sábado, 29 de febrero de 2020

La trinchera infinita



“La trinchera infinita”. Cuando le dieron el Goya a Belén Cuesta dije “bueno” (lo dije para mis adentros porque conocía su trabajo en Paquita Salas y poco más). Cuando no le dieron el Goya a Antonio de la Torre dije “bueno” (tienes dos, Goyas, y ha estado nominado once veces más). Total, que me he visto la película (en Netflix) y he comprobado que son dos actores (actor y actriz, por si acaso) extraordinarios. La película incide en una guerra civil que no se ha acabado nunca para los guionistas, directores y productores del país y demuestra que todavía se pueden sacar historias sencillas pero efectivas, humanas, de emociones, de rencores, de odio, de muerte, de vida, de Amor. 147 minutos bastante claustrofóbicos, agobiantes a veces, muy bien fotografiados, ambientados, relatados, auténticos, dolorosos, llevados por los tres directores con gran sensibilidad y buen ritmo. Una película de posguerra que duele (la derrota es estar enterrado en vida), que te hace entender (a los otros, a nada que te esfuerces), que dentro de tanta oscuridad te hace abrir los ojos (si es puedes darte cuenta que los tenías cerrados). Para mí una gran película.

2019: Premios Goya: Mejor actriz (Belén Cuesta) y sonido. 15 nominaciones
2019: Festival de San Sebastián: 4 premios, incluyendo Mejor dirección y guion
2019: Premios Feroz: Mejor actriz (Belén Cuesta). 6 nominaciones
2019: Premios Forqué: Mejor película. 3 nominaciones

Dos premisas: me gusta (mucho) el cine y dos, que ya no se hace cine como el de antes. Conclusión, no tengo ni idea de cine, ni de cuando es antes, ahora, mañana, siempre, creo que es sábado pero vaya usted a saber.

Escribir o no escribir , ese es el problema

Lesser Ury (German, 1861 – 1931)
Garden restaurant on the Havel (Gartenrestaurant an der Havel), 1925

Escribir es apenas un balbuceo en la oscuridad. Escribir bien es un toque de los dioses, un regalo de los cielos, un...lástima, soy agnóstico,  sólo creo en el trabajo continuado. Presumir de escribir bien (hay muchas formas de hacerlo) es una declaración de guerra en la que sólo se pueden defender los muertos, los que escribían bien. ¿Quién reparte los diplomas? Mi muro está lleno de personas que escriben (bien), algunas pintan, otros no pintamos nada. Escribir es dejar las puertas abiertas para que la casa se llene de desconocidos que dejan caer la ceniza en las alfombras, que se beben el whisky, que vacían la nevera y que tratan de seducir a tu pareja (el que la tenga). Vale, es cierto, uno me invitó a su boda, otra me beso en el cuello, uno me envía poemas, yo que sé. Estoy aburrido, voy a intentar compartir sólo mis silencios, quizás alguna onomatopeya, dos ah, pamplinas. Escribir sin decir es pintar las líneas del vacío. Ya que estamos, escribir es que se enfade tu pareja (el que la tenga). Por cierto, no se sí viene a cuento, pero un muro que no se renueva, que repite y repite, que trae lo de ayer, lo de antes, que corre como un podenco sordo, aburre. Escribir no es comunicar esto, al menos no así. Por cierto, no recuerdo que estaba diciendo. Viva el primero de mayo. Incluso el segundo. Viva.

viernes, 28 de febrero de 2020

No sé silbar



Amaneceres y ocasos, el mundo y mi esperanza dando vueltas, esperando que pase sin atreverme a decir, mirando entre otros, acobardado por su todo y mi nada, que me lleno de metáforas total para qué. 

Está por ver, el cántaro en la cintura y su pasear, contoneo y las fuentes, el perro que acompaña sus mañanas, mi mirada que anhela, que ruega, el silencio, peregrino de su desdén.

Está visto que por su parte no, que hay otro o ninguno, que mi canto de quejidos y destierros no baila en su vestido de flores. Es hora de cambiar la melodía,  ni siquiera sé silbar.

jueves, 27 de febrero de 2020

Pasividad


Lisette Model


Encerrarse en casa como exilio, un intento inútil de atrancar la puerta del tiempo para que no  sumen los días, correr en una dirección equivocada con vientos y nubes y dolor en los huesos (sobre todo en las rodillas). 

