La mañana se levanta fría, hasta los termómetros están asustados. Dos personas caminan por la alameda, van muy abrigados, apenas se ven sus rostros. Entre la niebla flota su voz.
Parker: Estoy muy enfadado contigo. Me has inventado como un personaje triste y sombrío, preso de imposibles amores, siempre en el borde de lo inalcanzable, del desamor, serio, circunspecto. La primera parte fue más o menos poética, pero en esta segunda me has vestido con galas funerarias.
Pedro: No te he inventado, chaval, estamos aquí hablando de tú a tú. Tienes derecho a réplica, en general los personajes inventados cumplen sin rechistar y mírate, aquí, quejándote, públicamente además.
Parker: Es cierto, pero con cautela. Sabiendo cómo eres te creo capaz de borrarme de un plumazo, cambiarme el nombre o el destino, hacerme desaparecer o atribuirme tormentosos idilios con damas imaginarias.
Pedro: No tienes ni idea de cómo soy, eres un presuntuoso, juegas a psi y no te has parado ni un momento a pensar la causa por la que estás aquí.
Parker: Bueno…bien…parece que me atribuyes aquello que temes que se asocie contigo, tu parte gris, lo que puede empañar lo que piensas de ti mismo, romper la imagen que has creado de tu propio personaje.
Pedro: Que no, que no te enteras, Freud de pacotilla, mira, escribir es un ejercicio vulgar, hay millones de blogs, millones de personas escribiendo sus historias, sus aficiones, sus sueños, sus miedos, lo que piensan, sienten, temen, sus opiniones, sus gustos y disgustos, lo que…
Parker: Ya, ya, no te enrolles, calla un poco no me líes, tienes que tener algún problema para estar aquí todos los días…
Pedro: En absoluto, al contrario, estar aquí todos los días me trae algún que otro problema. Pero las alegrías que me da lo compensa. Preocúpate porque voy a prescindir de tu presencia.
Parker: No, si eres vengativo, ahí, escondido en ese glup de las narices y dejándome en primer plano, Parker por aquí y Parker por allá, todos los palos para mí. Tienes que tener algún problema grave en la cabeza.
Pedro: Te estás pasando.
Parker: O en el corazón.
Pedro: Eres injusto.
Parker: Cuando ya no sabes qué colgar en la página me resucitas, me utilizas para compensar tus traumas, tus oscuridades, eres patético.
Pedro: No tienes respeto, eso lo primero. Lo segundo, te la estás jugando, no estoy de humor. Lo tercero, te voy a bajar a los infiernos de una Ofelia que te vas a enterar.
Parker: Uy, qué miedo, cuenta, cuenta lo tuyo mejor y déjate de invenciones, sé valiente, da la cara, escribe con las tripas como te dice M.
Pedro: Lo mío va por un lado y lo que imagino va por otro. Mi vida es tranquila y sin sobresaltos. Escribo para imaginarlos, para pintar el tedio de los días.
Parker: Ya, escribes para liberarte…
Pedro: No.
Parker: Escribes para curarte.
Pedro: Tienes la mente enferma.
Parker: Sí, pero estás aquí hablando con un personaje que tú mismo has dejado en libertad. Tú sí que estás mal de la cabeza.
Pedro: Se acabó, voy a borrarte de todos los post atrasados. Eres un peligro.
Parker: Tendrás que inventarte otro Parker.
Pedro: ¿Borrarte?, no, voy a castigarte con las siete plagas de Egipto, voy a escribir los pasajes más tristes para que estés todo el día lloroso y dando lástima…
Parker: Tus lectores me compadecerán y te odiarán.
Pedro: Vale, se acabó, no saldrás más.
Parker: Tendrás que captar la atención de los posibles lectores.
Pedro: Lo haré.
Parker: No tienes tiempo, andas siempre agobiado para salir aquí cada día.
Pedro: Lo buscaré.
Parker: Algunos lectores me han tomado cariño.
Pedro: Son muy amables, sí, pero ese será mi problema.
Parker: No me borres.
Pedro: Sí.
Parker: Por favor.
Pedro: Haberlo pensado antes.
Parker: Por favor.
Pedro: Bueno, lo pensaré.
Y las dos figuras se pierden en la niebla de este clima raro de los últimos días de septiembre en el que ya no saben qué decir y buscan argumentos en los planteamientos más absurdos, investigando incluso en la cooperación del otro yo que no es uno pero podría serlo.
Qué cosas.