Acuclillados en lo oscuro.
Eh, la luna se ha convertido en un pez dorado que ondula en el estanque del deseo.
Eh, la luna se ha convertido en un pez dorado que ondula en el estanque del deseo.
Me caían de puta pena, menos Isabel. La verdad es que les invité a cenar para presentarles mi cuento. El tema era fuerte, me inspiré en un blog muy bestia y quise competir. A los postres lo leí. Estuvieron atentos, cosa rara, buena señal. No dijeron nada. En la cocina, mientras recogía los platos se acercó Isabel y me susurró “no sabía que te había ocurrido eso, que terrible, pobrecito”. Esa noche follamos por primera vez.
El verano es una buena época para
revisar “lo de antes”.
“Ninotchka” es un clásico de 1939
dirigida por Ernst Lubitsch con Greta Garbo y Melvyn Douglas. Importante verla
con mirada abierta, sin comparaciones, como si fuese un estreno. Me he
divertido y he aprendido, no se puede pedir más.
“Maigret y el perro canelo” (1931) de Georges
Simenon. Sí, me he enganchado a Simenon, escribió tanto que es fascinante leer
sus novelas sin seguir un orden cronológico, la variación de su estilo, del
personaje, del ambiente, de las tramas. Quizás no sea de las mejores pero todas
mantienen la calidad, o me lo parece, soy un lector agradecido.
Entre los olivos chilla un pavo
real, arrinconado como una liebre en un zaguán, Parker adula a una mujer con la
que sabe que no se casará en primavera, lo sabe porque ella acaricia el filo de
un cuchillo mientras insistentemente le mira el cuello. Parker quiere volver
pero el camino, pero Penélope malhumorada, pero el mapa doblado justamente por
la mitad, pero el cansancio y la distancia. Vuelve.
Obstinado, vengo aquí cada día, a esta
esquina de nombres repetidos (gracias) y ojos escondidos (gracias) donde el
viento se estanca y da la vuelta.
Hoy
también.
Me dicen y me digo, te repites. Pues bien, me repito, pero los números dicen lo que dicen, oh caminante, aunque este rincón se esté quedando anticuado, como una buena intención, como un relicario, como un sacrilegio, como un absurdo coleccionista de caras B mientras la música es apenas un silbido entre las hierbas de Finlandia, un susurro de Kim (Novak), el saxofón de Coltrane, la risa de L mientras siente el infierno naciendo en sus muslos morenos de junio, mi sufrimiento por crear, crecer, encender la luz entre mis tinieblas, saber, entender, regenerar la ilusión, luchar contra el paso del tiempo, los adioses, aquellos a los nunca más veré, la liberación de antiguos miedos, de los de ahora, el desierto, la poesía de mi piel con venas azules, el calcio de los huesos, las noches más cortas, más vacías, más duras de soportar. Eso, que me repito.
"L'enregistrement incontrôlé des états d'âme, des images et des mots”
Un enérgico rayo de sol entra por la ventana y rompe la habitación en dos. No lamentarse. Dar fuego al bosque y saltar dentro del círculo trece, el de las velas, consumirse en el dolor, luego salir a caminar por el lado amable de la calle. No tirar nada, ni libros, ni besos, ni periódicos viejos, ni los de mañana, escuchar música, ya te lo dije, soportar cada recuerdo que nos estrangula mientras Yo-Yo-Ma, Coltrane o boleros. Cortar el cable del modem. No cortarnos las venas. Guardar los cuchillos. Ilusiones volando como mariposas ciegas. “A la que va conmigo”. Salir con los gatos al tejado a mirar la luna, estos días está especialmente bella, escupir a su centro como un golfo de barrio. Ahora, desnudos, saltar al mar blanco de las palabras, entrar en ellas y nadar mil brazadas más allá. Aquí la noche es muy calurosa.
