Amber Hakim

sábado, 28 de febrero de 2015

Carta de amor para este sábado.




Tú estabas en  la maleza de este sábado tan largo y tan vacío, tan absurdo para ti que eres la emperatriz del mundo y estás ahí, camuflada entre los árboles de un bosque quemado, amenazada por todos los felinos hambrientos de la sabana, tan aburrida.

Pasará esta época de grandes lluvias, no pierdas la calma.

Estás, digo, vestida de verde, deshabitada de ilusión, con los caminos borrados, a oscuras y te mueves furtiva como una gacela asustada, temblorosa, tú que te sabes el abecedario, tres de las cuatro reglas y que hablas en tantos idiomas aunque con solo dos palabras logras que me asome al espacio y gire a tu alrededor, que te mire sin candiles pero encandilado, te contemple sin poner límites a mi curiosidad,  me postre ante tu recuerdo y entone salmos y rezos que creí olvidados.

Me da miedo tu miedo y tu rabia contenida, el brillo de tus ojos, lo exterior, lo que no te es ajeno y te muerde, esa voz que te hiere, esas palabras que ponen barreras a tu expresividad, todo aquello que te molesta o se clava en ti como saetas a una santa y mártir  que imagino desnuda y con flechas rebotando en tu piel que admiro y acaricio en este aire que me enloquece porque te siento aquí a mi lado mientras tecleo y te veo y me cortaría un dedo del pie por verte (los de la mano me dijiste que no me los corte, que los necesitas).

Pues eso, estamos en que ahí llovía y aquí casi nieva, que estamos subidos a un trineo de sueños que se desliza por un calendario de casi un año y no sé ya qué ropa ponerme y la ciudad está ahí engulléndonos.

Subo hasta esta colina de escribirte y te hago señales, amor, estoy aquí, te quiero, soy tuyo y quiero aprender a quererte cada día mejor, más es imposible.



Ánimo, mi vida, estoy afilando los cuchillos.


viernes, 27 de febrero de 2015

Fotos de familia.




Sólo son tuyas -de verdad- la memoria y la muerte,
la memoria que borra y desfigura
y la sombra de la muerte que aguarda.
Sólo fantasmales recuerdos y la nada
se reparten tu herencia sin destino.
Después de sucios tratos y mentiras,
de gestos a destiempo y de palabras
-irreales palabras ilusorias-,
sólo un testamento de ceniza
que el viento mueve, esparce y desordena.

Juan Luis Panero 



El niño, sentado sobre las piernas de su madre, pasa las páginas de un álbum de fotografías.
Dos ancianos sentados bajo una parra, la mano de ella sobre la rodilla de él.

-Mamá, qué feos son-


En blanco y negro, un grupo de familiares sonrientes delante de una iglesia, están vestidos de fiesta, miran a la cámara con el desafío del grupo, unidos frente al viento que alborota las faldas y amenaza con hacer volar las boinas de los hombres. Al fondo el mar.


-Mamá, ¿por qué no conozco a nadie?


La humedad forma sábanas y banderas que nadie ve, se mece en el objetivo del fotógrafo, alborota el humor de los adolescentes en primer plano.
Un hombre hace un gesto burlón, sus brazos rodean a una mujer de cara triste.


-Mamá ¿quién es ese que te mira?

Un perro ladra a la cámara.
Una casa entre la niebla, por una ventana asoman una cabeza y una mano.
Un grupo de jóvenes posando entre las hortensias ocultan su cara con las manos, a un lado, seria, una muchacha morena regala una mirada más allá de la mirada.


-Mamá ¿esa eras tú? 


La madre acaricia la cabeza del niño mientras en la garganta sujeta un nudo de congoja. Quiere terminar y se mueve, nerviosa.


-¿Por qué no hay ninguna foto de papá?


La madre cierra el álbum, toma al niño de la mano y se lleva las preguntas.


-Mamá ¿por qué lloras?

Fotos: Alexander Sterzel


jueves, 26 de febrero de 2015

Retrospectacle in New York (y 6).



Sexto

Pero acúsome también de ser tribuna de orgullo. Acúsome de toda la vanagloria que me asiste al comprobar que vos, capaz de convocar con una divina fórmula la Carne y la Sangre de Ntro. Señor, jamás poseeréis la palabra que hiciera nacer el tacto de µ cuerpo entre vuestros dedos consagrados. Y acúsome, reverendo padre, del sentimiento de rebeldía y de triunfo con que me embriaga esta crueldad. Amén (Ana Rosetti)




