Otra carta ingenua
Mi amada, vivía en tu voz, la escuchaba sin siquiera entenderla, me bastaba con acumular el sonido, el tono, el final de besos y luciérnagas, la nieve acumulada sobre el tejado, la transparencia de su recompensa, la resurrección de mi carne, tu vida eterna, amén.
Fleabag. Serie en Prime. La empecé hace tiempo. La dejé al de diez minutos. No me llegaba. El otro día, buscando, la reencuentro. Me he visto las dos temporadas en un suspiro. Las series de la BBC tienen un sello de calidad. Como en esto de los gustos es complicado coincidir y aunque el personaje principal puede resultar exasperante, solo diré que me parece Muy Recomendable. Vosotros mismos.
(Esta gente lo cuenta muy bien. También te digo que es su trabajo y cobran por ello. Como lo mío es gratis soy más escueto)
https://www.bbc.com/mundo/noticias-49799762
https://www.esquire.com/es/actualidad/tv/a29183084/fleabag-premios-emmy-2019-mejor-serie-comedia/
Lo del feedback, hoy por ti mañana por mí y la armonía, la compasión incluso, vaya usted a saber, hay veces que y sin embargo se mueve. El blues, un blues, cantar a la luna en un patio sin vecinos. En este cuento ¿hay lobos?, siempre hay lobos, agazapados, sonrientes, vestidos como cualquiera, conteniendo los aullidos hasta que, pueden despedazarte en dos bocados, si te dejas, coge el dinero y corre…No hay dinero…Entonces ¿qué haces aquí? …Buena pregunta, colega, la respuesta está en el viento y en la candidez, aquella exhortación a la bondad tiene la culpa, creo, yo qué sé. El fin se acerca, pecadores arrepentíos, los que no pecáis de palabra, obra u omisión también, todos. Hale, podéis ir en paz, esto es solo un blog ¿qué queréis?
Aquella mañana el ascensor se detuvo en una plaza y de ahí subimos al cielo, sin atajos, sin reloj, acurrucados en el escondrijo de querernos sin aun saberlo, tanteándonos como ciegos en mitad de un viñedo, en el escondrijo de un nosotros que levantamos como un himno, doblamos el mapa y tan pronto nos encontrábamos ahí como aquí, sin abismos, sin otra orientación que gozarnos en la mirada y los suspiros, con el sentimiento como un ramo de jazmines embriagadores, habitantes en la locura de lo imposible, desintegrados, enamorados sin mañana y sin equipaje, entregados, cómplices, amantes, tú y yo.
Bella, tú y yo necesitamos amor sin medida, amor rodando cuesta abajo, amor como un veneno dulce, amor de nuestros cuerpos sudando en la cama, temblando, gimiendo, mordiéndose los labios, amor que necesita otro cuerpo, el de ese corazón herido, ausente.
MIENTRAS CAE EL OTOÑO
Nosotros esperamos
envueltos por las hojas doradas.
El mundo no acaba en el atardecer,
y solamente los sueños
tienen su límite en las cosas.
El tiempo nos conduce
por su laberinto de hojas en blanco
mientras cae el otoño
al patio de nuestra casa.
Envueltos por la niebla incesante
seguimos esperando:
La nostalgia es vivir sin recordar
de qué palabra fuimos inventados.
Giovanni Quessep
en Quiero apenas una canción.
Antología, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2010.
