Hombre barbudo
...Tanto
ir y venir y resulta que estaba todo aquí mismo, en esa esquina, ritual de
cafés en el boulevard, memoria de tiempos pretéritos, ella caminando con sus
hijas tomadas de la mano, sonrisas en casas luminosas, así estaba entonces,
recuerdos de colores. “Mira qué guapa era yo”.
Me pregunto si tengo derecho a conservar sus fotografías, sobre todo esas que incluyen a su familia, amigas, estancias, perros y gatos, caminando en una boda irlandesa, su esposo, sus pies, su hijo pequeño mirando el mar, la hija mayor sonriendo como una mujer que la hace mayor, hasta qué punto puedo tenerla así, detenida, corriendo por la playa, otras sonriendo al fotógrafo. “Mira qué guapa soy ahora”.
No sé si debo meter los libros que me regaló, las cartas, sus regalos, los recuerdos en una caja de cartón y dejársela en la puerta, borrar los ficheros, el dolor que se me pone en la nuca cuando pienso en ella, la ansiedad de esperar aquellos mensajes al móvil. “Puedes subir cuando quieras”.
¿Y si solo hubiera sido una atracción pasajera? y si no... No. A veces lo pienso, me recreo en momentos, no olvido, ay, pero no, no pudo ser sólo eso, justo ahora sé, por centésima vez, que me estoy volviendo a equivocar, que no aprendo, que soy un obstinado iluso atrapado en un laberinto, buscando huellas en la nieve, olor de las frutas del milagro en una mesa a la que no estoy invitado. “Se canta lo que se pierde”.
Mastico sardonia para imitar la risa.
...y a mí me entró la angustia, se me acabó el tiempo, se me desplomó el mundo, me alcanzó la irrealidad. La vida se convirtió en una farsa inútil. Inconsistente. Hueca, ya no había absoluto, o el único absoluto era la nada. (S. Pániker)
…Estamos
dentro de una película de dibujos animados, nuestros perfiles se funden, se
confunden en contornos borrosos, metamorfosis, la pasión está representada por
miles de puntos alborotados, envolviéndonos, agitándose y chocando contra las
paredes de la banda dibujada, la música es tenue, los colores fuertes, la
pasión abrasa el celuloide y una estrella quemada se abre en mitad
de la pantalla…
Escribo esto obcecado, rodeado de luciérnagas, arrebatado por su llamada, su invitación, por cómo lo dijo, venturosa voz, salvación y condena, lo grito, lo canto.
¿Iré?
…Me
obliga a sentarme. Desde la espalda susurra en mi oído “déjame hacer”.
Me cubre los ojos con un pañuelo de seda que suavemente anuda en mi nuca. “No
hables”. La habitación se ha llenado de un silencio exaltado. Un leve roce,
trato de adivinar qué lo ha producido, una cremallera, un botón. Escuchar cómo
se desnuda, sus dedos deslizándose por la blusa, oír caer sobre la alfombra la
levedad de sus bragas de seda, un sujetador mínimo ¿negro? excitante, excitante
ella, mujer que amo, que deseo, que me transporta a un mundo tan bello que vivo
deslumbrado, levitando, puedo escuchar su piel, ahora sus gemidos, “no
puedes ver que estoy haciéndome”, sonidos turbadores, mis manos tanteando
desde mi ceguera hasta la tentación de tocar su cuerpo, sentir sus pasos
huyendo, seguirlos tropezando con las paredes, reencontrarte en una sala
inmensa, reclinada en un trono, desnuda ya, mirándome, con los brazos cruzados
sobre sus pechos de crisantemo, las piernas cruzadas ocultando su sexo de
mariposa...(etcétera, etcétera)
La belleza del verso aúlla junto al animal de la melancolía que cae en un pozo de cenizas y de víctimas. En las afueras de mí mismo soy un desconocido que anhela abrazar a ese que soy. Desolada orilla. ¿Por qué crucé? Este es el humillado país de escarcha y miedo que presentí en mis peores sueños. Y no hay regreso.
Oiga, señor, ¡no se quite la mascarilla!
De la mano, en silencio, caminábamos por un
camino oscuro.
Al abrigo de unos árboles nos besamos en
los labios, la primera vez, el primer abrazo.
Delicioso.
Ocurrió hace mucho tiempo.
Hoy ella está en una cama blanca, la
abrazo con ternura, beso su frente.
Me siento ridículo con un ramo de flores en la mano.
