El lenguaje al infinito
"Escribir, en nuestros días, se ha acercado infinitamente a su fuente. Es decir, a ese rumor inquietante que, en el fondo del lenguaje, anuncia, cuando uno acerca un poco el oído, contra qué se resguarda uno y al mismo tiempo a qué se dirige. Como la bestia de Kafka, el lenguaje escucha ahora en el fondo de su madriguera este rumor inevitable y creciente. "
El lenguaje al infinito (fragmento)
Michel Foucault
Abandono el observatorio y me voy a correr bajo el bochorno de este último día de agosto. Las riberas del Nervión están llenas de turistas. Un horizonte de clics. Sol naciente. Se han descubierto hermosos poemas bajo las piedras del paseo nuevo. Frente al Guggenheim unos turistas sonrientes me fotografían al pasar. La soledad de un corredor que madruga. Sudor. ¿Quién puede detener el tiempo?¿Pasaré bajo su ventana? ¿Estará abierta? ¿Qué sabía Cortázar? Las preguntas quedan prendidas en los tilos del paseo junto a la ría, mientras me alejo de mí mismo, me pierdo en una carretera a ninguna parte. Las grúas del antiguo puerto, golosas, se comen el eco de las zancadas solitarias.
Para mañana, por si me he ido, te envío en un sobre mis dedos recorriendo tu espalda.
Leviant, feo discreto
Diario de una mujer adúltera
Curt Leviant
Tiene cara de feo discreto y su obra ha cautivado a dos premios Nobel (Saul Bellow, Elie Wiesel) además de miles de lectores en todo el mundo. Tenemos ya en castellano una de sus mejores obras: 'Diario de una mujer adúltera'. Novela divertidísima, tocho playero, recetario de andanzas, álbum de nosotros mismos, enciclopedia de antiguos amores y de su retorno o esbozo (siempre conflictivo). Un 'Decamerón' actualísimo, novedoso, sorprendente. Todo lo contrario a una novela-río; más bien impresionista, inducida a partir del detalle, casi novela de pistas y de carcajada musicales; novela negra en un recorrido sentimental tan largo como la vida o llegar incólume a la cincuentena.
Tomando como base una reunión de viejos compañeros de estudios, siempre en estructura o baile coral, comienza a retratarse la imagen de una misteriosa mujer por la que dos de los protagonistas del texto (Guido, fotógrafo, y Charlie, psicólogo) son incapaces de aplacar algo más que una vieja obsesión. Búsqueda de la Mujer, en mayúsculas, al mismo tiempo que poético o sobrecogedor viaje a la adolescencia: los primeros tragos, el pálpito de vida, esa clase de diversiones que permanecerán en el recuerdo una vida entera.
Novela de un feo listísimo, Curt Leviant, estructurada a base de capítulos cortos, rocas de sedería, motores de una trama imposible de dejar atrás cuando se han vencido las treinta primeras páginas. Novela de un feo, o no tan feo, al que acabarán dando el Premio Nobel, ligerísima en su dimensión/ladrillo, por esa calidad de página que es velero, que no carga y huye del adjetivo como Hemingway huía de lo barroco, salvo para volver a emborracharse con su sempiterno güisqui/vodka a gollete, en plan bravo.
Entra Curt Leviant sigiloso en la literatura en castellano, casi en zapatillas, en una novela muy hecha, su gran obra, que guarda perlas a las que no dejamos de dar vueltas: «La transición entre nada y algo suele ser enorme. Como la creación» (pag. 77); «Se puede apagar una luz con sólo cerrar los ojos pero las orejas no tienen párpados» (pag. 72); «Las clases bajas tienen rostros baratos; la élite, aristocráticos. Y eso vale también para los dedos» (49).
Curt no olvida nada; por eso narra la belleza en su malabarismo o susto.
(Voy en la página 300 y pico. me está gustando)
(Después de tanto libro "·serio" necesitaba algo así)