Carta encontrada
Nicole Eisenman, The Triumph of Poverty, 2009,
Luis Mendo (Es 1969)
High Low Tech Tokyo (2022)
Maeve van Klaveren (Dutch)
Feel the water flow (2022)
Du Maurier
En la sala de espera. Comparto sillas con un maníaco depresivo, conmigo mismo (que soy, dicen, neurótico obsesivo), con una artista alterada, con un ciego que ve insectos de largas antenas negras. Mi espera, lo he sabido después, no era su espera, superados ya los electrodos en la frente, las duchas con agua fría, las inyecciones de sentido común, métodos arcaicos pero eficaces, curas a lo allá que te va, el que espera desespera, allí coincidíamos, solo eso.
Lo que intentaba, y aún intento, entender mientras camino de puntillas por la línea amarilla, es si el amor se mezcla con el sexo o es su consecuencia, si hay que pagar el peaje educacional, si es su carencia la que sublima el amor, si la atracción enamora, si a buen hambre no hay pan duro, si hoy por ti mañana por mí, es decir, que no entiendo nada y así queda la cosa, todo un lío. Sigo en la sala de espera.
¿Martínez?
Servidor.
Pase.
¿Qué digo hoy? Pues escribo varias líneas. Una, imaginando. Dos, contando lo que me pasa /pasó. Tres, intentando disfrazarlo, modificarlo para que no se note demasiado. Cuatro, sacando mis espinas una a una. Cinco, me adhiero a las normas básicas del fabulador. Seis, me miento, me engaño, me flagelo. Siete, no lo logro y por eso escribo. Ocho, me siento e invento que pasa lo que no ha pasado. Nueve, viceversa. Diez, mambo.
Alberto Giacometti - Pommes dans l'atelier, 1950,
Algún dīa contaré una historia que retengo, que no se diluye a pesar de la lluvia, de los intentos, de las máscaras, de mirar hacia otro lado, una a la que tarde o temprano deberé asomarme, plasmarla. Porque, es cierto, hay conceptos que asimilé entonces en la demora del después, cuando saciados, jadeantes, nos acariciábamos antes de volver a su trabajo y a mi farsa. Busco la explicación en lo tardío, en la quema de rastrojos emocionales al borde del camino, en el fuego que se extendió sin control por los zarzales del pecho, que llegó a las casas, que arrasó el pueblo, ardor desorientado, farsa mantenida, ilusión pintada en las amapolas, guerra sin declarar, víctimas clamando en los balcones con pancartas y banderas mustias. Vale, ya, lo contaré, me lo debo.
Hey, you, el/la que lee, cariño, anónimo/a, esto es vivir al límite, vivir en el límite, ojala estuvieras aquí para contártelo, al oído, bajito, susurrándotelo, lo que sí y lo que no, lo que fue, es, lo que he inventado, lo que no puedo dejar en el jardín, ahí, junto a una farola, que lo mean los perros, que lo mismo se lo lleva un buhonero y lo coloca en la repisa al lado de tebeos de Hazañas Bélicas y bidés sin estrenar, que dejar el corazón en la arboleda tiene el riesgo de no encontrarlo a la vuelta, lo pican los estorninos, lo desprecian los enanos que viven en las setas que crecen después de la lluvia, hay hadas, sí, pero se están quedando mayores, algunas, están sometidas a un plan de reconversión, de ajustes de personal mágico, dicen que aventuras las justas, que lo suyo es mantener la cifra, son de números más que de letras, y lo entiendo, es solo rock and roll pero me gusta, ella, la que me comí después de comerme sus zapatos, tenía una teoría sobre los juglares, sobre las inspiradoras de sus cantos desmedidos, de esa ingenuidad propia de los hombres con la cabeza a pájaros, apajarados, majaras perdidos, que creen que aún es posible la primavera, que patinan por el arco iris, que llevan de la mano al niño aún en su vejez, que creen que todo es posible, que basta con desearlo, vale, ya veo, quieres que escriba desnudo, que lo diga, que lo certifique, sí, señoras y señores, esto que cuento es mi verdad, no sé mentir, se me nota, que quién duerme conmigo diga “qué cabrón”, qué paradójico que lo pida alguien que se oculta en los siete velos del anonimato, que sí pero no, una propuesta, mi desnudo integral por tu culo, lo total por lo parcial, anda, nadie lo sabrá, un culo es anónimo, redondo, plano, escueto, dilatado, amojamado, abullonado, no está ligado necesariamente a una cara, ea, enséñalo, un escrito es un riesgo calculado, no es la bomba atómica, no cambiará el calor en Andalucía, las nubes sobre Bilbao, que mi niña no vuelva a lo del Polisario, que los días dupliquen sus horas, que un escrito perdido entre millones y millones cambie ni siquiera el rictus de quién lee el principio y el final, que ve las fotos, que escucha a Olga Guillot y piensa “qué antigua”, a Bach y dice “qué aburrido” y mecagüen en la “música” del reggaeton, señora, señor anónimo, busque, compare, si ve algo mejor, cómprelo, es más, se lo regalo, y un peine, y mi chulería, ¿qué pasa?, mira, estoy de esas páginas que dejan cosas de otros, de las que copian, de las huecas, de las absurdas, de las de “poesía”, ni puta idea de lo que es poesía, este texto después del texto es poesía, está escrita rascándome los pulmones, por dentro, sacándome la rabia, la ternura, lo íntimo, el amor, ojala estuvieras aquí para contártelo, al oído, bajito, susurrándotelo, cariño, mi querido anónimo/a, el/la que lee.
