viernes, 28 de febrero de 2014

Y no hay regreso.

Sobre mi vida cae
enorme sueño negro.
Dormid, esperanzas,
dormid, dormid, deseos.

(Verlaine)




No divago, no junto palabras sin más, quiero tocar el alma de los dátiles con los dedos manchados de belleza y vida, de luz prendida entre las uñas que rozan la espalda de todas las ausencias ahora que aún no ha amanecido y el trabajo es esta urdimbre de rutina y desencanto, este áspero olor del día a día entre espejos crédulos y mármol sujetando el mar y  las tristes tardes de febrero.

¿Y si solo fuera sexo?, ¿estamos solos?, ¿seguro que Postdamer Plartz existe?, ¿me quieres?, aquella noche nos vestimos con plumas de guacamayo, fuimos amantes e inventamos el paraíso terrenal y los cometas, Markus Lüpertz nos pinto en su diluvio, ardimos en la pira funeraria de un nosotros inmolado, luchamos como fieras y perdimos, gladiadores con muñones, vencidos caminantes de nuestra propia historia.

Lo cuento hoy sentado en la roca del rito de añorar el descalabro, los pájaros volando entre tejados, el delicado refugio de su vientre, la poesía que busco en lo que digo desde el borde de la sangre que amenaza con anegar mis venas de cordura. Los perros del alba hacen guardia en los altares. Verdugo, me corto el cuello y continuo, empapado en la energía que derroché, mojado de nostalgia. Solo los ausentes comprenden la ausencia.

La belleza del verso aúlla junto al animal de la melancolía que cayó al pozo de cenizas y de víctimas. 
En las afueras de mi mismo soy un desconocido que anhela abrazar a quién soy.

Desolada orilla, ¿por qué crucé?, este es el humillado país de escarcha y miedo que presentí en mis peores sueños. Y no hay regreso.



jueves, 27 de febrero de 2014

Aquí también llueve



Humeaban las casas de la ribera, los ejércitos crédulos se perdían carretera adelante, cansados, hastiados de muerte, saqueados ya el granero y la tez de las niñas perdidas en los balcones colgados sobre los lentos días de hambre y plegarias.

Y es que ya no recuerdo que pasó en el 49, excepto que siempre hacía viento y que no había un lugar donde sentarse. No habíamos nacido, la ciudad era tan gris, serenos ebrios se apostaban en las esquinas y las calles estaban surcadas por ráfagas de estrellas.

Fotografías en blanco y negro de los puentes rotos sobre el rumor del agua. El amor nacía en el borde de una falda, en la curva de unos hombros, en mis dedos torpes que hurgaban ciegos. Pellizcábamos los himnos, detrás de las grúas nos desafiaba la otra orilla.

Antes de la partida, con el viento sur, el humo rojo de las chimeneas de la Fábrica alborotaba el patio. Los armarios y el teléfono estaban mudos, llovían paraguas sobre las alfombras de flores y voces. Con la prisa olvidé la brújula sobre el mantel de cuadros.

Cruzamos, Ella en mitad de la barca y mi timidez a su lado, silenciosa la mirada, perdida en el agua turbia de la ría cloaca. Aún no dolía la palabra y el tiempo insomne se estiraba sin horizonte, sin nubes, ilimitado, el futuro era un presente circular, continuo.

Meryl sentada al lado de un marido monótono rodea con mano temblorosa el tirador de la puerta del coche. Delante, en otro coche bajo la lluvia, Clint espera que el semáforo cambie a verde, pero no solo eso. Unas noches antes le había dicho: esa clase de certeza se presenta una vez en la vida. Meryl no abre la puerta y Clint se pierde para siempre bajo el aguacero.

Aquí también llueve, incluso cuando luce el sol.





Para Friederich Ludwig Frege (1848-1925), el fundador de la lógica matemática y de la teoría del significado modernas, la matemática es un tipo de metafísica, la ciencia más general de la realidad que incesantemente busca "las leyes de las leyes naturales". En este mismo sentido podemos afirmar hoy en día que en efecto las matemáticas forman una especie de andamiaje metafísico del edificio científico. Por su parte, Rudolf Carnap (1891-1970), el destacado filósofo del Círculo de Viena y del positivismo lógico, consideraba las matemáticas como un tipo de lenguaje que busca las consecuencias analíticas de ciertas convenciones lingüísticas. Ciertamente, la matemática es un tipo de lenguaje, el más abstracto de ellos, con el que se expresan cierto tipo de relaciones mediante signos convencionales. Sin embargo se antoja que es algo más que un lenguaje, o bien, que si aceptamos que es un lenguaje, no se nos aclara con ello más que su léxico. Poco podemos decir de cuál es el significado de los signos y las operaciones. Para otro de los matemáticos más formidables del siglo, Kurt Godel (1906-1978), el mismo que demostrara con el famoso teorema de la incompletud la imposibilidad de probar o falsificar las proposiciones matemáticas a partir de sus axiomas fundamentales, la matemática es un tipo de psicología introspectiva que informa de ciertas construcciones del pensamiento o la imaginación, o mejor aún, un tipo de geografía interior que busca precisar ciertos mapas del paisaje mental. Por más que nos pueda sorprender esta declaración, no podemos dejar de reconocer que las leyes matemáticas emanan de operaciones cognitivas necesariamente restringidas o moduladas por el aparato mental. Este mismo tipo de pensamiento late en el fondo de la filosofía racionalista que supone que el Conocimiento surge de la propia mente más que de los objetos del mundo. No en vano varios de los mayores filósofos racionalistas como Descartes o Leibniz fueron matemáticos.

