Amber Hakim

martes, 30 de junio de 2009

Carta a la amante distraída.

Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento, el momento en que el hombre sabe para siempre quién es. (Borges)


Amor, te escribo en la alborada, no puedo dormir y Saturno devorando a su hijo se aparece en mi duermevela. De esta noche me vuelve un mal sueño sobre un camino imposible con tres largas sombras proyectándose ante nosotros, un sol naciente y cuatro escaleras a ninguna parte, ya ves, pesadillas. Te agradecería que no las interpretes, no ahora mientras escucho un “Servicio de la Festividad de los Locos de acuerdo con el uso de la Iglesia de Sens”, una salmodia mística. No recuerdo si lo escucho o leo una reseña de esa grabación pero me gusta el título. No solo eso, también me gusta añorar el aroma de mimosas que me trae a mi abuela que murió cuando yo tenía cinco años y que fue mi primer dolor o, por esas mismas fechas, bañarme en el resplandor recién descubierto del Parque nevado.

Creía que mis cartas a mi anterior esposa, ya sabes, eran lo más bello, lo más sentido que había escrito, lo que me salía de lo más profundo. No sabía que no, que no era yo, que era otro qué por dentro me buscaba lo imposible: volver a vivir lo no vivido. Y esa búsqueda era como un sonido gorgoteando desde una garganta de otro mundo, escondida en la ilusa y brillante superficie en la que me reflejaba. Entonces no sabía que no le hablaba a ella, que lo hacía al sueño roto de un niño perdido en el ayer y qué, sin embargo, tenía los bolsillos llenos de piedras redondas para señalar el camino de regreso.

Pero algo he aprendido desde entonces, no mucho, pero sé apreciar que ahora te escribo desde mí hondura, perdido otra vez, ahora en ti, pero mirándote a los ojos, frente a frente. Ahora sé que las cartas que te envío son las más hermosas de las que soy capaz, las más íntimas, las más sensibles. Puedo percibir mis palabras saliendo fértiles, inagotables, reales, ricas, intencionadas. Y sé que te hablo de forma tan natural, tan cierta, tan veraz, que la belleza va implícita en su propia sinceridad. Sé que la hermosura está dentro, diga lo que diga, porque tú estás aquí, ahora, incontaminada, mujer de Klimt, desconocida, oh, tan desconocida y sin embargo deseada y temida, ansiada, cerca, lejos, tanto, tanto, con un cuchillo misterioso en las manos cruzadas, escondidas detrás, en la espalda y me arranco la camisa y dejo mi cuello desnudo a su filo de tristeza, mujer fluvial, a la que veo entre luces de luna caprichosa, ora menguante, ora llena, cuando no hay nubes, cuando no me aplasta un dolor de piedras, no quiero este dolor, no quiero volver, prefiero, sí, sí, estar ladrando aquí, en este bosque que no conozco, en este camino por donde transitamos alborozados, absortos, topos ebrios perdidos en un túnel.

Aunque, no temas, no estoy en el límite, puedo quererte aún más y más, bucear en tus aguas, treparte, dar fuego a tus puentes, saltar dos o tres pasos más allá y llevarte de la mano hasta el borde. Incluso puedo saltar al abismo abrazado a ti.

Maestra, quiero decirte que has abierto la puerta del espejo y ya no hay regreso. Puedes distraerte, llenar tu ropa de cascabeles o irte a París, es igual, estamos enredados y las tijeras no pueden cortar los nudos, somos cómplices y las calles están llenas de sombras furtivas y desconocidas tras nuestra miopía. Dame tu brazo para que no caigamos en los callejones, en las oscuras calles que bordean la avenida.

Corre, el arco iris sigue en el cielo.
¿Llegaremos alguna vez más allá del mar?





lunes, 29 de junio de 2009

Dial.


Hoy cambié el registro, se movió el dial.
Nos mintieron, dijeron que este invento nos haría libres, mejores, ricos en sentimientos, que alcanzaríamos una óptima comunicación entre iguales. Mentira.

Después de una lectura imaginamos una cara a nuestro gusto, unas manos que acarician la soledad, un pecho que recibe nuestras lágrimas, una voz que siempre dice cosas bellas o tristes o graciosas. Nos engañamos. Pero sabemos que la vida es un engaño.

Reproducimos los mismos esquemas que en la vida real. Tan egoístas, deseamos compulsivamente que nos quieran, que nos hagan caso, que nos mimen, que seamos únicos, tenemos celos de los otros, impulsos de rabia, frustraciones, soledad, miedo, un cúmulo de emociones fluyendo quien sabe por qué incomprensibles, insondables sistemas.

Sin saber cómo, un día te ves envuelto en un problema. Primero literario, aunque ese lo resuelves a golpes de versos, oficio y emocionados poemas de cristal. Pero luego los sentimientos te saltan a los ojos, te muerden el corazón, sufres con los sufrimientos de otros, te das cuenta que la soledad no es privilegio de ningún país, idioma, sexo, condición social y que esta comunidad universal es solo una mujer o un hombre temblando de miedo bajo un cielo inmenso, lleno de estrellas, de dioses invisibles.

Uno siempre fue un romántico pero besaba a su amor en los portales, en los parques, en la última fila de los cines, en los pórticos de las iglesias.
Uno siempre tuvo la cabeza en las nubes, pero abrazaba su cuerpo desnudo al cuerpo desnudo de las mujeres que amaba.
Uno no sabe muchas cosas, es cierto, pero las que sabe, las que siente, las defiende con todo el alma, con toda las fuerza.
Uno sabe que la vida es tan corta que no se puede perder ni un segundo en lamentaciones.

No sé a que vino todo pero no tengo tiempo ni ganas de enmendarlo. Me ha salido a borbotones. No lo corrijo, no tengo tiempo.

En referencia a todo aquello que no digo, Benedetti dijo:

...querría que en mi amor vieras todo eso
y que vos muchachita
con paciencia y cautela
sin herirme ni herirte
rescataras de allí la luna y el río
los emblemas rituales
los proyectos de besos o de adioses
el corazón que aguarda pese a todo.


domingo, 28 de junio de 2009

Orden (2)

Pequeño y triste petirrojo.

