Hey, you.
Vi esta novela en el escaparate de varias librerías. Me llamó la atención lo absurda que era la portada y que Zadie Smith pusiera tanto énfasis en recomendarla. La olvidé.
En Santa Cruz también estaba en la librería del TEA. Me tentó.
Hoy la he terminado.
Me ha gustado mucho. Raven Leilani escribe muy bien, es un ejercicio brillante, el tema, lo que pasa, es casi lo de menos, me maravilla cómo lo desarrolla, el ritmo, el dominio de ese otro lenguaje, las situaciones, las referencias, lo que hay más allá de lo que cuenta. Un estilo. Qué envidia.
Repito, me ha gustado mucho, lo que no es garantía de nada excepto de mis preferencias (al menos de las actuales).
No sé si les servirán estas críticas, por si les interesa las añado.
https://casahorrores.com/resena-brillo-raven-leilani
Isabel, no se puede, se ponen a las puertas de
los juzgados de guardia y seducen a los bedeles con sonrisas cotidianas. También
a los de la fotocopiadora. Estos, que son de cerebro estrecho, justo en el
límite para pasar el día, se acostumbran. Lunes, sonrisa, martes, sonrisa,
miércoles, sonrisa, algo pasa que a mí no me sonríe nadie, ni con altos
contenidos de alcohol en vena, nadie. Aunque hace tiempo que no fotocopio ni mi
DNI me sonríes varios días seguidos y después de poner veinte velas a la Virgen
de Begoña y catorce a la virgen de Regla me acostumbro y me relajo, estiro los
músculos faciales y los deltoides, qué bien. Pero para ser de la tribu hacen
falta papeles, para todo hacen falta papeles, soy un outsider no tengo ni siquiera
pluma, Soy un perdedor, canto por las esquinas con la mano derecha extendida y
la mueca desdeñosa de los viandantes, nadie sabe lo que guardo en el bolsillo izquierdo
de la gabardina. Recorro los puentes y busco un vado, alternativas, mato a dos
palomas y cruzo en rojo, insulto a una anciana y me meo en las vitrinas de
congelados de Eroski, “puedo escribir los versos más tristes esta noche” y
estoy de Neruda y similares hasta el botón superior de mi camisa amarilla,
harto que Word me corrija, harto de este junio que se termina sin pena ni
Gloria ni sol ni playa ni ná, viva el primero de Mayo. Que esto no se hace, Isabel,
que uno tiene una edad y se acostumbra a la bueno, que la mortadela y la cabeza
de jabalí está bien para la merienda de los niños (y niñas) pero el Cinco Jotas
es lo que es, el Joselito, donde esté el jamón, que no quiero ofender al gremio
de charcuteros pero el morro fino no se improvisa, se obtiene por acierto/error
de años, que con una sola mirada bastará para sanarme, no, me lío, que con una
sola mirada sé, no adivino, sé, o lo que sea, como se diga, que puedo decir pero
luego, ahora estoy acariciando los comentarios que no y es difícil porque mi
pantalla hace contacto y tengo los morros a la virulé, que se decía, pues eso,
cherokke, jau, cagüen la leche, que estoy con el alma en vilo, que entro a este
FB y nadie dice nada, todos se han ido, eso no se hace, coño, sin un pañuelo en
el andén, ahí, solo, llorando a lágrima viva (¡viva!). Está bien, respiro, menos mal,
puff, hale, me siento, gracias, respiro. Buenas noches. Buenos días.
IV
La gente ve casas y jardines
y el mar, purpúreo por el atardecer,
la gente ve gaviotas sobre las olas
y mujeres en las azoteas,
la gente ve guerreros con sus armaduras
y en las plazas, a los vendedores de empanadas,
la gente ve el sol y las estrellas,
arroyos y ríos cristalinos,
pero yo tan solo veo por todas partes
tus atezadas mejillas que palidecen,
esos ojos grises bajo las oscuras cejas
y la incomparable esbeltez de tu talle.
Así es como ven los ojos de los enamorados:
tan solo aquello que les ordena el sabio corazón.
***
VI
No en vano leímos a los teólogos
y tampoco estudiamos con los retóricos en balde,
sabemos el significado de cada palabra
y podemos interpretarlo todo de siete formas distintas.