miércoles, 26 de febrero de 2014

La mujer que amo (3).



He soñado amores divinos,
la ebriedad de brazos y de vinos,
la plata, el oro, los quiméricos reinos.


(Charles Cros)



La mujer que amo me ama pero no me ama. 

Sabe que el jazz es esta música del Sahara que escuchamos sin saber que hay otras músicas, o sí, o sí lo sabes, amor, mujer que huyes de mí, que no me miras, que me tienes dentro de la caja, encogido, con el número, la etiqueta, la llave y ahora sí, ahora no y no me resigno. 

Apaga la luz, amor, que quiero inventarte, vamos a guarecernos bajo las sábanas mágicas que nos aíslan, que nos defienden, que nos transforman, que nos cobijan. Apaga la luz, mi vida, que quiero descubrirte con mis dedos curiosos que toquen tu mente, que la vacíen, que la llenen de versos y besos, que la pinten de colores vivos y la vida se ha quedado coja, se tambalea, los caminos están borrados y no sabemos por dónde se va al faro, por dónde se llega al infierno. Déjame que te cambie la mirada, que te sople la niebla, acurrúcate conmigo y pasa tus dedos mojados por mis cicatrices, siéntelas, déjame que te tape los ojos, que te lleve de la mano, ciega a mi sombra, sorda a mis gritos, el número tres es amarillo, el verde es una ecuación, vivir es un perro que ladra en la distancia, las palabras se han llenado de palabras y no es fácil saber entre la hierba. 

Quizás hablo por hablar, quizás te estoy buscando y no sé por dónde empezar, quizás este ajedrez está lleno de piezas y no hay tablero, quizás debemos matarnos y renacer. A lo lejos explotan las estrellas y del fondo de los mares está brotando una nueva vida, impetuosa y gigante; apartémonos, amor, no nos lleven las olas a otras playas, náufragos perdidos, indefensos, perdidamente humanos. Hagamos lo que hagamos nuestro amor seguirá siendo esta fiesta diaria en la que giramos, atónitos y embelesados, sabedores del milagro de querernos sin querernos, amor, mujer a la que amo y sin amar me ama.



Utopía y desencanto (fragmento)

" La hamaca pequeña / está vacía... en silencio / También tu canoa / se mece en el río. / Sólo tú estás inmóvil / bajo la Gran Piedra. / Y yo que creía que todas las cosas / vivían sólo por ti.
El poeta piaroa, que tras la desaparición de una persona amada ha oído el susurro de las hojas y ha visto fluir el agua como si nada hubiera sucedido, ha captado para siempre el estupor indecible, el dolor de que el universo continúe como antes, alejándose del que muere, la cruel infidelidad e indiferencia de todo sobrevivir. "
Claudio Magris


martes, 25 de febrero de 2014

La mujer que amo (2).



A través de su cuerpo veo el mundo

con tanta nitidez que le adivino
el revés prodigioso que el amor
nos descubre en el agua de un vaso
cuyo fondo es la noche de cristal.

Amparo Amorós.




La mujer que amo me ama pero no me ama. 

Un bicho me tapa la boca y las palabras se caen, inútiles, otro bicho se las come. Vuelve, dulzura, ahora que todos se han ido, la casa está en silencio y la ventana cerrada. Ven conmigo frente al espejo, uno junto al otro, mirémonos hasta que nos sepamos, tocándonos el alma, apartando las zarzas, desnudos y ciertos, vivos, palpándonos la piel y el corazón herido. 