Gillian Anderson
…Son importantes demasiadas cosas, el verbo, la palabra madre, las cartas vengativas que encuentro en los cajones con mariposas venenosas y rencor, las que no supe contestar, el rechinar de mis dientes, de las muelas con y sin juicio, un castigo, por eso nadie me ve, por lo que no hice, ¿será posible?, castigo de Dios que decían algunas abuelas, ¿Dios se mete en estas mezquindades?, que llevo bordadas mis iniciales en la ropa interior por sí, pero no, si no me ven ellas, como para sí, ¿bailas?, “¡no!”Tengo rotas las alas, sí, mi estatura mengua, mi apostura, mis pisadas son leves, se alargan mis adioses como trenes en una noche de estrellas negras, no me ven, no hay murmullos, ni fiebre, ni ojos detrás de las cortinas, inventario de infidelidades, cuadros torcidos, soy el que era, ¡eh!, pueblos desiertos, puertas sin llave, los alcaldes ya no bailan el aurresku y yo aquí, como un gato mojado pintado en la pared, un grafiti, no, soy un hombre, vivo, afilaré mis alas antaño escarchadas entre nubes rotas por aviones de plata, fiebre del miércoles noche, el que más, ahora el que menos, después de dos vueltas al mundo me he perdido en mi barrio, ¿quién soy?, la muerte como un búho en mi hombro de hombre, delicado, un san Tarsicio guardando en mi pecho lo sagrado, pasan los centuriones y nada, pasan los romeros de Almonte y nada, pasa todo dios y no me ve, todos fuimos alguien alguna vez, fui, no saben si soy, no me miran, párpados cerrados, mentes con cortinas, joder, voy a cortarme una oreja, curar la herida con luciérnagas y nieve, anegar mis pozos, proclamo mi sensación de inexistencia, la desposesión de mi caudal anímico, la resurrección imposible, la memoria, de mirar hacia dentro no veo lo de fuera, pero estoy, miradme. Estoy aburrido de que todo el mundo me ignore, de parecer invisible. Voy a teñirme el pelo de verde fluorescente.
(Suspiro)
Voy a teñirme el pelo de verde fluorescente. Estoy aburrido que todo el mundo me ignore, de ser transparente, de cristal. El domingo, cuando vaya a la playa, voy a pintarme una raya amarilla, una franja reflectante sobre mi prominente vientre. Que hablo y nadie me atiende. Eo, eo. Que me siento invisible, antes caminaba por las calles de mi ciudad y me hacían la ola. Hola. Que, ay, ay, ay, algo ha cambiado, que no me ven, que estoy en un semáforo, esperando, se pone en verde y los de la acera de enfrente me arrollan al cruzar, como una manada de ñus, como en esas películas de fantasmas, en eso me he convertido, en un fantasma desencadenado, solo que ni siquiera doy miedo, uuuuh. Y sufro, claro, cómo se sentiría usted si nadie te ve, pues así, mal. Quiero aclarar que lo que me preocupa es que no me vean las damas, las señoras y señoritas, que si no me ven los señores y señoritos me da igual, empiezo a no saber nada, excepto que no me ven, hey, que antes hacía zass y aparecía a su/tu lado, que alardeo de plenitud en la intersección de mi conflicto y es baldío el esfuerzo de mis brazos antaño potentes, sin pliegues musculares, flácidos ahora, desdibujados, estériles de ternura para acunar realidades, el hastío resucitado, aquí, enseñando mi rostro que pintaré, rayas verdes en las mejillas, morada y marchita la frente, un cromo, que me miren, que se sorprendan, soy, aún.
(sigue)
Wolfgang Harms (German, b.1951)
No regresan las amantes que perturban los sueños de Parker en las noches heridas de tristeza. Aquellas que desnudaron su inocencia desde la herida amorosa, la pasión como codicia, la nostalgia haciendo huecos, dejando sombras en las que se esconden los enigmas del abandono.
Sophie Calle es una artista que trabaja con la intimidad, a través de la escritura, la fotografía, los videos y el arte conceptual.