Pasividad en la tentación. 

Febrero se corta el pelo para salir bien en la fotografía de fin de mes, se maquilla para esconder los bostezos y las ausencias, se turba ante el cercano enfrentamiento, la implacable vuelta a lo que será, mirar cara a cara a lo que no tiene nombre.

El abismo de lo conocido.    

Seguir ahí, lejos de tanto, es una forma de reconocer la derrota, el miedo a la llamada que de todas formas deberá realizar, el cansancio de una situación que se dilata y se ahoga en su propia contradicción.  

La memoria, la emoción, la imaginación, es decir… nada.

miércoles, 26 de febrero de 2020

Dick




…como una gilipollas,
antes de marcharse le preparaba la cena,
una tortilla de jamón y una mandarina,
quizás a esas horas, de vuelta a casa, 
su mujer estaba ya dormida. 

Y ahora me hace esto.

Será hijo de puta…

martes, 25 de febrero de 2020

But but i do not understand





Nuestros muros pueden ser  tan diferentes,  sin embargo hay que ver, qué cosas. Porque puede parecer que así (es decir así, esto) no hay quién se entienda, aunque hablemos de lo mismo o de nada, de música, poemas, silencios,  imágenes hermosas. ¿De qué estábamos hablando?  No lo sé, entiendo que tener cinco mil amigos o acumular "me gusta" puede ser gratificante (bueno…). También hacer propaganda de lo tuyo, aunque ¿qué hay de lo mío?, que no vendo nada, o si, caminos de aire,  anzuelos, orzuelos, revuelos, desvelos, consuelos, esas cosas. Que bien lo pasamos, servidor (de usté) al menos, aquí, tan lejos (depende de dónde, claro), que tecleas ideas, emociones, informaciones, sentimientos, temblores, bostezos y te salen geranios, golondrinas, viento y esto es febrero, señoras/es, que el verano está a la vuelta de la esquina y los agoreros van a tener razón con esto del coronavirus y voy a pintar las paredes con tu nombre, mi amor, que saldrá el sol por Antequera o no saldrá y que nosotros lo pasemos bien, que esto es lo que hay y a lo que iba/mos que nuestros muros son tan diferentes y sin embargo.  ¿Te puedo tutear?

lunes, 24 de febrero de 2020

Halston


Halston fue un diseñador de moda.

Ya ¿y qué?

Pues que Movistar tiene un documental sobre (parte de) su vida que me ha parecido muy interesante. No solo por la moda, que también, sino por una época, una forma de vida, unas personas (y algunos personajes), unas prácticas de trabajo, de negocio, unos hábitos, el recuerdo, la nostalgia, los 60, los 70, los 80, la vida como era (allí), la vida como no era (aquí, ¿o sí?), los vicios, los desfiles, la música, Nueva York.


Nofolk


Nofolk, Tree, 1992, Tai-Shan Schierenberg. English, born in 1962


A partir del horizonte termina el mar, se precipitan las aguas a un abismo de nada y dragones, de eternidad y planetas. Yo no lo he visto pero me lo han contado marineros del barco del infierno. Quizás salga esta noche a comprobarlo.

domingo, 23 de febrero de 2020

Domingo



La cuestión es que uno viene aquí (también) " para hablar de su libro" y después de chocar contra la pared ("se traspasa", no es cierto) debe dedicarse al viejo truco de esparcir música y poesía (ajena) por los campos como un san Isidro sin bueyes ni arado ni mucho menos vocación ni ángeles que le sustituyan en sus fines de no es lo mismo predicar que sembrar trigo o algo así que en estas mañanas en calma te entran ganas de salir a quemar conventos o perderte en un bosque a fisgar pájaros o, que se yo, llamar a las antiguas amantes y decirles que estás vivo, que respiras, que el sol ha salido y las riberas están llenas de cangrejos (ahora no puedo llamar porque en la residencia de ancianas están aún sirviendo los desayunos) y está llegando el momento de soltar la jauría, restregar el  hocico de los mastines con el olor del fracaso, con el hedor del miedo, gritar en los caminos y correr sin descanso hasta llegar a ningún sitio, ¿dónde estoy?, que los árboles me hablan y la música es esta nota repetida en fa, puro jazz, improvisación de domingo sin iglesias ni mantos morados, comunión de cuerpos desnudos en las dunas, ahí al lado, las alondras cantan con el leve movimiento de los juncos y hay resaca de alcohol nocturno y bandas con himnos de revolución mientras todos beben y ríen y la realidad está lejos, las tragedias, Siria  está tan  lejos, es domingo y puedo escribir versos, dar besos, olvidarme o recordar, levantar la esquina del misterio o enterrar las voces que por las noches me susurran que la vida es ahora y pasar de puntillas por los hospitales y el miedo, no se vayan a despertar los agoreros y tengamos la fiesta en paz, febrero va, vamos con mi abrazo y mi sonrisa, que tengáis un buen día. 

