Tabakova: Cello Concerto: II. Longing
Pedro M Martínez
Michael Cheval
No te empeñes, no es correcto
salir a las riberas del Sena cuando llueven oropéndolas con la cola amarilla, no lo es,
aunque tampoco enseñar las piernas en San Fernando (Cádiz) está bien visto y mucho
menos correr por las mañanas sin más apuro que el jadeo, la frente roja, algún
aplauso, dos zumos de tomate y no poder domar a las rodillas que ya no se
arrodillan.
Contar cuentos cada día es un
vano ejercicio de torcer la cintura a derecha e izquierda, el que se mueve no
sale en la foto, ir del coro al caño y viceversa, un engaño, chicos, un engaño.
Creerse el personaje es ser
nadie, lluvia, polen, burbujas en el barro, dulces hechiceros ardiendo en
fuegos sin humo, sin hogueras, sin censores que delimiten las miradas, mirada
hacia ese lado donde no pasa nada interesante excepto el tiempo, el que no es
nuestro. Seguimos.
Edvard Isto, The Attack, 1899
One, two, three, desde aquí puedo irme corriendo hasta la otra
esquina de la calle, a otra esquina de la siguiente manzana, de otro pueblo,
darme la vuelta, jadeando, sí, mirar la distancia, sopesar si merece la pena
regresar al punto de partida, recobrar el pulso, volver a pensarlo y justo en
ese momento llegan en tromba los otros corredores y ya he vuelto a quedar el
último de la fila, sé que puedo quedar el primero, el cuarto como mucho, pero
no quiero correr tanto de madrugada, que ganen ellos mientras incrusto
minúsculas piezas de relojero en el poema que intento escribir y no sé para qué
sirven, la verdad, pero hacen que esto, esto, parezca una máquina moderna de
luces, clinc, humo, jazz, música de pianola y camino a grandes zancadas
a su lado echando flores entre los bueyes y las ruedas como en una boda antigua
en Durango y creo que nadie sabe lo que ocurría here, there or everywhere en el
año del gato, en el 81, en el 93, vaya usted a saber, que no es necesario haber
nacido antes, que está eso de los libros, la historia, la voz y no me mire con
esa cara, no, al menos no de tan lejos que estoy operado y veo lo que leo y me
entero y ja, qué majo, un señorón, eso decía el Productor allá en la Casa del
Pueblo, con sus magníficos frescos de Higgins, con la ilusión de JT chorreando
en sus cuadros de colores con cabezas de vírgenes y de perros, con altares y
misterio, camareros sirviendo mezcal y chelas y aquello fue un gran momento y
tuve la suerte de estar allí sin ojos impasibles sino lo contrario, una sonrisa
entre los taciturnos visitantes del otro lado de la reputación, veamos, este es
un texto que empecé para E. y se me fue para un lado sin poder detenerlo, tomó
vida propia y así se queda, con el triunfo de la compasión firmado, dedicado y
en la ventana, es lo que tiene .
Me ahogo dentro de esta
escafandra de soledad. Entre nosotros (ella, yo) hay un océano, varias
cordillera, una mirada y su silencio, mi
mano que buscaba la suya tanteando en una pradera de prejuicios, costumbres,
calendarios y miedo, hay que decirlo, que la lluvia nos llevó por calles con
gentes que se guarecían bajo los alfeizares, que las escaleras que bajaban al
metro eran como un río de ojos que se clavaban en mi frente culpable antes de
ningún pecado, culpable por el solo hecho de estar allí, a su lado, en la
despedida, tan corta, tan torpe, mi camisa mojada, mi sentido común en los
charcos, mi soledad aún más grande cuando ella desapareció entre paraguas y
gritos, domingo partido en mil pedazos y yo allí, conmocionado, invocando a un
demonio que me cambiase el alma por un pasaporte rojo en el que se pudieran
alterar las fechas, no vino, recé entonces plegarias antiguas y tampoco se
produjo el milagro de ser otro, aquel, el de entonces, el de la fotografía
volando en Laga y sorteé el espejo roto, los mariachis, las maldiciones, el
cuarto vacío del hotel, los gritos en la calle, las detonaciones que confundí
con disparos, Coyoacán y enero como la cinta de seda en la meta de un maratón
que aún no he corrido. Escribir así ni siquiera es liberación, es confusión, es
borrar nombres de los mapas, cambiarlos, torcer las carreteras, los caminos, la
fecha en los billetes del autobús, los paraguas goteando en la bañera, mi deseo
de abrazarla y dejar que se desangre mi alma en remordimiento y dolor, pero
después, después.
El cortometraje PIANISSIMO, protagonizado por la violonchelista Margarita Balanas y producido por Holland Brothers, se construye en torno al segundo movimiento de Grāmata čellam (El libro para violonchelo solo), una obra icónica del compositor letón Pēteris Vasks.
Escrita en 1978, esta partitura surge como respuesta a una época marcada por el silencio forzado y la represión emocional, de la Letonia soviética. Vasks. Con un lenguaje musical profundamente espiritual y minimalista, nos ofrece un espacio de refugio interior. El cortometraje encarna ese espíritu: una joven música deja su país natal para estudiar en Londres y, en ese viaje físico y emocional, se enfrenta con la soledad, la ambición y la pérdida.