Fuera llueve y hace frío, lo sé, pero no es el caso; dentro canta Joni Mitchell una melodía encadenada mientras estamos sentados a dos centímetros que son como la distancia a la luna. Tomemos una ginebra antes de inventarnos, antes de perdernos y buscarnos en caricias lentas que aún no hemos dibujado, en besos que ni sabemos que existen en las calles repletas de otros que llaman, que vocean y no escuches, amor, este trago es difícil pero bello, apuremos las copas y déjame que pase el limón por tu espalda con nudos, por tus piernas esquivas, arca de la alianza para entrar en ella con trompetas y tambores, con fanfarrias que solo tú y yo escuchemos, profanación de lo sagrado, caída de las murallas de Jerusalén, vestales huyendo por la pradera, mi minotauro y yo amándote bajo un árbol, mis centauros y yo amándote bajo la parra, yo, sólo, amándote en mi cabeza de nubes...




...recordando una comedia de principios del siglo XIX, de Ferdinan Raimund, Magris evoca una antorcha prodigiosa que pasaba de mano en mano y, quien la tenía entre las suyas, tenía la posibilidad de ver el mundo algo más poéticamente, porque aquella luz ayudaba a mirar la realidad de manera más armoniosa. Pero esa antorcha, nos recuerda Magris, no era tampoco falsa, porque rechazarla pensando que impedía ver los dolores y miserias del mundo, era, asimismo, una clara forma de la ceguera: significaba negarse a la posibilidad de comprender que “la realidad no es tan mísera y roma”.




lunes, 24 de febrero de 2014

La mujer que amo (1).


Bajar hasta el plano donde se escribe poesía, encontrar un punto donde el pensamiento habla y se empuja a escribir lo imposible de olvidar. Soñar con los ojos abiertos y el corazón en tu puño que sostiene el lápiz que garabatea mudo y a trompicones las verdades ocultas que se niegan a callar y a relatar lo que sin saber se sabe y lo que sin decir se dice. (Ainize Txopitea)




La mujer que amo me ama pero no me ama. 

Esa mujer a la que tanto amo se busca con un candil en un bosque tenebroso y las sombras no le asustan y ese árbol es un árbol, nada más, y ese árbol es el cielo, nada menos. El candil, ella, sus hermanas que le besan, el camino que da vueltas en el llano, mirar hacia atrás, Lot, espinas, la esperanza, sus hijos en la ventana, una flor roja en su cabeza. 


La mujer a la que amo está sujeta a la proa de un barco que cabecea entre las altas olas de la tormenta del norte y el viento está lleno de voces que cantan desde lejos, voces de damas enlutadas, voces de arena negra, voces. Hay una llama que se mueve entre sus músculos doloridos, fuego que quema los recuerdos que salpican su tejado y llenan las hendiduras de un silencio verde y espeso. 


Soy un espectador herido, debo decirle mi poema aunque no tenga sentido, aunque no sepa ¿qué sé yo de pájaros melancólicos, qué del incendio que quema su soledad?...






Para Claudio Magris, la derrota de los totalitarismos políticos no excluye la posible victoria de “un totalitarismo blando y coloidal”, aquel que tiende a procurar (como dice Giorgio Negrelli) que el pueblo “crea querer lo que los gobernantes consideran en cada momento más oportuno”. Los totalitarismos no creen más en ideologías fuertes; han cambiado la estrategia, y lo que buscan ahora es llevar adelante “gelatinosas ideologías débiles promovidas por el poder de las comunicaciones”. Por un lado, entonces, abominan de las diversas formas de la defensa histórica, porque ésta es esencial para que el hombre no sea borrado del mundo; y, por el otro, confunden la fachada de la realidad con toda la realidad y, por ello, “tachan de ingenuos o utopistas a quienes piensan que se puede cambiar el mundo”.




domingo, 23 de febrero de 2014

Niniane



Gateo en la memoria y no me encuentro.

Escarbo en lo que dije y ya no sirve.

Recostado en la S sigo insomne.

Busco una Niniane que describa nueve círculos de pasos a mi alrededor, que susurre nueve veces las palabras mágicas.

Decididamente hoy no estoy para escribir.


La poesía entiende muy bien por qué en el recinto cerrado de la palabra nudo, anillo perfecto, se concentra el poder mágico.

Recordemos el final del Mago Merlín. Cuando en el bosque de Broceliande, Merlín conoce a la bella Niniane, se enamora locamente de ella. Niniane hace prometer al mago que éste le enseñará la totalidad de su arte. Enséñame, le pide, a mantener encadenado a mí a un hombre, sin necesidad de grilletes, ni de levantar muros a su alrededor; enséñame a atarlo a mí con palabras mágicas. A sabiendas de que él mismo puede convertirse en víctima del encantamiento, Merlín sucumbe al deseo de Niniane y le entrega todo su saber. Podría decirse que le enseña a hacer un nudo, un nudo de amor del que es imposible escapar. Un día, Niniane describe nueve círculos de pasos alrededor de Merlín y nueve veces susurra las palabras mágicas, quedando Merlín en su interior, eternamente prisionero.
El poeta que indaga con palabras en el poder de la palabra, está clavado ante la puerta de su cueva interior y busca su llave sonora. Atento a su respiración, cree poseer la mitad de la palabra y espera la llegada de la otra mitad.