sábado, 22 de febrero de 2020

El muerto

Daniel Labrosse


El muerto. Nadie sabía quién era,  por supuesto a nadie se le ocurrió llevar flores a su tumba. Era joven, en el infierno no hay sitio para los viejos, sus pasillos están decorados con retratos de dioses enfermos, con lirios que crecen en las riberas del estanque de fuego, donde se tortura a los poetas, las calderas donde gritan los escritores con libros que hierven en sus cabezas de laberintos. Hay una habitación con artilugios para hacer confesar a los sacristanes equilibristas, al párroco que se dormía en el confesionario, al implacable perseguidor de herejes, al azote de la adultera presa de sí misma. Parker escucha el eco de los salmos, el plash del salto de los salmones, el trueno de motocicletas en la carretera de vuelta, el silbido de un diablo de cuernos rojos parado en la señal de limitación de velocidad, prohibido aparcar, los actores italianos se mueren en el escenario, ya no quedan plazas en el infierno. 

Henry Miller, “Primavera negra”




Uno pasa imperceptiblemente de una escena, una edad, una vida a otra. De repente, al caminar por una calle, bien sea real o soñada, uno se da cuenta por primera vez de que los años han volado, de que todo esto ha pasado ya para siempre y que sólo permanecerá en el recuerdo; y entonces el recuerdo se mete más adentro con una extraña y absorta brillantez, y uno repasa esas escenas y esos acontecimientos perpetuamente, en sueños y meditaciones, mientras camina por una calle, mientras se acuesta con una mujer, mientras lee un libro, mientras habla con un desconocido…de repente, pero siempre con una extraordinaria exactitud, estos recuerdos se entremeten, surgen como fantasmas y penetran en cada fibra del propio ser. En lo sucesivo, todo se mueve en niveles cambiantes: nuestros pensamientos, nuestros sueños, nuestras acciones, nuestra vida entera. Un paralelogramo en el que caemos desde una a otra plataforma de nuestro escenario. De aquí en adelante caminamos divididos en millares de fragmentos, como un insecto con cien pies, un ciempiés con movimientos suaves y ondulantes que se embebe en la atmósfera; caminamos con filamentos sensibles que se embeben ávidamente del pasado y del futuro, y todo se derrite en músicas y penas; caminamos contra un mundo unido, afirmando nuestro desacuerdo. Cuando caminamos, todas las cosas se rompen en millones de fragmentos irisdicentes. La fragmentación de la madurez. El gran cambio. En la juventud, éramos íntegros y el terror y el dolor del mundo nos penetraron por completo. No había una clara separación entre la alegría y el pesar: se fundían en una sola cosa, al igual que nuestras horas de lucidez se funden con el sueño y el dormir. Nos levantamos por la mañana siendo unos seres, y por la noche, completamente ahogados, bajamos a un mar empuñando las estrellas y la fiebre del día.



