miércoles, 31 de marzo de 2021

Un cuento casi gótico, casi cuento.

 



Ahí empezó todo, la tarde en que  aquella mujer llamó a la puerta de nuestra casa casi vegetal. Sin palabras, dejó un anillo y un libro y  se fue en un Mercedes que bamboleaba en el camino que algunos decían que era del tiempo de los romanos. Exageran, la gente de estas tierras no sabe nada de entonces ni de ahora. El libro estaba escrito en un idioma que no entendía, con flores secas entre sus páginas, con un olor penetrante a almendras, a vainilla, lo olvidé sobre una repisa.

Hasta aquella visita mi vida era tranquila en un destierro impuesto.  La niebla ocultaba los árboles. Paseaba por el jardín entre estatuas, bestias pacíficas, inmóviles aunque estoy seguro que alguna vez las vi moverse, apenas milímetros, un ojo medio abierto, la cabeza ladeada. Edith sonreía, decía que el clima de aquí me estaba trastornando. El niño, ella sostenía que era mi hijo, apenas me hablaba, con sus ocho años nunca me llamó padre.

Quizás fue una coincidencia pero también por aquel entonces Edith comenzó unos rituales extraños, salía de noche a bañarse en el arroyo cercano, recolectaba hierbas que guardaba en pequeños recipientes de cristal, leía aquellos libros antiguos del desván, allí pasaba los días.

Llegó el cambio de estación, la noche anterior había llovido, era miércoles, mi hijo, con una voz que no era de niño, me avisó: padre, tu mujer se ha puesto un anillo y está leyendo tu libro. Subí al desván y lo que vi me espantó, me recordó a Sacrificio de  Andréi Tarkovski cuando Alexander prende fuego a la casa igual que yo quemo ahora este texto para cumplir con un reto literario que me ha dejado descolocado porque no encontraba relación entre las diferentes fotografías del mosaico que escogí, me obligaba a un cuento gótico para el que no estoy motivado en absoluto y hace que replantee mi posición ante este mundo bitácora como manera de encauzar una afición literaria limitada al yo. Como siga así doy fuego también a mi blog, conmigo dentro, que salga el sol por donde quiera. Eso sí, con música de Bach que siempre da un punto.


 

 

 Para compartir en:

https://varietes-ginebra.blogspot.com/

 https://lovelybloggers-alwais.blogspot.com/

 https://paraisodeletras-blogueros.blogspot.com/

 (Muchas gracias)




 

martes, 30 de marzo de 2021

La belleza del marido

 


Pero una dedicatoria es apropiada sólo cuando se hace ante testigos: es una rendición hecha necesariamente en público, como la entrega de estandartes en las batallas.

Sabes que hace años estuve casada y cuando mi marido se fue se llevó mis cuadernos.

Cuadernos con espiral de alambre.

Conoces ese verbo frío furtivo: escribir. Le gustaba escribir, le disgustaba tener que empezar solo con una idea. Usaba mis comienzos con propósitos diversos.

Por ejemplo, en un bolsillo encontré una carta (para su amante de entonces) empezada con una frase que yo había copiado de Homero: [εντροπαλιζομένη, como dice Homero que se alejó Andrómaca cuando se separó de Héctor: «volviéndose a cada paso» bajó de la torre de Troya y se fue por calles de piedra hasta la casa de su leal esposo y allí con las mujeres entonó un lamento por el hombre vivo en su [mansión.

Leal a nada mi marido. Entonces, ¿por qué lo amé desde mi juventud hasta [la madurez y la sentencia de divorcio llegó por correo?

La belleza. No es ningún secreto. No me avergüenza decir que lo amé por su belleza.

Como volvería a amarlo si lo tuviera cerca. La belleza convence. Sabes que la belleza hace posible el sexo.

La belleza hace el sexo sexo.

Tú mejor que nadie entiendes esto… calla, pasemos al orden natural.

Otras especies, que no son venenosas, suelen tener coloraciones y dibujos similares a los de las especies venenosas.

La imitación que una especie venenosa hace de otra no venenosa se llama mimetismo.

Mi marido no era mimético.

Mencionarás, claro, los juegos de guerra.

Te lo conté muchas veces protestando porque se quedaban aquí toda la noche con los tableros abiertos y alfombras y lamparitas y cigarrillos como la carpa de Napoleón, supongo, ¿quién podía dormir?