Consumada la palabra, aparece el mago, álter ego del poeta, y la sella.

El nudo queda formado.

sábado, 22 de febrero de 2014

Ficou maluco.



Atenta la compañía que hay desfile, que quieren cerrar la centenaria Ginjinha Sem Rival da Rua Portas de Santo Antao en Baixa de Lisboa. Si a usted no le suena no pasa nada, hay tantas cosas que no (le/me) suenan. Por ejemplo, Boca de Cielo, está en México, por el sur, en Chiapas, hay mucha actividad en el Sur, lo han cantado muitos poetas. A lo que íbamos, que tampoco le suena ¿no?, resulta que allí estuvo alguien a quién amo tanto como a mi vida y me dije “ahí tengo que ir” y me voy, en breve, en marzo. Que sí, que no es broma, aquí nunca escribo de broma, puedo exagerar (solo un poco), disfrazarme, poner cortinas de encaje pero se me ve la sombra. Que conste que no cuento casi nada, lo que es (lo de verdad) no lo puedo contar, lo de B tampoco por preservar mi físico y mis atributos, lo de C a veces lo insinúo y me dicen “ay, Pedro, qué bonito”, qué candor, si supieran que entre el sí y el no hay un territorio tan extenso como todo Brasil (+ o -) y abracadabra que esta magia de escribir es tan potente que de la chistera de FB y otros rincones luminosos salen personas con ojos y labios, con sentimientos y miedos, con alegría y ganas de vivir, como yo, qué suerte, aquí vamos, así, viviendo, ¡viva!, no nos moverán.



Un cuento, en Lisboa él, de un país sudamericano, estaba enamorado de ella, de un país centroeuropeo, se amaban con intensidad, carnal y emocionalmente pero, hay que ver, ella vuelve a su país y piensa que qué hará él allí, con ese frío y ese idioma que no lo entiende nadie (nadie que no sea de allí, claro) y vuelve sola, él ficou maluco y llora por las esquinas lisboetas y casi se tira al Tajo ahora que es a lo único que se puede tirar (bueno y por una ventana, pero no).

Moraleja, no te enamores de quién hable raro, lo digo por experiencia, yo también fiquei maluco, pero esa es otra historia y tampoco es cosa de aburrir a nadie, al menos hoy.       

viernes, 21 de febrero de 2014

Muerte de una estrella.



Murió la estrella, aislada, consumida, cáscara ensimismada, azogue arrugado, hueco tejido nocturno, brillo perdido, derroche de luz sin luz, húmedo polvo amarillo, viento roto donde no hay viento, peces de pizarra nadan en el abismo del tiempo.

Un gato blanco cruzó el contorno de lo oscuro, sobre cristal de relojes, entre nombres sumergidos, bajo los templos aéreos. Nada se oía, el hombre tumbado en la hierba veía sin ver incendios en la noche, llamas negras que transpiraban recuerdos. 

Después amaneció, diamante con cicatrices, el gato blanco arañaba
la puerta del otro lado, un arquero apuntó al cielo navegando por el agua derramada de guijarros, sombra, miedo, campana que anunció el día con esferas y guitarras.

Despertamos y el sueño fue la soledad, enemiga suma de fragmentos.



jueves, 20 de febrero de 2014

Carta de amante bajo el agua.


No quiero más que estar sobre tu cuerpo
como lagarto al sol los días de tristeza.

Se disuelve en el aire el llanto roto,
el pie de las estatuas
recupera la hiedra
y tu mano me busca
por la piel de tu vientre
donde duermo extendido.

(Valente)


Amor ¿me ves? soy ese hombre duro que no respira bajo el agua clara de nuestro amor. Otras experiencias sentimentales hicieron de mí este insensible personaje que te escribe, este antiguo calculador que esperaba un minuto para enamorarse, justo después que ella lo hiciera para poder controlar mejor las emociones. Jamás les dije te quiero para llevar el idilio, no hizo falta. Jamás utilicé sus sentimientos para lograr favores, besos, camas, suspiros en la noche, romerías, el curso del río nos llevaba.
No sabes a que vienen estas palabras y dudas entre mi literatura vespertina al aire – así, en verde y rojo - y mezclar verdades con mentiras, imaginación y sueños, la coraza, decir y no decir, juegos de manos, arlequines saltando entre el gentío y no soporto esta raya amarilla de pintura que ponen en mi pecho los que dicen que te aman.

