Tomàs, Tobías y Parker.
And the fabulously named Sir Wyndham Knatchbull-Wyndham enjoying some time with his dog while surrounded by ancient splendor:
Alguien cantó, desafinando ─creo que era Tomás.
And the fabulously named Sir Wyndham Knatchbull-Wyndham enjoying some time with his dog while surrounded by ancient splendor:
Alguien cantó, desafinando ─creo que era Tomás.
Es el tiempo de la recogida de las cosechas.
Nadie lo esperaba pero está ocurriendo, ahora, transmisión, superstición, comunicación, una sensación de ahogo cuando sé que sube toda la tribu, hechicero incluido, cuando siento que vienen, están subiendo, gritando, apartando la maleza, todos, con pinturas de guerra y plumas en el pelo. Unos insectos diminutos van y vienen por mi nuca llenándome de una mezcla de ansiedad, inquietud, cosquillas, me aflora una risa tonta al saber que puedo lograr esto, lo del puente, lo del abrazo interpuesto con S en medio, es erótico, mágico, místico, anecdótico, simbólico, paradójico, lindo, tan lindo que me viste de sonrisas amarillas el día y ahí voy, a bebérmelo porque hay nubes, o no, o estar vivo es una obligación de buscar, encima o debajo, arriba, en el subsuelo, donde esté, ¿ves? allí, aquí todo se queda en nada y estamos en este limbo dulce hasta que, otra vez, un cónclave de obispos decida que no hay limbo y nos joda la fiesta. Y es que, cómo son… apartémonos que viene el séptimo de caballería de los lunes.
Llevábamos apenas una semana en
aquel pueblo del Sur, el verano empezaba a agriarse, cada día llegaban menos
turistas.
Paseábamos por la playa,
lloviznaba. Las olas rompían en la orilla con un ruido atroz, después la espuma
se deslizaba por la arena como una veloz caricia húmeda. Ni siquiera los
surfistas se atrevían a entrar en el agua.
No hablábamos. Un caballo pastaba
en las dunas. Las gaviotas iban y venían, graznaban sobre nosotros.
─Me voy ─dijo, sin
mirarme.
─Bien ─contesté,
seguí caminado.
No se dejó nada en la habitación
del hotel, ni siquiera una nota de despedida. Dejó pagada su parte. El taxista
me dijo después que la había llevado al aeropuerto de Jerez, que no dijo ni una
palabra en todo el trayecto.
Aquí no hago nada, me vuelvo a
casa.
No sé dónde está mi casa.
El cielo azul sobre nosotros puede colapsarse
Le ciel bleu sur nous peut s'effondrer
Y la tierra puede colapsar
Et la terre peut bien s'écrouler
No me importa. Si me amas
Peu m'importe, si tu m'aimes
No me importa el mundo entero
Je me fous du monde entier
Mientras el amor inunde mis mañanas
Tant qu'l'amour inond'ra mes matins
Mientras mi cuerpo tiemble bajo tus manos
Tant que mon corps frémira sous tes mains
No me importan los problemas
Peu m'importe les problèmes
Mi amor, porque tú me amas
Mon amour, puisque tu m'aimes
Iría al fin del mundo
J'irais jusqu'au bout du monde
Me teñiría de rubio
Je me ferais teindre en blonde
Si me lo pidieras
Si tu me le demandais
Iré a la Luna
J'irais décrocher la lune
Iría a robar la fortuna
J'irais voler la fortune
Si me lo pidieras
Si tu me le demandais
Yo negaría mi patria
Je renierais ma patrie
Yo negaría a mis amigos
Je renierais mes amis
Si me lo pidieras
Si tu me le demandais
Puedes reírte de mí
On peut bien rire de moi
Haría cualquier cosa
Je ferais n'importe quoi
Si me lo pidieras
Si tu me le demandais
Si la vida te arranca de mí
Si un jour la vie t'arrache à moi
Si mueres, estás lejos de mí
Si tu meurs, que tu sois loin de moi
No me importa, si me amas
Peu m'importe, si tu m'aimes
Porque yo también moriría
Car moi je mourrais aussi
Nosotros estaremos juntos por toda la eternidad
Nous aurons pour nous l'éternité
En el azul de toda la inmensidad
Dans le bleu de toute l'immensité
En el cielo, no más problemas
Dans le ciel, plus de problèmes
Mi amor, ¿crees que nos amamos?
