Ana María Matute considera que escribir es “siempre una forma de protesta”, no
necesariamente política o social, a veces “contra uno mismo”, y también una
manera “de decir las cosas que todos sabemos y, si no sabemos, intuimos”
Por eso, también, escribo y por si no lo
recordaban, aquí estamos en primavera aunque no lo parezca.
Es curioso, en algunos sitios, por ahí, están en otoño.
A veces, gracias a la técnica aeronáutica,
he pasado de estación a estación en unas pocas horas. Débil límite entre ahí y
aquí. ¿Será lo mismo? ¿Estaremos en un solo aquí con diferentes estaciones,
sensibilidades, lenguas, colores, sabores, razas, etc?
Quise contarlo antes, pero con una cosa y
otra lo he ido posponiendo.
El sábado pasado estuve invitado en una
boda, magnífica, por cierto. Deseo mucha felicidad a los contrayentes.
Todo salió perfecto y fue una reunión
hermosa, llena de concordia y momentos agradables. Como curiosidad, durante la
ceremonia el oficiante repitió muchas veces la palabra fidelidad. Quizás sea
normal -no me invitan a demasiadas bodas, ni siquiera me invitaron a la mía-
pero me llamó la atención.
Fidelidad. Eso dio lugar a que durante la cena, antes, después,
en algunos grupos se hablase de ello, ser fiel, qué es, cómo lo entiende cada
uno, etc. Felicidad. Fidelidad. Falsedad. Lealtad. Mentiras. Verdades. Esas
cosas.
La mayoría asociaba fidelidad con lealtad. Es decir, entre otras cosas, que si
tu pareja se acuesta con otra persona debe contártelo al llegar a casa o a la
mañana siguiente como muy tarde. (El asesinato de tu pareja, o no, depende ya
de cómo te pille en ese momento).
Otros asociaban fidelidad con honradez,
confianza, amistad, compañerismo y otras virtudes que adornan a los seres
humanos. Es decir que la infidelidad era más cosa de dentro que corporal (aquí
me enternecí). Algunos, osados, llegaron a decir que la fidelidad es algo
profundo, íntimo, que tiene más que ver con el compromiso adquirido, con lo
moral y que no (sólo) tiene que ver con que tu pareja se acueste con otra
persona, que también, que, hombre, que sí, pero no solo, vaya, que si es un
calentón, un aquí te pillo aquí te mato, que quizás. (En las bodas, con el
cava, se miente mucho, incluso se dicen tonterías. Con el cava y con el
disimulo).
Muchos no decían ni pío, asentían, movían
la cabeza en círculos, guiñaban un ojo, sonreían, se ponían serios, negaban con
gestos, estaban ahí, herméticos, sin mojarse. En algunos temas muchos no se
mojan nunca. Conozco personas vírgenes de mojadura, nunca han dado una opinión
en público, nunca se han significado (conozco a muchos hipócritas). Luego, con
la música, nos pusimos a bailar y dejamos el tema, fuimos todos fieles y
felices. A las señoras y señoritas les dolían los pies por los tacones y a los
señores y señoritos nos apretaba el nudo de la corbata. Alguno quiso saltarse
las normas y –que yo sepa- no hubo manera, con lo que seguimos siendo fieles y
nos fuimos a la cama, solos o con nuestra lealtad. Ejemplar.
Ah,
conclusión: que la única infidelidad -digan lo que digan, con cava o sin ella-
es que tu pareja folle (etc) con otro/a y que tú te enteres (aunque seas el
último/a en enterarte).
Admito
opiniones.