Escojo esta manera para llamarte tan temprano, aunque tú, madrugadora, ya estés despierta, siempre estás despierta y ¿ves? no es tan compleja esta cuestión, se trata de honestidad, de amor, de ser sinceros, me resisto a que sea solo sexo, no es posible, y aunque lo demás, todo, está prohibido, o vetado, o es reprobable, aunque soy un hombre duro ¿eso te he dicho? siento dentro unos temblores que no son solo de muslos, ni es por frío o el rocío, es otra cosa y no quiero definirla, paso de largo, vuelvo a pasar y ahí, palpitando, indiferente al ruido del tiempo que se nos acumula desde noviembre -¿o fue en diciembre?- ahora en febrero sigue, sigue y me alborota, me mueve, me despista, me llena de preguntas, de miedo, de ganas de verte, de mirarte, de parar estos zumbidos, aún en festivo -¿me escribirá?, ¿se habrá dormido?- y el próximo lunes nos vamos, tú a París, yo a Barcelona ¿volveremos?


Ahora te entiendo mejor, te he escrito con el corazón estos cien días y no sé siquiera si has tenido tiempo de leerme -digo leerme-, no has contestado –digo contestarme-. Ya no sé casi nada, excepto que aquí dentro algo no cesa, que te añoro, que me duelen los pulsos y las noches sin ti, mi cama fría, mi soledad, esta angustia creciendo como ortigas ciegas, como un puente cortado, como un camino de piedras puntiagudas. Y es que no puedo verte pasar del brazo con él, que no puedo. Además tengo tantas ganas de encontrarnos, estoy deseando que llegue el regreso para acariciarte tanto, tanto, para besarte los dedos, las sienes, para gemir sin disimulo, sin tu mano en mi boca, quiero tocarte las piernas, las caderas, morderte el cuello, sorberte, penetrar en tus húmedos suspiros, en tu postura desmayada, en tus labios que me inundan la boca, quiero que me sientas dentro de ti como un amante absoluto, que olvides dónde estás y solo tengas conciencia de sentir nuestros cuerpos que se complementan a la perfección, mis te quiero en tu oído, mis jadeos porque me llevas muy lejos, tanto que me pierdo, que no sé volver. Ay, estos temblores, no recuerdo una mujer que me haya hecho gozar así, mi cuerpo sobre el tuyo, bajo el tuyo, junto al tuyo, quiero hacerte el amor y seré dulce, no sé si sabré dejar mi ternura y someterte, ordenarte, hacerte mía, levantarte entre mis brazos, morirme dentro de ti, rodeándote, me derrotas, me conmueves, me das tanto placer que me alegro de que no haya pasado nuestro tiempo. Aún.

Pobre, pobre de mí. Y todavía no te has ido.



miércoles, 19 de febrero de 2014

Chorroborro.


Entonces no sabía que me había encadenado de por vida a un noble pero implacable amo. Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse.
(Truman Capote – Música para camaleones)





Hoy escribo solo para ti.

Quiero decirte que en este rincón ni siquiera he empezado con la primera historia, que me quedan todas para tu mirada intensa, que las dejaré aquí, una a una, entre materia en construcción y luz de agosto.

Esta no es una página acendrada, ni siquiera una autobiografía, no es un territorio vallado, no hay límites, apenas es un sueño borroso sostenido por el afán de juntar sentimientos, palabras y colores, un intento de contar lo que sé, incluso lo que no sé o no puedo, lo que aún ni siquiera imagino, pero llegará, seguro.

Es decir, un absurdo colgado de un rumor de relojes, irreal como los días bajo los arcos de una plaza nueva, un sueño dentro de otro sueño (algo obsceno, dijo ella).

Cantan los insomnes urogallos de la noche y te digo, sin temor, que estamos condenados a muerte pero que estamos vivos, que a pesar de los presagios nos movemos en recintos de alegría, que no podrán vestirnos de aburrimiento y soledad, que muchas veces tengo miedo, que recurro a ejercicios de mi memoria ensimismada, que me salto el formato, que mantengo el estilo como puedo y quiero –sobre todo –que tu mirada me haga digno, que ahora –como tantas veces- me muerde la nuca una emoción tan intensa, que se diluye lo real, lo cierto y salgo a la calle a buscar lo que venga.