Al salir de la clínica he tropezado con su marido y su hijo mayor. No me han conocido.
Creo que ella tampoco me ha conocido.
Me siento en la roca de añorar
y cuento el rito y el descalabro, que los pájaros vuelan entre tejados, que fui feliz en el delicado
refugio de su vientre. Busco la poesía en lo que digo desde el borde de la
sangre que amenaza con anegar mis venas de cordura. Los perros del alba hacen
guardia en los altares. Soy mi propio verdugo, me corto el cuello y continúo,
empapado en la energía que derroché, mojado de nostalgia. Solo los ausentes
comprenderán la ausencia.
¿Debemos
buscar otro circo? ¿Y si esto sólo es sexo? ¿Estamos solos? ¿Seguro que Potsdamer Plartz existe? ¿Me quieres? Aquella noche nos vestimos con plumas de guacamayo,
fuimos amantes, inventamos el paraíso terrenal y los cometas, Markus Lüpertz
nos pintó en su diluvio, ardimos en la pira funeraria de un nosotros inmolado,
luchamos como fieras y perdimos, gladiadores con muñones, vencidos caminantes
de nuestra propia historia. Sí, acepté el papel de payaso (mejor que estar en el paro).
Llega
el otoño y no divago, no junto palabras sin más, quiero tocar el alma de los
dátiles con los dedos manchados de belleza y vida, de luz prendida entre las
uñas que rozan la espalda de todas las ausencias, ahora que aún no ha amanecido
y el trabajo es esta urdimbre de rutina y desencanto, este áspero olor del día
a día entre espejos crédulos, mármol
sujetando el mar y las tristes tardes de septiembre.
Amo
a una mujer que me ama pero no me ama.
Quizás
hablo por hablar, quizás te estoy buscando y no sé por dónde empezar, quizás
este ajedrez está lleno de piezas y no hay tablero, quizás debemos matarnos y
renacer. A lo lejos explotan las estrellas y del fondo de los mares está
brotando una nueva vida, impetuosa y gigante; apartémonos, amor, no nos lleven
las olas a otras playas, náufragos perdidos, indefensos, perdidamente humanos.
Hagamos lo que hagamos nuestro amor seguirá siendo esta fiesta diaria en la que
giramos, atónitos y embelesados, sabedores del milagro de querernos sin
querernos, amor, mujer a la que amo y sin amar me ama.
(O
eso creía)
Amo
a una mujer que me ama pero no me ama.
Sabe
que el jazz es esta música del Sahara que escuchamos sin saber que hay otras
músicas, o sí, o sí lo sabes, amor, mujer que huyes de mí, que no me miras, que
me tienes dentro de la caja, encogido, con el número, la etiqueta, la llave y
ahora sí, ahora no y no me resigno.
Apaga
la luz, amor, que quiero inventarte, vamos a guarecernos bajo las sábanas
mágicas que nos aíslan, que nos defienden, que nos transforman, que nos
cobijan. Apaga la luz, mi vida, que quiero descubrirte con mis dedos curiosos
que toquen tu mente, que la vacíen, que la llenen de versos y besos, que la
pinten de colores vivos y la vida se ha quedado coja, se tambalea, los caminos
están borrados y no sabemos por dónde se va al faro, por dónde se llega al infierno.
Déjame que te cambie la mirada, que te sople la niebla, acurrúcate conmigo y
pasa tus dedos mojados por mis cicatrices, siéntelas, déjame que te tape los
ojos, que te lleve de la mano, ciega a mi sombra, sorda a mis gritos, el número
tres es amarillo, el verde es una ecuación, vivir es un perro que ladra en la
distancia, las palabras se han llenado de palabras y no es fácil saber entre la
hierba.
(Lógico)
Amo
a una mujer que me ama pero no me ama.
Un
bicho me tapa la boca y las palabras se caen, inútiles, otro bicho se las come.
Vuelve, dulzura, ahora que todos se han ido, la casa está en silencio y la
ventana cerrada. Ven conmigo frente al espejo, uno junto al otro, mirémonos
hasta que nos sepamos, tocándonos el alma, apartando las zarzas, desnudos y
ciertos, vivos, palpándonos la piel y el corazón herido.