Ahora escribo –te escribimos- frente al espejo, te hablo –te hablamos- al espejo mientras escribo –escribimos-. Estos días tendremos muchas cosas que hacer, pasear bajo los árboles mojados del invierno, traducir mis mensajes tú, comprender los errores informáticos yo, leer tantos libros, terminar el de  Antony Beevor, añorarnos, imaginarnos, visitar alguna exposición, recapitular sobre los últimos años de vida, quizás sobre los últimos diez años, cuidar tu casa, cuidarte, mimar tu cuerpo ávido, que te grita, escribir más, mirar por la ventana. Y justo al llegar a este punto me entra por esa imaginaria ventana un auténtico viento de ternura y te imagino, te veo, puedo tocarte, imagino ese espacio por el que te mueves. Paro de escribir y te abrazo en silencio, muy ceñidito, fuerte, tratando de transmitirte mi amor, comunicarte lo que no sepa expresar con palabras, lo que el tiempo, su falta, me impida decirte, o lo que te comunico en un discurso frío, ya sé que a veces lo notas, lo noto yo, lo achaco a mi sensibilidad por la distancia, a mi dolor por determinadas ausencias en mi corazón, a que quiero protegerme, en que quiero provocar que me contestes, que me pienses. Fíjate, ni siquiera sé en qué parte de tu almacén estoy colocado, no quiero saberlo, me es igual, no necesito florituras, lo nuestro es un privilegio, un milagro, un fenómeno de comunicación que ocurre cada mil años, al menos así lo percibo. Me basta con que haya almacén, ni siquiera eso, me basta con tu existencia, con saber que estás ahí, que en un tiempo he conocido, conozco, un ser como tú y del resto vendrá lo que tenga que venir sabiendo además que una cosa de dos puede ser una cosa de sólo uno, aunque es más aburrido. Y ampliaré todo esto para que no pienses cosas raras pero ahora escucho pasos por el pasillo y aún no es la hora pero sé que vienen aquí y protejo el teclado y estos están vestidos con uniformes blancos...




Ana Rosetti

Poeta española nacida en Cádiz en 1950.
Es una de las voces femeninas más exuberantes de la literatura española. Ha dedicado su vida a las letras escribiendo no sólo poesía sino libretos para ópera, novela y diversas obras en prosa.
Ha obtenido varios premios importantes como el Gules en 1980, La sonrisa vertical de la novela erótica en 1991, y Rey Juan Carlos en 1985 por su obra «Devocionario». Fue distinguida con la Medalla de Plata de la Junta de Andalucía.

Obra poética: «Los devaneos de Erato» 1980, «Dióscuros» 1982, «Indicios vehementes» 1985, «Apuntes de ciudades» 1990, «Virgo potens» 1994, «Punto umbrío» 1995 y «La nota de blues» 1996. ©








Todas las fotografías de la serie y estas pertenecen a Francesca Woodman

miércoles, 25 de febrero de 2015

Retrospectacle in New York (5).

Quinto


Y decirle: Acúsome, reverendo padre. Acúsome del descuido que os reveló mi rostro, de la negligencia de mi velo en ocultar mi codicia. Acúsome del lazo que tendí a los pies de vuestra reverencia, de la tela de araña emboscada, del grillete que aprisionó vuestra mirada en mi sombra. Acúsome de ser lanza en el vientre, medusa entre las piernas, desvelo de vuestra reverencia y sed. Acúsome de clavaros la aguda y persistente dentellada de los rosales del remordimiento. (Ana Rosetti)