Glup 2.0



Para lectores




Una vez dicho esto doy dos pasos atrás, miro el lienzo y me asombra mi ingenuidad, mi vulnerabilidad, este blog glup (2.0) es apenas un pretexto, un antifaz transparente, se me ve detrás la mueca del pánico, se olfatea la inseguridad por el descaro al presentarme desnudo y no me he acicalado el alma y resulta que siendo tan alegre no sé como escribo estas cosas tan tontas, tan leves, tan pretenciosas que a veces me doy vergüenza yo mismo y rehúyo los espejos rotos, los comentarios que me abruman y eso no me lo dice usted en la calle, que hasta ahí podríamos llegar y muchas veces echo en falta aquellos tiempos en los que beber me desdoblaba y hablaba con mi reflejo desolado pero exacto, con marinos argentinos prendidos de una añoranza, con golfos de la noche a los que enseñaba quién era Larralde mientras apretaban una navaja en el bolsillo, bendita inocencia, con lecturas de André Gide, seguridad entre prostitutas y macarras con ictericia, noches de ron y nubes, siempre era primavera y esta nave ha derivado hacia el estrago de la nostalgia. Y no.

Hasta mañana.



martes, 18 de febrero de 2014

Impreciso.


Yo tenía dieciseís años...

en el corazón, pero no tenía
ni un solo lugar dónde colocar
el sentimiento de mi inocencia.

(Genet)



Pienso en entonces y es ahora, una plaza dónde cabía el mundo y no cabían los coches, que no había, ni los viejos paseantes, ni el invierno, sólo tu silueta, ni siquiera tú, que no eras, nunca fuiste sino el espejismo, la que nunca, no un deseo, no una idea, algo más hondo, intenso, primigenio, lo que no se entiende pero duele, lo que sujeta el alma y la domina, la que ilumina la vida y la disturba, la vuelve del revés, que da sentido, principio, colorea la espera en las esquinas, el ansia, premonición, error, acierto, voluntad clavada a un nombre, el tuyo, repetido, soñándote en mil noches, obsesivo, mordiéndome los puños al no verte, rota la lengua cuando no te hablaba, era ayer –recuerdo- y es ahora, curioso tiempo circular que vuelve y somos, ay, amigos, tal vez, nos conocemos, cambiamos confidencias, sin apuro, bella entrega de historias medio ocultas, de pasado, de emociones, tus padres, los míos, otras parejas, amores, el tiempo –otra vez- que va corriendo y nos deja más cerca del otoño que del brotar de flores, más lejos de aquella plaza dónde cabía el mundo y sin embargo no nos abrazamos una tarde que llovía, no buscamos la oscuridad para besarnos, no vimos que esto no es un juego y que la vida –oh, paradoja- estaba escrita desde antes, desde un principio impreciso, remoto, desde siempre.





(Ilustraciones de Paula Bonet)


lunes, 17 de febrero de 2014

Carta del amante sorprendido.


Y fue entonces – agosto prescribía
en el pueblo remoto

de todos los veranos de la infancia-
cuando la nube puso

desolación al aire y vino
la primera tormenta a visitarnos
hasta llenarnos con su olor

a distancia y olvido.

(Manuel Rico.)


Gran Jardín' de Rafael Ruiz Balerdi


Mi amada, con esa mirada que no controlo, con ese paisaje de melancolías enrolladas, con ese mural de Ruiz Balerdi a la entrada del Museo del Parque que miro y remiro y en mis manuales no viene nada sobre tamaña forma de enfocar las lentes, sobre el uso del microscopio, sobre la tortura del gota a gota cayendo sobre la frente de un John Wayne/Genghis Khan.

Te temo, cariño, te disfruto y te temo. En otro tiempo quizás hubiera huido a brazos más rendidos, a mentes más en una sola dirección, a los problemas de siempre, a las mujeres de nunca, a otras. Ahora no, aguanto firme en mi trinchera, la recorro arriba y abajo sin reparar por dónde pueden entrar, por qué agujero de la barricada me sorprenderán. Sé que sin remedio voy a perder la guerra, pero la batalla es deliciosa, dulce, desequilibrada, incruenta, sin prisioneros y sin embargo los caballos siguen siendo blancos o negros, los aviones vuelan alto sobre las nubes. ¿Te has percatado que ya no nos bombardean? En esta lucha contra el mundo, justo antes del diluvio ese que dices, los enemigos se multiplican. Y los imbéciles. Por eso estoy despierto. O sueño que estoy despierto. O sueño que alguien me sueña despierto. Es curioso que ahora mismo no sé si estoy dormido.

