Sir Sean Connery.
Un
necio presentimiento se ha sentado en mi corazón y corre una cortina de plumas
y tempestades, alguien canta un tango y no eres tú. Los maquinistas se afanan,
hay una manzana sobre el tapiz de la mesa, hay un jilguero, hay un vaso de vino
amargo, hay una revista abierta en la página central con la fotografía de una
mujer desnuda, en el margen, a bolígrafo, está escrito: mayo 1998. ¿Entiendes
algo?
Estamos a la par, tú no me llamas yo no te llamo. Pero debes saber que espero tu llamada con ansiedad, que lo sepas. Añoro todo de ti. Esa canción mezcla de Gainsbourg y boleros a 45 rpm, ese susurro de gallos y roce de espejos, el nerviosismo por equivocarme de chalet, de puerta - cielo, sabes que todos me parecen iguales-, el reto de adivinar el color de tu ropa interior, la dirección de tu humor, si lo haremos en el sofá o en la habitación de invitados –descarto lo de la alfombra por lo de mi espalda-, si accederás a la postura de la controversia, si me besarás los párpados, si has comprado ginebra y angostura para los vermuts de después, si bajaremos las persianas o desafiaremos la crueldad de la luz, si dejaremos las puertas bien cerradas, eso. Jo, llama.
Parker desconfía,
después de tanto tiempo de gira duda que vuelva la misma mujer que se fue,
demasiados halagos, aplausos, críticas elogiosas en la prensa, flores en su
camerino, lo sabe, lo sabe, ha seguido sus actuaciones por la prensa. No le
importa, casi prefiere que vuelva otra, estaba aburrido de que aparentase una
sencillez que no tiene, le gusta más de diva, de reina a punto de abdicar en la
apoteosis de sus cuerpos mezclados, de los jadeos y el carmín de su boca pintada tatuándole,
sí. Pero, en el fondo, Parker recela.
Parker
se vuelve a contar los dedos, uno a uno, da vuelta a los malignos planos
y lo que estaba arriba ahora está al oeste, ha pintado de amarillo la viga maestra y
hay pájaros en los balcones, en el del norte y en los dos del sur. Es el
momento exacto para cambiar de profesión y volver al principio. Lástima que
apenas recuerde donde empezaba la historia, solo de vez en cuando intuye quién
fue.
Por supuesto el pasado ya no sirve porque está lo del zumbido y lo de la pandemia.
Y
eso sí que no, así no hay quién escriba con coherencia.
Qué
rabia.
Nos detuvimos en un pueblo. Pasó un entierro. El segundo
ataúd estaba cubierto por un echarpe blanco. La comitiva estaba precedida por
una banda de música. Al autobús subió un policía que recorrió el pasillo y en
su mirada había un reto que se posaba como un pájaro negro en los párpados de
cada pasajero. Desde fuera nos miraban caras oscuras, serias, también niños y
mujeres que ofrecían comida, agua de
colores, fruta, botellas de mezcal,
alebrijes. Dentro, el aire estaba lleno de relámpagos, como si el aliento de un
buey de temor inundase cada rincón. Seguimos.
En aquel tiempo mandaban a sus
hijas a Londres. Ella fue sola. Me lo contó al lado de una escultura de
Chillida. Lloraba recordándose sobre la camilla. No supe qué decir.
.
https://elpais.com/elpais/2011/11/24/actualidad/1322120268_850215.html
Parker hace cálculos y cree que levanta puentes, es curioso esto de la arquitectura del aire. Por alguna causa, cimientos, vientos, malos cuentos o algún segmento mal acotado, el paisaje se llena de tapias Parker con resorte y no hay quién vea las otras huertas, ni el horizonte, ni a la vecina tomando el sol desnuda, ni nada de nada.
Está también lo de las zarzas.
No te muevas, ahora no. En lo oscuro estoy mordiendo estas frases para que mañana las entiendas, cuando vuelvas al estúpido sueño donde nunca debiste entrar. Tengo los brazos tatuados de flores de sol, de sangre, tengo un arma en tu garganta, tengo un rojo manto de odio sobre los hombros, tengo tantas ganas de romperme la puerta del alma y contártelo que como sienta que te mueves no sé qué seré capaz de hacer. Quieto ahí, el otoño se deshoja en olvido, mutila la esperanza de un invierno afilado, llena de obscenidad los recuerdos que no fueron, me asaltan los rencores y grito por las calles, me es igual el estado de alarma, ¡no me mires!