Francesca Woodman 

En este plato con especias de New York has vuelto a entrar en mi vida como un ciclón ciego y fiero, desbordante de palabras y sentimiento, cambiada, en llamas como un mastín loco y fiero que no suelta su presa, convirtiéndome también en un perro negro que husmea tus pasos por esta ciudad inmensa donde te busco a las cinco menos veinte en un café con música brasileña, a las seis y cinco frente a una librería con cuadernos de tapas de colores y te sigo y te busco, arcángel traspasado por tus pechos, hombre sonriente refugiado en tu sexo de aromas de hembra, colgado de las farolas con banderolas y luces de tu recuerdo, de ti, mujer tan mujer, mirada mágica, bella del Caribe, quisiera verte tumbada y desnuda, ver tus caderas esperándome, temblando, sabiendo que llegan las olas del placer y me deseas, sabiendo que no podrás oponerte a las mareas, sintiéndote llevada y traída por aguas que burbujean, por remolinos que te tragan y no sabes en qué país saldrás, en que playa terminará tu cuerpo agotado y feliz, dulzura de tierras lejanas, me gusta sentir en la distancia esa llamada de muslos, ese súbito e incontrolado fluir, esa señal con brazos que reclaman imperiosos, con órdenes musitadas: ven, ven, ven y yo voy, obediente y frenético súbdito, atareado como un delicado orfebre que quiere modelar el milagro de nuestro abrazo amoroso y dulce, brillante como una estrella en lo más alto de esos árboles navideños que aún no han recogido los comerciantes de la ilusión colectiva, los mercaderes del íntimo afán de trascendencia y digo esto mientras aún levito, etéreo, sin peso, atónito, con el placer aún aferrado a mis músculos, a mi esencia, sonrío, canto, cedo el paso en los cruces, el cielo se ha llenado de luces y la vida es lo que era, las mañanas estarán sembradas de esperanza, los lunes y viernes están marcados en rojo, en púrpura, los martes en verde, los sábados en azul mar, los días saltan a la cuerda y ya es igual que sea junio y las calles comiencen a derretirse, has vuelto, corazón, bienvenida, mi ser entero te recibe alborozado, mis dedos te buscan, mi boca te canta, mi cabeza sólo piensa en ti, te busco, ay, por las calles frías de este día caluroso, pero tú estás en tus paseos y yo, pronto, deberé seguir con mis deberes profesionales, trabajador modélico, la envidia de las aburridas mujeres que esperan en vano a sus previsibles parejas. Hoy estoy cansado, ayer corrí demasiado bajo el bochorno nocturno. ¿De qué quería huir? ¿De quién? ¿Del recuerdo de V? Ay, mis piernas están cansadas, y yo, del arco iris, de la lluvia, Abraham con su hijo en la pira ¿o era Jacob? las plagas de Egipto, lo que tú y yo queramos que sea porque has vuelto, mi reina en New York , ya era hora, estoy lleno de ti, me llenas, me turbas, me excitas, me incitas, hembra tan deseada, ya no te vayas más, no me dejes perdido y temblando en tu ausencia, niña amorosa, number one de memoria frágil, tan inteligente, mi dulzura, regalo envuelto en los más bellos colores del celofán, si un día escucho tu voz de seguro me voy a derretir como un helado de limón, hermosura que sueña con glup´s sobre ella, dentro de ella, en su cabeza, en las vueltas y revueltas de sus orejas ávidas, en los recovecos de su cerebro rico, brillante, mi hermosura, ¿dónde has estado escondida estos tres años? tan cerca y tan lejos, hablando de las personas que he conocido y sin tener la curiosidad por saber que había sido de tu vida, estúpido ignorante que no he sabido ver en el blanco espacio del tiempo como una niebla entre la mujer de . y la de . (o así), esta mujer, o sea tú, que me enajena ahora y me tiene así, mirando desde el balcón del amor, traduce, amor, traduce, que septiembre está cerca y bajarás al río a lavar los pecados de la humanidad, aceite y vinagre para esta ensalada de gentes y razas en New York y aún no conoces mi lado oscuro, mi incesante sed de amarte, mis ganas de dejar tu cuerpo exhausto, desmayado, rogándome un suspiro, pobre mujer sin fuerzas ya, indefensa a mis manos que no cesan, a mi cuerpo que se pega al tuyo, a mis piernas apretando tus caderas, mis labios subiendo y bajando por tu espalda, mis brazos que te abrazan, mi fuerza que te arrastra, que te pide, que te ordena, que te nubla la mirada, y tomarte suavemente, depositarte en una barca y dejarte en la ribera de otros deseos, esclava egipcia abandonada en el Nilo, acechada por cocodrilos con ajustados trajes verdes con finas rayas negras, ya no tenemos nombre y somos una mujer y un hombre anónimos, dos cuerpos desnudos que chocan y friccionan, que resbalan y dedos viscosos, que gimen ajenos al mundo detrás de la puerta y enredarte entre sábanas, prisionera, apasionada, uno en el otro, inventando posturas, piernas al aire, escorzo, uno, uno, nuestras cinturas unidas, mojadas, moviéndonos sin cesar, delicioso movimiento continuo de amarnos y amarnos, ojos entornados y no conocernos, ¿quién somos?, y cómo hemos llegado a esta sucesión de muslos en los muslos, humedades, de boca en la boca, de lucha y lucha de caricias, incesantes y nadie nos espera y la noche es larga y aún el sol está dormido y morderte el cuello, el lóbulo de las orejas, los hombros , escupirte la cara, hacerte daño, dulce dolor de amarnos así, como desconocidos, como una mujer y un hombre que se encuentran al borde de una noche, mirarnos hasta no vernos, mirarnos hasta conocernos, mirarnos hasta grabar esa mirada en la historia de nuestras vidas y así desvanecernos lentamente hasta que el sueño nos transporte a otro mundo. Y estará en este y ahí vienen las brujas uniformadas con sus pastillas y sus órdenes, rompiendo el mundo que creo desde este rectángulo blanco desde dónde te invento y te rompo, desde donde te imagino y te busco, me arde la frente, las ventanas están en llamas, no sé quién es ese ser de piel roja y cuernos, ni los bichos con patas de acero, ni esta serpiente que tengo enroscada al cuello. Debo dormir.

martes, 24 de febrero de 2015

Retrospectacle in New York (4).