Sabía que no podrías callarte, solo estabas buscando ese tiempo de hogueras para poder decírmelo. Hasta aquí ya he aprendido. Y, plafff, me sientas en el altar del sacrificio y me lo cuentas todo de golpe, me revisas, me cuentas, me explicas, me arrullas, me sorprendes, me reafirmas, me haces sonreír, ponerme serio, dudar, saber, me abres otra ventana, me sugieres que te pida que cierres una puerta, me das un mapa, me robas un caramelo, me zarandeas, me acunas, me besas, me desarmas, me vendes cuchillos, me das motivos, me estimulas, me confundes, me aclaras, me reafirmas, mecagüen la mar que tuya eres, qué difícil debe ser tratar contigo sin ventajas, sin bonos, sin vales de regalo, que difícil mirarte a los ojos y saberte, qué mujer eres, por suerte, por inmensa suerte de haberte encontrado justo cuando estaba buscando y tú estabas ahí, desde antes, esperándome sentada en una piedra de misterio, cantando.

Mira, ay, casualidad, se ha puesto a llover y no me quedan chaquetas para extenderlas por los charcos donde pisas, deberemos volver por los atajos de entonces. El tema de los dioses de cada uno lo dejamos para otra ocasión. También el de los nacionalismos. Voy a cambiarme de piel, luego te llamo.



domingo, 16 de febrero de 2014

Quemaduras de segundo grado.




No, no estaba bajo un cielo extraño,
Ni bajo la protección de extrañas alas,
Estaba entonces con mi pueblo
Allí donde mi pueblo, por desgracia, estaba.

(Anna Ajmatova)


(Lisboa)


Los días pasan como si nada, sin darse importancia, uno tras otro, indiferentes a edades y expectativas, monótonos o plenos de urgencias, de obligaciones, de trabajo o de ocio, de tener que, de no hay más remedio, de bostezos o de nervios, de soledad, de gritos, de apreturas, de escasez, de minutos que se escapan por el desagüe a ninguna parte.





Algunos se percatan del derroche y luchan por pintar las horas con imaginación o resignación, con rabia o placidez, con vanos ejercicios de trascendencia que no pasan más allá del dintel de su propia casa, que no, que no hay nada que hacer, que esto es lo que hay.

El arte.

Pintura. Escultura. Escritura. Cine. Música. Filatelia. Monogamia. Grafología. Punto de cruz. Religión. Política. Guerra. Soberbia. Deporte. Arquitectura. Abogacía. Espía. Equilibrismo. Psicología. Cosmética. Rayos y centellas. Psiquiatría. Arqueología de la mente. Intimidad. Democracia. El plan qué sé yo. Diga usted treinta y tres. Treinta y tres.




Y luego está lo de no estar. Solos. Para eso hay que estar con alguien. Incluso con uno mismo. Es difícil. Hay días que no me hablo, me miro de arriba abajo y me enfado conmigo. Estar con otro, otra, otros, bueno, puede estar bien. Depende del otro, de la otra o de los otros. Y de uno. A la de una, a la de dos, a la de tres. En mi caso estar con otra me parece una buena elección. Esa es la primera, después hay que buscar a esa otra. Y encontrarla. Y mantenerla a tu lado. Y enamorarla, enamorarse, preparar un proyecto común, apoyarse, ubicarse, compartirse, darse, renunciar a, y a, y a, recibir, dar mucho pedir poco, la medalla del día de la madre colgada al cuello de esos días que pasan como si nada. Nada. Y así sea. (Oriana)




Los últimos descubrimientos científicos aseguran que los días tienen 24 horas. No está aún probado pero me lo creo. Me creo casi todo. Soy tan crédulo que tengo varios tarros de ilusión en la despensa del por si acaso. Sin caducar. Creo. Y miento. Escribo. Digo. Pienso luego me desespero. ¿Esto es todo? Imagino. Evoco. Revoco. Convoco. Sujeto el bostezo con alambres retorcidos en la mandíbula de una pretendida literatura, dura o blanda, menuda, trabajada, esto es un espejo ¿qué ves? Pues eso, si eres tú todo esto, lo tuyo, lo mío, merece la pena. Y si no, pues no la merece ¿NO?


¡¡¡NO!!!




sábado, 15 de febrero de 2014

7 años y 7 días.


Es como si todo eso lo hubiera escrito otra persona, como si no tuviera nada que ver conmigo.
(Lou Reed)



Los blogs se mueren pero este no, siete años y siete días. Estoy en esta esquina desde el 08 de febrero de 2007. Vengo cada día, me siento en el suelo, extiendo lo que traigo sobre un mantel de colores y cuento, canto, grito, balbuceo, se me cae la baba o el alma, lo que toque, cualquier cosa menos estar callado.

Me gusto, bueno, no siempre, pero sobre todo intento gustaros, hasta 2.765 veces lo he intentado. A veces hasta lo consigo. Y si es que no, no.

Antes me decían sí, pocos no, gladiolos, gallinas, tomates, postes telegráficos, enredaderas, qué sé yo. Un día dejaron de llegar los comentarios. Fue por sorpresa, acostumbrado a. No me importó, o sí, no lo recuerdo, seguí, sigo. Sé que vienen a visitarte, de momento estos , una pasada.

