Un
día cualquiera, un día más, enseguida viene el fin de semana, el sábado iré, el
domingo voy a, suena el teléfono a la noche, algo pasa, mi madre se está muriendo,
Pedro, cómo hiciste tú lo del entierro y eso, mis condolencias, mi apoyo, mi disposición para lo que
necesite, las conversaciones después de tomar unos vinos, la lengua suelta, las
confidencias, los secretos, lo que no se dice, aquí y allí hablamos de lo
mismo, en castellano, en inglés, en francés, sentimos lo mismo, queremos lo
mismo, gozamos y sufrimos con lo mismo, me han despedido, me llamaron a media mañana y fuera, llevaba quince años,
¿qué hago ahora?, agobio del trabajo, maldición y necesidad, estar alerta, la
lucha por las horas en zigzag, cremallera arriba y abajo, el rostro marchitado,
su belleza, aún, con surcos bajos los ojos, deshojados, soy feligrés embozado
en un descansillo de su escalera, flor y fruto de una adolescencia herida, un
tic-tac, la huida, un sobretodo antiguo, de cuadros, me daba vergüenza que me
viera, el placer de la ternura, sus manos detenidas en el aire quieto, la
marea, un pájaro, el sauce que cortó por las raíces que hacían peligrar los
cimientos de su casa, ya sabes, orgasmo es una palabra antigua, y hormonas,
cuchillo de su voz diciendo no, sí era la balsa de Medusa y comernos los unos a
los otros, el estío reverbera, cuento cuántos, me quedan, no es broma, lo
sabes, Mozart, poemas azules en la aurora, un día deslomado, una pregunta
inquieta, el zinc del laboratorio aquel, amoroso rumor en las manos de mi
madre, un jinete cabalgando la nostalgia, pronúncialo en italiano, un desliz
infantil, el oprobio en público, mi impotencia de niño asustado, resentimiento,
el suelo de mármol de una iglesia del Trastévere, un guerrero de bronce, un
alfil caído, respeto, la poesía tatuada en este gesto de escribir en la
penumbra, escondido, este soy, esta es la llave, librería frente a Notre Dame,
habitación de un hotel en Manhattan, el bisturí sobre su piel hermosa márcame, soy tuya, que lo sepan, el águila del
sexo, las barreras, buscar al ensimismado médico y golpearle, sin motivo
aparente, por sorpresa, en mitad de la calle, toma, toma, dos bofetadas y
seguir caminando tan tranquilo, baldosa sí, baldosa no, variedad métrica,
ramillete de versos de mi barrio, repertorio de voces, granizo, caverna,
crepúsculo, horror, clítoris, niebla en la lengua, palabras para
gustarlas, para chuparlas, para saberlas, el juez en el follaje, la dádiva de
su cuerpo enjuto, sometido, haz de mí lo que quieras, ardíamos, desde sus caderas esquivas a mi torso de nadador
reciclado, nos quitamos la ropa y fuimos uno,
dos, tres, envejecimos amándonos como fieras, mordiéndonos las ganas, los
muslos, aureola de mis poemas ocultos detrás de libros de Jung, los santos
inocentes repartiendo zapatos a los cojos, este sí, este no, me sobran dos de
pie izquierdo, entre algodones la señal de su tragedia o el aplauso, Lucifer
entrando en el mar, cronología de nada, hoy, que aproveche.