, intento animarla (para animarme).

No sé si escribir aquí tiene sentido.
Quizás sí, al menos puedo contarlo.
Ay.


jueves, 22 de septiembre de 2011

Cambio de proveedor.



 El otoño llega con palabras que aún no conozco, con madrugadas frías y anocheceres de limones.

Busco qué diré de lo que aún no he dicho.

Sigue mi estado de + (traducción: más)

Estoy rompiendo rutinas, una a una, rutinariamente.

Pienso en un barco que está llegando a Grecia, da vueltas de aquí para allá, para en puertos sin aduanas, en ciudades envueltas en niebla embarcan y desembarcan ciudadanos vestidos de blanco, hay un hombre en la proa mirando al infinito, en un camarote de la segunda cubierta dos mujeres hablan de su niñez.

Es extraño saber y no saber, son extraños los días, como si fueran la antesala de algo, alguien escondido detrás de una cortina, oigo voces.

No es bueno dar vueltas a la noria.


He cambiado de compañía telefónica.
Ya sabéis lo que es eso.
Es posible que esté out unos días.
Pero estoy.



Ah, también he cambiado de correo, es este pedromg@gmail.com 
(por si alguien lo quiere)

miércoles, 21 de septiembre de 2011

En la ría.

Se desliza la Ría con un mecanismo roto y el agua sucia, hay una arrugada sábana blanca en el muelle, hay estupor.

Se vistieron de resignación.

Aún suenan las campanas.

Firmaron la alianza con las incógnitas, conciliaron los pulsos, dejaron señales en el noray exacto, flores, números que suman, miel y frutas rojas.

Nadie les habló de esa escalera hacia un territorio oscuro, nadie les advirtió del húmedo presagio, del rictus, del instinto quebrado, de la fragilidad de la belleza.

Preservan la intimidad de la madera, la mirada al cielo, la sombra alargada del otoño que viene, la rabia.

¿Quién puede comprender algo así?

Anochece y en la Ría la pleamar está llegando a la marca de los ahogados.

 


martes, 20 de septiembre de 2011

No puedo resistirme...



En primera línea.

En primera línea, en las trincheras, hundidos en el barro hasta las rodillas, asomando la cabeza con tiento, sabiendo que somos los siguientes, los de la próxima batalla, temiendo su inminencia, nuestras escasas fuerzas, lo cruel del combate, lo irremediable del desenlace, que estamos vencidos aún antes de comenzar.

Y sin embargo ajenos a los pregoneros del miedo, al silbido de las serpientes, en vigilia, con inspiración, airosos, benditos sin bendiciones, con un sombrero de plumas, alegres, brindando al viento, ebrios de vida, saltando con agilidad la arquitectura de los días, traduciendo las sílabas de la risa, eludiendo la geografía de lo complejo, nadando en besos, deslizándonos en abrazos, casi exultantes.

Que nadie sople nuestros faroles, que nadie borre el camino escogido, que las nubes pasajeras no nos impidan ver el rumbo marcado por las estrellas, que nada restrinja nuestro gozo, que nadie nos prohíba la felicidad, los sueños, que nunca el pasado nos siga, furtivo, recordándonos lo que no fue, lo de antes, que el ahora nos colme, nos haga levantar la mirada, que el espejo nos mienta, nos mime, nos ensalce.

Que la inocencia siga en equilibrio, que no perdamos la voz espontánea, la piel erizada, el sentimiento ahogándonos, oprimiéndonos la garganta ante lo bello, lo profundo, lo que nos vuelve el alma del revés, todo aquello que apenas sabemos definir pero que nos hiere de intensidad, de anhelo, que nos toca ahí dentro, en lo más íntimo, allí donde ni siquiera nosotros mismos sabíamos que existía un territorio.

Que no nos falte el deseo como un lobo poderoso, ni el abrazo de nuestros amigos, ni los cantos de sobremesa con una copa de vino en la mano, ni las ganas de pasar mil medianoches bajo un cielo negro, nuestro, hablando de caricias y halagos, de amistad, deliciosa conversación del ahora, lo que somos, sin distraernos del objetivo, que no baje el telón de la comedia, que sigan en el destierro los cazadores de dramas.

No queremos sólo esto sino todo, que la brújula señale siempre la primavera, que el crepúsculo no se destiña con la lluvia, que la memoria se serene y amasemos las horas del amor, demorándonos en gemidos y dulzura, que los olores de la niñez no se pierdan, que los ojos de nuestra niñez no se apaguen, que esta hora, que este día de hoy sea único, es el momento de continuar, llorando, luchando, riendo, siendo, viviendo. Os abrazo.



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