Hace calor y Parker no está contento, tiene miedo de la palabra
olvido, de caminar una y otra vez por el pasillo de una casa vacía, de la
ausencia, del viento de la soledad doblando las esquinas del verano que ya ha llegado, no se responsabiliza del no, de todos los no, de las reglas del juego, de
la máscara con la sonrisa, del oficio de bufón, del torcido nudo de la corbata,
de ese que escribe sobre él sin su consentimiento, de no controlar sus frágiles
emociones, estira con suavidad las tenues hojas del arrepentimiento y termina
en lo de siempre, se toma la pastilla verde para poder dormir y mañana será
otro día.
Hay tanto y tan fácil de conseguir que no sabes por dónde empezar o seguir.
Lo último.
Los cerros de la muerte. Chriss Offutt.
Tiene buenas críticas. Un buen escritor de este género. Noire rural le llaman. El primero de una trilogía. Se lee fácil. Bien, sin más, entretenido.
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Noche cerrada. Chris Offut.
Dicen que es la mejor novela de Offutt. Me ha parecido triste. Vidas duras. Se lee de una vez. Para comprobar que EEUU es más que New York.
El ladrón perezoso. Georges Simenón.
Esto sí, Simenón, nunca defrauda. Escrita en 1961 y vigente. Casi importa más cómo lo cuenta que lo que cuenta. Cómo describe los personajes, el ambiente, lo cotidiano, un Paris desaparecido. Recomendable, para disfrutar.
El comisario Maigret (en Filmin)
Un Jean Gabin que hizo suyo el personaje, una jovencísima Annie Girardot, en un Paris de documental, una forma de vida (1958), una película a recuperar con actuaciones exageradas a veces, con una cierta ingenuidad que no hace sino darle un encanto especial. Me ha gustado.
Y Georges Simenón es un escritor a descubrir, tanto en su trabajo como en su vida.
https://www.jotdown.es/2023/11/simenon-excesivo/
http://signoroto.blogspot.com/2013/08/maigret-y-el-ladron-perezoso-georges.html
https://es.wikipedia.org/wiki/Georges_Simenon
https://www.laopiniondemurcia.es/cultura/2014/09/25/permitido-32326441.html
Johann Jakob Scheuchzer, Physica sacra, 1731
Sol en la confluencia de caminos, hay un gallo degollado bajo el crucero de piedra. Obstinación de continuar la marcha sin equipaje, sin candados en la garganta, mirando la nitidez detrás de la montaña del silencio.
Mi voz emigra con espinas, la mensajera de la paciencia se asoma al suburbio de mis pestañas, las palabras tibias desbordan la ingeniería de la espera perfecta.
He dejado los dolores de tantos meses en un armario, bajo la ropa blanca, he doblado los mapas del desconsuelo, me he tatuado su silueta en los muslos, me ciño una cinta de espinas en la bocamanga de las venas.
Mi voz se persigna, reclama orillas, estorba a los leopardos que sortean la trampa de la lentitud, se desliza por la oquedad de la sombra de la higuera.
Hablar no nos llevará al desastre, o sí, pero hablo, escribo un poema de soslayo y no pasa nada ¿o sí?
Desde el final del parking de Camposoto, como cada día, camino por la pasarela de madera invadida por la arena en muchos tramos. A la izquierda los esteros, las marismas, veo insectos, pájaros, ayer se me cruzó un conejo, el otro día un gato o parecido, lagartijas, lagartos, cámbaros que se esconden, chorlitejos patinegros, cigüeñas, gaviotas, con todo, calor y silencio excepto el viento. Detrás de las dunas, a la derecha, se adivina la playa. Llego hasta las ruinas de la Batería de Urrutia al otro lado del caño, Chiclana, y de ahí, la Punta del Boquerón, la isla de Santi Petri a lo lejos. Dos búnkeres, dos torres de señales derruidas, una barca varada, la arena suave, el agua clara, no personas, un lugar mágico. Paz. La vuelta la hago por el borde del agua. Si no es la felicidad es lo más cercano.
