Regreso
Javier Arizmendi-Kalb (Mexican, b. 1960s), Philodendron, 2021.
Javier Arizmendi-Kalb (Mexican, b. 1960s), Philodendron, 2021.
La niebla
hiere con guantes de raso nuestra memoria.
¿Es sólo un
rayo de luna quien a lo lejos solloza?
Tras la
campana del viento, tras el túnel de las rosas,
en el
murmullo del agua y la hierba, alguien nos nombra.
Pere
Gimferrer.
Esta página/hoja busca ojos que compaginen emociones, está tatuada de inocencia en los muslos del poema, en los brazos de la prosa alborotada, en la galerna de malvavisco de palabras que no encienden primaveras, que cabecean como barcas en un puerto que dormita con pescadores desplumados, con frases atropellando el binomio ojo/hoja, pagina compaginada, solo leen los ciegos, los que abandonaron el barco y queman incienso a la sombra de los grandes árboles, los que buscan arpías en las selvas de ellos mismos, los que se lanzaron al vacío con una cinta en la frente, con una oración en los labios, con una piedra negra en el pecho.
Escribo así, encadenando voces que recojo en mi propia huerta, inclinado sobre la tierra, buscando las que brillen, las que no digan, estas.
Digo para no decir.
Miedo.
Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cieloJavier Mariscal
Georgia, no más Times New Roman, cada tipo de letra tiene una historia detrás, no estoy para historias, estoy saturado de historias, de cuentos, de imaginar, de hacer gala de…¿de qué?, basta ya, se acabaron las fiestas, extiendo un velo morado sobre esta página y me inclino ante mi propia mano tendida, me rebelo ante mi mendicidad, me muerdo con saña el brazo enganchado en la alambrada del qué dirán, me abofeteo con fuerza, con rabia, sin disimulo, no quiero engañarme, me da miedo saltar desde el trampolín, lo reconozco, temo que alguien quite el agua de la piscina, como en una película de dibujos animados, algo así como un correcaminos cruel que me cambie los carteles, que me guíe hasta el desierto, que además se burle con sus beep beep, ¿qué diablos hago en esta pantalla?, ya no me gusta el cine, me quedo dormido a mitad de la sesión, la televisión también me duerme, esto ya lo he visto, leído, escuchado, sentido, vivido ¿estaré repitiendo mi propia vida?, en cualquier caso he empezado por repetir los errores, por acumular absurdos ante la puerta amarilla que da a ninguna parte, lo peor es que lo sé, por supuesto que lo sé, estoy en una cornisa del Chrysler, los turistas japoneses miran mi balanceo, delante y atrás, sin decidirme, aplauden, creen que es un atracción más, que me tiraré con una capa roja y volaré, qué cabrones, no saben que no hay ficción, que duele ser, que la verdad tiene que estar en alguna parte, que de tanto buscarla me he perdido en un bosque con hojas verdes inundando las avenidas de mi ciudad vacía en esta mañana brumosa de finales de agosto, los que alborotaban la noche y quemaban la sardina por fin se han dormido, los demonios que me rondan no, bailan dentro y fuera de mi cabeza con sus cuernos brillantes, sus tridentes afilados, susurrándome obscenas invitaciones, invitándome al mal, a pasar la raya, al lado oscuro, esa zona prohibida dónde me he acostumbrado a vivir, encogido y atemorizado pero sin querer abandonarlo, disfrazándome de otros pero sin creérmelo, ¿sé quién soy?, metonimia de un aprendiz de brujo angustiado, chapoteando en el bien, en lo que antes era el bien, antes que un ejército lujurioso moviera las fronteras, invasión de Polonia, conquista de un territorio sin ejército que lo defienda, países desaparecidos bajo las aguas impetuosas de una presa rota, débil construcción de ladrillos amalgamados que apenas contenían el deseo no menguante, al contrario, corredores sin meta a la vista, jadeantes atletas de su propia negligencia, escucho el ruido de la tormenta y no tengo a la vista ningún lugar donde guarecerme, lo peor son los rayos, lo peor es que esta intensa lluvia de desilusión se puede llevar por delante sembrados y aperos de labranza, animales que mugen y las gallinas, el grano acumulado y la esperanza, es hora de partir, este es mi lunes después de la fiesta.