Fuera
llueve y hace frío, lo sé, pero no es el caso; dentro canta Joni Mitchell una
melodía encadenada mientras estamos sentados a dos centímetros que son como la
distancia a la luna. Tomemos una ginebra antes de inventarnos, antes de
perdernos y buscarnos en caricias lentas que aún no hemos dibujado, en besos
que ni sabemos que existen en las calles repletas de otros que llaman, que
vocean y no escuches, amor, este trago es difícil pero bello, apuremos las
copas y déjame que pase el limón por tu espalda con nudos, por tus piernas
esquivas, arca de la alianza para entrar en ella con trompetas y tambores, con
fanfarrias que solo tú y yo escuchemos, profanación de lo sagrado, caída de las
murallas de Jerusalén, vestales huyendo por la pradera, mi minotauro y yo
amándote bajo un árbol, mis centauros y yo amándote bajo la parra, yo, sólo,
amándote en mi cabeza de nubes...
(Iluso)
Amo
a una mujer que me ama pero no me ama.
La
mujer a la que tanto amo se busca con un candil en un bosque tenebroso, no le
asusta las sombras, un árbol es un árbol, nada más, ese árbol es el cielo, nada menos. El candil,
ella, sus hermanas que le besan, el camino que da vueltas en el llano, mirar
hacia atrás, Lot, espinas, la esperanza, sus hijas en la ventana, una flor roja
en su cabeza.
La
mujer a la que amo está atada en la proa de un barco que cabecea entre las
altas olas de la tormenta del norte, el
viento está lleno de voces que cantan desde lejos, voces de damas enlutadas,
voces de arena negra, voces. Hay una llama que se mueve entre sus músculos
doloridos, fuego que quema los recuerdos que salpican su tejado y llenan las
hendiduras de un silencio verde y espeso.
Soy un espectador herido, debo
decirle mi poema aunque no tenga sentido, aunque no sepa. ¿Qué sé yo de pájaros
melancólicos, qué del incendio que quema su soledad?...
(Nada)
Ahora no es entonces pero en aquella plaza cabía el mundo aunque no cabían los coches, aunque nadie los tenía, no cabían los viejos paseantes, ni el otoño, sólo su silueta, ni siquiera ella, que no era, nunca fue sino el espejismo, la que nunca, no un deseo, no una idea, algo más hondo, intenso, primigenio, lo que no se entiende pero duele, lo que sujeta el alma y la domina, lo que ilumina la vida y la disturba, la vuelve del revés, que le da sentido, principio, colorea la espera en las esquinas, el ansia, premonición, error, acierto, voluntad clavada a un nombre, el suyo, repetido, soñándola en mil noches, obsesivo, mordiéndome los puños al no verla, rota la lengua cuando no le hablaba, era ayer –recuerdo- y es ahora, curioso tiempo circular que vuelve y somos, ay, amigos, tal vez, nos conocemos, cambiamos confidencias, sin apuro, bella entrega de historias medio ocultas, de pasado, de emociones, sus padres, los míos, otras parejas, amores, el tiempo –otra vez- que va corriendo y nos deja más cerca del otoño que del brotar de flores, más lejos de aquella plaza dónde cabía el mundo y sin embargo no nos abrazamos una tarde que llovía, no buscamos la oscuridad para besarnos, no vimos que esto no es un juego y que la vida –oh, paradoja- estaba escrita desde antes, desde un principio impreciso, remoto, desde siempre. (Joder, que duro es tener memoria)
Gateo
en la memoria y no me encuentro.
Escarbo en lo que dije y
ya no sirve.
Recostado
en la L sigo insomne.
Busco
una Niniane que describa nueve círculos de pasos a mi alrededor, que susurre
nueve veces las palabras mágicas.
Hoy no estoy para nada.
Facebook o la banalización.
Música de la adolescencia hit o música de las catacumbas, a escoger. Tetas
prohibidas. Gatos y gatas. 0,05 segundos por foto. Me gusta. Silencio. Un
ombligo, dos ombligos, tres ombligos, mi ombligo. Aquella novia que tuve en los
80. Aquel novio que nunca tuve. Ni se te ocurra ir contracorriente. ¿Qué es la
corriente? Soy más listo que tú. Usted
no tiene ni puta idea. Pues mire que usted. La política no interesa. O los
políticos. Irresponsables, incendiarios, insolentes, insensatos, incultos,
ignorantes, maleducados, malintencionados, imbéciles. Nos llevan a la ruina.
Ellos no irán. Sálvese quien pueda. Listos y listas. Muros de espabilados. Muros
grises. Ah, y brujitas, esa raza, las que tienen poderes. Cada vez queda menos.