Oscar Wilde llevaba
una gardenia en el pico.
Color gris, color malva en las piedras y el rostro,
más azul pedernal en los ojos, más hiedra
en las uñas patricias, ebonita en las ingles de los faunos.
No salgáis al jardín: llueve, y las patas
de los leones arañan la tela metálica del zoo.
Isabel murió, y estaba pálida,
una noche como ésta.
Hay orden de llorar sobre el bramido estéril de los acantilados.
Un violín dormirá? Unas camelias?
Y aquel pijama rosa en pie bajo la lluvia.

Pere Gimferrer.


Un mal día la empresa quebró por saturación de líneas, me quedé en el paro. Con tanto tiempo por delante me aburría, echaba en falta la pantalla de cristal verde, mis gafas reflejadas en ella.

En mis paseos por el parque me presentaron a una señorita, Maria Eugenia Julia, paseante como yo, con la que inicié una hermosa amistad. Una tarde le invité a subir a mi piso y allí, nos conocimos carnalmente. Aquí empezó el problema, su respuesta sonora estaba llena de ays, uff, ooooh, ahhh, asíiii, sigue, sigue e incluso me recitaba poemas de Neruda durante el coito. Cuando se marchaba, me miraba al espejo, desnudo, y no advertía ningún cambio apreciable en mi anatomía por lo que no entendía el porqué de aquel derroche de expresividad. A pesar de repetir nuestros encuentros dos veces más, corté mi relación con aquella exagerada.

Poco después logré un empleo como portero informático y volví a las relaciones fijas con profesionales qué, chico, te sale más caro, pero evitas sorpresas.

Hoy es el día en el qué, dado que mis ingresos económicos han aumentado, mis relaciones sexuales son quincenales, es decir de 73 ah, ah, ah anuales. Así estoy feliz.
Pues eso.



sábado, 27 de junio de 2009

Orden (1)

Cuando Carson Napier salió de mi oficina para tomar un avión que lo llevase a la isla de Guadalupe, y luego partir con destino a Marte en la gigantesca nave espacial que había construido con tal objeto, yo estaba seguro de que nunca más lo volvería a ver. No dudaba de que sus grandemente desarrolladas facultades mentales, medio por el cual confiaba ponerse en contacto conmigo, me permitirían recibir una representación mental de su imagen y comunicarme con el; pero yo no esperaba recibir ningún mensaje después de que él hubiese hecho el primer disparo para poner en movimiento el cohete. Yo suponía que Carson Napier moriría pocos segundos después del comienzo de su insensato plan. (Perdidos en Venus .-. Edgar Rice Burroughs)


Desde niño he sido un maniático del orden.
Me gusta tener todo bien organizado, clasificado y comprendido.
Durante mi vida, a pesar de mi soltería, mis relaciones con mujeres han sido abundantes.
El problema es que siempre me han preocupado sus manifestaciones sonoras.
En mi primer encuentro íntimo -tardío, ya- a los 25 años, ella exclamó durante el acto: ¡Oh!
El segundo, a los 28, fue un fracaso y ella dijo: ¡Bah!.
El tercero, a los 31, estuvo peor; ella no dijo nada y se marchó dando un portazo.

Reflexionando sobre esto llegué a la conclusión de que no había uniformidad entre gritos y silencios y dado que mi trabajo me absorbía - era vigía informático, siempre delante de un monitor, no tenía tiempo para cortejar a las damas -, opté por solicitar los servicios de expertas profesionales que con periodicidad mensual, me liberaran de mis necesidades eróticas.

Doce veces al año, durante los diez siguientes, escuché, con precisión mecánica, sus ah, ah, ah - ni uno más ni uno menos -. Debo decir que las mujeres cambiaban -según la agencia- y que no logré una amistad duradera con ninguna de ellas, limitándonos a hablar sobre el tiempo y cosas así, pero me alegré de la coincidencia en la cantidad y frecuencia de los gemidos en mi oído. Eso era.

(Sigue)


viernes, 26 de junio de 2009

Impreciso.

Yo tenía dieciseis años...
en el corazón, pero no tenía
ni un solo lugar dónde colocar
el sentimiento de mi inocencia.

(Genet)

Pienso en entonces y es ahora, una plaza dónde cabía el mundo y no cabían los coches, que no había, ni los viejos paseantes, ni el invierno, sólo tu silueta, ni siquiera tú, que no eras, nunca fuiste sino el espejismo, la que nunca, no un deseo, no una idea, algo más hondo, intenso, primigenio, lo que no se entiende, pero duele, lo que sujeta el alma y la domina, la que ilumina la vida y la disturba, la vuelve del revés, que da sentido, principio, colorea la espera en las esquinas, el ansia, premonición, error, acierto, voluntad clavada a un nombre, el tuyo, repetido, soñándote en mil noches, obsesivo, mordiéndome los puños al no verte, rota la lengua cuando no te hablaba, era ayer –recuerdo- y es ahora, curioso tiempo circular que vuelve y somos, ay, amigos, tal vez, nos conocemos, cambiamos confidencias, sin apuro, bella entrega de historias medio ocultas, de pasado, de emociones, tus padres, los míos, otras parejas, amores, el tiempo –otra vez- que va corriendo y nos deja más cerca del otoño que del brotar de flores, más lejos de aquella plaza dónde cabía el mundo y sin embargo no nos abrazamos una tarde que llovía, no buscamos la oscuridad para besarnos, no vimos que esto no es un juego y que la vida –oh, paradoja- estaba escrita desde antes, desde un principio impreciso, remoto, desde siempre.






jueves, 25 de junio de 2009

Spotify.


Hoy cambio el tono del blog
Para quién no lo conozca os presento el invento Spotify.
Básicamente es un servicio de música digital que permite la escucha de muchísimos discos, con un catálogo de canciones realmente extenso.
Su uso es bastante sencillo.

Existen tres tipos de cuenta en Spotify: las gratuitas por medio de invitación, los pases de 24h por 0.99€ y la suscripción mensual por 9.99€ al mes.
Las diferencias entre ellas es básicamente que la versión gratuita incluye anuncios de audio de vez en cuando, y que con la suscripción mensual obtendremos varias invitaciones para repartir entre nuestros contactos.