Mirándolo bien mi marido era un hombre que sabía más de la batalla de Borodino que del cuerpo de su mujer, ¡mucho más! Las tensiones trepaban por las paredes y se vertían en el cielorraso, a veces jugaban del viernes por la noche sin parar hasta el lunes por la mañana. él Y sus pálidos amigos iracundos Sudaban muchísimo. Comían carne de los países del juego.

Los celos fueron una parte nada desdeñable de mi relación con la batalla de Borodino.

Lo detesto.

¿De veras?

Por qué pasar la noche jugando.

El tiempo es real.

Es un juego.

Es un juego real.

¿Es una cita?

Ven aquí.

No.

Necesito tocarte.

No.

Sí.

Aquella noche hicimos el amor «de verdad», algo que aún no habíamos hecho pese a que llevábamos seis meses casados.

Gran misterio. Ninguno sabía dónde colocar su pierna y todavía hoy no estoy segura de que lo hiciéramos bien.

Parecía contento. Eres como Venecia, me dijo sublime.

Temprano al día siguiente redacté una conferencia («Sobre la defloración») que luego me robó y publicó en una revistita bimestral.

Esto era, por encima de todo, una interacción típica entre [nosotros.

O debería decir ideal.

Ninguno de los dos había visto nunca Venecia.

Anne Carson



lunes, 29 de marzo de 2021

Carta del anciano amante.


 (Eric White)


Entre los pinos, corriendo en zigzag, resbalando en el musgo, ha pasado tanto tiempo que he olvidado cómo escribirte, con anzuelos, con embudos, con orquídeas en los márgenes, cómo, sentado con las piernas cruzadas o colgado de la punta de un pararrayos, alpinista con los dedos apoyados en el vacío, purificándome en la dialéctica represión/ simbolización, necesito sobriedad, calmar estas ganas de inventar esdrújulas, esta manía de afilar las uñas de los gavilanes, esta necesidad, aún, de verte, ay, asomada al cuarto piso o al abismo donde paseábamos cuando llegó septiembre y conservábamos en la piel las huellas de playas lejanas, tú en el sur, yo en el norte, siempre hemos estado lejos mientras crecía la hierba y no lo sabíamos, mientras llegaba la noche y pensábamos que no había amanecido, buscándonos en la plaza donde fuimos niños y llenamos los bancos de besos presentidos, de miradas entre los juegos que no lo eran y tu seriedad flotando como un trasatlántico ebrio por el océano de tantos años sin vernos, estanque de los patos, marca de un cuadro en una pared vacía, ciudad de símbolos, demasiado pequeña para juntarnos, demasiado grande para encontrarnos por azar en la Gran Vía, en un bar de las Siete Calles, en el cielo pintado de algún cabaret en el que perdía mis reservas de ilusión, el rescoldo de esperanza cuando tenía tanta sed, tanta hambre de verdades alineadas sobre la mesa que no compartimos, sudando cuando subía la cuesta, para verte, la amada de mi amigo, la niña seria que miraba desde el confín de un mundo al que no tenía acceso, demasiado asustado en una vida para la que nadie me había preparado, en la que las reglas las ponían siempre otros, ellos, crecí luchando contra ellos y luego yo fui también ellos y hay largas épocas de mi historia de las que solo recuerdo que estuve allí, cantando o escondido bajo la cama, esperando un milagro hasta que comprendí que los ángeles eran de cartón, que el demonio tenía un tridente verdadero, que las maletas estaban vacías y que la única forma de distinguir un lunes del domingo era pintarlos con lápices de colores, dónde quedó el contorsionista que saltaba las barras de los bares, el que enmascaraba los sueños perdidos con risas desencajadas y labios pretendidamente hábiles, ahora ¿lo notas? ahora es demasiado tarde para todo y este que ves y no ves es un puntilloso recolector de sueños que grita frente a tu jardín mientras Tobías ladra a la luna y las estrellas han ido cayendo en el campo de girasoles donde se refugiaban los vagabundos y Mary Taylor, los testigos perspicaces que anotan fechas y dichos, la anchura de la acera y al otro lado estás, distante y cansada, con los muslos temblorosos de olvido, con ese pañuelo que te oculta el rostro, con las pupilas como talladas por el efecto de mirar las almas al trasluz, oficio de maga, de sabia que esparce sales y azufre por los quicios del cerebro, ceremonia de paraguas, soledad de estas palabras goteando desde la última esquina de una quimera, altar con cirios encendidos y las alfombras llamándose de habitación en habitación...¡alto! esta es la carta de un anciano amante sin apenas fuerzas para sujetar la pluma, sin ideas para decir lo que quiere decir, sin otro impulso que pararme frente a ti, extender los brazos en cruz y decirte que esto es lo que de mí queda, que este rehén de tu recuerdo soy yo y esta luz que llevo en las manos es lo único que puedo ofrecerte, reina de mis sueños, bella mujer al otro extremo del mundo.