Henry Miller
“Primavera negra”


viernes, 21 de febrero de 2020

Parker y Bromwyn




Parker ha descubierto que hay algo que le redime, ahora que duerme al lado de Bromwyn sabe que su anterior búsqueda era estéril, que puede estar donde está, sólo ahí, que puede cerrar las puertas a nostalgias pasadas de moda, que ni siquiera hay moda. ¿Y nostalgias? Lo piensa unos minutos, revisa nombres y llega a la conclusión que está tan lejos de todo que no es práctica. La nostalgia.




jueves, 20 de febrero de 2020

Parker está muy lejos



Hay que comprender que Parker está muy lejos de todo, de tanto, en el extremo superior izquierdo del mapa, justo bajo la raya de las isobaras, del conglomerado de nubes negras. Detrás de  la ventana entra el reflejo intermitente de un coche parado en mitad de la calle,  olor a gasolina  y graznidos de gaviotas de ciudad, alborotadoras. Lejos o cerca apenas son conceptos y cada día es único, ya vendrá el verano. O no sé si ya estamos.

miércoles, 19 de febrero de 2020

Parker y los superhéroes




Parker camina sobre las baldosas de los días, unas en sombra, otras en luz, ha llegado a la conclusión que apenas le queda tiempo para saber las respuestas a tantas preguntas como se le agolpan en la nuca, entre los omóplatos, bajo el ombligo, por ahí. Para colmo febrero se alarga un día y al mirarse al espejo advierte que se le ha quedado cara de cómic, no de superhéroe, no, de chiste, de no entender nada, de no esperar demasiado del resto, si es que puede llegar hasta el final sin partirse de risa de sí mismo.


martes, 18 de febrero de 2020

Marinero de madera


Olivier Bonhomme


Pues nada, entre ducha y ducha otro día te contaré lo de aquel fin de semana que fui a Burgos para estar con una antigua novia. Hubo un momento en que ella fue el amor de mi vida (no sé cuántos amores de mi vida he tenido).  Después de me invitó a fumar un canuto (nunca fumo, nada), después otro, total que por no quedarme atrás me puse ciego a canutos. Por la falta de costumbre me quedé dormido, desperté, allí, tumbado, desnudo sobre la cama, como una piltrafa humana, sin poder moverme, (no podía mover ni las pestañas, qué cosas). Ella (qué cabrona) me echó en cara todas las porquerías de nuestra relación, así, una tras otra, como puñales, los desacuerdos, los porqués, los desencuentros, el día qué, el día que no. Mi lengua era más grande que mi boca y no podía responder. La muy malvada incluso me dijo que la figura de madera de un marinero que me regaló (entonces yo vivía en verano en el puerto de Elantxobe) fue a comprarla con su madre y escogieron lo más feo de la tienda, que ya hay que tener mala baba, que la tenía como una reliquia  sobre la cama a pesar de, pero estaba tan p`alla que ni hablar podía. A eso de las seis de la mañana cuando se me pasó un poco la alucinación (la verdad es que bichos no veía), sin despedirme me fui, busqué mi coche aparcado en un barrio raro con gente dormida en los portales, miedo me daba y volví echando hostias a Bilbao, confundido, con resaca, tanto que me equivoqué de carretera y acabé en un monte (Orduña, creo), en ninguna parte, con niebla  y hacía un frío del copón bendito…

Oye, oye, esto que me cuentas ¿es verdad?

Yo qué sé, no me puedo acordar de todo. Tú has empezado. Sí recuerdo que cuando volví a casa tiré a un contenedor el puto marinero.

Sylvia Plath


Soy sarcástica, escéptica y a veces dura, porque me da miedo que me hieran. Y tengo en mi interior esa alma sumamente vulnerable de todo egoísta.


lunes, 17 de febrero de 2020

Suicidios ejemplares



... yo no soy de las que salen por gusto fuera de casa. Pero siempre andan preguntándome a qué se debe esto. Me lo preguntan como también me preguntan por qué aún no tengo novio o por qué fumo tanto. Porque a mí me preguntan de todo, no sé por qué. De todo. Y yo para todo tengo respuesta.

domingo, 16 de febrero de 2020

Ivy Queen



"Porque soy yo la que mando/ soy la que te dice cuándo vamos al mambo", que canta Ivy Queen y eso es cierto en este país con la música del viento entre las calles de piedra  y gatos altaneros, caballeros  que plantan higueras en sus sombreros de copa, mujeres enredadas en discusiones teosóficas y niños bien vestidos con ajustados pantalones de tergal, que aquí tenemos botica, sacristía, campanario, calabozo, varias tabernas, confiterías, un espía y, lo mejor, alguien que recuerda a Taxi Girl cantando aquello de “Sur un écran géant/ Une tache de sang.”