Si alguien quiere probarlo, cosa que recomiendo, solicitar una invitación en Spotify.

A disfrutar.


miércoles, 24 de junio de 2009

Serotonina.(7)


X

No nos hubiéramos permitido aceptar el disimulo, contradecir los principios, era necesario saberlo todo, afrontar la amargura de la verdad, desatar el nudo. Tomamos la negra caja que guardaba nuestra historia y caminamos hasta el acantilado, el mismo desde donde veíamos amanecer. Al salir cerramos la puerta con cuidado, no fuera a aparecer el fantasma. Nos miramos sin hablar, ella y yo, ya nunca más nosotros. Abajo rugía el mar golpeando el arrecife. El viento nos abofeteaba el rostro. Abrimos la caja, los papeles volaron, la tiramos al vacío, después de varios giros en el aire se rompió contra las rocas. Estábamos decididos, no había más que decir, no era un final preparado. Zapp, zapp, zapp, ella, tan delicada, tan ágil, salta a mi espalda, con una mano me sujeta la frente, con la otra saca un cuchillo de cocina del bolso y me lo clava en el cuerpo una y otra vez. No es él, no es él, repite mientras la sangre nos salpica y nos libera. Duele, duele mucho pero ese dolor me reafirma en que esa mujer soy yo. De nada sirve. Se va, para siempre, corriendo, asombrosamente veloz para una persona de su edad...

Y

No me acostumbro a vivir solo, con este imaginario e incómodo vacío clavado en mi cabeza, con el sonido de mi nombre castañeándole en los dientes...para siempre.

Z
Fin.



martes, 23 de junio de 2009

Serotonina.(6)



S


Ay, espejo de la soledad, no me grites.

Ay, espejo vacío, háblame.

Ay, espejo que no mientes, miénteme.

(Sigue)



lunes, 22 de junio de 2009

Serotonina.(5)

...La doblez de lo que ya tiene... (Concha García)
H
Han pasado varios años y me siento confuso. Se desvanece la sensación del nosotros. Lo diré con sencillez: tengo dudas que ella y yo seamos yo. En todo este tiempo hemos trazado una línea de sombra a sombra, hemos nadado con ballenas y la música del oleaje cantaba nuestros nombres por separado. Apenas somos nada, antes que esto termine lentamente prefiero matar la continuidad, matarme. En realidad no sé cómo hacerlo, esta es una extraña sensación, ignoro cómo he llegado hasta aquí. No merece la pena volver al equívoco, lo que no es, no es. Ya no sé quién es esta mujer que me habita, que me comparte. Pero extrañándola tampoco a mí me reconozco ¿cómo me rebelo? Y después ¿cómo soportaré la idea de la ausencia? Será un suicidio pero debo alejarme.
¿Quién es este hombre que vive en mí? ¿Qué hace aquí dentro? ¿Quién es este desmemoriado que me mira sin verme, que se toca cuando nos toca? No quiero seguir siendo nosotros, ya no lo somos. Me cortaré el pelo. Vestiré de negro. Utilizaré una sierra, un bisturí, los dientes, debo separarme de su cuerpo, romper el lazo convertido en cadenas. Ahora sé porqué no tapié las ventanas, ahora sé porqué guardé el billete de regreso. Era él y lo sabía, solo él no lo sabía. Debo alejarme.

(Sigue)



domingo, 21 de junio de 2009

Serotonina.(4)

...Pliegue de la materia
en donde reposaba
incandescente el solo
residuo vivo del amor.
(Valente)
B

Ya en mi cuarto me desmaquillé, me puse cómoda y me miré en aquella parte de hombre que tanto había añorado. En un movimiento rápido me enfundé esa mitad masculina a pesar de que estaba un tanto ajada pero lo achaqué al tiempo dedicado a buscarme cuando estaba dividida y me sentí en ella mucho mejor que en mi propia piel . Me decidí a recuperar pronto lo perdido. Empecé por querer a esa mujer que persistía en mí. Intensamente. Nos amamos con la pasión con la que uno solo puede amarse a sí mismo. Me quité la ropa con lentitud, frente a frente, mirándome con sus ojos. Después me acaricié inventándolo, cada caricia era nueva, recién imaginada, me toqué en lugares de nuestro cuerpo que ni conocía, sentí calores en los muslos, frío en la nuca y un temblor en el vientre que me hizo fruncir los labios mientras nos llamaba. Compartimos sudor, saliva, humedades en una cama iluminada. Al comienzo del idilio no lograba adivinar la parte de soliloquio del diálogo, nos hablábamos constantemente y me enternecían las bellas palabras que nos regalábamos con naturalidad. Una gran dulzura me invadía con cada recuerdo compartido, con aquellos miedos varoniles, con mi pudor vencido, con las confidencias venciendo a la prudencia, con el progresivo acoplamiento del nosotros después de haber sido él y yo.
Ahora que ya nos habíamos encontrado comenzaba la tarea de ensamblar los fragmentos del vacío, de hacer sólidos los frágiles instantes compartidos, era el momento de planificar el presente. Debíamos trabajar en algo que nos permitiese estar juntos sin apuros, soplar las briznas de la duda, aceptar con naturalidad ese baile de cangrejos en el pecho cuando algún conocido nos saludaba, perfilar una guía de convivencia con nosotros. Y esa era la parte más difícil ya que nunca me había soportado a mí misma. Shhi, shhi, shhi.
Cada día por separado, juntos, describimos el amor, nos confesamos en blancos papeles de viento, nos escribimos sobre la atemorizada memoria, el alboroto de nuestros cuerpos, cuerpo, el descubrimiento desnudo. Y así fuimos apilando esos escritos en una caja de ébano que compramos en un zoco en nuestro primer viaje al norte de África. Algunas noches nos leíamos hasta el amanecer, hasta que la emoción nos robaba las palabras y llorábamos.
Vivimos dentro de una esfera, en un continuo incendio, nos volvimos transparentes, luminosos, orgullosos de nuestro único corazón que cada día cantaba el milagro, respirábamos esa música. Girábamos como planetas. Coordinamos el jadeo. Inventamos una playa de arenas de oro, un paisaje, una alameda. Arquitectos de nosotros, construimos un cielo. Nos gustamos, mirándonos nos gustamos. Separamos las aguas hasta encontrar en el fondo la mirada limpia que nos veía. Nos crecieron alas. Volamos. Volamos hasta el límite del infierno. Nos sentamos a la sombra del árbol del paraíso. Nuestro cuerpo despedía el aroma del amor. Y juro que fue así.
(Sigue)



sábado, 20 de junio de 2009

Serotonina.(3)