Los listos, los espabilados, los que dicen, “ya te lo dije”, no tienen nada que ver con los profetas.
Unos se jactan cuando suceden sus aventurados pronósticos, los segundos no se jactan nunca ya que saben que tarde o temprano se cumplirán sus predicciones.
Como soy de los primeros, un enterado, como muchos, un día pronostiqué la muerte del blog. Al menos del mío.
Han pasado más de 16 años y aquí seguimos, unos y otros, espabilados y profetas, escritores y lectores, los habituales y los de paso. Cada día.
Lo de hoy se llama “Las bitácoras malheridas”, un título descriptivo, nada premonitorio, aunque quizás pretencioso, redicho, torpe.
Todo está parrafada para animarme, aquí sigo.
Ánimo, vamos que nos vamos, ya queda menos para el verano.
Fotografía, interpretación, los dos protagonistas, los secundarios, música, dirección, intención, ambientación, moraleja, todo magnífico, merecedora de premios en festivales y todo lo que usted quiera, pero la esencia misma de lo que cuenta, es tan real, tan aplicable a cualquier relación entre humanos, tan cazurra, tan absurda, tan extrema, tan empecinada, que deja un regusto demasiado amargo. Y no hace olvidar el sonido de cañones de fondo que es peligro real.
Críticas
Amanece
y los días son diferentes, ya no conversaciones con voz de miel, ya no
indecisiones sobre si la línea es recta o curva, ya no más dulzura en la nuca
mientras hablamos.
No se ha abierto la tierra, no se ha rasgado la seda del cielo, no se ha detenido el vuelo de los cormoranes, de las alondras.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche, leías cuando la vida aún no había empezado, cuando las palabras formaban realidades que descubríamos, que se abrían ante nuestros ojos ávidos de verdad y brillo. No supimos entonces, no hemos sabido ahora.
Desmenuzo sensaciones, instantes, rumores de niebla, los labios musitando una oración, un deseo, que no amanezca, que dure el idilio con la ilusión, con la piel estremecida, con el pálpito desbocado antes de vernos, con el milagro.
El tiempo da y quita, estamos vivos, el sendero sigue aunque no caminemos juntos, el horizonte siempre está lejos. Ahora, tú y yo estamos lejos.
Lejos.
Un beso tal cual, fiero, dulce, posesivo, apasionado, tumultuoso, precursor, aquí te pilló aquí te mato, un beso que nos quite el sentido. Se abre paso entre kilómetros–qué lejos estamos- mis piernas no son lo que eran, camino por el borde de los caminos para evitar el barro, no manchar mis zapatos de ante, mis alpargatas de aldeano ausente, mis pies desnudos de peregrino de los de antes de la guerra…
Se me va la olla, es el levante, descuelgo la ropa y voy.
Estoy ahí , tú sabes.
Empezar un poema. Intentar describir el silencio, helechos y laureles en un paisaje helado. Capítulo tercero del manual de autoayuda: cómo escuchar el chasquido del odio, el susurro del amor, como escudriñar el corazón del miedo, los pasos de los otros sobre la madera.
No, no escoger palabras sin más, en fila, entre muchas, la letra S, la sílaba oic, la frase que defina el horror del tiempo que no vuelve, del que queda, no. Intentar la minuciosa estrategia de buscar el lado soleado, el brillo de lo bello, la alegría del camino a pesar de los días de marcha, de los vencejos, de la oscuridad de la gruta, del cansancio en músculos y huesos del alma.
Seguro que la obstinación tiene que ver más con el reflejo en el río que con el propio río (que, al fin y al cabo, desemboca en otro río o en el mar).
Hasta aquí.
Hoy.
Estar vivo es sentir.