Aún no te he contado
que ella era la ausencia,
mi calabozo, mi cadena,
nunca estaba,
caían voces y rocío.
Ella era la espera.
No te he contado
que era la perpetua ausente,
que la vestí de rumores
y vivos sueños,
de almendras amargas,
de fuentes hambrientas.
Ahora apareces tú
- cubro su recuerdo
con un paño morado-
contando secretos
imposibles
de tiempos imposibles.
Tendido en la hierba
sobre el cuerpo de la realidad,
se me escapa
una angustia antigua
de cenizas y espinas.
Vuelvo a creer en la vida.
Una estrecha cama donde estuvo el jardín. Una playa con un búnker, una barca olvidada y pájaros que huyen sobre las olas. Quiero inventar un cuento y he olvidado todas las historias, solo me queda el camino al polvorín, la chica que pasea un perro negro y el cuervo encaramado en la antigua iglesia. Todavía no he visto al demonio, alguien me vigila, no se me pasa el dolor del pecho, los pasos van y vienen, yo no voy.
Nos queda la delicadeza del albañil levantando el muro y las líneas secretas, la jerarquía de los convictos, la aldaba con tres toques y repique, todo es lo vivido, todo es el ayer, todo es tanto y la náusea, lo que no existe es lo que vivo y digo, nada, dije.
Tengamos en cuenta la voz del déspota, la persistencia del adúltero, la reverencia del subordinado, el murmullo del avaro, el impostor reverenciado, la destilación cautelosa de la música, la metafísica del convicto, las cloacas abiertas en la noche, el gozo ajeno, la soberbia del yo.
Aquí se habla de la decrepitud del cíclope, de la embriaguez de la belleza, de la virtud de los centauros, de la arquitectura al servicio de los inmorales, del desvalido que no se reconoce en el otro. Se habla de lo incierto.
Aquí se encuentran, desordenados, párrafos escépticos sobre el tormento del desamor, los celos, también de himnos y a nada que te descuides, San Juan Crisóstomo conduciendo un pensamiento que se difumina en un paisaje de niebla y vacas.
Como se despluma una gallina, estas son voces recogidas con dolor y cigüeñas góticas picoteando con solemnidad las semillas que flotan en el río de la nada, a puñados, trenes entrando en túneles interminables y así sea.
“Quien no se resiste a percibir el deterioro acaba reivindicando, sin demora, una justificación especial para su permanencia, actividad y participación del caos. Hay tantas consideraciones sobre el fracaso general como excepciones para la propia esfera de acción, domicilio y circunstancia. La voluntad ciega de salvar el prestigio de la propia existencia, más que de liberarla al menos –mediante una valoración distanciada de su impotencia e intrincamiento– del telón de fondo de la ofuscación general, se va imponiendo casi en todas partes. Por eso está el aire tan cargado de teorías sobre la vida y concepciones del mundo, y por eso éstas parecen aquí, en este país, tan pretenciosas. Pues al final casi siempre sirven para legitimar alguna situación particular, totalmente insignificante. Por eso también está el aire tan cargado de las quimeras y espejismo propios de un futuro cultural que, pese a todo, irrumpiría floreciente de la noche a la mañana: porque cada cual se compromete con las ilusiones ópticas de su punto de vista aislado.”
Henri Matisse (1869–1954)
Large Red Interior 1948
Estar solo, ¿quién no está solo?, después de todo es una condición natural. Pasear en círculo, ir al mercado, silbar, intentar cánticos nuevos, hacer un acto de fe para inventar el silencio, abrazarse al silencio, buscar en el aullido de los lobos que cercan la caravana el espacio entre la arena y el sudor de las constelaciones, divagar, no asomarse a la ventana, no estar de humor para festejos, componer himnos de seda, mirarse al espejo sin reconocerse, simular una oferta a los dioses ciegos, el amor no está en el índice de este libro, todas las plegarias se pierden en la noche que crece llena de esperanza, dormir y mañana será otro día.
(Espero)