Mon amour, crois-tu qu'on s'aime?
Dios reúne a los que se aman unos a otros
Dieu réunit ceux qui s'aiment
Bidders at Sotheby’s auction rooms in London, 25 February 1954; Photo by Jane Bown
"Y en realidad se ha empezado por el fin..."
Sartre, La Náusea.
Empecemos pues por el principio.
Fin.
Es un juego, uno escribe algo y otro deja pasar la vista por encima como quién va a buscar caracoles después de la lluvia. Y otro. Otro. Y. Otro. Etcétera. Hasta que una lee detrás, dentro de ese algo y lo siente, entiende, puede palpar la palabra y su cuerpo, identificarse, el todo, el principio, lo sabe en su sangre, en la aorta, en los nervios entrelazados al músculo, ahí donde los antiguos decían que convergían la emoción y lo desconocido. Aquí amaso con torpes manos el barro de no saber, pero sigo intentándolo hasta que rompa la cáscara que oculta al que soy.
Vaya historia, oye, no te rías que te veo.
Quién practica la escritura de/para blog tiene algo de banderillero, se enfrenta con tan sólo dos pequeños palitroques de entusiasmo, casi a cuerpo limpio, al enorme toro negro de la inseguridad sobre que lo expuesto en la página tenga calidad, sentido, cumpla unas mínimas normas -incluidas las gramaticales- saber quién te lee, cuántos, cómo, qué demonios entienden.
Me falta contar parte de lo de agosto
pero cómo, si todavía no ha empezado, cómo sin haberlo vivido, sin saber si. No
se puede inventar un corazón, no se puede juzgar lo del futuro, no sin votar en
contra de todo, no.
No.
Escuchamos a los expertos la
enumeración de los hechos, los inválidos sentados en la silla de su desgracia,
los días que se abren como llagas, palabras que no dicen nada, decencia,
coherencia, no me consta, realidad, a buenas horas.
Lo pensaré.
El nieto del honrado contable, la
pesadilla de los de siempre bajando del Pindo, David Sylvian entre tantos y
tantos, los siete nombres para designar aquello que no se entiende, lo
fatídico, la impaciencia.
Hay que ver.
Las tribus ordenadas por
apellidos mientras los gusanos se comen la esperanza, los escalones que
nos bajan al sótano de las alegorías, las catacumbas donde se esconden las
hermandades, el animal asiático, yo.
Dejemos que, uno a uno, pasen los
días de julio.
A mi (casi) amigo poeta o eso se dice.
Quid pro quo. Es decir que publicar un libro, tres, mil, no es garantía de nada, la
emoción, cariño (sí, sí, es a ti), el temblor en las axilas, en la ingle, esa
sensación que te dice que ahí está la poesía, estremecerse, el resto es apenas
humo, trabajo para desocupados, para ombligos que se expanden y nos dejan
ciegos para lo que no sea el yo y no, no, no, la poesía está en los otros, en
la mirada de otros, es cierto que el espejo nos dice que somos los más guapos
del pueblo pero suelen mentir, quizás no siempre pero a menudo. Quid pro quo.
Está la palabra y está la educación, está el saber hacer y la cortesía, la
mentira y el disimulo, el abanico y sus normas, la navaja barbera, clavarla
justo debajo de ese ombligo del que hablamos y tirar hacia abajo, desgarrar
músculos y llegar a los intestinos, siempre mirando a los ojos al desgraciado
que no se espera ese acto criminal. ¿En la muerte está la poesía? No. Ayer me
cené un diccionario y he dormido mal, se me clavaban las vocales en la glotis y
me siento no sé. Quid pro quo. Nos queda la palabra, claro, pero a veces los
sordos nos obligan al clamor, alharacas, pamemas, esas cosas me producen mal
humor y sed de venganza, por eso quizás sigo entre barrotes que me compré en
las liquidaciones de Leroy Merlín. Demasiada extensión, pues eso, que hoy por
ti y mañana por mí, que no cuesta nada y quedas bien, o casi, siempre
que el que recibe la línea de compromiso sepa leer (entre líneas). Pero, ay,
para eso hay que ser, antes, es previo, antes de ser lo que sea hay que ser.
