Talita se corrió un poco en la cama y se apoyó contra Traveler. Sabía que estaba otra vez de su lado, que no se había ahogado, que él la estaba sosteniendo a flor de agua y que en el fondo era una lástima, una maravillosa lástima. Los dos lo sintieron en el mismo instante, y resbalaron el uno hacia el otro como para caer en ellos mismos, en la tierra común donde las palabras y las caricias y las bocas los envolvían como la circunferencia al círculo, esas metáforas tranquilizadoras, esa vieja tristeza satisfecha de volver a ser el de siempre, de continuar, de mantenerse a flote contra viento y marea, contra el llamado y la caída.
(Rayuela. Capítulo 53 .-. Julio Cortázar)
SUNSET BOULEVARD (BILLY WILDER, 1950)
Un día después, aún emocionado, en estas tardes de enero que ya se alargan, buscando los minutos para poder juntar las palabras que se me agolpan detrás de la tapia del alma.
Quiero escribir sobre un hombre que mira al mar. Escribo y borro, escribo y borro. Aún no soy ese. La música ha cesado, el tiempo pasa tan rápido y me encuentro con esta edad en la que apenas me reconozco pero es.
Emocionado dije, y agradecido, abrumado por tanto cariño. Es lo que tiene dejarse llevar por el sentimiento, disfrutar sin reservas de la sensibilidad de loo que uno es.
Ahora lo sé, me hacía el duro para defenderme, reía para no entrar en el instante que no se recupera, en los adioses, en las despedidas tocándonos la punta de los dedos, lo presentido.
Yo qué sé, un día después, estoy feliz. Esto va así. Nadie se libra de los momentos malos, de las tragedias. Hoy me río, que dure. Os abrazo, a los que me felicitaron y a los que lo pensaron.
Es bella esta amistad sin rostro, ni manos, ni caricias.