Puedo encontrar cuatro virtudes en tu cuerpo,
y, por supuesto, también siete pecados;
con gusto aceptaré esa dicha suprema;
pero de todas las palabras tan solo dos son invariables:
cuando me hundo en tu gris mirada
y digo «te amo», cualquier retórico
entenderá «te amo», y nada más.
***
VI
La poesía es inadmisible. Por otra parte no
existe, amablemente la espalda contra los opérculos
La abertura como reja, cascada, comida o incluso
El omóplato cuando yo lo veía por primera vez.
Memento, uncida, demasiado atraída por la perspectiva
De esta impotencia, entelada, con el aire bastante próximo.
3 líneas en el sueño y yo veía finalmente por enci-
ma de los confusos aparecer una lenta cuesta
De la landa de los Baskerville: el agua chapoteaba pero
Sin que la desmesura habitual del relato haya tomado
Al elector completamente de rodillas -es llamar al
Señor, deletreando la orden del día, de esta jornada fija
El agua chapoteando débilmente contra el borde del sen-
dero y el medio ambiente procurándose al mismo
Tiempo satisfacción y juego de palabra. Que
No entiendo. Y tú, viviseccionadora de
Talla. Y la poesía, palacio para bulímicos.
Habitáculo para no ser nada. ¡Y decir que la biolo-
gía podría resolver todo!
VI
La poésie est inadmissible. De'alleurs elle n’ / existe pas, gentiment les dos contre les opercules / L'ouverture comme grille, cascade, repas, ou encore / L'omoplate quand je le voyais pour la première fois / Mémento, attelée, trop alléchée par la perspective / De cette impuissance, entoilée, l'air assez proche. / 3 lignes dan le sommeil et je voyais enfin-par-des / sus les amphigouristes apparaître une lente montée / De la lande des Baskerville: l'eau clapotait mais / Sans que la démesure habituelle du récit n'ait pris / L'electeur à pleins genoux - c'est appeler le / Sire, épelant l'ordre du jour, de cette journée fixe / L'eau clapotant faiblement contre le bord du sen- / tier et l'environnement nous procurant en même / Temps satisfaction et contrepèterie. Celle que je / Ne comprends pas. Et toi, vivisectionneuse de / Taille. Et la poèsie, palais pour boulimiques. / Habitacle pour n'être rien. Et dire que la biolo- / gie pourrait tout résoudre!
Denis Roche (París, 1937),
Poesía francesa contemporánea. 1940-1997, versiones de Jorge Fondebrider,
Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1997
La sacudida
Estábamos a punto de irnos cuando el logos helénico reconoció de lejos al logos africano y echaron a correr para abrazarse. La sacudida fundó una plaza donde el aire nos reunía, silbando esa canción por escribir.
Con arreglo a la vigente normativa, las instituciones están diseñadas para resistir noventa y nueve de cada cien incidentes. Sus estructuras son flexibles, vibran, se deforman como un rascacielos en pleno seísmo.
¿Te acuerdas de la última ocasión? La gente seguía el ritmo de una música que cambiaba al ritmo de sus pasos, cuestión que los agentes optaron por zanjar escupiendo sus chicles en la plaza.
Nuestros zapatos son ahora parte de la plaza. Pero di algo, toca algo. Haz que se muevan. ¿Y tú, en qué estás pensando? Me pidieron que escribiera poemas amorosos y aquí los tienes: esto es mi amor.
“Muchos dicen que no tengo experiencia para acompañar a Petro a gobernar y yo me pregunto: ¿por qué la experiencia de ellos no nos permitió vivir en dignidad? ¿Por qué su experiencia no logró que todos los colombianos viviéramos en paz?””
***
Todo es una gota de fuego: el cuerpo, la salud, el sueño.
***
Hay silencio. Hay silencio. Como en mi infancia.
***
Los camiones en la noche llenos de personalidad.
***
Sueño palabra que sueña.
***
–¿Qué miras?
–El polvo de la vida.
–También Lavoisier lo miraba. Eres un sabio.
–Nada de sabio. Yo miro. No analizo.
***
Hay que saber Beckett, no leerlo.
***
Cuento escrito en un huevo.
***
No seas esclavo del lenguaje, ni de los dioses, ni de los hombres.