Lástima, eso no se aprende, viene de serie. Otro poeta será, qué le vamos a
hacer. Lucas 7:22 Reina-Valera 1960 (RVR1960) 22 “Y respondiendo Jesús, les
dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los
cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son
resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio.” Quid pro quo.
Las tortugas sueñan con un festín de paramecios lejos de la noche negra de los cocodrilos.
Sólo puedo pensar en ti.
Las tortugas aman bajo palmeras de verdades la mano gigante que desparrama relojes.
Una daga de añoranza me traspasa el cerebro.
Las tortugas telegrafistas se quedaron sin trabajo, reparten de oreja a oreja mensajes, confidencias, miedo.
Aún así, te amo, sufro y te amo.
Las tortugas ignoran otro horizonte que el borde de la bañera, reman contracorriente, tocan guitarras sin cuerdas, ríen a destiempo.
¿Cuántos años más me quedan en la prisión de quererte?
Las tortugas entienden todo a la tercera, no saben nadar son temperamentales y nostálgicas, son buenas hijas, lloran.
Bajo la misma ventana, canto la misma canción, a la única mujer.
Y mientras llegas -si llegas- las tortugas y yo beberemos ron en las rocas hasta el alba hueca sin tu sonrisa de mono.
Otro día sin ti, y van...
Lo que tiene uno que aguantar.
El rocío nos mordió de madrugada,
los mastines espantaron el rebaño de goces,
azafrán derramado en la mesa,
flores secas, música ajada.
La estancia era dulce, transparente,
sentí tus manos acariciar las mías,
te busqué el cuello con los labios
encontré la húmeda puerta de mármol,
nos miramos y el vértigo nos anegó.
Lloramos de tan felices.
Agitabas cascabeles en los tobillos desnudos.
Tanto para escoger.
Lo último.
“A 20 pasos de la fama”.
La vi “en su momento” y me gustó, me emocionó. He vuelto a verla y me ha entristecido. El documental no ahonda en la tragedia pero no es necesario, se adivina mucho dolor y desilusión, mucha renuncia y sacrificio en esas mujeres talentosas, con voz superdotada, en algunos casos mejores que los artistas a los que acompañan. Los fragmentos musicales, extraordinarios.
“Rufufu” (I solito ignoto).
También la había visto pero me apetecía recordarla. De las primeras películas de Victorio Gasman, Marcelo Mastroniani y Claudia Cardinale, entre otros, incluido Totó (gloria nacional). Una época. Es interesante contrastar cómo se vivía en un país todavía con las consecuencias visibles de la guerra. En cierta manera me recuerda al cine que luego se hizo aquí, las ‘españoladas” un término despectivo pero que vistas ahora dan muchas claves de una manera de vivir, censura incluida. La película es de una comicidad a veces primaria, a veces cruel, pero siempre efectiva. Me ha vuelto a gustar.
“Dune” (1)
Dos horas y media de lucimiento de Denis Villeneuve un primoroso ejercicio de fotografía espectacular, música, efectos especiales, montaje, en la que cómo ocurre importa más que lo que ocurre, la historia o el buen trabajo de los actores. Tuve una época ciencia ficción en la que creo que lo leí “todo” incluido este Dune del que no recordaba nada excepto lo de los gusanos. Es una película con escenas impactantes, emocionantes, que las sigues entusiasmado (yo, al menos). Una pasada. Y me queda la segunda parte.
La portada de este libro me llamó la atención hace ya un año. Me costó encontrarlo. Se edita demasiado.
Ayer paseando por la playa con una editora.
¿Qué hace falta para editar un libro?
Que se venda, que se venda mucho.
La calidad es el dinero.
Money.