Algunos señores mayores se enroscan en un ya lo sé y caminan a pasos cortos, titubean, escogen siempre el norte porque el sur está lejos, suelen ser sordos de un oído, no cambian de idea ni a tiros, su equipo es el mejor y como sigamos así no vamos a tener tiempo de olvidar. Todo es como siempre ha sido y el futuro es un engaño. La nostalgia es un engrudo. El progreso es un atraso. El ayer nunca será mañana. Antes sí que sí. Ay si yo te contara. Se ha perdido el respeto, la urbanidad, la educación, el temperamento, la cartera, el tranvía, darrera d'aquesta noia vaig jo, cada uno llevaba su cántaro y de tanto ir a la fuente al final se rompía. Para música la de antes, no estos gorriones de ahora que no saben ni lo que cantan. Stones, Beatles, Kinks, CSN&Y, BST, Van, Band, Joni, Dylan. Bueno, estamos en otro siglo, en otra dimensión, quizás no te guste nada de lo que cabe en esta playlist, pero no digas bah, haz un esfuerzo, inténtalo, está hecha con mimo, con cariño, como todo, aquí. Algo sobrará, algo faltará. Este señor mayor va y viene, se choca consigo mismo y contra otros, maldice detrás del muro. $#%*ç}{ç “|✔✔×Maldición.
https://open.spotify.com/playlist/4HL7ZJzUUlX1AFdGX9kT19?si=fK-51fFDSZe0BfmDiMz1-g
En el azar está
el instante de intento constante. Intentar contar, aquí dentro, lo
que ocurre, ahí fuera. Definir qué ocurre. Intentar que ocurra a
partir del propio intento. Intentar la poesía más allá de la palabra. Inventar
el poema desde el sentimiento de la no palabra. Del grito incluso. Es decir.
Generar la historia que prenda la mirada con ganchos de interés. Lo irreal.
Buscar la historia compartida a partir de aquello que conmueva. Lo real. El
acontecimiento. Interés. Imposible la mirada desde el cotidiano despliegue de
voces. Sólo. Hacer partícipe del suceso. Sin abstracciones. Buscar al
protagonista en el coro. Dejar que transcurra la actuación bajo el foco que da
relieve, que hace más grandes las letras en los carteles, que eleva el nivel de
en la sangre de, que llena el anfiteatro de silbidos o de aplausos. Hay que ver. No sé yo si…
Vino
el tiempo de los que se cambiaron de camisa, del negro al verde, luego roja,
después blanca, no sabías con quién hablabas, que les veías desde fuera y no
les conocías, que disimulaban tanto que no había tiempo para asimilar el
trueque de máscaras, de casullas, de ideas caprichosas, que hoy era
blanco, mañana estaba transparente, nadie veía lo que venía, tormenta o sirimiri,
llovizna, calabobos que también se dice y bobos o algo peor éramos, lo somos
aún en las filas de una aparente indiferencia, ajenos, con la pintura lista
para mimetizarnos en cuanto se oculta el sol, cuando sale la luna, ay, la luna.
No
me canso de esta presunta poesía, tiene la ventaja que no te mojas, no te
manchas, sorteas la baba negra con laberintos y ciervos sobre el altar de lo
inaprensible, utilizas el alfabeto de los náufragos. Me atraganto con tanta mentira.
En el margen, justo en el punto ciego de la pureza. Nunca he tenido facilidad para idiomas ni lenguas muertas, estudio la geometría de la osamenta, sueño bajo las mariposas azules que abrevan en la mirada limpia, aparto del espanto las sombras de los enamorados. Me rindo.