 Cuarto

Apoyar la frente enfebrecida en la nublada celosía del confesionario. Enumerar los inasibles recorridos de la serpiente. Buscar un nombre para hacer cada crimen discernible. Dibujar las noches; las llagas de las paredes encaladas en la oscuridad, brillando; los colibríes enzarzados, enredando sus lenguas de pistilo bajo los rígidos almidones de mis tocas. Apoyar la frente. Abandonarse. Sentir cómo el anillo que atenaza mi corazón, se me resbala por el pecho como un crisantemo decapitado. (Ana Rosetti)



Francesca Woodman 


Han pasado seis días y los domingos que no me escribes tiemblo como un rapaz, me asusta tu silencio y subo al último piso del Empire para ver si llegas con flores en el pelo por las avenidas atestadas de taxis amarillos, de personas que se ven diminutas, ahí abajo, lejos de nosotros, aquí arriba. Me hormiguea el alma cuando no me escribes, temo que te escondas en la gruta del no y sigas ahí, anónima, lejana, ingrata, olvidadiza, apenas un aroma entre mis dedos que te escriben y tocan tu cuerpo imaginado, ansiado, deseado. Cuando callas temo que algo te haya ocurrido y salgo a las calles a gritar tu nombre, la gente me mira pero sigo, obstinado, llamándote con el eco de los callejones, febril, enamorado ¿dónde estás? Belleza, en la cabeza se agolpan impresiones borrosas, abstractas, vagas sensaciones. Poco a poco van formando perfiles, contornos que se llenan de color, se definen, como una fotografía de Polaroid, la agitas entre los dedos y en unos momentos están ahí las sonrisas claras, los gestos de fastidio, la persona que amas delante de un monumento, una montaña, el mar. A veces se entiende, es una cuestión de luz, de pronto sabes. A veces hace falta una palabra, una sola, para saber. Incluso esa palabra desencadena lo que no se sabe, y ya, queda ahí en la sombra, pero definido: detrás de esta puerta está lo ignorado, no pasar y un cartel con una calavera y dos tibias cruzada. Nosotros sabemos algunas cosas sobre nosotros. Nosotros, tú y yo, tenemos algunas cuestiones detrás de la puerta esperando, ay, un licor rojo sobre la mesa, la niebla contra los cristales y una música de Tortoise, suave, simulando un ambiente. Sería imprescindible que antes nos hubiéramos amado hasta la extenuación, para evitar que el deseo nos impida pensar con claridad, razonar, sacar conclusiones. Recuerdo que no me gustaba André Gide, ni un poco. Me lo recomendaste. Lo busqué en estantes olvidados de bibliotecas polvorientas. Leí sus libros, uno tras otro, en un ejercicio cercano al masoquismo. Me aburrieron soberanamente pero conseguí sentirme más cerca de ti. Recuerdo esto ahora, hoy, que el tratamiento ha sido fuerte, siento pinchazos en todo mi cuerpo. ¿Sigues ahí?

lunes, 23 de febrero de 2015

Retrospectacle in New York (3).

Tercero.

En sus dedos la ostia lunar amanece, se alza desde el vaso sagrado, brilla sobre el carmesí de la casulla. Y cómo ir, cómo prosternarme, cómo abrir la herida de mi boca a la luz si en mis entrañas anidan los petreles y mis venas son astas de ciervo y mi cuerpo es batalla con sus brechas y minas. De la lámina blanca que él me ofrece depende mi perdición, pero mi lengua, avanzando con rojos destellos, recibe de su mano el sacrilegio y la muerte. (Ana Rosetti)

Francesca Woodman 




Belleza, corazón, ahora es lunes, me asomo al balcón, amanece, el sol pinta las nubes de documental venezolano, abres tu correo, un hallazgo, la sorpresa, un hombre, socorro, un hombre en tu correo, otros en tu cabeza, otros volando, leer libros, leer en un corazón, nos dejamos de problemas y escribimos con el alma -perdón, tú escribe con lo que quieras-, el resto sale solo, qué gracia, hallazgos del lenguaje, claro, qué suerte, te apuntas y yo y ese señor que pasa y los millones de personas que ahora están solas, tecleando como náufragos, algo ocurre, algo grave, soledad, te lo cuento, tecleo y mi cama, alineada con las otras camas del pabellón, está vacía, escribir no es vivir, escribir es escribir, escribir es no vivir, vivir es vivir, amar, gozar, sufrir si toca, luchar, buscar, esperar el turno y disfrutarlo, eso pasa en New York, en España, en Crimea a pesar de los muertos, a pesar de las tragedias que nos entristecen desde los noticiarios, que nos aterran. Todo está en los libros, esto ya pasaba, pasa, pasará, mientras tú y yo aquí intercambiando confidencias sin saber quién somos, o cómo, o algo más que nuestros nombres, el recuerdo de tu mirada en FB, o este lunes sin demasiado trabajo, sin llamadas, con contradicciones, leyéndonos y discúlpame porque no soy Neruda, a quién le importa ahora Neruda que está enterrado mientras tú escribes tus alegrías y tus deseos con ese brillo apasionado enredándose en tus cartas. Creo que te quiero, sí, te lleno de besos y odio los lunes que es el día en el que me inyectan ese líquido verde que me deja atontado y parece que nunca saldré de aquí. No me olvides.

domingo, 22 de febrero de 2015

Retrospectacle in New York (2).