“Me peina el viento los cabellos
con una mano maternal”.
(Neruda)

Con el plano en la mano tracé una línea roja sobre aquellos lugares en los que sospechaba podía estar, también dibujé círculos azules en los parques, rayas amarillas en las vías de salida de la ciudad. Era como jugar con humo, quizás ya se había ido y estaba en medio de ninguna parte, pero no me iba a rendir.
Invoqué al azar, durante días y días, semanas, recorrí arriba y abajo mi ciudad de lluvia, iglesias de ceniza, bancos recién pintados, caminantes serios, religiosos con sotana, vendedores de hortalizas voceando su mercancía, anónimos serenos con el turno cambiado, mujeres de la calle aficionadas mirando detrás de los visillos, mis convecinos, gentes de buen vivir, oficinistas, agentes de cambio y bolsa, honrados matarifes, ocupaciones variadas en la urbe. Y nada, no estaba, pero eso no me desanimó, continué mi perquirir sin remedio ya que de día en día el espejo me devolvía una imagen más desconocida.
Era miércoles, lucía el sol, parecía que una mano gigante hubiera acariciado el cielo despejándolo de nubes. Y por fin la encontré, allí estaba, bella y hermosa, contrastando conmigo que aquel día no me había puesto colonia, que llevaba el cuello sin planchar. Nada de esto nos importó, nos vimos y nuestras manos eran nuestras manos, no hizo falta hablar, nuestros ojos eran nuestros ojos, veíamos lo mismo, el mundo se paró alrededor. Recuerdo qué, como en las películas, un rayo de luz nos iluminó, el violinista de la esquina tocaba algo de Sarasate, las floristas nos tiraban pétalos de claveles y jazmines, los ladrones no nos robaron y la pescadera nos obsequió con una merluza de escamas plateadas. La besé, no hacía falta porque era yo, pero la besé, un dulce beso que me reconcilió con tanta espera. Supe que no me había equivocado, ella era yo y también supe que ella ocupaba mi lugar con toda naturalidad. Me propuso irnos a un lugar tranquilo. Acepté.
(Sigue)



viernes, 19 de junio de 2009

Serotonina.(2)


...pequeño diamante
que en su brillo se oculta

ahí, donde yo.
(Concha García)

Decidí trazar un plan, utilizar un método, una rutina que me permitiera abarcar áreas extensas de investigación. Antes, solucionaría lo del trabajo, no podía combinar tantas actividades. El director se mostró sorprendido. Fui sincero, me había descubierto en una mujer y necesitaba todo mi tiempo para las diligencias propias de un caso tan especial. Me preguntó si la conocía. Le llamé estúpido, le dije que ella era yo mismo, que la vida corre por caminos paralelos y que si a él no le ocurría algo parecido. Como tenía cara de no entender nada, le miré con desprecio, le dije que me despedía y me fui dando un portazo. Mis compañeros no me iban a echar en falta ya que en los últimos tiempos apenas hablaba con nadie. Aquella profesión de barquero tampoco permitía excesivas familiaridades con los usuarios, había que estar muy atento a las mareas, realizar los atraques con suavidad para que no se mareasen los viajeros, eludir los troncos que arrastraba la ría en la época de tormentas, vigilar a los aprendices de suicida que en los últimos meses habían tomado la costumbre de sumergirse allí donde las corrientes eran más fuertes, en fin, un trabajo rutinario. En aquel momento no pensé en la cuestión del dinero, ya lo arreglaría, lo primero era lo primero.
No podía comenzar la búsqueda vestido de cualquier manera. Para ampliar mi menguado vestuario me compré unos cómodos mocasines negros y un pantalón azul Bilbao. Cuando le pregunté cómo me sentaba, la encargada de la tienda sonrió y se limitó a decirme: doscientos dos euros, señor. Y eso era una evidencia, otra. Si aquella atractiva señora, tan, me llamaba señor es que era, que lo parecía, un hombre, maduro además.

(Sigue)



jueves, 18 de junio de 2009

Serotonina.(1)

Demasiado largo, ya, dolor, para ser un sueño. (J. R. J.)
A

No cabía ninguna duda, aquella mujer era yo.
La seguí durante varias calles antes de confundirme entre la multitud de los viernes por la tarde, una nube de piernas, quizás había entrado en unos grandes almacenes del centro, quizás estaba sentada en la barra de aquel bar de luces tenues. Cambió el viento y la perdí de vista.
La apariencia de mi reflejo en los escaparates de las tiendas confirmaba que era un hombre pero era evidente que la mujer también era yo. Lástima haberla perdido, angustia de la fría ausencia de no encontrarme.

A partir de aquel día la vida se convirtió en mi propia búsqueda.
Frente al espejo, la incipiente barba, la mirada triste, los años que llevaba conmigo mismo confirmaban mi condición de hombre. Me quité el pantalón del pijama y la camiseta de tirantes, hice posturas marcando músculos y los genitales arrugados disiparon con rotundidad mis últimas dudas. Por fuera no había en mi ni rastro femenino, pero por dentro, desde que la vi, supe que también era ella, eaó, eaó.

Salí a las calles, recorrí las avenidas de norte a sur, me escondí bajo los castaños, me sumergí en los estanques cubiertos de nenúfares, escudriñé en las remozadas riberas de la ría antaño llenas de grúas, casamatas, talleres oscuros, vías de trenes a ninguna parte, hoy huérfanas de barcos, transitadas por paseantes, perros zalameros, jubilados y gentiles corredoras de maratón. Ella no estaba, o no pude verla.
Volvía a casa con la angustia de sentirme incompleto, con un rumor de escarabajos en la cabeza, con bajos niveles de selenio en las uñas de los pies. Ansioso me precipitaba al espejo para confirmar mi existencia.
(Sigue)



miércoles, 17 de junio de 2009

Todas las calles.