Pasolini


AL PRÍNCIPE

Si regresa el sol, si cae la tarde,
si la noche tiene un sabor de noches futuras,
si una siesta de lluvia parece regresar
de tiempos demasiado amados y jamás poseídos del todo,
ya no encuentro felicidad ni en gozar ni en sufrir por ello:
ya no siento delante de mí toda la vida...
Para ser poeta, hay que tener mucho tiempo:
horas y horas de soledad son el único modo
para que se forme algo, que es fuerza, abandono,
vicio, libertad, para dar estilo al caos.
Yo, ahora, tengo poco tiempo: por culpa de la muerte
que se viene encima, en el ocaso de la juventud.
Pero por culpa también de este nuestro mundo humano
que quita el pan a los pobres, y a los poetas la paz.

sábado, 15 de febrero de 2020

Patti Smith soñando con Rimbaud




Patti Smith soñando con Rimbaud Patti Smith quedó prendada de Rimbaud. Le escribió un poema, un sueño donde habla de Charleville y Abisinia, campos, pozos de agua, una herida en un ojo hecha con un cristal, manos grandes, mejillas rojizas, una habitación, miradas aparentemente indiferentes. Arthur de rodillas, llora apoyando sus manos en las rodillas de Patti. Patti, echada en la cama, coge a Arthur del pelo. Son una llama vello y pelo, ¡oh, Jesús! Alfileres los dedos, ¡oh, Jesús! Soy enteramente tuya.

Hasta ahí el dudoso resumen del poema. 

Y al hilo, mi turno. Soy una mujer reloca. Julio, sábado, primera hora de la tarde, en mi huerto, la puerta entreabierta. Una pareja de mirlos escarba en las escamas de la palmera con sus picos naranjas buscando mosquitos. Yo descanso en un camastro de lona. Rumores de lavanda. He de poner agua a hervir para preparar un té. De mis manos resbala el poemario de Patti. La antología bilingüe de Rimbaud la tengo en Bilbao. Mira, me la regaló en mi cumpleaños ese amigo, el que actuaba como un lobo, y así casi acaba conmigo. Yo era ya entonces una turbia burbuja, deseando hacer pum, era yo una costura mal cosida, muriendo por rasgarse. Digamos que eso es lo que disponía la vida entonces, aunque el asunto no es tan simple, nada simple, en absoluto.

Las mariquitas me hacen cosquillas en las piernas, y pienso en el agua, la boca seca. Hola, guapa, me dice el que ha llegado. Esa voz es un cuchillo en la tarde, ¡oh, Jesús! Has estado enferma, princesa, ya preparo yo el té, voy a darte un masaje en los pies, te ayudo a quitarte las sandalias, tú tranquila, sirena pelirroja. La saliva se convierte en azúcar tibio. No puedo alzar los párpados, exhausta para hundirme en tales ojos.

Un escalofrío al sentir la cuchara en mis pechos. Mete sus largos dedos en la taza, ahoga un gemido. Ahora los posa en mis labios. Sucia. Lame mis rodillas con su lengua de lija. Tus rodillas son helados de pasas al ron, Meibi, maybe, acaso, Meabe, tal vez. Vamos dentro, no tiembles. Con su voz me devora, en las fauces del tiburón yo, perdida.

Telarañas en las vigas, planetas plomizos en los relojes, huesos de pájaro en los muebles.

No soy morena, no soy delgada, no soy joven, no soy lista, no soy poderosa, no soy brava, no soy, no soy, no soy ángel, no soy demonio, no soy sino lo que he vivido, aquello que recuerdo, sólo mi nombre, y lo que ser quiero. Date la vuelta, niña, que voy a curarte con mis grandes manos.

Carnaza para el tiburón las nalgas. Dzast, dzast, dzast, bonita, ahí, así, sigue, sí, plas, plas, plas. Me parto en dos como una mártir. El desgarrón y la espuma. Pedrería del sudor. Soy enteramente tuya, aleluya. Eres enteramente mío, aleluya, ¡oh, Jesús!

 (Bitsa eskuetan, 2010)

Miren Agur Meabe


viernes, 14 de febrero de 2020

Nogal




Cuentan de un sabio que un día, etcétera.