Lo importante de
Artaud es que constituye una gran perturbación. Ha perturbado de todas las
formas: la autocomprensión ingenua de la gente del teatro y naturalmente
también la de los autores que escriben para el teatro. Y hoy se pueden
actualizar muy bien algunas concepciones suyas. Artaud nunca partió de una
separación entre público y escena, por lo menos no en sus concepciones; intentó
restituir al teatro una función vital que por lo general ya no tiene. Eso es
algo que también, de muy otra manera, ocupó a Brecht: pues él opinaba que no
hay que medir una obra teatral con la dramaturgia, sino más bien con la
realidad a la que se refiere.
Heiner Müller, de Errores Reunidos, fragmentos de entrevistas con selección y traducción de Jorge Reichman. Publicado con Germania. Muerte en Berlín por Editorial Hiru.
Foto: Brigitte Maria Mayer y Heiner en la exposición fotográfica de Mayer en mayo de 1994
No tengo ideas. Nunca he tenido ideas.
Maiakovski
proporcionó la única descripción para mí muy clara del nacimiento de un poema.
Primero hay un ritmo. Luego se presentan palabras aisladas. Sólo cuando ya hay
algunas palabras aparece una idea, que resulta luego abolida por la formulación,
o al menos relativizada. Luego olvida uno la idea. Y cuando uno ha acabado con
el texto, entonces puede uno quizá tener ideas sobre él, pero no como comienzo,
como intención. Eso aburre mortalmente. Cuando tengo una idea se la puedo decir
enseguida, no necesito escribirla. Las ideas no sirven como material de
escritura. (1982).
Heiner Müller
Es decir un artículo de uso común, catgut para las operaciones que se hace uno a sí mismo. Sí, ayer mismo me operé de estrabismo mental y estoy envuelto en catgut, como una momia simple, como un extravagante usuario de filamentos, que se me juntan y mezclan las emociones, que ya no sé si mi testosterona mengua o me desborda. Antes, es decir antes, todo era más sencillo, que el tiempo era de goma y lo mismo se alargaba que se encogía, que era un símil, una metáfora sin buscarla, un tránsito entre nombres, una búsqueda por los portales con pájaros negros mirándonos desde las farolas de la noche, con sentimientos subcutáneos, con ese temblor en las manos impidiéndonos brindar por los ausentes, que no los había, estábamos todos, sentados alrededor de una mesa imaginaria, mirándonos a los ojos, midiéndonos. Creíamos que el tic tac de los relojes perezosos era el lógico, el deseable, el óptimo. Un día supimos que no. Hablo en plural y estaba solo. Hábito de la soledad. Descubrimiento del espejo. Exploración de mi selva. Reparación de la brújula heredada. Indicar en los mapas el consabido usted está aquí. Pero no estaba/estábamos y el desierto era mi/nuestro hábitat, travesía con camellos sin doble sentido, que nos libramos de los mercaderes por minutos, del polvo y el humo por segundos, de la cruel enfermedad de los promiscuos por un suspiro, solo el alcohol nos arrasaba, nos transformaba y decíamos/decimos lo que nunca decíamos/decimos. Entonces apareció el catgut y todo empezó a cambiar, que supimos leer la línea que había detrás de la línea que enmascaraba otra línea, es decir tinta invisible, tinta de limón, nada, que matar al padre es un largo proceso y al final se muere él solo, de aburrimiento, que te deja de herencia su búsqueda y resulta que buscaba lo que tú buscas y así no hay manera de progresar, ya te digo. Menos mal que al suturar la conjuntiva se amplió el campo de visión y vimos que no veíamos, nos apuntamos a cursillos de calle y vida y, vida mía, descubrimos la venda, nos tapaba la mirada, el otro estrabismo, no a la vez pero sí muy seguido, así que nos ordenamos, quemamos la venda, ellas los sostenes y así, con ojos y pechos al viento desafiamos la autoridad y la gravedad hasta que la realidad nos puso en nuestro sitio, el uno por dos en el que apenas cabemos, que nos tira la sisa, que se alborotan las costuras y quizás en la próxima liquidación de almas pueda cambiar esta de ahora, con glicerol y entrelazada con tantas mentiras que no hay pinzas que puedan extirpar las espinas del desencanto, que me estoy volviendo un puercoespín, que estoy tenso como un hilo de plata entre tus ojos y mi corazón, gracias por leerme.