 Virgo Potens.

Segundo

Si con Noviembre un penetrante nardo ahogara los temblores de mis sábanas. Si lágrimas de lluvia diluyeran sucesos anteriores, y de mis ojos cayeran como hojas de otoño, desnudándolos. Si el tiempo desandase hasta cuando era inocente todavía y quieto y transparente. Y si, además, pudiera apresurarse, desplegar el velo que mi mirada contuviera, antes de que la suya alcanzara. Antes de que sus ojos sorprendieran en los míos el hechizo de Lucifer. (Ana Rosetti)


Francesca Woodman


Mi dulce niña del Caribe, a veces no lo controlo, se me escapa, demasiados pulsadores, demasiados mecanismos, demasiadas historias lastrando mi naturalidad, mi inocencia. Y a pesar de todo…soy otro, nuevo, débil y fuerte, ignorante y sabio, ansioso y tranquilo, no me sirven otros nombres, ni lo que ocurrió, ni tantos errores cometidos, pasaron, pasaron los nombres de los que aún no te he dicho, sus historias, mis estupideces. Este ahora no tiene nada que ver con el antes, aunque repita algún gesto, aunque nos miremos a través de esta niebla de domingo, de tus lágrimas de soledad, de detalles que antes no hubiera pasado de largo – esa foto con tus hermosas piernas desnudas, tu cuello, tu mirada, lo que no escribes - .
No te pregunto por falta de curiosidad, no, no te pregunto algunas cosas por auténtico pudor, respeto, por miedo a conocer las respuestas. Escribir es un problema, la vida corre por delante, siempre más rápido. Y diferente. Necesita más que las palabras, más que poesía, más que prosa trabajada, más que intenciones. Necesita obras, acciones, manos, piel, corazón, lo tangible, lo que se puede tocar, lo que se quiere abrazar. Y futuro. Hoy no quiero hablar, tú y yo no queremos hablar, no nos queremos preguntar, no me reproches, siempre vas a poder conmigo, me dejo, he dejado las armas en el armario, estoy desnudo, vulnerable, con las manos abiertas. No soporto algunas de mis capacidades, cambiaría todas las risas que enciendo con mis gracias tontas por una sola lágrima que haya provocado y he provocado muchas, queriendo y sin querer. Tu sabes que es complejo, que los días encadenados son complejos, que no hay coincidencia de trenes, que mucha gente se agolpa en los andenes- a ti que tanto te gustan los subterráneos- , que a pesar de los aviones, del viento, muchos caminan y caminan para llegar a ningún lado. Puedo seguir hasta la mentira y estrangular las esperanzas, puedo asomarme a esa alameda bella pero sin olor, puedo, mejor, decirte que quisiera calmar esa llovizna sobre tu frente con mis besos, con mil besos pequeños, con palabras dulces que nos hagan sentir ese lecho de voces en el que nos reclinamos, ese misterio al que deberíamos poner nombre, normas, pactos, estrategias. Y tú, que eres tan inteligente, tan variable, tan intensa, tan leve, tan bella, tienes que tener en cuenta que para mí todo esto es excitante y actúo como sé, como buenamente puedo. Seguro que me equivoco muchas veces. ¿Dónde está tu indulgencia?. Mírame alguna vez por dentro, bien dentro, estoy subido en lo alto de una torre, me sujeto al pararrayos gritando tu nombre al viento y viene una tormenta. Muchas veces me hubiese querido derrumbar por lo que ocurría dentro, hoy quisiera poderme derrumbar - solo un momento, una debilidad, unas lágrimas y ya- por tantas cosas que ocurren ahí fuera. Me está saliendo una carta triste, dominical. Y no quería. Me ha salido lamentosa y trágica. Y no. Aunque el color del mar anuncie la lluvia, aunque tantas preguntas se obstinen en tener respuesta, tú no te preocupes y vamos a reírnos porque llegará el martes, o el jueves, estas cartas que destilan sentimiento y verdad, un abrazo con nuestros nombres susurrados y la alegría nos acompañará por el jardín de lo imposible.


Cada final me parece inapropiado y continúo escribiendo y se me ocurren cosas nuevas para decirte y este beso final está lleno de deseo, saltando sobre las palabras, las preguntas y la realidad es que, ahora, quisiera perderme en los botones de tu ropa y buscarme en tu piel morena y besarte, besarte, besarte, besarte hasta el amanecer. Al despertarme ver tu sonrisa junto a mí, ahí, aquí, enfrente de New York. Llegan las enfermeras del turno de noche.

sábado, 21 de febrero de 2015

Retrospectacle in New York (1).

