Los demonios de la fama regresaron el pasado domingo al escenario para cobrarse una nueva estrella. La cantante de country Mindy McCready. Como Amy Winehouse o Kurt Cobain, murió víctima de ese cóctel fatal que combina la popularidad inmediata, las adicciones y la depresión. Sus discos han tenido una escasa distribución en España, pero es seguro que cualquier aficionado al género conoce el nombre y la obra de esta intérprete de Florida, que con solo dos discos se encumbró como una de las voces vaqueras más prometedoras para, a continuación, despeñarse en el caos personal.
Un disparo en la cabeza. La autopsia confirmó el jueves que se trataba de un suicidio. Mindy apareció tendida en la entrada de su casa de Heber Springs, un típico pueblo agrícola de Arkansas cuya vida parece haber sido diseñada para alojar a una estrella del country. Granjas, establos y bares de carretera en los que Garth Brooks siempre suena. La cantante decidió quitarse la vida en el mismo lugar y de la misma manera en que lo hizo su marido y padre de uno de sus dos hijos, David Wilson, el mes pasado. Un suceso demasiado trágico de afrontar para una joven que, en sus 37 años de vida, ya había intentado suicidarse en tres ocasiones. Esa misma noche, en cada bar de Heber Springs sonó una y otra vez 'I'm still here', la canción con la que en 2008 intentó regresar a las listas de éxitos. Un título dramático para un funeral.
Su caso es extraordinariamente semejante al de Amy Winehouse. Un éxito fulgurante y una fama demasiado rápida, demasiado densa y demasiado difícil de manejar para una persona frágil con una vida llena de complicaciones. Comenzó a cantar en la iglesia de su ciudad natal con solo tres años. A los 18 se hizo famosa con un primer disco. Su voz de contratenor, portentosa en fondo, cristalina en pronunciación y perfectamente ajustada a las exigencias vocales del country, llamó la atención de las discográficas de Nashville que habían escuchado sus cintas caseras. BNA lanzó su primer álbum, 'Ten Thousand Angels'. A lo grande. Con una lujosa producción y más de una decena de músicos en el estudio, entre ellos el guitarrista Larry Byron y la poderosa Nashville String Machine. La discográfica también se preocupó de cubrir la parte más mediática organizando un dueto con Richie McDonald, cantante de Lonestar.
El country es exigente, pero agradecido. El público percibió que Mindy era una de las suyas, auténtica, y compró masivamente el álbum. 'Ten Thousand Angels' colocó dos millones de ejemplares y alcanzó el número uno en las listas. El éxito fue tan indiscutible que la compañía metió rápidamente a Mindy en el estudio para grabar un segundo disco con el que aprovechar el tirón. 'If I don't Stay the Night', más intimista, no llegó al millón de copias. Una cantidad por la que muchos matarían, pero que no cumplió las elevadas expectativas de la discográfica. Como un jugador de poker, la mano de Mindy cambió. Para entonces ya sufría problemas sentimentales con su primera pareja, el actor Dean Cain. Más tarde llegaría un profesional del hockey y un jugador de béisbol que prefirió continuar con su esposa y dejar a Mindy tirada.
Mientras tanto, la cantante padecía el síndrome del ascenso y caída de las estrellas. Al tiempo que disfrutaba del dinero y de la fama, sufría la presión del negocio para generar nuevos éxitos. Y, en medio, las giras interminables. Alcohol, adicciones, cero descanso, demasiados compromisos, demasiadas tensiones. Y, al final, el infierno. Con su siguiente trabajo, editado en 1999, entró en la zona muerta de la industria: no superó los 150.000 álbumes y cayó en el limbo. Para el cuarto disco, la cantante de Florida fue contratada por Capitol Records, una firma especialista en el sonido de Nashville, que pretendió encauzar de nuevo su carrera. Pero las ventas fueron tan bajas que la discográfica rompió el contrato.
Su vida se transformó en una espiral de destrucción o, como ella misma decía, de caos total. Estuvo emparejada en 2002 con el cantante William Patrick McKnight, que sería detenido por intentar estrangularla durante una pelea conyugal. Las secuelas del episodio llevaron a la estrella del country a un primer intento de suicidio, después del cual la pareja se reconcilió y tuvo un hijo. La relación fue tormentosa: Mindy intentó quitarse de nuevo la vida con medicamentos en pleno embarazo. Luego habría un tercer intento de suicidio en medio de un torbellino vital salpicado de arrestos (entre ellos, por usar recetas falsas y conducción temeraria), apariciones en 'realities' de segunda división (el último fue un serial donde un grupo antiguas estrellas del rock y del cine se sometían a terapias de rehabilitación de sus adicciones) y nuevas grabaciones que no le retornaron a la fama, pese a que su quinto y último álbum contenía momentos brillantes.
Su última canción se llamaba David Wilson. Un marido con el que pareció recuperar la estabilidad emocional y con el que tuvo un hijo hace nueve meses. Pero su vida volvió a convertirse en un blues. El mes pasado, Wilson se suicidó de un disparo. Mindy no resistió el último golpe de la vida.