Hay que aprender allá donde vayas. En Cee tenemos una semana de teatro y artes escénicas. Mira que bien. Vamos cada noche. Ayer un dúo nos regaló un recital poético. En principio parecía que no sé pero luego fue oh. Qué majas. Poesía galega. Entre lo que entendí y lo que sentí me quedo con una propuesta para poder hablar con la boca grande de los amores pasados. Me pareció interesante. No porque uno tenga demasiados amores pasados, claro, sino por la valentía de recordar. Lo mismo se levanta el fantasma de, o el de, emulo a Bill Murray y me voy a tocar sus puertas, si es que siguen vivas, espero que sí, viven en el mismo sitio y no tienen armas blancas a mano. Eso, los amores pasados, ¿sirve para algo la añoranza?, ¿qué hubiera pasado si?, ¿nos reconoceríamos? Haciéndome estas y otras preguntas se me fue el santo al cielo, no presté atención al último poema/canción y hoy ya, con el calor, mejor me voy a la playa, disfruto del ahora y me olvido del cuplé, del siglo pasado, de los besos junto al pantano y que nos quiten lo bailao.
Llevo un equipaje de silencio.
Me he rodeado de un silencio tan hondo y duradero que nunca acierto a abrirme
con las palabras. Cuando hablo, solamente me cierro de otra manera.
Herta Muller
Desperté en la mitad de un prado inmenso, de un verde intenso, el sol asomaba sobre una montaña negra. Miré hacia arriba sorprendido por una bandada de extraños pájaros volando en V. Por mi cabeza pasaban tantas sensaciones que apenas podía ponerlas en orden, clasificarlas, esa absurda manía de controlarlo todo, como si pudiera, una señal más de mi inseguridad. No reparé en aquella especie de niños peludos que se movían con lentitud, que se acercaban con precaución, mirándome y mirando alrededor, temerosos. Uno de ellos, el más grande, llegó a unos dos metros de mis pies descalzos, olió el aire, emitió dos gruñidos y todos los monos se sentaron a mi alrededor. Sin atreverme a contraer ni un músculo me concentré en sus afilados colmillos, en sus ojos enrojecidos, en sus movimientos nerviosos. Así pasó el día, con mis miedos, a lo lejos rugían las fieras, un enorme animal parecido a un elefante comía hierbas a un lado del camino. Luego me dormí.
Discutimos. Fue una agria cena. Quizás la diferencia de edad nos distancia cada día un poco más. Ella mira hacia fuera y yo hacia dentro. Me aburren los otros. Ella cada día quiere conocer nuevos otros. Nunca he sido celoso, quizás es una pregunta, no una afirmación. No sé lo que he sido, sé lo que soy, un hombre que vuelve. Aun así me preocupan nuestros desencuentros, quiero paz, silencio, como mucho Bach y el viento en la cara mientras paseo por la playa, solo. Por eso me fui a dormir a otra habitación. Además ella ya no llora. Yo sí.
He sido siempre un objeto de la historia y por eso intento
llegar a ser sujeto. En ello estriba mi interés principal como escritor.
(1982).
Heiner Müller
Cada vez me atrae
más la idea de la poesía como un “no decir”. No la adhesión que suele producir
la palabra que enumera, o cuenta, sino aquella revelacíón que la palabra
aislada, cargada de silencio, puede originar. La palabra sumida, hundida,
inmóvil como un animal estático, que sólo por la respiración sabemos que está
vivo. Una palabra que se niega a seguir la ruta prefijada de la comunicación
para llevarnos a convivir con la oscuridad y el misterio. La palabra poética
tiene ese rostro, que difiere radicalmente de cualquier otro. Los que más me
entusiasman son aquellos poetas que tienden al silencio. Un simple garabato
sobre la página blanca esboza un gesto, es una iniciación reveladora, un trazo
zen, que todo lo sugiere o que todo lo expresa con el silencio.
Hugo Gola
Prosas
Alción Editora, 1° Ed, 2007.