VIRGO POTENS

Primero

Oh, Dios mío. Oh, Dios mío. Oh, Dios mío, tened misericordia de mí, pues el enemigo ha conseguido entrar en la ciudadela; cautamente, ha derribado hasta el último bastión, como cera ha fundido toda vigilancia y ha alcanzado mis ojos para asomar sus oriflamas desde ellos. Mi mirada ha conducido sus anzuelos velo. Apoyar la frente enfebrecida es, sedal han sido, segura trayectoria de su reclamo. Oh, Dios mío. Oh, Dios mío, tened misericordia de mí. (
Ana Rosetti)


Francesca Woodman



Con esta pluma, negra, la mano se queda en el aire, flota en silencio, duda, por fin escribe y deja que...

Hermosura en USA, las seis, oscurece, este atardecer es definitivamente romántico, de un romanticismo decadente, antiguo, lo compruebo por esta música a la altura de las ingles, también por mis sentimientos alborotados, por esta propensión a hacer locuras, por pensarlas, por tantas cosas que intentaré contarte. Me he tomado tres copas de jerez en el West, dos filosofando con mi amigo John, una con V, mi amante. La encontré por casualidad a la salida de un bar en Madison Avenue, no quería hablarme, se fue, volví a buscarla, discutimos, J me llamaba al móvil, comí, regresé, la encontré en un restaurante, tomamos café, llegó una amiga de ella, tomamos otro café, este con ron quemado. He vuelto al despacho alterado ¿Ves? Soy un idiota. Algo de lo que hago me duele, me araña el antebrazo, me etiqueta, me lastima esa limitación por que la que no me digo claro lo que puedo y no puedo hacer.

Con esta pluma, negra, quisiera escribirte algo con sentido, una carta llena de encuentros y cumbres, de aciertos y palabras que te encojan el estómago, que te llenen de cantos de planetas perdidos en agujeros negros, de rumores de amor, de peces saltando a estribor y, ya ves, te escribo estas incoherencias, esta huida, esta sarta de frases como soplidos al viento, como carreras hacia dónde.

Bonita niña de la media isla trasplantada a New York, niña bella, dulzura, no sé qué o cuánto esperas de mí, no lo sé porque no me lo has escrito todavía, no me lo has dicho aún, pero nunca, nunca nos hagamos daño, que nunca tengamos que llorar por mentiras o engaños, hablémonos de frente y guardemos los cuchillos de la desconfianza. Tampoco nadie debería llorar por nuestra curiosidad. No sabemos nada de este nosotros del aire que ahora nos hace felices. Todavía no nos hemos planteado las tres preguntas, no queremos, nos basta con escribirnos, reír, mirarnos y disfrutar del milagro intelectual. Hay más, mucho más, delante y detrás del escenario, lee mis cartas primeras, lee las tuyas desde hace tres años, mira esas frutas mordidas, has notado el color del río esta mañana, has esperado mi nombre en FB ¿a quién?, ¿quién soy yo para ti?, dame nombre. Soy una morsa, soy una isla. ¿Quién eres tú? Luego sigo, ahora me traen las medicinas.

viernes, 20 de febrero de 2015

Cartas aéreas.


Como a veces
nos viene a la memoria
algo sin importancia
que dejamos
para el día siguiente
hace ya tiempo

he recordado
viejo amor
cuanto te quise

(Karmelo C. Iribarren)





Manual del cortejo en el diálogo de cartas aéreas, inventar la historia, inventar al otro, reinventarnos, es decir lo nuevo, lo bello, utilidad de lo inútil, ahí está la palabra, asediándonos, cercándonos, la magia del deseo, desear el deseo, atrevimiento progresivo llenándonos de la música erótica de nuestros cuerpos recién descubiertos, construidos desde la imaginación, desde la necesidad, mujer y hombre nuevos en cada gesto singular del intercambio de correspondencia, sin sellos ni sobres, sin otro cartero que outlook, cambiando un alfeizar por otro, ventana a un mundo con huertas sembradas de osadía, de espera, de ilusión, nerviosismo ante la tardanza en una respuesta, celos irlandeses, repetir los errores de lo cotidiano, posesivo afán de capturar lo inaprensible, reproches, ¿cómo puedes querer a una desconocida?, distanciamiento, agujero del adiós, peor, el silencio instaurando su reino implacable, totalitario, sabor tan amargo de lo que fue sin ser, otro hueco en el corazón, otro nombre perdido en la libreta de direcciones.





jueves, 19 de febrero de 2015

Entonces llegó el festín del amor.

En tanto, convulsiva, ásperamente convalece mi freno,
sufriendo como sufro del lenguaje directo del león;
y, puesto que he existido entre dos potestades de ladrillo,
convalesco yo mismo, sonriendo de mis labios.
Cesar Vallejo.
Buenos días.

"Buenos días."


Hubo un día, aquel, en el que ya nada fue.
Desde ahí comencé a vivir en soledad.

No podía compartir el hastío, lo diferente, el miedo.