***
Carne fraternal amiga.
***
Epitafio para mi tumba: aquí yace nadie.
***
El ocio es vital. El silencio es acto. Recomiendo ocio y silencio.
***
¡La humildad! ¡Qué inmensa cosa! Ahí. Ni pesimismo ni cólera.
***
Historia de la Filosofía: Marco Aurelio.
Historia a secas: Marco Aurelio también.
***
Me gusta más la verdad que un huevo frito.
***
La única solución potable: tirarse al agua.
***
Estoy alegre. ¿A quién lo debo? A la existencia de la alegría.
***
Caen las hojas del color amarillo.
***
En el terreno resbaladizo de los días, me incorporo como puedo y avanzo hacia lo desconocido.
***
Para mí, todo es paisaje y nostalgia de paisaje.
***
El tren: berbiquí del espacio u oruga maquinal.
***
Yo soy siempre mío, y lo pago caro.
***
Soy el poeta de la media luna.
***
Una mano de bofetadas a quien da consejos que nadie le ha pedido.
***
He sido sorprendido en pleno zapateado. Estaba danzándome.
***
Lujo fúnebre: una tumba al sol.
***
¿Quién inventó el agua caliente?
***
Ser libre como el ciprés, independiente como el pino.
***
Soy el maestro del abismo absoluto.
***
En el silencio de mi bibliocama.
***
Almohada: alma del hada.
***
Visito al viento en traje de etiqueta.
***
Quien es perfecto caga lágrimas.
***
Las palabras marchan hacia el silencio.
Carlos Edmundo de Ory.
Nena,
aquellos sí que eran tiempos duros, del
cielo llovían plumas, quizás morían los halcones encima de las nubes, quizás
una bandada de estorninos estaba en guerra con las alondras, quizás los ángeles
estaban en plena muda. Se lo pregunté, pero Ella que tanto sabía, no pudo
contestarme.
Envalentonada por el erial de mi ignorancia comenzó una labor de decoración y pintura en aquellas zonas de mi cerebro en las que no había entrado el sol del conocimiento.
Niña, debo decirte que la única idea me ocupaba bastante, que el alcohol había vaciado casi todo excepto las cuatro reglas y la capacidad de distinguir entre una regadera y la curva de sus caderas.
Por eso empezamos aquellas clases prácticas de anatomía. Saqué matrícula de honor. Te lo juro.
Parker sentado en el centro de la pérgola, alrededor una cortina
de desplegadas colas de pavo real, los surtidores de la fuente lanzan
caprichosos chorros de agua, ayas melancólicas con niños llorando a moco
tendido, hay un león y un girasol en una jaula, hay un mayordomo vestido de
pingüino, hay una jirafa que no para de fumar, hay un hombre calvo corriendo en
círculo entre nubes de saudade, varias ninfas desnudas tocan cítaras y pífanos,
todo esto está escrito en un palimpsesto y sólo hay tres historias, Parker se sabe dos, la otra se la imagina. Parker siempre
canta lo mismo.
A Sònia
más que nunca.
Ahora lloro
porque suelo llorar en mis poemas.
Pero no hay razón alguna
para el llanto.
Amaban las ancianas a sus muertos,
solas, en habitaciones
donde se consumieron los años.
Lloraban los amantes
sin amor.
Y los caballos. Y las vacas.
Una profusión de llanto
Y yo, con los lagrimales secos,
buscaba una razón
para llorar
y la encontraba siempre
en mis poemas.
https://www.zendalibros.com/8-poemas-de-juan-antonio-masoliver-rodenas/
Parker corre por los muelles y se le escapan los
barcos por océanos de colores, yates con navegantes solitarios en estampida,
mercantes varados en el mar de los Sargazos, trasatlánticos fantasmas en las
noches de Amacord, náufragos en un balde remando con largos dedos, cabezas de
ahogados que se resisten a desaparecer bajo las fieras olas de junio (¿estamos
en junio?). Parker ha vuelto a llegar tarde a la travesía.
Dicen que Parker siempre canta lo mismo,
saudades y coplas de ciegos. Tiene sus motivos, busca lo fantástico fuera de lo
cotidiano. No hay en ello nada original, al contrario, es absoluta falta de
imaginación, lo fantástico está en la realidad, a veces se le olvida, a veces se
olvida de quién es, de lo que hace o hizo, amnesia selectiva, espejos rotos,
ecos amordazados, una venda en los ojos del alma. ¿Qué quieren? Parker tiene
que seguir viviendo.