Vehemencia:
En esta primavera, de mi caminar mañanero por bosques cercanos a Bilbao saque varias conclusiones, a saber, cada día me
gustan más los árboles, justo en la misma proporción en la que me gustan menos
las personas, opto por la soledad, por los paisajes abiertos, por el horizonte
tan lejos que de pereza alcanzarlo, por lo diferente, lo sencillo, lo elemental,
la esencia, la letra A, en los últimos meses he vivido/sentido/disfrutado/sufrido
tantas cosas (eufemismo) nuevas que no
sé cómo ordenarlas en mi cabeza, mucho menos cómo contarlas, aún no las he
digerido, la misma sensación después de una comida copiosa, una sobremesa
expandida, se me mezclan demasiadas emociones, no me da tiempo a asimilar, paso
los días tratando de apresar instantes que se me vuelan entre los dedos, abrazo
el aire, quiero clavar el reloj en la pared, estrellarlo contra el suelo,
comerme los calendarios, fingir que me interesa todo lo que me dicen, sonrió
pero estoy en otro lugar, no tengo tiempo, quiero intentar demasiados destinos
y quehaceres , sólo, hablando lo justo, lo correcto, caminar por la playa,
quiero vivir en esa playa, bracear en el agua fría de Langosteira, también
escribir mirando el Pindo, sentirme la sangre, mirar las estrellas sentado en
un banco en lo oscuro, quiero ser contradictorio y humilde, decir una cosa y la
contraria, caminar por el frescor de las mañanas, saludar con un buenos días a
los desconocidos, quiero aprender lo suficiente para olvidarlo rápido, lástima
no poder empezar Todo de nuevo. Lástima.
Mi
ciudad se ha vuelto insegura, con robos a plena luz del día, atracos a
sucursales bancarias, agresiones a pacíficos ciudadanos.
Aunque no soy especialmente valiente, nunca he tenido miedo, pienso que no se puede vivir con miedo. Aunque mi aspecto es vulgar y no destaco por nada en especial -en un campo de fútbol las cámaras de TV nunca me enfocarían-me ayuda mi complexión física producto de tantos años practicando deporte. Me siento tranquilo.
Mi garaje tiene la entrada por una calle no muy transitada. Esta mañana temprano he ido a buscar mi coche, al ser domingo todo estaba desierto. Al girar la calle la he visto. La señora se apoyaba en un bastón, toda vestida de negro caminaba con cierta dificultad. Pobrecilla –he pensado- a lo que se llega. Mientras sacaba las llaves del bolsillo de la chaqueta me he cruzado con la anciana. No sé cómo ha sido, el primer golpe me lo ha dado con el bastón en la cabeza, por la espalda, después me ha golpeado por todo el cuerpo, también me ha dado patadas. Me ha robado la cartera y me ha dicho que no diga nada que la próxima vez puede ser peor. Después se ha marchado cojeando calle arriba.
Usted, ¿Conocía a esa señora?
Pues no, no la había visto nunca. Y, la verdad, me da rabia. No es por el dinero pero es que me ha metido el miedo en el cuerpo.
Venga, venga, no llore, le puede pasar a cualquiera.
Ya (y sigo llorando)
La vida es ahora. No sé si el
lugar pero comparto que estoy feliz y muy emocionado. Hoy he sido abuelo por
segunda vez. Dos nietas en 10 meses. Hoy de mi hija y el octubre pasado de mi
hijo, con sus parejas, claro.
Mis amigos me hablaban
embelesados de sus nietos, ya verás cuando seas abuelo. Me daba envidia
porque parecía que mi hija y mi hijo no estaban por la labor. Siempre hay lugar
para la sorpresa y el cambio de opinión.
Hoy ha nacido mi segunda nieta
y me siento plenamente feliz, consciente que estos son los momentos que dan
sentido a una vida y que compensan de otros menos gratos. Quería compartirlo.
Jo
Nesbo es una apuesta segura, en novela negra siempre ganas. No sé en cuantos viajes
he acompañado al inspector Harry Hole.
En “Sangre en la nieve” el protagonista es otro, Olav, no defrauda. En
un estilo diferente a los de la saga, no menor, igual de bestia, sarcástico,
directo, no carente de sentido del humor, ágil, humano, dentro de la humanidad
que hay en el hampa, los asesinos también tiene corazón, el suyo. Si te gusta
este estilo ya lo tienes, 100 páginas, se
lee de una vez .“Sangre en la nieve”.
https://www.elquintolibro.es/2020/09/resena-de-sangre-en-la-nieve-de-jo-nesbo/
Un
detective en Babilonia
https://blackiebooks.org/catalogo/un-detective-en-babilonia/
Sobre este libro editado por Blackie
Books dice en su página:
Un
detective en Babilonia es el
libro más conocido del autor entre los lectores e indiscutiblemente, uno de los
mejores y más originales relatos de género noir de las letras contemporáneas:
un cóctel perfecto de género detectivesco con ese inconfundible acento cómico
tan “Brautigan”.
Bueno, pues no, es una novela absurda, sin gracia, aburrida, corta por fortuna, con un personaje detestable y con una trama sin sentido, escrita quizás en un mal momento de este Brautigan. Nada recomendable.