La finitud de Charles Robert Darwin.
Praga está un poco sombría. No ha llegado ninguna carta. El corazón está un poco oprimido. Es imposible que llegue una carta ya, pero cómo explicárselo al corazón. (Kafka)
Cordura, el cronómetro se ha puesto en marcha, class, demencia, esa noche K se duerme serio y despierta convertido en un playmobil, la sonrisa pintada, un personaje que mueve brazos y piernas, no más, un muñeco de plástico en el fondo de una caja amarilla de juguetes en el altillo del armario de la niña que ahora clava agujas de hacer calceta en el cojín bordado a punto de cruz con una cara que tiene un aire al adusto rostro del adulto que se reflejó un instante en el espejo -pufff, respirar y F3- no el de ahora, no, Homer inconsciente comiendo donuts, aparcando su coche junto a la boca de riego, torpe hombre que ríe mientras bracea en un río de aguas verdes con sirenas que se inventa -pobrecito, si las viera, con las escamosas colas como espadas- géiser del último día de noviembre, fragor de enanos en fábricas subcutáneas de dolor de cabeza, martillos en las sienes, bichos parasitarios mordisqueando las terminaciones nerviosas, amigándose con virus y espías en mi ordenador tomado en el último asalto y el puma plus nos mira amenazador, un ápice faltó, un casi nada y el amor era esto, Schönberg y la belleza insoportable del anhelo llenando cada hueco del alma, un yo que era nosotros hasta el Ctrl.+Alt+Sup, todo se detiene, dream, dream, sueña conmigo, reina blanca, el despertador se ha descompuesto, F1, ayuda. Ya es viernes. ¿O no?
del sexo llegan viejas demandas.
Contra lo oscuro fracasa el yo.
(Rilke)
Gracias a todos.