Viaje de ida con
cifras a la espalda, sangre, sudor y lágrimas por carreteras que corren por
pueblos diminutos, montañas envueltas en membrillo de nubes, escarcha de
nombres, azucenas amansándose en la garganta, los recuerdos que afloran,
tímidos primero (el chalet ahora abandonado, que nos metíamos en la cama el viernes
por la noche y no nos levantábamos ni para comer; las persianas de las ventanas
que daban al camino, cerradas; el culo empinado de E. cuando se asomaba para
ver los peces rojos tiritando en el cauce transparente del arroyo bajo la
cocina; nuestros cuerpos dándose calor; juegos desnudos; mi niña E. que dio
vuelta a mi vida, que la llenó de amarillos pétalos de diferencia,
etcétera), el pantano detenido, con juncos helados, pellizco de árboles
blancos, frío en las orejas aguzadas por el silencio, tanto olvido, aroma de
nada, calma en mis manos cóncavas que reciben cuchilladas de la nostalgia,
creciendo (que tenía MC tanta necesidad de amor que se entregaba sin
medida a nuestra impaciencia; que se perdía su caudal de Caperucita equívoca
por bosques absurdos; que enfrentaba mi razón y mi instinto; que nunca fue; que
murió de forma trágica después de una vida trágica; justo paso ahora por la
casa donde nos vimos por última vez, etcétera) soledad de campos con
aves de paso acurrucadas en el vacío, caseríos salpicados por las laderas, unas
ovejas mudas, un caballo, un gato que huye por los charcos, una bicicleta en un
balcón, el coche del panadero, el camión del butano, mi coche atravesando el
ahora y el ayer, mi memoria arrodillada (A, su padre desaparecido; su
madre vestida de rencor; ella y yo entrelazados en la torre, jadeantes mientras
B nos miraba, excitada, desde la puerta; la única vez que he amado sin deseo;
que era un engaño aquella pasión; que los dos queríamos otra cosa; que me
sentía sucio, confundiéndola, traicionándome; etcétera) la ermita
destacando entre los pinos, suena una campana que acaricia mis oídos como una
hebra de luz, me duelen las costillas de recordar, lástima de vida que corre
tan rápido, que me deja atrás en esta mañana brumosa que se mece por carreteras
que había olvidado, por nombres que me muerden como perros negros, que se me
abren las heridas y también fui ese, viaje de vuelta.
Desde el andén. Ay, mi bella amante en tu plenitud, tan inteligente,
sensible, dulce, especial, diferente, sonriente a veces, llorosa otras,
deliciosa siempre, apasionada, milagro al que quiero besar la mano en esta
mañana luminosa, regalarte mi mirada limpia, mi promesa de que intento con
todas mis fuerzas poder corresponder al caudal de emociones intensas que dejas
en mi puerta, así, como si nada, de forma natural.
Quiero acariciar tu frente para que estés tranquila, feliz, relajada antes de tu viaje, aunque te vayas tan lejos y no nos veamos nunca más. Después, recoger los pañuelos mojados de lágrimas, tenderlos en una cuerda sobre la vía de ese tren que te lleva a no sé dónde, acurrucarme entre las piedras de las vías y quedarme ahí, inmóvil, indiferente a la locomotora de la tristeza que viene a toda velocidad y que de forma irremediable me arrollará. Buen viaje.
Desde
2007 este Glup 2.0 intenta ser un blog, todavía hoy. Un blog es un blog, aunque
esté desenfocado, de hecho no se le puede pedir más. Está empapado de colores,
palabras, ojos que miran. A veces las imágenes se comen texto y concepto, ya, lo sé. Los textos ajenos se apelotonan y se superponen, se mezclan y apartan, disturban, distraen.
Llevo tiempo intentándolo, ni sé los días. Se trata de un clic. Pero no sólo.
Hay un lenguaje, uno se asoma a la azotea de la bitácora, aparta al remolino de
estorninos y ve un panorama; eso si no es de noche o hay niebla o el que se
asoma es ciego. Hay un estilo, está feo que lo diga, está feo hablar de lo que
hace uno, sin embargo en un blog se habla de lo que hace – y de lo que no hace-
uno, a veces de lo que hace uno con una, o sea dos, o sea, uno doble, o sea
voces en el desierto, nada. Se me han caído las hojas, amarillas, mustias, me
pongo la piel de otro, los ojos de otro e intento no resbalar por las escaleras
que bajan al cansancio, al olvido. Son estos días invisibles mientras llega lo
que no llega. Aquí sentados, esperando, nos. Mala cosa esta de escribir sobre
el continente en vez de llenarlo de contenidos, de vaciarme de amores, o
rencores, o aniversarios como frágiles velas flotando sobre los nenúfares en la
oscura charca de la noche. Un
blog es un blog, aunque esté desenfocado. Este Glup 2.0 ahora en este año de la pandemia todavía intenta ser
un blog. Gracias por seguir viniendo.
Lo han hecho otra vez (o yo, no sé).
En agosto compartí un vídeo de un grupo
de hard metal y de forma fulminante FB me cerró el muro por 24 H. Les dije que
no sé noruego pero nada.
Como cada día, ayer me recordaron lo que
compartí en años anteriores. Una foto de hace tres me pareció curiosa y la
subí. Total, otras 24 horas de retirada de carnet.