Money se llama la protagonista de “Por qué haría yo” un ejercicio original, difícil de leer, no sé hasta qué punto me interesa la complicada vida de la narradora, el caos, los personajes, incluso la tragedia, esa forma de vida me es lejana, quizás no, quizás es más cercana de lo que parece a primera vista. Tanto leer estilos diferentes, sin criterio, al azar, por intuición, capricho a veces, me encuentro con estas rarezas de las que aprendo varias cosas, la calidad no entiende de nombres, los gustos son variados, incomprensibles a veces, escribir es vender, hay críticos que lo explican mejor que yo:
https://elasombrario.publico.es/por-que-haria-yo-el-humor-como-antidoto-contra-el-destino/
https://letraslibres.com/literatura/por-que-haria-yo-la-novela-en-fragmentos-de-mary-robison/
Y ahora he empezado con Chateubriand, veremos.
Un día cualquiera –ayer- te confías y estimulado por algún poemilla qué opinas te ha salido medio bien –iluso-, cometes la osadía de dar la dirección del blog a un amigo. La espada de su opinión pende ya sobre tus futuros escritos. Pasados unos días te acostumbras, sobre todo porque ese amigo deja de leerte y de aburrirte con eso de “ah, pero eso ¿te ha ocurrido? y sigues con el intento cotidiano del post. Pero otro texto en el que te gustas y caes otra vez en el error de dar tu dirección a varios conocidos. Etc. A la rueda, rueda, el que no venga no juega.
Sonreía detrás del abanico y Cádiz se llenaba de filigranas y pájaros de repostería cabeceando sobre las ortigas, de peces sonámbulos en los anzuelos como serpentinas adornando una fiesta que no era, con piñatas y un incendio en el pubis, una crisálida, una batalla con generales heridos, estremecidos, fascinados, con una sola idea, desnuda, algo así como lirios o gladiolos, lo íntimo, ese viaje, Cádiz, columnas con una sola frase, repetida, un ajuar de cuchillos, el recuerdo acristalado, un verano que ya respiraba, palpitaba en ruiseñores y chasquidos, ¿qué quiero decir?, este es un alfabeto concentrado, una caligrafía del intento, una obsesión gaditana.
Desparramado, aún no había llegado el tiempo de la ira y María Bethania cantaba en un idioma que no entendía del todo pero que sentía como una caricia enérgica, como si esa lengua respirara en mi pecho, simulé una caligrafía y una algarabía hasta que la silueta de una mujer se elevó a la categoría del tú y yo y después todo fueron bosques y viento de argucias, polifonía de jadeos en la habitación del fondo, allí donde se desplegaban la niebla y la ceguera, el fuego y el telar donde nos tejimos en una historia de gacelas y leones emboscados en el cañaveral del deseo, acorralados en el imperioso afán de mezclarnos, unirnos, tan uno, fusión de relámpago y ruidos que acallábamos, que nadie supiera, ni nosotros, escribiendo páginas fascinadas, suelo sin dosel, lamiendo el reflejo de lo que ya no nos pertenecía, éramos el otro, desgranados en sudor y dedos, pleitesía a las posturas, despiadados, encontrándonos en un confín insospechado, manchados de murmullos, de sinrazones, pedagogía en las caderas, cadencia de muslos, así, imperio acotado, jazmines y el aliento como flores cenicientas en la espalda tensa, de azafrán, los labios adolescentes y el temblor de caballistas azorados, dulzainas y tamboriles, filigranas, el azor del sexo y las palomas, todo era así y María Bethania cantaba a los albérchigos, quizás, a la pérgola incendiada, a la tribu en la cueva, a la piel iluminada, luego calló, nos fuimos y amaneció la nada.