Interesante información aquí:
https://mujeresbacanas.com/la-artista-del-voyerismo-sophie-calle-1953/
https://calledelorco.com/2024/08/08/el-vaciado-de-sophie-calle-lucy-sante/
https://www.jotdown.es/2016/06/vendra-la-muerte-tendra-mis-ojos-sophie-calle/
https://lacastro.wordpress.com/2010/04/29/sophie-calle-durmientes/
https://arteslibertinas.com/artista/sophie-calle/
Está claro que no es necesario un algoritmo canalla para saber por dónde va el personal, de dónde viene y todos sabemos a dónde va. Los gustos, ah, los gustos. Hay también un componente de tiempo, el que cada uno/una dedica a lo suyo. ¿Qué es lo suyo? Pregunta un señor bajito sentado en las últimas filas (en realidad no sé si es bajito porque está sentado y tiene bigote, me lo parece, por la nariz, no sé, bajito). Lo suyo es un territorio inexplorado, virgen digamos, que se nutre de lo que no ya que lo que sí está oído cocina o sí señor o a buenas horas. Tiene que ver con la edad, con el empecinamiento y con el ansia por la cara oculta de la Luna. Dos. Tiene que ver con la nula resignación, con ese centímetro más, con el éxtasis a partir de lo sencillo, eso, que bueno, el éxtasis desde lo sencillo. Quién necesita un algoritmo si entre lo que dicen y lo que callan ya sabes si esa cojera es de nacimiento, un tic o el producto de un accidente con la vespa una noche que volvía de parranda, que no se puede estar a todo, escojo esa playa de ahí abajo, arena fina como harina, agua fría (catorce grados menos que la del Mediterráneo, un dato, ya ves, pero ese es otro hilo, para otro día), gaviotas no agresivas y el Pindo enfrente como un desafío. Luego llegará septiembre y no digan que no les avisé. Sophie Calle, descúbranla.
Parker mira a su alrededor, está acostumbrado a vivir con una coraza que le acentúa la mirada, la frase, la sonrisa, el gesto, la aparente fortaleza, la ironía. Tanto es así que muchas veces ni siquiera llegan a sus oídos las palabras de otros. A pesar de esto se siente tan necesitado de cariño, de ternura como todos. Este es un guion repetido desde que recuerda, lo de fuera disfraza lo de dentro. Sabe que detrás del oficio, del gesto autosuficiente, de la rutina de estar -ser honesto, legal, fiel, cumplidor, correcto, buen esposo, padre, hijo, vecino, ciudadano, trabajador, etc- tiene miedo, está confuso, quiere asimilar tantas aflicciones que se le acumulan por problemas, por trabajo o su carencia, por falta de intensidad, por lo afectivo, por el aburrimiento, por la necesidad de pasión, por los contrastes, por las añoranzas, por querer estar en tantos sitios a la vez y no estar en ninguno, por algún reencuentro con el pasado (que no pasa), porque la vida camina tan rápido que le deja atrás y es tan corta y es tan consciente de todo, está tan despierto que no se soporta más en una vida acorazada, de dormido, por consentir, por seguir haciendo lo que debe y no lo que quiere, por dejar de lado tantas oportunidades para ser el que es y seguir siendo el que no es, por no tener creencias, ni maestros, a nadie a quién admirar, nadie ante quién derrumbarse, nadie que le aconseje, que le señale otros caminos, por ser tan débil que debe ser tan fuerte, enérgico, aparentarlo, sacar pecho, pavonearse, presumir, seguir y seguir sabiendo, dios, sabiendo. Pobre Parker, en el fondo sabe que no hace nada para cambiar, tan apuesto con su coraza brillante.
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Charlotte Evans (British, b. 1981), Player 12, 2022
Sobre la intimidad de Parker. Que agosto se ha comido por la mitad y lo verde ha virado a paja y humo. Miedo a ser uno mismo, contar lo de uno a través de otro. Prevención, decapitar el rosal cuando empiece septiembre, por si acaso, por si se rebela. Parker eres tú y no lo sabías. El anillo de zafiro de su abuela y una moneda de plata, un legado, un recuerdo caro y doloroso. Parker lleva un bulto bajo el brazo, un paquete atado con bramante del doce, algo envuelto en papel de estraza, un misterio, no nos dice que hay dentro. Ella descubre el placer, nunca había sentido eso, así, se relaja, su cuerpo vibra, los susurros de Parker, además, hacen el resto. Influencia de la ternura sobre la mecánica, sobre la censura. El privilegio, ser conscientes, disfrutarlo. Asomarse a la ventana y ver el mar. El amor hecho añicos escondidos en la jarra del agua y disimulo. El infierno. Parker juega con lo valioso, con todo lo que sabe, el conocimiento da poder. Taciturno. Los símbolos. El día que se cerró el portón de la esperanza. Ver amanecer. El sacrificio y la obstinación. En mitad de la plaza, persignándose antes del adiós. Un lenguaje ciego. El otoño. El primero que diga su nombre pierde. Superposición de textos e intimidad, alguna foto. Cuando Parker miente sobre su vida y cuenta lo que no es, alcanza lo imposible de cuando es. No fumaban, apenas reían, no alababan a Dios, no quemaron a los herejes en aquella placita al sur de la ciudad, en provincias. El traqueteo humano, sin clamor y sin quejido, tratando de llegar en plenitud al invierno. Una mujer, un rival, un puñal, la huida, Parker en Cádiz. Una puerta cerrada con llave, una habitación sin ventanas. La primavera olvidada. La noche que Parker habló de su niñez. Solo hay hoy.