La foto (borrosa) en cuestión era de
Adolfo H. sonándose los mocos (no es broma). La encontré en alguna revista y me
pareció muy curiosa, muy desmitificadora, muy normal. Creo que a nadie se le
ocurriría que es apología de nada, a FB sí. Pues eso, 24 horas en estado de ver
pero no se tocar.
Estoy harto de algoritmos censores.
Al salir del confinamiento, lento,
muy lento, las ideas tomaron sentido, forma, encajaban poco a poco. Podía
distinguir el contorno de un animal aún indefinido (podría ser una vaca, quizás
un alce, un perro negro), nubes, un rostro borroso no se sí de ángel o de
extranjero.
Ya
no tiene ningún sentido esta colección de palabras, sonido de un
grillo que se desliza por la blanca camisa de seda que en la percha espera la
fiesta, convencimiento de que S es igual a M tanto como a G y que todo el
alfabeto es la misma letra, silueta de la mujer que acaricia lánguidamente a su
gato, la mirada crítica del que sabe, la frase amable del que ha leído otra
cosa con sus gafas sin graduar, silencio de los camaradas apoyados en el muro,
poetas subiendo una escalera mecánica con una rosa en una mano y un humeante
vaso de leche en la otra, geishas que envían sus fotografías, desnudas, sin
cabeza, alzheimer, desmemoria, olvido de nombres, plazas, estremecimientos, la
alfombra sobre la que nos amábamos, temor al extranjero, al diferente,
evocación del 2.019 sin mascarillas, cáliz en el altar roto por el terremoto,
exorcistas atentos en el punto de salida, fórmula que se está agotando en este
océano donde todo está por decir y sin embargo, búsqueda en los cajones de la
memoria para atrapar golondrinas al vuelo, saber que el eclipse alteró mi
percepción y ya nada es como era, días luminosos, noches inundadas de luna,
cobijo en el vientre de un animal que salta por las estancias con candelabros
sobre las mesas engalanadas, olor a
resina, poemas colgados de las paredes, poetas cabeza abajo, yoga de la voz,
escribo por mí y para ti, solo para ti, suelto palomas de versos al aire
detenido del comienzo de una semana de octubre.
Me voy a la cama pero
antes me pierdo en tus ojos, me busco en tu escucha atenta, me crezco entre la
hiedra de querernos así, como adolescentes asustados, ilusionados, maravillados
porque aún sean posibles los milagros cuando ya nos habíamos borrado de la
nómina de creyentes, de la relación de regantes de olivos en Jaén, de
malabaristas ebrios que saltan de tu ventana a la mía, se retuercen, gritan y
viviría en tus caderas o cerca de ellas, encaramado al andamio de besarte el
ombligo, los músculos de tus brazos, la barbilla, entraría de cabeza en tu sexo,
te nadaría por dentro hasta conocerte entera, espeleólogo de tu intimidad, con
mi uniforme de submarinista, con mi curiosidad de novicio, con mi hambre
insaciable de ti porque te descubro facetas nuevas cada día, resquicios por los
que me cuelo y fisgo en tu interior y me siento ahí, escuchando tu respiración,
tus vertientes, tus subidas y bajadas a territorios que ni imaginaba, pobre
hombre limitado a disfrutar del prodigio de haberte conocido justo ahora cuando
ya las aguas se retiran, cuando la tormenta amaina, cuando el sol se esconde
entre la niebla, reina de mis 25, antes de mis 18, emperatriz de mi actividad
amorosa, diplomada en hacerme feliz, enmarco tus suspiros y los cuelgo en la
pared de mi yo, donde me reúno conmigo mismo, con mis circunstancias, con mi
soledad antes de irme a dormir. Buenas noches.
Es igual, el caso es que he visto su luz, he escuchado su voz y la pandemia había terminado. Como si se tratara de un pase de magia han empezado a brotar flores entre las baldosas, las calles están llenas de arcos iris, los señores con corbata, buzo o arpillera al hombro sonríen, las damas agitan los bolsos de la compra –unas- y los bolsos de cocodrilo –otras-, algunas agitan los dos a la vez. En una esquina ríen dos niños y el coro infantil de Viena les acompaña. Un joven me cede el paso y golpeo mis tacones en el aire Kelly, una dama acalorada tiende su chaqueta sobre un charco y debajo está el olvido, chapoteo con claqué ¿qué? y empujo a los pobress gansoss hasta el límite insoportable de ser feliz. Es curioso, que fácil es todo, sumo dos y dos y me da dos. Increíble.