Non possumus.
Era posible, al principio, antes de las mentiras piadosas y los escarabajos
de la duda, cuando nos decíamos ternuras fosforescentes al punto de incendiar
las sábanas cuando los muslos ardían y nos siseaban desde los cuartos de al
lado en aquel hotel del mediodía, el deseo era ese lugar ¿recuerdas qué apuro
el primer día?, la señora de negro nos miraba de arriba abajo, tan jóvenes, no
traen ustedes maleta, ni falta que nos hacía, llevábamos la frente de cristal,
hablábamos con la voz teñida por el apetito de rozarnos, se nos veía hasta el
último rincón de la nuca, justo allí donde dejaba mis besos de serpentinas
rojas y colonias con olor a romero y enséñame, decías, pobre de mí, que me
asustaba tu desnudez y tus caderas, cómo me susurrabas, cómo me abrazabas, no
sabía aún si empezar por el norte o por el sur, que me desbordaba tu
naturalidad, que con otras había sido pecado, triste, rápido, sucio a veces y
tú eras luminosa, tan espontánea que me sentía un tipo pequeño y para que no te
dieses cuenta no dejaba de besarte, de bromear, de sujetarte las manos, de
buscar tu temblor entre las piernas que ahí te rendías y suspirabas y nunca
sabía si ese torrente de gemidos y suspiros era tu predisposición o mi
habilidad, que no, que con otras no, casi nunca, que te miraba en aquella
semioscuridad y no me lo podía creer, déjame qué, decías tú, ponte así decía
yo, te gusta, nos preguntábamos y nos gustaba, claro, volvíamos una y otra vez
a aquel hotel del mediodía, justo antes de las mentiras y los escarabajos de la
duda, de la inundación del 83, de tu largo viaje y mi impaciencia, ya, no supe
esperar, tenía prisa, no sé, un ansia de lo prohibido, de lo ajeno y luego
volviste y ya nada era lo mismo y la señora del hotel era otra y nosotros
éramos otros y ni siquiera nos desnudamos, tú lloraste un poco, yo miré por la
ventana, avergonzado y desde entonces, fíjate cuanto tiempo ha pasado, nunca he
tenido con nadie un momento tan puro, tan intenso, tan sagrado, tan íntimo como
contigo, Luz, que se me vacían las palabras en la garganta y me doy lástima.
A veces releo cosas que he
escrito, me miro y estoy seguro que he
debido tener otra vida que no recuerdo, que era otro quien las vivía o
imaginaba. Y suspiro, por hacer algo, por evitar que se rompa mi frágil ahora..