Pregunta: es todo esto una cáscara que simule, frases absurdas para rellenar el vacío, un sinsentido, ni siquiera una broma.
Respuesta: no.
Qian Han
Que no se puede uno fiar, que estornuda un hacker, un suponer, en California, en Corea y se van al garete escritos, poemas y poetas, números, todo perdido, en la nube, qué concepto, ¿quién controla todo esto?, ¿dónde van a parar los sueños con fecha de agosto?, cuántos comentarios con flores y caminos de baldosas amarillas, de ese color me he puesto, Simpson puro, mis zahoríes rabdomantes, los/as alienistas han desaparecido, presúntamente, víctimas de la confianza, sin back up, un estrago, tecnología chunga, fotografías borradas, pero bueno ¿en qué piensa ese Gates?, maldición eterna a quién no lea las líneas desde un centro no sé dónde hasta un corazón sí sé, o no sé, quién sabe, reggae de fondo, ¿Voulez vouz coucher avec moi? algo así me dijo y dije no, que no sabía, qué sabía yo si aún no sé, mi virginidad en un florero, admito duelos al anochecer, detrás de la catedral, conversaciones en, que el tiempo pasa y la tecnología es efímera, ¿quién diablos controla este invento?, ¿dónde se alojan nuestras emociones?, ¿tiene corazón internet?, ¿nos falta una póliza?, la nube, nosotros sí que estamos en la nube, podrías escribir un libro, pues claro, podría, podríamos hacer prácticamente todo aquello que me proponga, propongas, propongamos pero con este plan no sé si, qué, leches, se volatilizan los escritos, los poemas, los pobres amanuenses, los poetas vagan descontrolados con sus dedos ansiosos de teclas y de otros elementos táctiles más mullidos, suaves, dulces, terciopelo de sus pechos que desafían la ley de la gravedad, de la contención de mi dulzura derramándose por ellos, ya ves, al final siempre terminamos en lo mismo...
─Perdona, ¿qué es lo mismo?
─Eh, nada, nada, ya lo he solucionado. Mis disculpas, Gates…o Steve Jobs, quien sea, tú (alguien tiene que tener la culpa)
(Algo tenía que dejar aquí)
Por cierto, no se pierdan ustedes en estos caminos de alienistas y zahoríes.
Agur.
“El hombre de Río” (1964), no sé de dónde me viene esta tendencia a revisar películas antiguas. Un Jean Paul Belmondo, seductor, feo/guapo, dinámico, ágil, recogiendo los frutos de” À bout de souffle” siguiendo un género de aventuras que copiarían muchos, descubriéndonos una Brasilia que se creaba entonces (maravillas de Niemeyer), dando la mano a una jovencita Françoise Dorléac que se ríe y corre. Eso, un cómic del 64 para disfrutar en una tarde tranquila de agosto.
Es cierta tu memoria, no lo dudes, aunque se empañe de soledades, de visitas que estimas fugaces, de ausencias aun estando, de agravios de palabras no dichas, de manos no tomadas, de miradas perdidas, de cartas no escritas, de silencios.