La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas. Albert Camus


Calles oscuras, barrios circulares, me saludas, te saludo// ambulancias animando las esquinas con luces amarillas// la orquesta de borrachos silbando un vals, todos les oyen, nadie les ve// ese que baila, Juan, tiene cuarenta años (joder, parece que tiene muchos más)// los picaditos dan vueltas y vueltas, nos piden dinero con los ojos colgados en la nieve; también piden dinero jóvenes madres acurrucadas con niños que lloran entres sus brazos// jefe, aparque aquí, que yo lo vigilo el carro// pasa una señora enjoyada, enlutada, envuelta en visón, -me llamó mala, Carmen, ¿te imaginas? yo mala, yo que solo le he hecho bien-, pero llora, amargamente llora, la señora// me contratan en el Hiper, a media jornada, estoy muy contenta y se baja la falda, tan mínima, tan lejos de las botas negras// que escribo esto y puedo seguir, claro, que entre lo que veo y lo que imagino me da para un post de varios días, pero no, mentiría, no puedo escribir desde mi bien vivir, desde este escondrijo detrás del monitor, que todo está tan lejos y MB se junta con rumanos, polacos, colombianos, senegaleses, argelinos, bolivianos, marroquíes, salvadoreños, gentes de acá y allá que quieren subsistir y puedo seguir pero me oculto en la (casi) poesía, en la lírica, en el tú me quieres, yo te quiero, ella no me quería, juegos, llenar huecos, pasar, nostalgia de la playa, tostarme al sol, desocupado y esto no es literatura, ni siquiera es una confesión, un desahogo, una confidencia, es una pieza más del juego, porca miseria, sí, porca miseria, que la vida corre y corre y hoy cuando tomaba el café de la mañana me he enterado que la semana pasada murió J. A., desayunaba a mi lado todos los días, anónimo, simpático, amable:
Se ha dejado morir (me dicen)
Era mayor ¿no? (pregunto)
No, que va, X años, pero estaba muy estropeado, había vivido mucho (me informan)
¡X años! si parecía mucho más mayor (me sorprendo)
Una vida intensa, este fue...hizo...y...y... (concluyen)
¡Es verdad!, ahora caigo (alucino)
Y de golpe le recuerdo en el escenario, rodeado de buenos músicos en los festivales matinales, elegante, trajeado, tan grande que su guitarra parecía de juguete. También improvisando jazz en aquella boite de una calle que fue chic. Etcétera. Si os dijera quién fue, quién es su hijo, no lo podríais creer.
Se ha dejado morir después de haber vivido.

Calles oscuras, barrios circulares, nadie me saluda, a nadie saludo// en esa esquina hay un grupo que vende lo que no se vende, hay un grupo que compra lo que no se compra// antes no había tantos extranjeros (defíneme extranjeros), antes no había tanta gente rara (defíneme rara), antes todo era mejor (defíneme mejor)// estoy perdiendo la capacidad de ver lo que veía y no son mis ojos, estoy perdiendo la capacidad de ver y viene una ola gigante, tan alta como un sexto piso, tan poderosa que no vamos a quedar ninguno // es inútil que te compres un flotador con cabeza de pato, que ajustes calabazas al cinturón, esta ola nos llevará hasta más allá de las vías del tren//alto, debo poner en orden lo que escribo.
Y lo que no.
Hasta mañana.
Tengan cuidado con la gripe A, la porcina esa.


martes, 16 de junio de 2009

Llenas de gente están...

Yo amo a aquellos que no saben vivir más que para desaparecer, porque ésos son los que pasan al otro lado. (Nietzsche)


Ni amanece. Calles oscuras. No lo comentes, esta ciudad está llena de mentira y suciedad. El resto, la luz, es propaganda del gobierno. No hay pobres –nos dicen-, claro, no los hay, se mueren de falta de vino, de ausencia de arco iris, de incendios en los restos de rebajas en los grandes almacenes del viento.

Vamos a Cádiz, mi niña, que aquí no hay playa, que aquí nos miran desde detrás de las cortinas, que dicen que en verano se nos quemará hasta la boina, aunque todavía están colgadas, polvorientas, las bombillas de las últimas fiestas.

Quería ser torero, que toreo muy bien a la furgoneta del Paco cuando trae el pescado por las mañanas, al Isocarro del panadero, al perro gris de la señora Carmen. Quería ser boxeador, que hago la sombra como nadie, salto a la cuerda, busco el mentón con ahínco, lanzo ganchos de izquierda y derecha, doy golpes bajos como ninguno, me fajo en las esquinas con vocación de Legrá. Pero solo soy paseante y escribo en las paredes d´este blog.

El día nace por fin y miro y callo, colecciono música en una oreja –Radamisto, Haendel, ópera-, música en la otra – Dennis Wilson, el batería de los Beach Boys)- fotos para mi página, historias para contaros, no hace frío, aún el cielo está gris, añoro el cielo de Conil, único, espectacular, un atardecer casi me desmayo de tanta belleza, me bebo el martes, el viernes, quién coño me entiende, hoy escribo así, de lejos, intento sacar lo mejor de las horas, intento comprender qué diablos pasa, no, no entiendo (casi) nada, las elecciones en Irak en los periódicos, el tcaso Gürtel, el mundo se está volviendo loco, poco a poco, no sé qué he intentado contar, stop, mi post de hoy.


lunes, 15 de junio de 2009

Album.


Sólo son tuyas -de verdad- la memoria y la muerte,
la memoria que borra y desfigura
y la sombra de la muerte que aguarda.
Sólo fantasmales recuerdos y la nada
se reparten tu herencia sin destino.
Después de sucios tratos y mentiras,
de gestos a destiempo y de palabras
-irreales palabras ilusorias-,
sólo un testamento de ceniza
que el viento mueve, esparce y desordena.

Juan Luis Panero



El niño, sobre las piernas de su madre, pasa las páginas de un álbum de fotografías.
Dos ancianos sentados bajo una parra, la mano de ella sobre la rodilla de él.