Desde el primer contacto del arco con la cuerda, Margarita Balanas demuestra una comprensión profunda del universo sonoro de Vasks: su interpretación no busca el lucimiento, sino la verdad emocional. El fraseo es contenido, íntimo, casi confesional. En los pasajes más delicados, utiliza técnicas como el sul tasto (deslizando el arco cerca del diapasón) para obtener un timbre velado, casi fantasmal, y recurre a un vibrato leve, apenas perceptible, que añade fragilidad sin perder claridad.
Su legato (la técnica que permite conectar cada nota con la siguiente de forma continua y sin interrupciones) es especialmente fluido: las frases no suenan como una suma de notas, sino como un solo hilo de pensamiento, un único suspiro que se transforma.
En cuanto a los pianissimi, esos pasajes tocados con extrema suavidad, Balanas los convierte en un ejercicio de contención expresiva. No son simplemente suaves, sino que rozan el silencio con intención poética, como si el sonido dudara antes de hacerse presente. Hay una emoción que no grita, pero conmueve: una tristeza elegante, una esperanza tenue. Es una forma de hablar con el violonchelo que exige madurez interpretativa y una sensibilidad extraordinaria.
La dirección visual de los Holland Brothers refuerza y expande este universo sonoro sin invadirlo. Con una estética cinematográfica austera pero emocionalmente cargada, los directores optan por una fotografía contemplativa, juegos de luz natural y encuadres prolongados que respiran con la música.
Cada plano parece construido para escuchar. La cámara no sigue la música con movimientos frenéticos; se detiene, espera, siente. La imagen se convierte en resonancia visual de lo que el violonchelo apenas insinúa: soledad, fragilidad, búsqueda.
PIANISSIMO ha sido destacado en espacios como el Peteris Vasks Festival y el International Cello Cēsis Festival, y celebrado por medios como Classic FM por su capacidad de tratar temas sensibles como la salud mental en músicos jóvenes desde un lugar de profunda honestidad.
Oye, llámame raro, di que me equivoco, no sé, un pálpito, respetos al máximo, pero uno no se mete con nadie y los trastornos de personalidad, si los hubiera, se curan, yo qué sé, que igual no, tú sabes, pero los amores súbitos siempre me han puesto de los nervios, que jugar al mus vale, tres envido, pero mirando a los ojos pego órdago, ya ves, qué cosas, escribir, cuidar reclusos o corderos, ser cetrero o funcionario de la cosa pública, que no me gusta que me toquen la cosa, no si yo no quiero, aquí mal que bien, escribiendo tan a gusto y llega el león sordo y se come al explorador (es un chiste, otro día, con más tiempo, lo cuento, es muy bueno), que hay fijaciones, un conocido mío se encaprichó de una castañera y estaba a la cola cada dos minutos, por cierto, tampoco me gusta estar en la cola, que no me toquen la cola, para eso de la cola soy muy mío, en realidad soy muy mío para casi todo, pero amable, eso sí, incluso si me lo propongo puedo ser educado, hasta un límite (exacto, cuando me tocan la cola o me quieren (intentan) mojar la oreja), que no digo que esto sea un lío pero yo me entiendo y si tú me entiendes pues es que he acertado, si no, pues eso, seguimos tan ricamente con la poesía interiorista, la cecina de León (no confundir con la de león) y las fotógrafas que no dan autógrafos ni se autografían que bastante tienen con aguantar a su santo que es majo (+ o – tampoco echemos las campanas al vuelo) pero tiene ese problema que te digo – puedo tutearte ¿no?- que cuarenta mil espectadores viendo un partido de fútbol y me caga a mí la paloma, es otro chiste, los cuento mal, soy más de lo romántico, incluso de lo simbólico, pero si tengo que dar un puñetazo en la mesa lo doy, te lo voy a contar, nunca he dado un puñetazo a nadie, que recuerde, lo tengo prohibido, por lo militar y por lo religioso, tranquilo, en defensa propia quizás sí, o correr, yo qué sé, según el caso pero otro día lo hablamos con más calma, ahora me toca la medicación y para eso sí que son rigurosos ¡voy!, que digo yo, ¡¡¡voooy!!!, lo siento, que me llaman, hasta otro día. AAh, sí, Lezama Lima.
En un programa de radio escuché el
sábado pasado una entrevista a Vicente Molina Foix. Entre otras cosas le
preguntaban si recordaba cual fue el primer libro que le regalaron. También
habló sobre un tebeo que le gustaba “El Cachorro” (el entrevistador no lo había
escuchado nunca).
Pensé en ese mi primer libro (alguno me regalarían antes) y curiosamente recordé que fue “La venganza de don Mendo” de Pedro Muños Seca con prólogo de Jacinto Benavente y con ilustraciones de Enrique Hereros (la octava edición para más señas). Me lo dio mi vecina de arriba y seguro que le pareció que era adecuado para un niño tan pequeño. Aun así me aprendí de memoria muchos de sus versos y ripios (los recuerdo). Todavía lo conservo, una joya (para mi).
Recuerdo perfectamente “El
Cachorro” de Iranzo, tenía muchos de sus números. Una maravilla de tebeo (hoy
sería un comic o una historia gráfica)
https://www.pasajeslibros.com/libros/la-venganza-de-don-mendo/9788417146283/
https://www.textos.info/pedro-munoz-seca/la-venganza-de-don-mendo/ebook