"En mi alegría de colección hay dos imágenes más. Una está siendo: es este trozo de vida en el que armo mi casa nueva y enumero, aquí el sillón, allá los libros, donde asoma el balcón un filodendro y pasando la luz el hombre que quiero, en la semipenumbra de nuestra mejor hora, cuando cae la tarde y mi rincón empieza a ser el nuestro. Esta imagen –doble sin alcoholes ni mareos– me conjuga, me declina y hace dos de cada sueño: en sus brazos reverdezco. "La otra no ha sido todavía: me espera, redonda como un queso, más adelante. No sé su nombre ni sus señas. No tiene forma ni colores definidos. Es una estrella a futuro, una maravilla aún ajena y secreta, que dibujo mientras ando y anticipo puntual y cumplidora. Vendrá, seguro. Porque eso es lo mejor de la alegría: siempre manda emisarios, pistas, gestos, monedas de luz, carnavales... Y refuerzos". ("Libre como un pez", Raquel Garzón)
Querida selenita, si tú o yo fuéramos enanos nuestros seis ojos estarían a la misma altura, porque no nos miramos desde fuera y esos otros ojos no distinguen de estaturas y me apasiona tenerte ahí delante con tu daga afilada, sí, con tu hambrienta ansiedad de verdad, con tu determinación de no dar un paso atrás en aquello que crees y me refugio ahora en ese cálido recuerdo de tu voz mimosa, en ese lujo de tu mirada y el hilo que sale de ella conectando con ese universo oscuro en el que entro tanteando con un candil en la mano, atónito y entusiasmado, indefenso y maravillado y nunca pienso que mis palomas se han equivocado, que se han internado en el reflejo de mares que no hay y allí vuelan sorteando el mordisco de los hambrientos peces azules de la tristeza, de las traicioneras olas de una resaca imaginaria, porque el silencio nunca se ha hecho dueño de mis manos y esta escotilla se llena continuamente de risas, de imaginación, de rumores y gritos, de pasión desde y por ti y no hay sitio para las cortinas de la apatía, de la rutina, del aburrimiento.
Ocurre que aquí no hace frío, no hay tiempo, y caminamos ensimismados por lo cotidiano, el amor, ya sabes. Ocurren maravillas, arde el cielo y una cama, aparece una estrella en el horizonte, unos ángeles con escafandra duermen sobre regalos brillantes y tú misma estás atada por lazos amarillos.
Eres tan diferente, tan nueva, tan rica, tan variada, tan intensa, tan para leerte de corrido o entre líneas, tan de cebolla, de chocolate, de aceite, de olores de romero, de canela, eres una mujer tropical, que sí, no discutas, mira, yo no quiero saber todo, no te quiero cambiar, no me cambies, si yo ya sé, o no, déjame disfrutarte, sí te acepto a ti, como eres, con lo que eres, mujer, madre, abuela, esposa, hija, hermana, exigente, imperiosa, eres un poco trágica, bella, una mujer apasionada, apasionante.
Ay, mi lunática querida, me invitas a saltar a tu ribera sin saber que soy un explorador incansable; me animas a entender sin saber que siempre he entendido, que sé, que no quiero saber tanto, que bastante me asusta sentir tanto, tanto, tanto; me sugieres que empuje con fuerza mis sueños y no sabes que soy Sísifo, arriba y abajo y nunca llego, por suerte, y la vida es esta apasionada carrera en la que no alcanzamos la cima y luchamos y gracias, mi querida excéntrica, siempre nueva, siempre otra, deseada, sensibilidad y maestría, belleza, inteligencia y ternura, persona que debería estar en el número uno de la lista para mejorar la manera de decir, para aprender de su fondo de humanidad, profundo, y ya, que se te colorean las mejillas y eso suele preceder a explosiones en la superficie lunar, en tus palabras que raspan.
Claro que te recuerdo, no solo ahora; claro que me gustaría compartir contigo más tiempo esta pasión y piel, dulzura, noches interminables, conversaciones, confidencias, esa voz tuya que me embriaga, tan dulce como el moscatel de Chiclana y este amor que dura a través de los días y días, fíjate, llegó el cambio de fase y parecía que el mundo, ese de ahí abajo se iba a derrumbar, iba a convertirse en cenizas y humo y no, y seguimos a pesar de tu falta de imaginación, de que me borro cuando te vas, de que soy, me has convertido, en un hombre tan tolerante, tan comprensivo, tan enamorado, que lo soporto con una sonrisa en los labios, que lucho por ti a brazo partido, que me expongo como un torero a ser embestido, corneado, arrollado, contusionado por tu bravura de principios, por tu casta de mujer fuerte y débil y sé que si te abrazo, que si ahora nos abrazamos no harán falta tantas palabras, que sabremos, que escucharemos este rumor de río crecido que nos transita y agita.
Si algún día no puedo ya llamarte, mujer de la luna, me cortaré la lengua, ¿para qué la quiero ya? Si algún día cambia tu mirada me tiraré al agua y ya no me verás, un hombre submarino, viviendo con las sirenas que antes me cantaban en las rocas, para siempre. Pasarán otra vez treinta años, pasará la vida y tú sabrás, lo sabes ahora y amor, tengo tanta pasión aquí en mi pecho que no sé cómo no te quemas, como no ardes junto a mí, mariposa de otro planeta, pájaro, golosina, mujer de cuerpo entero que me das tanto y tanto, que me has abierto una puerta por la que se me han colado tantas maravillas que estoy así, ciego, deslumbrado, llévame de la mano, guíame pero no te olvides, enséñame pero sin olvidar que con este frío en el país se multiplican los apagones de luz y las velas, como antes, el candil que te dije y no quiero decir nada que no sea te quiero, amor extraterrestre, mi vida, mi pasión, distraída o atenta, como quieras o puedas, tu balanza, tú ya sabes, tú sí que sabes, yo estaré aquí, puntillosa, formalista, tú, como eres, te enviaré fotos, un póster a todo color de tamaño natural, si aparece “otro” le mataré, lo sabes, a los chicos de barrios extremos nos quedan estos resabios antiguos, si aparece “otra”, ¿qué harás?, tú, tan modosita, tan juiciosa, tan digna, o por eso. Pensándote, escribo pensándote, no busques interpretaciones extrañas, digo exactamente que estoy pensándote. Y te lo escribo. Para que lo sepas y lo leas, para que respires entre nave que llega y nave que va -sé paciente- para que te alegres o te enfades, para que sepas, por fin, que solo no soportaría que no me supieras, que no, que puedes dejar de quererme, olvidarme, borrarme de tu recuerdo, no me importa, lucharé, llenaré de imaginación cada día de después, pero no dejes jamás de saberme, como un iceberg, no te quedes abrazada a la punta donde chocó el Voyager, eso no lo soportaría. Ya.
Ahora te envío un beso y esta literatura que no puede suplir la poesía de nuestros cuerpos juntos con los ritmos de las mareas, el canto de las aves marinas, el roce de las nubes y tus ojos alegres, chispeantes, cercanos, eso, que te recuerdo, no podría olvidarte, ocurre también que aquí, dentro y fuera de mí, la vida hierve, sí, hierve, y me como los días en un festín lujurioso de emociones y sentimientos, de disfrutar los minutos que nos queden, justo antes de recordar que vives en un planeta vacío, de polvo y soledad. Aún así te quiero, mujer de otra galaxia.