Me hace feliz estar aquí desde hace tanto tiempo compartiendo este trabajo, esta ilusión. Agradezco vuestra fidelidad y vuestra paciencia, también vuestro cariño. Eso, que sigo, seguimos. Gracias.



(Lisboa)


viernes, 14 de febrero de 2014

Inercia 4. (Final con hikikimoris y Lucien Freud)



Es cierto, como alguien ha dicho,
que en un mundo sin cielo todo es despedida.
Muevas o no las manos diciendo adiós,
es despedida...
Y las palmeras inclinadas
sobre la laguna verde, brillante, y los pelícanos buceando
y los cuerpos resplandecientes de los bañistas que descansan,
son estadios de una extrema quietud, y el movimiento
de la arena, y del viento, y los movimientos secretos del cuerpo
son parte de lo mismo, una simplicidad que convierte al ser
en una ocasión para el luto, o en una ocasión
digna de festejo

(Mark Strand)



  Lucien Freud


Toda la serie Inercia dedicada a Omar Sharif, a Francis Chick y a Bill Frisell.

He aquí que esta serie de la inercia no daba para más pero. A la altura de mi escasa capacidad se baja por unas resbalosas escaleras de piedra, con verdín en los intersticios y somos tantos, tanto, que decir al unísono ah y que se entienda está dentro de lo no deseable. Dicen que mi cuento no se entiende, lógico, yo tampoco lo entiendo, no entiendo casi nada, por ejemplo. Cuando me hablan de una cifra superior a cien euros ya no calculo. Cuando algún entendido nos informa que hay 11.500 millones de páginas indexables -dice que 1,7 por cada habitante de este mundo pequeño - sé que no quiero entrar en casi ninguna de ellas. Cuando nos avisan que cada minuto se abren ingentes cantidades de nuevos blog´s es que me entran escalofríos. Cuando miro los libros, periódicos, suplementos dominicales, películas, discos, vídeos, whatsapp, canciones, fotos de instagram, mensajes, llamadas en el móvil, postales, cartas, citas con amigos, familiares, enemigos, etc, que se me acumulan, es que me entran ganas de marcharme al monte y vivir en una cueva. Cuando me siento al borde de una mirada no sé (ya) descifrar una lágrima, un pájaro, el gozo en el pecho. Cuando casi todo lo que leo me deja un regusto de que ya lo había leído, lo que veo me parece la misma película, lo que escucho, la misma canción -o peor-, lo que... un momento, o soy demasiado viejo o esto está mal enfocado. Recomenzamos. Cuando como en Casa Velay en Finisterre – por ejemplo- cada plato que degusto me parece tan delicioso como la vez anterior que comí ahí, o más. Cuando nado en el puerto de Elanchove siento el agua y la nostalgia acariciándome dulcemente todo el cuerpo, como siempre, como entonces. Cuando bebo el segundo gin tonic me gusta tanto como el primero y además veo colores que antes no. Cuando aquellos a los que amo me miran, me hablan, me tocan, cada átomo de lo que soy se excita y vibra y me deja en el cerebro -o donde se guarden las sensaciones- un calor maravilloso. Cuando amo a la que amo siento que estoy ahí arriba, que no puedo subir más, estoy por encima de las nubes del sentimiento, casi no puedo respirar por la pureza del aire. Cuando amo a la que amo siento que mi cuerpo es el suyo y que no conozco otra forma mejor de ser otro y yo y nosotros y es el ejercicio que –siempre- más me ha gustado, me gusta, practicar. Cuando sé que aún soy capaz de perder la razón, de descubrir otro continente, de lanzarme de cabeza a la hoguera, de correr por la ribera de mi propia capacidad física, sé que estoy tan vivo que me enorgullezco y salto y grito de pura felicidad. Cuando escribo estas cosas, cada día, pienso que qué pensarán los que lo lean -si alguien me lee, aunque las estadísticas, quizás solo miran las fotos- me conozcan o no, riesgo que tomo dejando delante la fachada glup 2.0 que obviamente no soy yo o sí –tranquilos, majos, esto va así, si te enfada no me leas- y tampoco es cosa de poner mi foto, mi dirección, mi cuenta corriente, bastante tengo con robar minutos a esos que decía. Vale, que´sto es un ejercicio de gimnasia rítmica y que entre lo que hay en el almacén –pase, pase, no se corte, hay confianza- puede usted -y usted, no se haga el despistado- encontrar de tó, la puerta está abierta y agradezco el tiempo que se toma, las críticas se aceptan y si me quieren invitar a comer también. Quiero besarles uno a uno y está decidido, no se pongan remilgosos. Voy p´allá.




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