Cuando en una noche de luna llena, paseando por la Isla De San Fernando, uno escucha una voz que canta dentro de una casa y se queda escuchando en mitad de la calle, ensimismado, con la cara bañada en lágrimas, sabe que está vivo.
Ayuda también la compañía y haber tomado dos manzanillas en la Venta de Vargas, claro, pero hay ahí algo tan hondo, tan de dentro, dentro, que uno se siente muy pequeño y muy afortunado.
Por eso viajo cuanto puedo.
Lo nuestro es lo mejor, como aquí no se vive en ningún sitio, comemos mejor que en ninguna parte, nuestra música es hermosa, nuestra gente es incomparable, nuestros paisajes son únicos, nosotros, lo nuestro, nosotros, yo, los nuestros.
He escuchado esto tantas veces, en tantos sitios, a tantos que no han pasado sus propias fronteras, las de su mente, las de su miedo, las de su distancia, que creo que me seguiré vacunando con los viajes que permitan mi tiempo y mi presupuesto, para escucharlo de norte a sur, de este a oeste, para sentirme libre, partícipe de un tiempo, habitante de un mundo que aún con pandemias, guerras, crisis y problemas es el que estamos obligados a mejorar, a dignificar, a llenar de verdad y amor.
Debe ser que en nada será primavera.
Las cúpulas de los palacios se reflejan en el oscuro manto de la Ría. Ahí llegan los infractores del amor debido. Nadie les mira al pasar. Mantienen la cabeza baja por el centro de la calle. Esquivan los jardines y los jazmines, el sonido de los semáforos, el runrún del tráfico, los ciegos recostados en las esquinas. Con habilidad eluden los prejuicios como una roca negra, lisa, imposible de escalar. Caminan con las sienes desdibujadas por la obediencia, por lo correcto, el mundo es un paisaje nuevo habitado por personajes mezcla de pájaros y funcionarios con manguitos. Nadie despidió a los infractores del amor prohibido, nadie les recibe con palmas, con palomas negras, agitando hoces o abalorios, nadie sabe. Solo queda abrir las ventanas al caliente viento del desierto o ahogarse en un remolino del oasis descubierto apenas ayer.
Lo tengo claro, quién quiera conocer la Historia reciente debe leer a Éric Vuillard. He terminado “Una salida honrosa” y además de asco y rabia he sentido dolor por tantos muertos, tanto sufrimiento, tanta destrucción, tantos años de guerra para nada. La fortuna económica de unos pocos, siempre los mismos, está hecha sobre los cadáveres de muchos. De lectura obligada.
Tu voz líquida en ese pendrive, con
ternura en suspensión como catalizador de la alegría, remover con una varilla
de vidrio y se emulsiona la nostalgia de tus brazos, de la curva de tus caderas,
de tu corazón en radiografía, de tus anhelos como hilos dorados temblando con
el rocío, punto de distancia, aquí nos vemos, desde aquí, lejos, cerca, imposible
irse, atrapado, hoy el día es gris, soplo
las nubes, soplo el polvo acumulado en esta semana sin, en tantas horas huecas,
nos fotografío con una polaroid imaginaria y salimos tan bien que la enmarco,
míranos, somos nosotros.
Este es un país…
- ¿A qué país se refiere?
Pues a este.
-Yo no soy de este país.
Vale. Este es un país en el que puedes viajar de norte a sur o viceversa sin…
-Ya, pero ese país que usted dice no es el mío.
Le he entendido, déjeme continuar, por favor. Decía que puedes viajar por carreteras cómodas, con paisajes impresionantes, con absoluta seguridad y…
-Será en ese país, el mío es más seguro, con mejores carreteras y los paisajes son muchísimo más bonitos. De seguridad ni hablamos, mi paīs quitando algunas cosillas es súper seguro.
Oiga, usted, ¿de qué país es?
- De este, del mío.
Entendido. En mi país te metes entre pecho y espalda 616 kilómetros y después de pasar por lugares de gran belleza te detienes en un pueblo pequeño, Valdesalor (Cąceres) y duermes divinamente.
-Todavía no sè a qué país se refiere.
Al mío.
- Acabáramos, ese, buenas noches
A mandar. Buenas noches.
Jan Willem van Welzenis - 2014
Ecuaciones de Navier-Stokes.
Ahora pienso que a pesar del tiempo tan
variable, las Ecuaciones de
Navier-Stokes me traen de disgusto en disgusto.
Me leo y no, me leo y sí.
Así estoy.
Pero tú no leas esto palpitando desde un púlpito, aquí puedo dejar sin disimulos lo que escribo, sin juegos de manos. Todo esto hasta que me doy cuenta que no entiendo lo que escribo (creo que ya no me conozco) .
Me da que me aburro.