-Mamá, qué feos son-

En blanco y negro, un grupo de familiares sonrientes delante de una iglesia, están vestidos de fiesta, miran a la cámara con el desafío del grupo, unidos frente al viento que alborota las faldas y amenaza con hacer volar las boinas de los hombres. Al fondo el mar.

-Mamá, ¿porqué no conozco a nadie?

La humedad forma sábanas y banderas que nadie ve, se mece en el objetivo del fotógrafo, alborota el humor de los adolescentes en primer plano.
Un hombre hace un gesto burlón, sus brazos rodean a una mujer de cara triste.
-Mamá ¿quién es ese que te mira?

Un perro ladra a la cámara.
Una casa entre la niebla, por una ventana asoman una cabeza y una mano.
Un grupo de jóvenes posando entre las hortensias ocultan su cara con las manos, a un lado, seria, una muchacha morena regala una mirada más allá de la mirada.

-Mamá ¿esa eras tú?

La madre acaricia la cabeza del niño mientras en la garganta sujeta un nudo de congoja. Quiere terminar y se mueve, nerviosa.

-¿Porqué no hay ninguna foto de papá?

La madre cierra el álbum, toma al niño de la mano y se lleva las preguntas.

-Mamá ¿por qué lloras?


?Conoces Travian?


domingo, 14 de junio de 2009

Caracol curioso


La nave vino del espacio. Vino de las estrellas, y las velocidades negras, y los movimientos brillantes, y los silenciosos abismos del espacio. Era una nave nueva, con fuego en las entrañas y hombres en las celdas de metal, y se movía en un silencio limpio, vehemente y cálido. Llevaba diecisiete hombres, incluyendo un capitán. En la pista de Ohio la muchedumbre había gritado agitando las manos a la luz del sol, y el cohete había florecido en ardientes capullos de color y había escapado alejándose en el espacio ¡en el tercer viaje a Marte!

Ahora estaba desacelerando con una eficiencia metálica en las atmósferas superiores de Marte. Era todavía hermoso y fuerte. Había avanzado como un pálido leviatán marino por las aguas de medianoche del espacio; había dejado atrás la luna antigua y se había precipitado al interior de una nada que seguía a otra nada. Los hombres de la tripulación se habían golpeado, enfermado y curado, alternadamente. Uno había muerto, pero los dieciséis sobrevivientes, con los ojos claros y las caras apretadas contra las ventanas de gruesos vidrios, observaban ahora cómo Marte oscilaba subiendo debajo de ellos. (La Tercera Expedición. - .Ray Bradbury)


En la librería de un museo de arte moderno, en Berlín, me impactó este dibujo de un caracol de gran tamaño que se desliza sobre el sexo de una mujer con las faldas levantadas. A su lado un hombre la mira con gesto lúbrico.

Quisiera desarrollar un cuento a partir de esto, pero el día es sencillamente delicioso, el cielo azul, la temperatura ideal, una leve brisa, todo invita a salir, a vivir. Ya he corrido mis kilómetros, he desayunado, me he peinado, os saludo y me voy a pasear, a ver una exposición, a una feria del libro antiguo. Os contaré a la vuelta.

Recuerdo que presumía que este era un blog literario.
Ay, qué tiempos.



11,40 H. No. Corren las motos (de 125 c.c.). La verdad es que aquí está lloviendo (sirimiri). No se ve el cielo (imagino que estará detrás de las nubes). No he corrido (llegué muy tarde a casa y me ha dado pereza). Sí he desayunado (muy bien, por cierto). No me he peinado (no lo hago nunca). Sí os saludo (afectuosamente). Me voy a comprar limones (me olvidé ayer). La exposición la vi. La feria del libro también (no compré ninguno, no tengo sitio ya para guardarlos ni tiempo para leer más). Sigo.




12,19 H. Por hablar. Me han dado cuatro premios, de golpe. Gracias Eva.

(Jajajajajajajaja)


sábado, 13 de junio de 2009

Otro sábado.


Con la certidumbre que emplea un ciego al recorrer el cuerpo de su amada o quizás con la seguridad culpable con la que robarías en tu propia casa así recorro, también de noche, los parajes del sur de mi isla, a gran velocidad, en taxi, sintiéndome un ladrón. Ciego. (Purranki Sandongui).




Sábado. Madrugo. Miro por la ventana. La mañana está brumosa. Mis hijos no han vuelto a casa. Aún. Doy vueltas por el pasillo. Miro la televisión mientras desayuno. No tengo apetito. Una ministra dice que hasta 2012 habrá más de 4 millones de parados. ¿Cuántos más? Tomo un vaso de agua. No sé nada de Carmen. No sé si tendré suficiente para lo de la pensión. ¿Dónde estarán mis hijos? Miro por la ventana. El cielo está azul. Hoy hará mucho calor. Podría ir a la playa. Bah, dónde voy solo. Ahmadineyad consigue la reelección en Irán ¿Me importa? Leo. Me afeito. Me aburro. Lavo los platos de la cena. Tengo que comprar leche. Y tomates. Gasolinas y tabaco se encarecen con una subida de impuestos. Me da igual, no fumo, no tengo coche. Apago la televisión. Enciendo el ordenador. Tengo que escribir lo de hoy del blog. Me aburro. Se me acumulan los comentarios sin contestar. Voglio una donna. Mañana hay motos. Y fútbol. Estas cortinas están arrugadas. Me gusta ese “Idilio” de Willy Colón. Salgo a comprar el pan y el periódico. Mis hijos aún no han vuelto a casa. Sábado.


viernes, 12 de junio de 2009

Las Fosas Ardeatinas



"Das befehl ist befehl"
(Una orden es una orden)



Diciembre. Habíamos comido en Casa Benito, ese sitio que tanto nos gusta. Paseábamos por Vía Rasella, el cielo gris amenazaba lluvia. En el número 141 – Palazzo Tittoni, lo recuerdo perfectamente- vimos los agujeros producidos por las balas, por la metralla. Las calles estaban desiertas, no había a quién preguntar.

De vuelta al hotel consulté al recepcionista. Cosas de una guerra, hace tanto tiempo. No sabía nada.

