Se encienden los faroles y pasan los días como liebres perdidas en un espacio atroz, sin madrigueras, amapolas carmesíes, blancos gladiolos, rayos de luz amarilla, el regreso a la vida eléctrica en la que todo es como debe ser, pero cuando es como ni tú y yo hubiéramos imaginado ni en nuestros más extraños sueños, es más, es tan, es ay, es deseo de hablarte con la cabeza apoyada en tu hombro, con tu pelo entre mis dedos, con tu miedo reclinado en el mío, con el estupor por entender que nuestros cuerpos entrelazados es un instante de eternidad, es penetrar en el misterio, allí donde el entendimiento se agarrota aunque tú, tan tuya, tan estricta, con tu territorio absolutamente delimitado, ni una bandera sin ondear, prohibido el paso, no, estas son las normas que acato, tan loco, tan ausente, tan desenvuelto, tan de acá para allá, buscando lo que no existe, buscándome, intranquilo, fogoso, apasionado, saltando los helechos que cobijaron mi infancia entre Artxanda y quién sabe dónde a la hora en que cantan los gallos y las estrellas suspiran antes de morir, con dioses que juegan con el insomnio y el dolor en los huesos del alma, sed de príncipes apoyados en la mancebía, flamencos con espuma en la garganta, racimos negros de uvas riojanas, viento agrio, campesinos con manos de arena, tu latido que me recorre, ese gesto delicado con que te bajas la falda, la pliegas sobre la silla, dudas si seguir, ¿he engordado? y te beso los hombros, suelto botones, gemimos, nos derrumbamos en caricias lentas, nos helamos en la casa fría, nos miramos sobre las sábanas sencillas, nos rendimos, nos tocamos los nervios, nos enajenamos, déjame que te busque sin atajos, digo, que te bese sin murallas, sigo, que te coma los labios y la frente, donde te gritan las monjas de la angustia, los tabús, eso no se hace y a estas alturas nos recorren mil hormigas, estás despeinada y aprietas los labios, nos llenamos de urgencias, un resplandor de cielos nos inunda, no sabemos quién eres tú, dónde acabas, quién soy yo, si he empezado, nos transmutamos, nos volvemos ese carnal extravío de perdernos, te resumo, te canto, te poetizo, trenzo mordiscos de ardilla en tu brazo, te someto a ese ritmo que escuchan los vecinos, los
curiosos habitantes de la nada al otro lado de la pared, los que sonríen cuando nos ven subir por la escalera, pasar por el portal, que nos envidian, un ejército de dedos afilados, una guerra por tenernos, por poseer el alma ese instante, los suspiros, así, ¿te gusta así?, ¿seguimos?, ¿es de noche?, ¿me amarás siempre?, hiedra y pared, tu aroma, la líquida expresión que ríe y se desliza por tus muslos, por los míos, sudamos como esforzados luchadores, carcajadas, nos escrutamos, nos retamos, abres las piernas, te nado, intentamos otro abrazo y alguien llama, calla, creerán que has salido, no contestes, volverán a llamar, espera un poco, contestas y mi mano tienta tus nalgas rotundas, redondas, delicia de los poros, hablas aparentando que planchabas, Ángel no vuelve hasta mañana, sí, tú te encargas, con la otra mano sopeso la dulce redondez del seno izquierdo, haces que te enfadas, luego te llamo, dices, cuelgas el teléfono, me riñes, nos reímos, inoportuna intrusión en los negocios del cuerpo encaramado en nosotros, vigilando el mutuo goce, generosos, te beso aquí, ¿te beso ahí?, nos sumergimos, nos cambiamos los números, nos movemos, ¿Ángel viene mañana?, calla, sigue, un relámpago de celos, eres tonto, tú sabes, ¿así te gusta?, como quieras, solícitos, complaciéndonos, agitados, íntimos, veraces, bajo las alas turbias de un diablo, espera, juntos, espera, tan intenso, tan insólito, ven, ahora, y me dejo llevar, junto labios y dientes para no gritar, hace un mes no nos conocíamos, ahora tampoco, ella es nadie y yo ninguno, ni siquiera sé quién es Ángel, sé que ella me acaricia con los ojos cerrados y que hoy es lunes, el resto es vacío, soledad, ¿vendrás el jueves?, y prometo, juro, me visto, te llamo al llegar, no tardes, me acompaña a la puerta y, elegante, me deja los cien euros en el bolsillo superior de la chaqueta, hasta otro día.