«La imagen de una sola cosa ya no quiere decir apenas nada.
Es necesario complicarla, injertarla en otras, herirla en el pecho».
—Ramón Gómez de la Serna—
Para Ana Reboledo.
“Dikú, el trun que anda de
noche”· Se lo leía a mi hijo, seguro que él se lo leerá pronto a su hija. El
tiempo pasa (tan) rápido. Una obviedad. La serie “True love” me está
conmocionando, no por los muertos, por los vivos, los de la serie, lo que
dicen, cómo lo dicen, sus problemas, la coincidencia con un particular
nosotros, mis amigos de siempre. Tomo con ellos unas manzanillas (4). Es
curioso, la manzanilla es una bebida del Sur, aquí siempre se ha tomado tinto
Rioja, algunos gustos cambian. Vuelvo a casa alegre, mirando las ventanas iluminadas,
las calles llenas de gente, sobre todo familias con niños, muchos niños, por
alguna razón pienso que alguien nos vigila, una especie de ojo censor que
apunta nuestros errores y borra los aciertos. Antes de internet estas cosas las
escribía en finos papeles de avión que enviaba a mis amistades de tantos
lugares. Me cansé de escribir a gente que nunca iba a conocer. Una noche quemé
todas las cartas guardadas. No sé si hice bien, ahora serían motivo de risas o
lágrimas. También tiré los casetes que cambiaba con J. Intentaba seducirla con
Rod Stewart y con aquella primera herida que es la más profunda, decía (él). Mi
primera herida duró mucho tiempo, hasta que dejó de sangrar, ahora somos
amigos, más práctico, menos doloroso (también menos emocionante). Intento
invitar a café a mis amigas de antes, todas tienen trabajo, no tienen tiempo,
están cuidando a sus maridos, vigilando a sus novios o se han comprado un
perro, sospecho que estoy caducado en sus intereses. Lógico. En cuanto a
relaciones con, me lo dijo un día T, “tu problema ha sido no tener dinero”.
Quizás tenía razón. Aunque me hace pensar. No sé si se refería a tener mucho
dinero y gastarlo con ellas o dinero para sobrevivir, comprar un palacio o
tener un coche descapotable color rojo fresa. Tampoco me ha ido mal. No estoy
haciendo balance (todavía). Soy feliz, punto. Estoy sano (con siete stent, ya,
pero sano). Quiero a muchas personas y seguro que me quieren a mí más seres
humanos de los que imagino. A pesar de todo. Sister Corita Kent for
lehendakari. Cosas que aprendo. Estoy en ese momento en el que borro
conocimientos obsoletos y los reemplazo por ideas nuevas (al menos para mí). Mi
hija me abre nuevas puertas y por ahí me cuelo a mundos que me estaban
esperando. Nunca es tarde. El Amor, concepto, viene de serie con obsolescencia
programada (afirmo). El sexo (¿?), sabes perfectamente cuando te has despertado
entre sábanas con unas iniciales bordadas que no son las tuyas, cuando te has
acostado con alguien que no, no era el momento ni la persona (tú), ni siquiera
sentías deseo. Bobo. Nunca he tenido perro, ni gato, ni pájaros, ni peces, ni
hámster, ni bichos raros, nunca tuve un buitre. Siempre he tenido genio, sin
calificar, ni bueno ni malo, el suficiente para que no le grite un capataz de
obras a dos personas de edad porque no cruzaban por un paso de cebra, faltaría
más. Era alto ¿y qué? La verdad. La posverdad.
La mentira no existe. Este es un espacio privado donde si yo digo A es A o vaya
usted a saber. En realidad a nadie le importa. Como aquel juguete antiguo,
mecánico, metálico, le dabas cuerda y el mono aplaudía con unos platillos
dorados. La Maga era intensa. Horacio Oliveira se dispersa al final, en la
segunda parte. Al final todos nos dispersamos. Unos más que otros, unos antes
que otros. True love. Cerca de la playa, seis pequeñas embarcaciones alineadas,
destacan sobre un agua azul, en calma. Cada rato, a su alrededor, emergen y
vuelven a sumergirse los mariscadores. Con sus trajes de neopreno bucean en
apnea buscando el preciado longeirón. Un trabajo agotador. Sumergirse en uno
mismo también tiene sus peligros, a veces te encuentras un longeirón decepcionante
colgando del esófago, un congrio que te mira con desafío y te recuerda aquello
(mejor no menearlo). Son frías las aguas del recuerdo. Su
espalda como único horizonte, sus vértebras, sus gemidos llegando de un más
allá, por encima de sus ropas desperdigadas por la habitación del hotel, las
mías ordenadas como para la inspección de un sargento. De la liviandad y otras
debilidades. En lo que uno escribe hay un punto de misterio, como si nos
visitase un desconocido que resulta que eres tú mismo. Sorprendente. Entretenidos
en no querernos ya, en este ahora marchito, el antes corretea por jardines en
la niebla, lo presentimos, nos pincha con agujas celosas, con la duda. Por mi
parte no veo, no sé y quiero abrazar otra vez su cuerpo con la alegría de los
ciegos. No soy entomólogo, ni saqueo tumbas egipcias, no sé leer en las rayas
de la mano, no sé dónde empiezan los ciclones, sé que ahora me muero de ganas
de disfrutar de su sonrisa, de su inquietud, de perderme en su espalda y en sus
muslos, de comernos el deseo, de embriagarnos en besos y suspiros. El resto,
ese antes, el de ella y el mío es la prehistoria y tampoco es cosa de meterse
en cuevas con candiles inciertos (Maldito heteropesimismo 4B). Mejor seguimos. Esto
era. Todo. Sobre la soledad. Esto es, la sensación de vacío, estas ganas de
llorar, de no entender. Por eso me lo cuento.
The end.