Intento
que cada día que dejo algo en esta ventana sea diferente. A veces lo consigo. Que
además de diferente le guste a alguien ya es otra cosa. Me refiero a los
escritos. En cuanto al que se asoma, en este caso yo, prefiero ser el que soy.
Buscando quizás pueda descubrir facetas que aún estén dormidas, o que aparezcan
de pronto –hola, soy tu nuevo yo-. Es sorprendente lo que llevamos dentro y no
aflora porque no lo conocemos, por desgana, por miedo, por aburrimiento, por vaya
usted a saber. Por eso es interesante la exploración, ponerse un salacot y
buscarse uno mismo, en la propia jungla del cine de Tarzán,
evitando las fieras que nos habitan. Un día encontré a Jane, no la llevaba
dentro, estaba fuera pero no lo sabía, incluso ahora me confundo, me entró tan
profundamente que llegué a confundirnos, a veces era ella, incluso pensé que
Chita era yo, así me veía, un mono, un simio grotesco que se contorsionaba de
liana en liana. Por fortuna –de alguna forma debo justificarlo- me mudé de
selva y volví a la conocida, la que tiene las serpientes pintadas y los
cocodrilos no muerden en el río del inconsciente, aquella en la que las tribus
son pacíficas y hay un monte al que no llegan los leones melancólicos. Así, sin
puntos y aparte voy de visita en visita, a veces me enfado conmigo mismo y no
me hablo en semanas, escribo de espaldas a mí mismo -¿a quién le pueden
importar estos textos sin chispa?-, pienso. Pero sigo, inquieto por encontrar
el hilo que me permita seguir sin aburrir a nadie. Sigo sin saber muy bien cuál
es la causa de esta persistencia, de esta pertinaz acumulación de escritos que
no compiten con sus propias marcas. Me temo que estoy saltando sobre una
peligrosa tendencia a no hacer nada, a mirar el paisaje del ahora con
escepticismo, y no, no quiero, me como el hoy en un festín al que no le faltan
faisanes y perejil, jabalí con castañas, tomates y ricos peces de un mar
bravío. Lo dicho, sigo acodado en esta ventana. Hola.
Orfelia visita al médico
Todos los dioses usan batas blancas. Mañana es tarde. A esto te referías cuando me dijiste que las tiendas están abiertas las veinticuatro horas. A esto te referías cuando me dijiste que había que ir muy lejos. Mi voz es un animal todavía tibio. El lugar donde aquí. La paciente muestra pocos signos de lucidez. Escúchenme. Mi dolor está en otro idioma. Quiero decir que necesito regresar, que me lo devuelvan. Los doctores son cadáveres de plumas, silenciosas corcheas y sobre la tierra los semáforos ya me han olvidado. La doctora come ávidamente una granada. Su cuerpo es limpio como una radiografía. A veces hay que abrir más la incisión para que sane.
Para mañana estoy escribiendo (me) lo que no está escrito. Pasan
las semanas, los años y me asombro que alguien visite este blog (que lo lea me parece
ciencia ficción). Si sí, tengo dos teorías. Una, que el personal
dedica parte de su jornada laboral a actividades extra laborales. Otra, que el
personal dedica los sábados y domingos a irse a la playa, al monte, a patinar o
a una intensiva actividad amorosa y no sale de la cama más que para comprar el
pan y el periódico, a veces ni eso. Yo qué sé. Tú ¿qué opinas?
Estamos en lo que estamos, que pronto muchos se irán de vacaciones y nadie sabe cómo ha sido, que han pasado un montón de meses de pandemia y nadie sabe cómo serán los siguientes, pero se lo imaginan. Aquí viven bien los de siempre, es decir esos que no somos nosotros. Lástima, sigo buscando a los Otros pero no encuentro a Nadie que me quiera sobornar, comprarme, involucrarme, pagarme una comisión desorbitada (me quedan varios miles de mascarillas sin usar ¿te interesan?), buscarme un chanchullo, ponerme un piso de soltero, retirarme, dejar un abultado sobre bajo el felpudo a cuenta de mi silencio, o de mis sugerencias, compra aquí, vende eso, invierte en, etc. Tú no opines.