Escribir sin pretensiones, sin otra necesidad que el goce propio, para ti (mismo), porque sí, dejar fluir las palabras, a veces lograr historias, poemas, un novelón de mil páginas, disfrutarlo en sí (mismo), que gustan a alguien, bien, que no las lee ni dios, pues también, que vivir de esto (económicamente, emocionalmente, orgullosamente, simplemente) no está en el ranking de (mis) preferencias, optar por el placer, por estrujar los recuerdos, la imaginación, la fantasía, la necesidad de lo que no para convertirlo en lo que sí, en lo que quizás,  mentir, decir, exagerar, inventar, vender ( es un decir) la intimidad de un sueño, de un deseo, de los deseos, escribir porque quieres, también para que te quieran, contar sin engañar, esto es lo que hay, ay (1), inventar mundos, gentes, emociones, abrir el arcón de las frustraciones y dejarlas sueltas por los prados de lo que sucederá a nada que sigamos juntando voces que salen de vaya usted a saber de dónde, que es mágico este oficio no remunerado de escribir a deshoras aprovechando que el mar esta frío que es invierno y no se bañan ni los peces. 

En eso/esto estamos. 

Subió una mona a un nogal, etcétera.

jueves, 13 de febrero de 2020

El Palmar de Troya


Clemente Domínguez "La voltios"

Esta es una historia que la tenía casi olvidada en la memoria. Como hay tantas series y películas para ver no me decidía a empezarla. Anoche me vi el primer capítulo en Movistar. Increíble. Si no fuese tan triste, tan tremendo, tan extremo, parecería una serie de humor, una astracanada, surrealismo puro. Tanta pobreza, ignorancia, miedo, paganismo, una religiosidad absurda, una época tenebrosa, da pavor ver a esas mujeres con mantillas negras rezando abstraídas, fervorosas, a esa pandilla de estafadores, de caraduras convertidos en sacerdotes, obispos, papas, así, como si nada. Como serie de televisión tiene dinamismo, está muy bien contada, tiene ritmo, los personajes son auténticos, los que lo vivieron, viven, si no fuesen hechos reales parecería imposible inventar un guion así. Joder, qué país. Esta noche el segundo capítulo, no me lo pierdo.




George Orwell



Cierta madrugada, uno de mis compañeros y yo habíamos salido a disparar contra los fascistas en las trincheras de las afueras de Huesca. Entre su línea y le nuestra había trescientos metros, una distancia a la que era difícil acertar con nuestros anticuados fusiles; pero si se acercaba uno arrastrándose a un punto situado a unos cien metros de la trinchera fascista, a lo mejor, con un poco de suerte, le daba a alguien por una grieta que había en el parapeto.

Por desgracia, el terreno que nos separaba de allí era un campo de remolachas llano y sin más protección que unas cuantas zanjas, y había que salir cuando todavía estaba oscuro y volver justo después del alba, antes de que hubiera buena luz. Aquella vez no vimos a ningún fascista; nos quedamos demasiado tiempo y nos sorprendió el amanecer. Estábamos en una zanja, pero detrás de nosotros había doscientos metros de terreno llano donde difícilmente se habría podido esconder un conejo. Todavía andábamos infundiéndonos ánimos para echar una carrera cuando oímos mucho alboroto y silbatos en la trinchera fascista: se acercaban aviones nuestros. De pronto, un hombre, al parecer con un mensaje para un oficial, salió de un salto de la trinchera y corrió por encima del parapeto, a plena luz. Iba vestido a medias y mientras corría se sujetaba los pantalones con ambas manos. Contuve el impulso de dispararle. Es cierto que soy mal tirador y que es muy difícil dar a un hombre que corre a cien metros de distancia, y además yo estaba pensando sobre todo en volver a nuestra trinchera aprovechando que los fascistas estaban pendientes de los aviones. Sin embargo, si no le disparé fue por el detalle de los pantalones. Yo había ido allí a pegar tiros contra los «fascistas», pero un hombre al que se le caen los pantalones no es un «fascista»; es, a todas luces, otro animal humano, un semejante, y se le quitan a uno las ganas de dispararle.

George Orwell
Recuerdos de la guerra civil

miércoles, 12 de febrero de 2020

Love is a beautiful thing


Kleinchen and Rose with Mona, Café Lehmitz, Germany, 1970 -
 by Anders Petersen (1944), Swedish

Klaus, ¿me quieres?
Sí, claro que te quiero.