domingo, 28 de marzo de 2021

Sentado en el contraluz



Sentado en el contraluz del ser o tener, apenas bosquejo el movimiento de lo que quiero decir, borroso dibujo de una propuesta filosófica, buscar la poesía en lo cotidiano, romper el bostezo con orquídeas o con ortigas.

Siento las miradas de los fabricantes de triángulos, el revés del concepto de amistad, sus cuchicheos nocturnos como miriápodos recorriéndome la espalda.

Hablar de lo que no se puede decir, de su relación con lo que decimos. Aquí se entrecruzan lo dicho con lo que no digo, el silencio debajo de tantas palabras que hablan de €, de $, un negativo de lo que se ve, fotografía Polaroid en colores falsos.

Quizás estoy en ninguna parte y estos con los que hablo no son sino un recuerdo de quienes fueron.

sábado, 27 de marzo de 2021

Me va ganando

 


Se ha despertado el trasgo que vive en mi pecho y no me deja dormir. Un vigía ciego encaramado en la proa de la noche arponea con saña los plácidos cachalotes que nadan en mis sueños. (¿Qué haré?)

Uno empieza así, como jugando, sin saber bien donde entra. Al rato se inventa unas reglas: continúen por las rayas amarillas y tuerzan en la esquina, lleven siempre brújula y no pisen las amapolas. Normas dictadas por la polimatía, para no perderse en el bosque, para continuar por el sendero conocido, allí donde el paisaje es familiar y no hay perros con carlancas, ni videntes, ni erizos negros. (Ingenuidad)

Cuando el reloj se para es cuando empieza la desazón, los problemas, las palabras se atoran en la garganta y te ahogas. Y ahí no sirven los ya te lo dije, ni los por si acaso. Entonces es cuando sientes esa piedra que se planta en el pecho, que te aplasta, te quedas sin fuerza, el silencio te muerde las orejas y las expectativas. Luego lo de siempre: la niebla del día tras día se posa en tu frente como epítemas, te vuelves invisible, desapareces y al día siguiente nadie se acuerda ya de ti. (Nadie)

Creo que por eso sigo luchando con el trasgo. (Entre tú y yo, me va ganando).



viernes, 26 de marzo de 2021

3


Mi pasado en una caja de cartón,
el destino es origen
el presente confusión
y el futuro no existe:
la mitad de la vida para abrir la caja,
la otra mitad para cerrarla.

Marina Oroza


Hija, si en algún momento,

mientras estás ocupada en crecer,

-dura y lícita tarea-

puedes mirarme a los ojos,

hazlo.

 

No te dejes las preguntas

para cuando sea la misma voz

la que cuestione y la que responda.

 

Mira que en esta familia

tenemos la dolorosa costumbre

de conocernos mejor de muertos.

 

Ana Pérez Cañamares



Este empeño mío

de nacer cada mañana,

me costará caro.

El mundo no soporta,

así como así,

que alguien se resista

a unirse a los adultos,

a los que saben más,

a los que dirigen mejor,

a los que “crecen”,

a los que medran,

a los que pueden.

No soporta

a alguien que se resista

a esa especie de muerte

que ellos llaman vida.

 

 Begoña Abad



 Despedida de un paisaje

 

No le reprocho a la primavera

que llegue de nuevo.

No me quejo de que cumpla

como todos los años

con sus obligaciones.

Comprendo que mi tristeza

no frenará la hierba.

Si los tallos vacilan

será sólo por el viento.

No me causa dolor

que los sotos de alisos

recuperen su murmullo.