Amigos para siempre. Soledad por un tubo. Complejos de todo tipo. Tú ¿follas?.
Ay, qué cosas tienes, Paco. Esa foto de cuando tenías 30 años. Y pelo. Un par de tetas. Mentiras. Miénteme,
Loli. Una sensación deprimente. ¿Qué hace un chico/a como yo en un sitio como
este? Yo te lo digo, el ridículo muchas veces, matar el tiempo, eso que parece
que sobra, pero no. Las películas más raras. Yo soy diferente. Los cantantes que
no conoce ni dios. Yo soy especial. Los libros que no hay quién lea. Yo soy más
culto. Se habla poco de comida. Huevos fritos. Pasta sin mucha historia. Eso,
historia, ni puta idea. Asiduos/as de Sálvame con gafas de intelectuales.
Disculpa, todo esto ¿lo dices por mí? Yo,
Mí, Me, Conmigo. El mes que viene voy a ir a tu pueblo ¿nos veremos? Ya no vivo
aquí, verás, es que…No me cuentes tu vida. Me gustaría conocerte. Joder, como
venga este gilipollas y vea como soy en realidad… La realidad. 500 amigos. 5000
amigos. Qué suerte, macho. No se puede decir macha ¿o sí? Hay rigurosos estudios
de perfiles en base a la hora de conexión a esto, este, esta. Usted ¿folla?
¡Qué pesao! Ya me lo has preguntado antes. Disculpa, si cuela, cuela. Me gusta
mucho el jazz, tengo un disco de José Feliciano. Dylan es dios/Dios. Cortázar,
triunfo seguro. Y Pavarotti. Neruda también. Paolo Coelho ni se te ocurra aunque
siempre hay algún despistado/a. Si a James Taylor. No a Raphael. Flamenco
prohibido. Jotas no. Punk puaf. Trap ¿qué é lo que é? Luego te cuento quién era
Walt Whitman. O Walt Disney. A mí Cervantes me obligaron a leerlo con 12 años,
le tengo un paquete. Yo soy más de Faulkner. Y yo, tía, que causalidad, ¿follas? Así
indefinidamente. Qué plastas. Nosotros. Y nosotras.
Murió la estrella, aislada, consumida, cáscara ensimismada, azogue arrugado, hueco tejido nocturno, brillo perdido, derroche de luz sin luz, húmedo polvo amarillo, viento roto donde no hay viento, peces de pizarra nadan en el abismo del tiempo.
Te temo, cariño, te disfruto y te temo. En otro tiempo quizás hubiera huido a brazos más rendidos, a mentes más en una sola dirección, a los problemas de siempre, a las mujeres de nunca, a otras. Ahora no, aguanto firme en mi trinchera, la recorro arriba y abajo sin reparar por dónde pueden entrar, por qué agujero de la barricada me sorprenderán. Sé que sin remedio voy a perder la guerra, pero la batalla es deliciosa, dulce, desequilibrada, incruenta, sin prisioneros y sin embargo los caballos siguen siendo blancos o negros, los aviones vuelan alto sobre las nubes. ¿Te has percatado que ya no nos bombardean? En esta lucha contra el mundo, justo antes del diluvio ese que dices, los enemigos se multiplican. Y los imbéciles. Por eso estoy despierto. O sueño que estoy despierto. O sueño que alguien me sueña despierto. Es curioso que ahora mismo no sé si estoy dormido. Nos quitamos las mascarillas y al lío.
Te llamo, no contestas y no, no controlo tu mirada de paisaje de melancolías enrolladas, de mural a la entrada del Museo del Parque que miras , remiras y en mis manuales no viene nada sobre tamaña forma de enfocar las lentes, sobre el uso del microscopio, sobre la tortura del gota a gota cayendo sobre la frente de un John Wayne/Genghis Khan. Mira tú, qué casualidad, se ha puesto a llover y no me quedan chaquetas para extenderlas por los charcos donde pisas, deberemos volver por los atajos de entonces. Voy a cambiarme de piel y de alpargatas, luego te llamo otra vez.
Recuerdo una mujer que amé y se quitaba mis besos de sus labios. Una siesa.
Recuerdo un sacerdote que se transfiguraba al rezar el rosario y luego se casó y se salió. Un salido.
Recuerdo Lisboa y un hotel con señoritas de todos los colores sentadas en recepción. Coloridas pero aburridas.