En serio, ¿me quieres?
Por supuesto.

Nunca me lo dices.
Mi vida, es lo primero que te he dicho cuando te has despertado.

Pero, ¿de verdad que me quieres?
Te lo juro, te quiero.

¿Más que a ninguna otra mujer a la que hayas conocido antes?
Más que a ninguna otra mujer.

Ya, eso quiere decir que has conocido a muchas.
Bueno, todavía no nos conocíamos tú y yo.

Seguro que a alguna le has querido más que a mí.
Que no, corazón, a ti te quiero más que a ninguna.

Ah, pero ¿quieres a otras?
No, solo te quiero a ti.

Estás sonriendo, ¿me quieres?
Si, corazón (vete a la mierda, qué cruz).

martes, 11 de febrero de 2020

Unica




A poco de vivir juntos él decide hacerle un retrato, y busca una nueva técnica para preparar el fondo, un poco cansado de la decalcomanía…– Él está habitado por los rasgos de este rostro que lleva en la piel. Al ver el retrato, ella reconoce el rostro de su infancia, sí, toda la leyenda de su vida. Y las plantas que emergen espontáneamente del papel frotado, forman el viejo jardín de Grunewald bajo una ardiente puesta de sol. El nacimiento de este cuadro suscita en ella el deseo de aprender la técnica de la pintura a óleo. Hans le organiza una exposición en la rue Mouffetard para que ella muestre sus dibujos y cuadros. Estos preparativos, la selección de obras y de invitados así como el colgado de las mismas le procuran un gran placer. La galería es pequeña e íntima. A la inauguración asisten los filósofos Jean Wahl y Gaston Bachelard, André Breton acompañado de la joven Joyce Mansour, el pintor Victor Brauner, Man Ray y su mujer Julie. La exposición dura algunas semanas y ella vende algunas obras… Eso la motiva para próximos emprendimientos. ¿Quién le aconsejó crear postales animadas? Probablemente Hans. Una nueva pasión va a nacer. La primera carta postal que ella crea representa un cuerpo de mujer sin cabeza, con caderas voluptuosas, cuyo vientre es el centro de su vida interior, está montado sobre una placa rodante, representando varias imágenes a color, que aparecen una por vez cuando se mueve la placa. Hans y ella compran una pequeña botella de barniz y barnizan ligeramente la postal, lo que le confiere un aspecto precioso y reaviva los colores. Después, ella decide hacer un pequeño atlas anatómico desplegable: debajo de cada órgano se encuentra escondido otro. Ella trabaja con destreza y precisión, inspirada por la minuciosidad que aporta Hans a sus cuadros. Para otra carta postal que ella comienza a elaborar, él le aconseja insertar un pequeño hilo blanco pegado en el ornamento del dibujo. Ella lo consigue. Después ella recorta, por debajo, una pequeña ventana y pinta este recuadro de negro, sobre el mismo coloca una hoja roja de otoño. Esta carta será para Jean Arp; el atlas anatómico para Victor Brauner, quién responde enseguida con un pequeño dibujo a color, y la mujer cuyo imaginario se desarrolla en su vientre, será para Ernst Schroder. Naturalmente para Hans, ella fabrica una carta postal erótica. Sobre un fondo negro, se ve moverse, cuando se tira de una lengüeta, una pareja, disimulada por una puntilla negra. Ella dibuja las estampillas para cada una de estas cartas e inventa para algunas, direcciones de fantasía. Todas serán presentadas más tarde, en una exposición sobre surrealismo, organizada en la librería del editor Eric Losfeld.

Vacances à Maison Blanche. Derniers écrits et autres inédits.

lunes, 10 de febrero de 2020

Napoli



Un hombre mira desde el espejo, me habla con ojos desencajados, rojos, parece airado, me increpa, le contesto con la lengua trabada, demasiada Hendricks, el hielo, mierda, el limón me sienta mal.