Me doy por enterada

de que, como si vivieras,

la orilla de cierto lago

es tan bella como era.

No le guardo rencor

a la vista por la vista

de una bahía deslumbrante.

Puedo incluso imaginarme

que otros, no nosotros,

estén sentados ahora mismo

sobre el abedul derribado.

Respeto su derecho

a reír, a susurrar

y a quedarse felices en silencio.

Supongo incluso

que los une el amor

y que él la abraza a ella

con brazos llenos de vida.

Algo nuevo, como un trino,

comienza a gorgotear entre los juncos.

Sinceramente les deseo

que lo escuchen.

No exijo ningún cambio

de las olas a la orilla,

ligeras o perezosas,

pero nunca obedientes.

Nada le pido

a las aguas junto al bosque,

a veces esmeralda,

a veces zafiro,

a veces negras.

Una cosa no acepto.

Volver a ese lugar.

Renuncio al privilegio

de la presencia.

Te he sobrevivido suficiente

como para recordar desde lejos.

 

 Wislawa  Szymborska


 


 

La letra A

Es curioso, digo A y los niños se aglomeran en las puertas de entrada.


En cambio, digo:




Y sólo escucho el canto de los cerezos y tres campanas.
Debe ser el eco.
O que chirrían los goznes de las mazmorras.
Yo qué sé.


jueves, 25 de marzo de 2021

Fórmula sin formular

 



Algo me dice que la fórmula blog está agotada, hay que cambiar el estilo bitácora. O suprimirlo. Dos gruesas rayas: horizontal y vertical. Hay que cerrar la puerta y tirar la llave (1). O abrir las ventanas y que corra el aire (2). Aire. Y/o hacer aquello que mejor nos parezca y esperar que llueva o que salga el arco iris (3). ¿Recuerdas a Boris Vian? no, no recuerdas, no habías nacido, París era negro y humo y la playa aún no estaba debajo de los adoquines de los Campos Elíseos. Eran otros tiempos. Pues, eso, esta fórmula necesita otros tiempos, de futuro.

miércoles, 24 de marzo de 2021

Parker vuelve a la puerta del laberinto

 

Foto: Andrea

Después del espejismo Parker vuelve a la puerta del laberinto, en la penumbra sueña con películas noruegas, busca un jazmín en la noche. Este año no ha nevado y la tribu no sabe por dónde saldrá la luna que deja huellas en el aire, que propone ritos, hay un demonio entrando por la chimenea. Un petirrojo se esconde entre los robles, sobre la mesa se mustian las flores blancas que cortó  para el recibimiento. Termino de escribir esto y me pregunto qué he querido decir. No lo sé, no tiene ningún sentido este esfuerzo diario de presunta y discutible prosa poética amparada en el surrealismo por falta de imaginación para lo concreto. ¿Qué hablas, tío? Ni siquiera me justifico a mí mismo. Me lo dice mi hija, “siempre escribes lo mismo”. Estoy empecinado en venir aquí cada día, mientras pueda, ya no creo que cambie. Hay costumbres peores. Si un día me entrevistan y me preguntan “¿de qué se arrepiente en su vida?”, no tendré que pensarlo demasiado, “de ser fiel cumplidor de unos preceptos que me inculcaron de niño, ser bueno, honrado,  trabajador,  eso, de haber trabajado tanto tiempo”. Lástima que no se pueda volver atrás. Danzan las nubes, el vestido de Balenciaga se manchó de arándanos, un disgusto, desde el promontorio Parker da nombres franceses a los huracanes de junio, quizás este verano deba aprender a falar galego. Dijo que nos avisará. 

martes, 23 de marzo de 2021

Colin Jones

Photo Colin Jones


Sin florituras se encadenan las voces que me persiguen, día a día.

Y he aquí que entre la camisa y el pecho comenzó a crecer una etérea hiedra de emociones, un vegetal mosaico de sentimientos que desbordaban el puro placer de escribir para convertirse en necesidad, en obligación de contar aun no teniendo qué, en buscar el extremo de un ovillo imaginario, juguete del gran gato del tiempo.

Ritual de soltar gorriones de papel y verlos volar desde los parques.