Sir irme, no estaba.

Supe, no sé cómo lo supe, que me habían engañado en los colores, lo verde era azul, lo rojo, amarillo y lo blanco una pura transparencia, se veía un más allá de ángeles daltónicos y dioses despreocupados.

También supe entonces, solo entonces, que nada tenía valor, que los números seguían un orden absurdo, que tres era más que siete, que el doce no existía, que el veinte lo habían inventado, que cero significaba la eternidad.

“Y eso, perdone la simplificación, ¿le ocurrió hace mucho?” 

Es posible que fuera una experiencia repetida, algo anterior, pero aquel día marca un principio, la salida, desde entonces nada de lo que ocurría me ocurría. Era actor y espectador, estaba y vivía pero no era, lo veía desde un estrado imaginario, apuntador sin libreto, director imparcial sin poder participar modificar lo que sucedía, aventurar lo que podía suceder.

“¿Y?” 

Entonces llegó el festín del amor. 

No puedo entrar en esa penumbra sin riesgo a contaminarme de nuevo.

“Siga”

No, por hoy es suficiente. 

Buenas noches.

“Pues vaya, me ha dejado usted con las ganas. Buenas noches.”




miércoles, 18 de febrero de 2015

Una historia entre varios.





CAPÍTULO 14 


En el que ocurre lo que ocurre y los actores se refugian detrás de un biombo.

Prólogo. 

Veamos ¿qué tenemos?
Hay una maleta negra pegada a la pierna de un hombre con un abrigo negro sentado en una terraza gris donde llueven palomas, rutinas y esperanzas a punto de extinguirse. Cómo ha llegado a este lugar lo han contado ya.
Hay una mujer con una gabardina roja que viene recién peinada de amor y que se busca en ese al que busca. Su insistencia en esta actividad tan pesada también la han contado.
Luego están los lectores que conocen la historia, los que no y los que esperan su continuidad. Prescindiré de los de en medio y me centraré en los otros dos grupos.

Bien, estáis de suerte ya que estuve allí, lo vi todo, puedo contar cada detalle. Atentos, empiezo.


Parte 1. 

Plano desde arriba. La plaza Mayor casi vacía. Gritos de niños invisibles. Zureo de palomas. Las mesas perfectamente alineadas sobre las baldosas ajedrecísticas. Dos camareras aburridas, sin clientes. Un limpiabotas canturrea, ebrio de cazalla y soledad. El hombre del abrigo negro acerca más la maleta a su pierna, con la otra mano revuelve un café con leche que se enfría sobre la mesa gris. Cruza un ciclista montado sobre dos ruedas en su afán de perseguir su propia juventud. Una florista deja una estela de azucenas y desaparece por una esquina. Los gorriones alborotan las cornisas. Una anciana sacude una alfombra por la ventana, llora, a chorros. Un gato se aburre como un gato. Una mujer, sonámbula, con una gabardina roja, camina con lentitud y se dirige en línea recta hacia el hombre sentado. De los soportales ha salido un joven de pelo engominado y andares chulescos. Desde el ático miro todo esto, abrigado en mi sillón de jubilado, sin dinero ni ganas de pisar la calle, curioso por rutina, por falta de otra actividad mejor.

Parte 2. 


La cámara baja despacio y atrapa la actividad creciente en la plaza Mayor. Un hombre de facciones orientales toca el violín frente a un pañuelo blanco huérfano de euros. La mujer de la gabardina roja aprieta el paso y los labios, mira al hombre del abrigo negro, algo dice entre dientes. El gato arquea el lomo, se despereza y maúlla. Las dos camareras parlotean mientras pasan un trapo por las sillas. El limpiabotas se limpia la nariz. Una anciana riega sus tiestos de geranios y camelias. El hombre del abrigo negro ha visto a la mujer, se levanta, sonríe. Un perro viejo ladra y provoca una desbandada de palomas. La mujer de rojo tiende los brazos hacia el hombre de negro. El joven del pelo engominado lleva una navaja en la mano derecha. Lo veo, me incorporo y grito. Por un instante, el hombre, la mujer y el joven forman un triángulo detenido en el tiempo. La navaja describe un semicírculo de plata en el aire y se clava en el pecho del hombre del abrigo negro; los gorriones vuelan; el del pelo con gomina se lleva la maleta; las camareras chillan; la mujer de la gabardina roja se arrodilla y mira al cielo; llamo a la policía; justo en ese momento entra en la plaza una excursión de jubilados que sigue a un guía enarbolando un paraguas de colores; varias decenas de niños irrumpen con sus juegos, carreras, chillidos y ansiedades en el periodo de descanso del colegio en los bajos de la casa; un cartero colgado de su gran cartera sigue su camino sin mirar la escena; se acercan las sirenas de los coches de policía; cierro la puerta del balcón y enciendo la televisión; esta ciudad cada día es más peligrosa.


martes, 17 de febrero de 2015

Carta del amante que ya no irá a París.