Amada, este es mi sagrario personal. Algún disturbio hay aquí dentro que me hace correr de cara en cara, huyendo hasta caer de bruces en la raíz del temblor invisible de mi miedo a saber. A saber ¿qué? El látigo atroz de la conciencia. Mis amigos hablan de jubilarse por segunda vez; intentan también que sus hijas no les hagan abuelos de nuevo; tratan de sobrevivir a sus enfermedades; caminan por el lado brillante de la calle; es cierto que alguno bebe demasiado, que otro cambia de mujer de forma compulsiva, que uno tiene vicios inconfesables y qué aquél me traicionó un día, pero no es menos cierto que todos llevan la arruga del tiempo como pueden y saben y qué, por eso y por tantas cosas, son mis amigos. El cáncer envía telegramas implacables. Y el Señor de los hábitos. Preparo esta carta de hojaldre con palabras de cabello de ángel. Me subo a un carrusel con cebras y caballos de cartón. Mariane Faithfull arrastra una valija llena de olvido. Una mujer desnuda se zambulle en un imaginario bar portuario con humo y marineros. Un hombre se engaña con sueños de niño. No se puede vivir colgado del año del gato. ¿Volverá la ingrata?. El miedo es estar lejos de ti.
La soledad es el cuarto en donde vivo. Cierras los ojos y ha pasado un día, los abres y ha pasado la vida montada en una bicicleta que corre cuesta abajo. No puedo vivir siendo otro, no puedo, se me alborota la conciencia, me lleno de estornudos, un vulgar desasosiego me pisa los zapatos. Un vestido de primera comunión con manchas de sangre, el coche no se detuvo. Historias dentro de otras historias. Las mujeres de Tamara de Lempicka me miran inmóviles. Tuve una novia inmóvil. Yo mismo estoy ahora inmóvil, y no por gusto. Desde que dejé la alquimia estoy así, apático, indiferente, lúcido, aburrido, desolado, contradictorio, viejo. Me duele este hematoma dónde se dobla el brazo. Los muertos viven en ese hueco efímero de la memoria. Olvidé contar que tengo muy buena memoria. Los vivos mueren alrededor, se mueren de cualquier cosa. Solo recuerdo a los que amé. Del resto se me emborronan sus caras, se me evaporan sus injurias. No sé como juntar miedo y muerte. Este balneario se me ha quedado pequeño. Ser diferente es molesto, para ellos, para esos. Lo malo es ser diferente por fuera, por dentro se nota menos. O después. A mí me lo han notado, lo sé por las piedras. Algunas noches sueño con una mujer que sueña con otro hombre que sueña, a su vez, con una mujer que me sueña. Ignoro si las máquinas sueñan. Las hadas me llaman al pasar, me dan su precio y me sobresalta la inquietud de acabar entre sus brazos, me lo dijo Coetzee en Desgracia : A esto tendré que acostumbrarme, a esto y a mucho menos que esto. Quizás me estoy pensando con una percepción equivocada. Es la consecuencia de vivir a la sombra de una mujer, tumbado en el infecundo umbral de una espera vana. Anda, pasáme la botella.
Esto es lo que sucedió
los muertos se instalaban bajo sus tejados de barro
y algo se arrastraba sobre ellos
era un tejón escurriéndose por el hueco de la madera
los muertos, perplejos,
atravesaban sus días y sus noches en la misma oscuridad
bajando sus pies con cuidado y suspendidos en el aire
mientras ese tejón
aun necesitando alzar la simple y pesada caja de su propio cuerpo
se arrastraba lleno de vida
trabajando duramente
con la pala viviente que era su cuerpo
se precipitó desde las alturas sobre la calle
sin mirar arriba siquiera un instante
se perdió así la imagen de su propio cadáver cayendo hacia él como una maleta
con la sonrisa abierta como una cremallera
(como yo misma comprobé esta mañana)
y salió corriendo con su vocación de enredadera
salió corriendo sobre el seto y de nuevo hacia la tierra
temblando
como si en una jarra rota, girando el tiempo hacia atrás
el agua pudiese conservar su forma
(Traducción de Adrián Viéitez.)