Al día siguiente, durante el desayuno, alguien me tocó en el hombro. Con permiso. La señora, una anciana, gruesa, se sentó en nuestra mesa. Piero, un café –dijo- y comenzó a hablar, rápido, sin mirarnos.

Los crueles soldados de las SS pasaban cada tarde por Vía Rasella cantando orgullosos en aquel idioma incomprensible, duro. Volvían a sus barracones mirando desafiantes a uno y a otro lado. Nuestros partisanos habían ocultado una bomba en una carretilla. La explosión provocó una carnicería entre los soldados apiñados en aquella estrecha calleja. Más de veinte murieron en el acto, más de treinta quedaron gravemente heridos, los supervivientes, llenos de miedo y rabia comenzaron a disparar enloquecidamente contra las ventanas y paredes.

Piero, otro café –y continuó-. Este ataque partisano provocó una brutal represión de las tropas alemanas al mando de Herbert Kappler. En las Fosas Ardeatinas, una cueva en las afueras de Roma, fueron ejecutados 335 compatriotas. Entre ellos estaba mi padre.

La gruesa señora se levantó con dificultad. De pie apuró su segundo café. Piero, ayúdame. Y con lentitud se retiró deseándonos un buen día de paseo por su ciudad.

Ese día volvimos a aquellas calles. Bajo una débil lluvia, frente al Palazzo Tittoni, imaginamos lo que allí ocurrió 65 años antes, incluso pudimos escuchar el eco de gritos de dolor. De entre las piedras nos pareció ver brotar un humo negro. Regresamos al hotel y pasamos la tarde acariciándonos, en silencio.


jueves, 11 de junio de 2009

Prosa elemental sobre un día de cristal.


Hoy ha amanecido un día feliz, limpio, tan de cristal, que tengo miedo de andar por la calle para no romper el aire. La gente se viste de sonrisas, de saludos simpáticos, de alegría cómplice. Tras los visillos, desconocidas me envían besos en la punta de sus dedos. Al bañarme en una fuente, mi barba se llena de claveles y el espejo me regala un guiño pícaro. He guardado en el armario las máscaras, los disfraces, el miedo y la angustia de la tempestad. Tengo los ojos caleidoscópicos, como un insecto, veo ángulos, perspectivas, tonos, gamas desconocidas hasta ahora. Me he pintado el corazón de colores y mi cabeza crece hasta alcanzar las nubes, los brazos recogen mil miradas y labios. Salto sobre los árboles del parque. Es el día antes de mañana y eso lo hace diferente.

Hoy cantan las aceras himnos de tacones, salmos de pies desnudos, blues de neumáticos. Es un momento mágico brotando desde mis manos hasta la felicidad inmediata de los míos, de cada uno que comparta mi camino. Los ríos han cambiado su curso, los torrentes, y el mar. Es el momento de perderse en un museo para ver la exposición de Rubens o locuras cuerdas de Kandinsky.

Hoy es un día rayuela para llevar con el pie la piedra del miedo hasta el diez del cielo. Es un buen día para llenar la cabeza de imágenes, de sensaciones para cuando llueva. Es un buen día para partir en todos los barcos hacia ningún puerto; de tomar un avión hasta un horizonte de papagayos y juncos; de subir a un tren que se detenga en una estación perdida. Es un buen día para cabalgar sobre la espalda de un león, sobre el lomo de una ballena, sobre toros, sobre estrellas. Es bueno para domesticar dragones de oro, para aplacar a mujeres malhumoradas, bueno para soltar el nudo del tormento interior. Es un buen día para releer todos los libros, para descubrir todos los poemas, para escribir Cien años de soledad o el Perseguidor.

Hoy es todo lo que tengo, todo lo que puedo dar, la inmensidad del horizonte, la eternidad. Descubro el mundo desde una playa remota, me adentro en el edén de pájaros, orquídeas, pueblos desconocidos y tú. Cada roce es un estremecimiento, cada palabra es una caricia en los muslos, cada suspiro un mundo nuevo, cada beso una estrella. Es buen día para amar y amar y amar hasta el éxtasis, en una unión que dure hasta fundirse en la medianoche. Hoy también es un buen día para continuar junto a ti, arrobado, indefenso, excitado con solo mirarte, desarmado, enamorado. De ti.




miércoles, 10 de junio de 2009

Carta a la amante impoluta.

Hazme puro, Señor,
pero no todavía.


(Juan Antonio González Iglesias)


(Para I)


Tan lento que parecía inmóvil, tan rápido que ayer ya era mañana, fue un milagro, esas cosas que no pasan pero, ay, cuando pasan ya no hay remedio, cuando se cruza el río uno se moja, se empapa, sale chorreando al otro lado, mira y no hay regreso, ha entrado a otra tierra, otro clima, otras voces, un acento que antes no se entendía.

Y escoge eso.
O el silencio.


Por eso, para traducir el olor del viento, para que el recuerdo no se adelgace en los días sin sol de la primavera herida, vida gastada en trabajos de Sísifo, una larga playa, vacía, entiendo cada grano de arena, cada suspiro que sale de la pared de piedra que limita el mar, reino del sí pero no, del no pero sí, lanzo mi pena a la tercera ola, zamarreo el dolor y no es lo mismo, no cierro los ojos, no quiero dormir.

Permanecer insomnes, atentos, en vigilia.
O dejar que muera la zarza florecida.


Aquí están, los infractores, nadie les mira al pasar pero mantienen la cabeza baja, caminan por el centro de la calle, esquivan los jardines y los jazmines, el sonido de los semáforos y el run run del tráfico, los ciegos recostados en las esquinas y los prejuicios como una roca negra y lisa imposible de escalar. Caminan y el mundo es un paisaje nuevo con personajes mezcla de pájaros y funcionarios con manguitos.

Abrir las ventanas al caliente viento del desierto.
O ahogarse en un remolino del oasis descubierto apenas ayer.