Ese hombre en el espejo soy yo mismo que hoy también he bebido y dice/digo y pregunta/responde y que noche tan corta, tan aburrida y hueca, de cama sola y poemas que se me ocurren, magníficos, pero que olvidaré al despertar mañana con resaca y dolor de todo mi cuerpo, sobre todo las manos, los nudillos descarnados,le di bien fuerte, en la mandíbula, no soporto,esas miradas, mierda, el otro, su amigo, al que le rompí una botella en la cabeza, la policía, correr por las calles, en ese pub no me conocen, correr, no estoy para estas cosas, con mi camiseta negra con leyendas de los sesenta, Cream, guitarristas con alcohol y otros, soy un estúpido, solitario y estúpido.

Es de día, otra noche sin el viejo juego de dos cuerpos, ninguna loca del pub me lo acepto, el hombre del espejo aún me mira y justo ahora suena el teléfono y Sandra, coño, te lo ingreso esta mañana, déjame en paz, espera que bajo la música, alguien llama a la puerta, ¿quien  será?, puta vida.

Sor Juana Inés de la Cruz



Feliciano me adora y le aborrezco;
Lisardo me aborrece y yo le adoro;
por quien no me apetece ingrato, lloro,
y al que me llora tierno, no apetezco:

a quien más me desdora, el alma ofrezco;
a quien me ofrece víctimas, desdoro;
desprecio al que enriquece mi decoro
y al que le hace desprecios enriquezco;

si con mi ofensa al uno reconvengo,
me reconviene el otro a mí ofendido
y al padecer de todos modos vengo;

pues ambos atormentan mi sentido;
aquéste con pedir lo que no tengo
y aquél con no tener lo que le pido.

Sor Juana Inés de la Cruz


domingo, 9 de febrero de 2020

Parker y la libertad del tumulto.



Le llamo Parker.

Parker.

Resulta que este Parker esta tumbado en la playa (quizás debería decir en una playa), tomando el sol y pensando (quizás debería decir añorando), con los ojos cerrados hace balance de su vida, siempre le sale negativo (excepto en la contabilidad B, esa que no puede mostrar).

Ordena, clasifica el antes, todos los antes, descarta, numera, elimina, descubre, se sorprende, evoca, ¿dónde está la felicidad?, ¿alguna vez fui feliz? (se pregunta). Algún recuerdo, un nombre, otro, dos más, se le han quedado atravesados y se entristece.

Alrededor cuerpos (casi) desnudos sobre toallas de colores, niños jugando y gritando, arriba gaviotas y enfrente el mar, calmado, de un sorprendente verde, a lo lejos barcas con pescadores (o contrabandistas, o piratas, o submarinistas antes de sumergirse, o bellas damas en atrevidos bikinis o sin ellos, los de la regata).

Es lo que tiene el verano, hay tiempo para mirar y pensar y recordar y aburrirse y saber.

Parker le da vueltas a eso de la felicidad, ¿es feliz? (se pregunta de nuevo)

Por la orilla pasean incansables los recolectores de conchas, las señoras con varices, los señores de estómago prominente, los niños que tiran arena a otros niños, las madres que se cuentan sus cuitas y sus mentiras, alguna verdad, los hombres que exageran, un perro siguiendo a su cola en círculos, un peregrino despistado, Parker.

Después de  varios kilómetros de espuma con agua hasta los tobillos, de mirar a los buzos recolectores de longueirón, disimular con las paseantes top less, resistirse al baño en aguas tentadoras pero frías, Parker sigue obsesionado, pensando si en este paraíso (quizás debería decir Paraíso) es feliz (qué pesado).

Vuelve a casa por el camino más largo, opta por el sendero entre los pinos, algo se ha movido en su cabeza. Se cambia de ropa, escoge una camisa blanca y un pantalón negro, los mocasines bonitos, un cinturón de cuero, la cartera con dinero, las llaves del coche, se sube en ese coche, pone música (Cream, Strange Brew), arranca, se pierde en carreteras que llevan a ningún sitio, se pierde en antros oscuros al lado de esas carreteras, bebe junto a mujeres brillantes y caras, bebe mucho, ¿es feliz así? (me pregunto)  y ahora puedo seguir contando que se sube de nuevo en el coche, pone música (Bye-ya, Thelonius Monk) conduce haciendo eses  y en una curva traidora se precipita al mar en una perfecta parábola por los aires.

Pero tengo cariño a este Parker, mañana quiero seguir escribiendo sobre él y no es cosa de andar resucitando a los personajes que me invento (o no).

Eso, que pierde el coche pero como nada bien, se salva. 

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