No había, no sabían que era eso, de haberlo sabido los hubieran embreado, emplumado y echado al río. Las únicas voces que se escuchaban eran las del parte a las dos y media, los ánimos al equipo de fútbol y los cánticos en los bares. El resto era silencio (oh, oh, oh.). (*)
“Se prohíbe cantar.”
Los diferentes no existían, todos decían que sí, con un silencioso cabeceo o con la tácita aceptación de modos, costumbres, rutinas y órdenes. Y sin embargo los había, muchos, escondidos en los rellanos de los últimos pisos, entre los bloques de cemento del nuevo puerto, detrás de los zarzales del monte cercano. (**)
“Se prohíbe hablar de política.”
Que las rimas eran las de las fábulas, animales que hablaban y los versos, una sucesión de voluntariosa prosa que decía lo que había que decir y no se salga de la fila que le veo. Trajes grises y sonrisas congeladas en envases de no y vuelva usted mañana que, caballero, no sabe usted con quién está hablando.(***)
“Se prohíbe blasfemar.”
Esto no es escritura, es terapia, es sacar carbón de una mina abierta en el cerebro que se niega a dormir, que intenta hablar de tiempos que no, de un entonces desconocido, el mundo es pequeño, la historia está para olvidarla, para hacerla nueva, la cuentan los que ganan, el resto es olvido (oh, oh, oh), no hay nada casual, cada fotografía, música, poema, color, silencio o voz tronante, cada paso sale de las tripas, sin filtro, directamente de fábrica al consumidor, no contiene adictivos ni colorantes, tal cual, si encuentra algo mejor, cómprelo, si quiere mirar las fotos, mire, ande, no se corte, si lee y le gusta, me alegro, si no le gusta, pues también, hay otros canales, si coloca un decodificador, más, si coloca una antena más larga, otros quinientos, lo único que no tendrá es tiempo, no lo venden, pregúntele a Fausto, o a su espejo (al suyo, al de usted), o a mi, que se me acumulan las sensaciones y, la verdad, lo que quisiera es contárselas a S (eSe, eSa, eSo) al oído, sin odio, con todo el amor que aún me queda en este barco a la deriva -no confundir con el otro, con el que navega por la ruta comercial, el que sigue mapas y constelaciones, el que tiene un capitán en la proa y marineros que hacen lo que deben, maldita educación- y espero no tropezarme de nuevo con el iceberg, que estoy cansado de naufragios, que tengo llenos los botes salvavidas y no hay islas desiertas aunque nado y nado por mares interminables, esquivando tiburones del miedo y las ballenas y le invito a que se tome esta taza de humor y ya suena la campana, diez y K.O. Mañana más.(****)
“Se prohíbe prohibir.”
(*) Reunión clandestina en una iglesia, de uno en uno. En las esquinas, la policía alerta. Y mis oídos.
(**) Tenía tres hermanas, él era el pequeño. Los modales de Ignacio y sus muslos enrojecidos por el roce de unos pantalones cortos demasiado estrechos.
No recuerdo como se llamaban sus amigos.
Había uno con cara de pájaro que caminaba a saltitos, igual que un gorrión
Paseando por calles de entonces vi a otro en la puerta de una tienda de modas, no me saludó.
Y aquel que siempre estaba con hombres mayores.
Eran muchos, siempre estaban juntos.
Lo entendí después.
(***) a un panal de rica miel/ dos mil moscas acudieron
(****) No me lo tengas en cuenta, ya se sabe, es lo que tiene dejar la medicación.
¿Estás seguro?