Se besan sin saber dónde empieza el cielo, dónde acaba el infierno. Se besan de pie, con los ojos cerrados, con las manos cerradas. Se besan y a lo lejos se escuchan las murallas centenarias, derrumbándose, poblando el aire con un estruendo de argamasa y ciclones. Se tocan la piel y de los poros les brotan pequeñísimos animales dulces que miman cada rincón de brazos, caderas, muslos, un lento deambular de almíbar. Se tocan el alma y se mecen en pétalos de flores nuevas, gigantescas corolas, pistilos con embriagadores zumbidos de abejas. Se hacen uno y justamente entonces, a pesar de los coros de querubines que cantan con los ojos cerrados, del ritmo de cien palmeros presentidos al otro lado de la puerta, del calor de tres infiernos, del murmullo de un arroyo del Paraíso Terrenal, del Vesubio y del Etna, de Manhatan, ignoran que traquetean en el pescante de un tren sin regreso, viajeros a ninguna parte, refugiados en el trayecto de la soledad, habitantes de un mundo prohibido.

No pueden culpar a las serpientes.
Hablan recostados a uno y a otro lado del muro de las lamentaciones.




martes, 9 de junio de 2009

Resquicio.

De vez en cuando
un vicio nuevo me invade y miro la hora
porque se ha vaciado la alcancía,
mis besos rebotan por las paredes
y mi mera ilusión es ese hábito
que escapa de la escasez y se regodea
solo, como un altivo gusano,
y me como los dedos de mi amante
que no me amó, y me lamento
de la humedad que da eso en la mirada,
y me pongo frenética aupándome para verlo
todo más lejos, y me acuso de divinizar
lo que toco con el ojo, y me
asusta llevar la incertidumbre
en los besos, y me pongo celosa
porque soy olvidable.

(Concha García).



Por ahí se cuelan, miradlas, son ellas.

Entre los sofocos de la crisis, los viajes y mi carga de trabajo actual no puedo atender esta página como quisiera. Aún así -aunque se queje mi perfeccionismo- la mantengo dentro de un orden.

Sabemos que este curioso medio de comunicación -defendido por nicks, apodos, sobrenombres, máscaras, exageraciones y personajes- esconde detrás personas reales, es decir, seres humanos como usted, como yo, como nosotros.

Seguro que muchas veces, la mujer, el hombre que escribe, no se corresponde con la idea que nos hacemos de ella por lo que leemos, el diseño de su página, los temas, las fotografías, etc. Hay excepciones.

Este humano que escribe aquí necesita tiempo (te lo compro ¿quién lo vende?). Pide indulgencia y comprensión para posibles atrasos, negligencias, errores, repeticiones y otras tropelías cometidas desde este rincón. Ni siquiera puedo contestar los amables comentarios.

Pido disculpas y tolerancia, no doy más.

Eso mismo.


lunes, 8 de junio de 2009

¿Dónde están los críticos?

"¡Están locos estos romanos! (Asterix)


Con la nostalgia huida, o en barbecho, una mujer está tumbada bajo la urdimbre de palabras tentadoras que se balancean en el árbol poblado de pájaros dormidos.

Un hombre repetido, sin memoria, olvidado el que fue, agita ramas de sauce al paso de la comitiva del amor. ¿Se puede recordar lo desconocido?

El deseo como problema, el amor como utopía, pasajeros perdidos en una estación vacía, ausencia que silencia, aire sin sonidos, la separación abrió un espacio desierto.

Aún es posible encontrar luz en lo fortuito.


domingo, 7 de junio de 2009

Gestión del silencio.


Al principio fue divertido. Dejó de serlo cuando averigüé la diferencia entre escribir bien y mal; y luego hice otro descubrimiento más alarmante todavía: la diferencia entre escribir bien y el arte verdadero; es sutil, pero brutal. (Truman Capote – Música para camaleones)


Julio Verne tenía razón cuando en su "Viaje al centro de la tierra", el científico de la expedición le recomienda a su sobrino: "Observa y observa muy bien. ¡Hay que tomar lecciones de abismo!".

Hoy quiero aprender la gestión del silencio.


sábado, 6 de junio de 2009

Allez Bordeaux,


Salimos temprano.
La autopista de Bilbao a Hendaya es sinuosa, atraviesa un paisaje de verdes y de montes, de caseríos desperdigados y pueblos con casas apiñadas.
La frontera ya no existe solo el móvil te avisa que has cambiado de país.
Justo al pasar el Adour sorteamos una hilera de camiones amarillos, veloces motocicletas nos rebasaban ora por la derecha, ora por la izquierda, la policía escondida en los andenes.
Al otro lado de la autovía, hacia España, una interminable caravana, coches y coches parados.
Alrededor una llanura con pinos y pinos, sin apenas casas ni personas caminando por los senderos.
Nos contábamos historias de cuando, de antes, imaginábamos mañanas.


Por Talence entramos en Bordeaux, sin perdernos, derechos a la Victorie.
En Halle des Capucins, Chez Jean –Mi, en mitad del mercado, nos tomamos un “bateaux”, un “plateau de fruits de mer”, con un buen vino blanco.
En la place Saint Michel, junto al gigantesco campanario, a la sombra, un camarero marroquí, afectado, nos sirvió un delicioso thé de menta con hierbabuena.
Hablamos más de lo humano que de lo divino, aún así.
Alrededor pasaban los hinchas de Girondins con banderas, gritando “allez Bordeaux”. Seguimos su estela y en la place de la Ville se congregaban miles y miles de aficionados con sus gorras y camisetas. Era el último partido de la liga francesa. Todos estaban pendientes de la pantalla gigante frente al monumento. (ganaron 0-1 y por consiguiente la liga)

Cenamos en la taverne Saint Pierre -es increible la profusión de santos franceses-, muy bien, (incluyo menú por si alguien se anima)
Al salir del restaurante las calles estaban muy animadas, atestadas de personas divirtiéndose, algunos demasiado. Tomamos una copa de champagne y nos fuimos a dormir. Y nos dormimos.

A la mañana siguiente volvimos a buscar el coche por una larguísima calle con contenedores volcados, papeleras rotas, borrachos increpándonos, olor a orina en las esquinas y vagabundos dormidos en los portales.
Salimos vivos, desayunamos y volvimos.
Hasta el próximo viaje.

Esto…ahora que lo pienso, no he contado a qué fui otra vez a Burdeos.
Ya, vale, no se puede contar todo.
El que esté interesado que me llame.
Allez Bordeaux



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