© KERSTIN STEPHAN


Eva Gabriela, jamás iremos juntos a París, ya no, pasó nuestro tiempo. No pasearemos tomados de la mano frente al número 5 de la rue de Lille, no me explicarás, paciente, que la vida no es trágica, sino cómica.

Veo tu/vuestra página y me parece un hijo descarriado, irreverente, que cambia las huellas y los signos, que no quiere reconocerse en un padre ausente, un símbolo de lo que no es, de un tiempo cerrado al goce, también al dolor, una aséptica mirada a un territorio extranjero, un contraste entre tu entusiasmo y mi indiferencia, una prueba del estertor de lo bello, del destierro, de cómo suplir una pasión por otra. Por eso ahora me río después de haber llorado tanto, cumplidos los plazos, tu transferencia, el vínculo de amor, ese amor-pasión en el lazo entre los seres lo has cambiado por otros seres, lejanos/cercanos, pintores, escultores, dibujantes de tu pasión, de tu ser íntimo, has cambiado la pasión del cuerpo por la del alma, ya no sé si tu cuerpo era también tu alma, tampoco importa demasiado. Ya no pasearemos por un Montmartre que tanto imaginé.

Sí, dudo que sigas leyendo, atareada en tu todo, tú eres ese todo y el resto es supervivencia, cosas nimias, comer, ver cómo rompen las olas en el faro de Arriluce, el estruendo de los estorninos en los árboles junto a tu casa, exageraciones, hablo sin la menor esperanza…persevero, no sé a qué viene esto, quizás a que hoy he pensado en ti después de mucho tiempo, he pensado que ya no pienso en ti, he pensado en la libertad de mis emociones, en suspiros, también en un plano detrás de otros planos que conforman una vida, otro tiempo, he dejado las nostalgias colgadas de un clavo, créeme, aunque quizás escribir así lo desmienta, no sé, casi nunca sé, vivo y digo, persevero, necesitaba escribir hoy, sobre ti, sobre una habitación luminosa, sobre un perro negro y lustroso, sobre la capacidad de empezar de nuevo, de aprender incluso de mi propia ignorancia, no sabía amar, comprendí que hacerlo proporciona infinito goce, mucho más que ser amado.

Manteniendo la mirada y las manos abiertas te digo, no me hagas caso, esa tu/vuestra página, que aplaudo, me parece la prueba de tu desamor, sin más. Y esta carta es solo la confirmación de que soy un estúpido despechado, rencoroso, reconcomido al pensar que me utilizaste, mi cuerpo, que jugaste con mi pasión y mi amor, mi candidez, mi entrega. Me siento ruin, injusto, al pensar que hiciste conmigo lo que tantas veces hice yo. Mucho más sabiendo que no es cierto.


Ahora te envío, como no, mi cariño y una sonrisa, mi disposición a que, aunque mi silencio sea lo natural, cuentes conmigo para aquellos mínimos resquicios en los que tu autosuficiencia no sea suficiente. También te beso.

Hossein Zare

lunes, 16 de febrero de 2015

En menos de un minuto





La vida sigue.
Tengo las pruebas.
Te lo puedo demostrar en menos de un minuto.

El cronómetro está en marcha.

Los vigilantes de Cupido duermen, indiferentes al ladrido de los perros y al vuelo de las urracas.
Un hombre asa arenques junto a la tapia del cementerio.
A orillas del Guadalquivir, dos hermanas se debaten entre la curiosidad y la pena.
Aquel observador, fascinado, se refugió en la viña.
Mil carcajadas se clavan en el adolescente con acné y sueños rotos; o a él se lo parece.
Un fondo inhóspito de pararrayos y cúpulas ennegrecidas por la suciedad.
El perro zamarrea entre los dientes un guante blanco, sucio y roto.
Un cuadro con Aníbal cruzando los Alpes a lomos de un elefante; Aníbal no era zurdo.
Juan, vestido con ropas de mujer, mirándose al espejo.
Un beso.
La mujer sentada en lo alto de una torre tiende su capa a merced del viento.
Un verdugo rezando el santo rosario. Ora pro nobis.
Los ojos de la indiferencia, las trampas del juego, el azar del amor.
Una escala trepando hacia el cielo.
Un loco pesca debajo de una red.
El dulce aroma de las flores del engaño. Por favor, envíeme dos ramos a esta dirección.
Una tertulia alrededor de la mesa del mundo; se ha derramado el vino.
Los pájaros ladrones picotean en el maizal.
Una niña vestida de inocencia.
Un bombero apagando el fuego de su soledad.
Ese gato se está comiendo los arenques de antes. ¿Recordáis?

55 segundos.

Espera, espera, no vale porque se me ha parado antes de tiempo. ¿Estará estropeado?

Empezamos otra vez.

La vida sigue.
Tengo las pruebas.

¿O no?




Pieter Brueghel el Viejo

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