Recuerdo un barman que preparaba unos magníficos combinados con ginebra y vermut mientras maldecía a Madrid. Hay gente para todo.
Recuerdo un coche verde cruzando el Alentejo. Hace tanto.
Recuerdo aquella mujer a la que tanto amé. Me saltan los suspiros por la cara y me la muerden. Qué bestias.
Clic. Off.
No recuerdo nada.
(Llamo pero comunica)
Las horas. A veces se me hacen largas, otras cortas. Los últimos descubrimientos científicos aseguran que los días tienen 24 (horas). No está aún probado pero me lo creo. Me creo casi todo. Soy tan crédulo que guardo tarros de ilusión en la despensa del por si acaso. Sin caducar. Creo. Miento. Escribo. Digo. Pienso, luego me desespero. ¿Esto es todo? Imagino. Evoco. Revoco. Convoco. Sujeto el bostezo con alambres retorcidos en la mandíbula con una pretendida literatura, dura o blanda, menuda, trabajada. Estas cosas que dejo aquí son un espejo ¿Qué ves? (si te ves tú tenemos un problema)
Está lo de no estar. Solo. Para eso hay que estar con alguien. Incluso con uno mismo. Es difícil. Hay días que no me hablo, me miro de arriba abajo y me enfado conmigo. Estar con otro, otra, otros, comprarse un mono puede estar bien. Depende del otro, de la otra, de los otros y del mono. Y de uno. A la de una, a la de dos, a la de tres
Ya me imaginé que no podrías callarte, solo estabas buscando ese tiempo de hogueras para poder decírmelo. Hasta aquí ya he aprendido. Y, plafff, me sientas en el altar del sacrificio y me lo cuentas todo de golpe, me revisas, me cuentas, me explicas, me arrullas, me sorprendes, me reafirmas, me haces sonreír, ponerme serio, dudar, saber, me abres otra ventana, me sugieres que te pida que cierres una puerta, me das un mapa, me robas un caramelo, me zarandeas, me acunas, me besas, me desarmas, me vendes cuchillos, me das motivos, me estimulas, me confundes, me aclaras, me reafirmas, mecagüen la mar que tuya eres, qué difícil debe ser tratar contigo sin ventajas, sin bonos, sin vales de regalo, que difícil mirarte a los ojos y saberte, qué mujer eres, por suerte, por inmensa suerte de haberte encontrado justo cuando estaba buscando y tú estabas ahí, desde antes, esperándome sentada en una piedra de misterio, cantando. Qué maja
No tienes experiencia, no lo sé, te pilla en una edad en la que buscas eso que no tienes, lo que intuyes pero no ves alrededor. Buscas en otros alrededores y encuentras algo que quizás tampoco es, pero más vale eso que nada. Te lo crees hasta que aparece lo próximo que te encandila, que te ilusiona. A veces aprendes algo, o mucho, por lo menos lo disfrutas mientras dura. El problema es que tienes que ocultarlo y aparentar que eres de tal o de cual, que te gusta A y H, para no separarte mucho del grupo, para no ser diferente. Quién sabe lo que ellos sentían cuando se metían en la cama en aquellos tiempos a ratos sombríos, a ratos luminosos. No es exactamente una pregunta. Yo a veces sentía miedo
Los 31 días de agosto han pasado como si nada, sin darse importancia, uno tras otro, indiferentes a edad, a expectativas, monótonos o plenos de actividad, de no tener que, de no hay más remedio, de prevención, recogidos, de cálidos bostezos mirando el mar, de gritos de alegría en la cima de los montes, de mascarilla apretada en el mercado, de recorrer la playa de punta a punta, de minutos que se escapan por el desagüe a ninguna parte. Vivir.
A veces algunos se percatan del derroche y luchan por pintar las horas con imaginación o resignación, con rabia o placidez, con vanos ejercicios de trascendencia que no pasan más allá del dintel de su propia casa, que no, que no hay nada que hacer, que esto es lo que hay.
El arte.
Pintura. Escultura. Escritura. Cine. Música. Filatelia. Monogamia. Grafología. Punto de cruz. Religión. Política. Guerra. Soberbia. Deporte. Arquitectura. Abogacía. Espía. Equilibrismo. Psicología. Cosmética. Rayos y centellas. Psiquiatría. Arqueología de la mente. Intimidad. Democracia. El plan qué sé yo. Diga usted treinta y tres. Treinta y tres.