Raffaello Sorbi (Italian, 1844-1931)
Ella vive sola, rodeada de ojos, le miran desde cada rincón, de las nubes, bajo la cama vigilan su sueño. Pertenece a un generación que quemó los sostenes pero ese día ella no fue a clase. Da explicaciones de lo que hace, de lo que no hace, de lo que piensa, de lo que no hizo, de todo, da explicaciones sobre todo cuando no se las piden. Se disculpa, no sé de qué, pero se disculpa, constantemente. Es una paradoja, hace lo que dice que jamás hará, tiene unos principios, los incumple, sufre, se replantea lo que jamás hará, lo hace, sufre y así camina en círculo por su vida que es como la de todos, corta. No se recoge el pelo, no quiere mentir, quiere vivir aquí pero vive allí, ha descubierto –nunca es tarde- que el horror no lo era, que podía ser el cielo, que está tan lejos que no merece la pena volar, se ha cortado las alas, se ha amordazado, se ha clavado las manos al madero de lo que sí, ese sí es el no. Su vida tiene algo de destierro, una pudorosa ceremonia de la soledad aceptada como expiación, como refugio, un Berlín 1945, la reconstrucción de un paisaje en ruinas, sentimientos bajo el bombardeo enemigo de esto no se hace, no, no hagas eso, cómo se te ocurre, no, levanta altares en los rincones para disolver la tristeza, no se resigna a la desventura, su risa es una ceremonia, un canto a una nueva vida, su lucha es contra los fantasmas. Las últimas noticias de los diarios locales dicen que va ganando. Me alegro.
From the Manly Palmer Hall collection of alchemical manuscripts, 1500-1825
Decíamos ayer, creo, que la vida, oh, está llena de incógnitas. En aquel tiempo pensé que aquella explosiva novia rubia había preguntado algo absurdo pero después he meditado sobre ello y, quizás porque nunca he sido perro, me ha vuelto ese interrogante ¿tienen alma los perros?, una y otra vez a mi cabeza. Hasta tal punto que en su momento desarrollé una teoría sobre canes de pelo largo o pelo corto, perros grandes o perros flauta, sin conclusiones definitivas. A día de hoy, lo siento, puedo decir que se lo he preguntado a un gran danés, a un setter y a una amiga que tiene cara de perro pachón (esta última se enfadó un poco) y no me han dicho nada. Como compensación si puedo decir que las/os rubias/os, todas/os, tienen alma, es decir que si tú eres rubia/o la tienes, otra cosa es su color, que ahora que lo pienso, ¿tienen color las almas? No hace falta ser rubia/o para preguntar cosas como esas o ser portugués para disfrutar de Évora que me trae tantos recuerdos que solo puedo dejar estos extractos que pretenden ser poéticos (o así, ya ves tú) y que sin embargo provocan reacciones tan opuestas que me pasmo, me ortigo, leo, veo, me miro al espejo y se me queda la cara en foto fija, alelada, sorprendida de lo que ya dije que digo, es igual que (ya te dije) escribir no es un exhibicionismo absoluto de lo íntimo, que no hay quién soporte ese nivel, que a buen entendedor, que ya te digo, que es igual lo que escribas, quién lee, lee lo que quiere leer ya escribas desnudo o vestido de esquimal, es igual, en general (salvo excepciones honrosas) digas lo que digas cada uno se lee a sí mismo, su propia peripecia, su vacío, su necesidad, que qué importa lo que está escrito en un blog perdido en quién sabe dónde, la música, eso gusta, los colorines y la rutina, estar, en fin, un placer que alguien lea esto, las visitas (menos aquel día que vi llover, vi gente correr y no estabas tú, el otoño vi llegar, etc) Algo así. Agur.
Comencé el blog glup 2.0 –08.02.07
ya te digo- para encauzar varias necesidades, a saber: la de escribir, la de
comunicar, la de dar lustre al ego, la de compensar posibles deficiencias en
otros terrenos, la de equilibrio, la de dejar la sensibilidad deslizarse por
los días, la de compartir, la de aprender y la de sustituir al diván que
realmente necesito. En el fondo creo que todas son solo una.
El título, el anonimato me
defendía, dejaba abierta mi creatividad. Podía expresar así todo aquello que se
me ocurría, escribía sin censura, jugaba, proponía historias y mentiras,
seducía con imposibles. Por otra parte, los apodos de las personas que leían y
comentaban nos permitían a todos ser alguien y a la vez nadie era ninguno.
Éramos libres, un espacio feliz, un paraíso sin manzanas traicioneras.
Eran otros tiempos.
Puse mi nombre y cambiaron.
Hoy va así.
A veces me defiendo con Parker.
En otro tiempo, es decir en mi prehistoria, tuve relación con una espectacular dama rubia, bella y altiva como una artista de cine, de Hollywood en concreto, increíble, no sé cómo podía salir conmigo, en fin.
Mira, la raya que limita está ahí.