 

lunes, 22 de marzo de 2021

Roberto Bolaño

 



" ¿ Entonces qué es una escritura de calidad ? Pues lo que siempre ha sido: saber meter la cabeza en lo oscuro, saber saltar al vacío, saber que la literatura básicamente es un oficio peligroso. Correr por el borde del precipicio: a un lado el abismo sin fondo y al otro lado las caras que uno quiere, las sonrientes caras que uno quiere, y los libros, y los amigos, y la comida "

Roberto Bolaño (1953-2003)


Mank

 


En aquel tiempo no existía internet y, aunque parezca mentira, tampoco televisión. Sí había cine, con actores, actrices y directores reconocibles, con guiones sólidos, sin efectos especiales, películas de todo tipo, unas mediocres  y otras buenas. “Mank” es de estas últimas, una sobria película en blanco y negro, con un guion inteligente, elegante, preciso, una fotografía de lujo, una iluminación exquisita, una música perfecta, una dirección milimétrica, un Gary Oldman tan soberbio como el resto del reparto, un documento que demuestra que cualquier tiempo pasado no fue mejor y que ahora no hay  nada que no haya ocurrido antes. Como final remarcar que está nominada a diez Oscar. Obviamente no gustará a todos, si a usted le gusta mi enhorabuena, bienvenido al club.    


Director David Fincher and Gary Oldman on the set of Mank.


domingo, 21 de marzo de 2021

On the virtual drip.

 


Hale, ale, respira hondo, no pasa nada mientras a mí me pasa que ya no sé lo que he escrito, si soy yo el que escribe, si me copio a mí mismo, si siento esto que digo, si digo alguna vez lo que realmente siento, si siento, si todo esto no oculta algo que yo mismo he escondido sin saberlo y en realidad estoy buscando (me) con desesperación algo que no sé dónde está, ni si siquiera existe y así vamos, día tras día, dejando las tripas y el corazón. Disculpe, oiga, oiga, ¡no me lo pise!

sábado, 20 de marzo de 2021

Quiero salir

 




Es una cuestión de opción -a quién quieres más ¿a papá o a mamá?-, también de pulsión -qué postura te gusta más -¿A (con A) o B (con B)? (incluso C (con C), etcétera)-, y así anda uno por los intersticios de los días con una sensación dèjá vu en los recovecos emocionales, ora arriba, ora abajo, con hollín en los párpados, tratando de escapar de la Emperatriz, la dama negra que lanza sus encantamientos en la distancia, que clava alfileres en el muñeco y ahora me duelen los intestinos, ahora me duele el alma, ahora salgo a la ventana a ver el mar -un día, hijo mío, todo esto será tuyo- y luego llegó el bárbaro, el de la mitra, y se acabó la fiesta, las plantas carnívoras del miedo crecieron en nuestros jardines y desde entonces permanezco sentado en la panadería, absorto en masas y cocciones, no se pase el punto, mendigando amores- ¿nos acostamos, vida?-y la vida, otra, pasa en patinete, rauda, con prisas por terminar, hasta que un día – aquel ¿recuerdas?- uno se reencuentra con su pasado, así, de sopetón, en una esquina, en una ventanilla -hola, soy tu pasado- y te entra un miedo que se te caen los alfabetos, los poemas y te metes en un trigal hasta que pase la nostalgia cabalgando en un rocín huesudo, en el rescoldo de lo que no fue pero que la erosión de los signos no ha olvidado.

No sé muy bien lo que digo/escribo, por eso lo escribo/digo. Aún así el tormento no cesa y esta profesión de ave migratoria está muy mal pagada, mal considerada, nadie te toma en serio, que te vas y como nadie asegura que volverás, pues eso, que, nada, te leen y dicen (digo yo) ¿qué querrá decir este tío? En esas estamos (también).



¿La salida?, por favor.

viernes, 19 de marzo de 2021

Dioses muertos

 

Siempre me atrajeron las figuras de Sísifo, de Tántalo, de Teseo, su poder simbólico aunque los mitos estén difuminados y todos  los dioses hayan muerto.

Esto es un trabajo humilde, en el que cada uno debe saber dónde está, esperar la inspiración en su sitio mientras cuenta absurdas emociones para hacer tiempo. 

Todo esto puede parecer un lamento y sin embargo es un canto de júbilo, un ajuste de cuentas, un aquí estamos. 

Nosotros, a lo nuestro. 

 

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