Toco esta mano al fin que comparte mi vida
y en ella me confirmo
y tiento cuanto amo.
(Valente)
Anoche el tiempo se detuvo, la gente alrededor, los coches, el humo, las voces quedaron inmóviles en el aire, la luna, el mundo quieto. Sólo estabas tú, una aparición esperada, presentida, desconocida, anhelada, soñada en tantas noches, mágica. Por fin.
Me quedé desarmado, vulnerable, torpe. Quise aparentar que estaba tranquilo, pero me llené de tal ansiedad qué no pude decir casi nada de tantas cosas como tenía para contarte, tantas palabras ensayadas, tantas frases repetidas una y otra vez, tantos sentimientos que se empujaban unos a otros, tantos recuerdos, tantos momentos, tantas confesiones.
Luego me fui a casa y desde entonces una losa inmensa me cubre el corazón, me impide pensar con claridad, no me deja expresar esta tormenta de emociones que me suben por el pecho, bulliciosas como pequeños animales traviesos, como dibujos animados, como mordiscos a la realidad. Estoy sonado, como un boxeador girando en la lona, lleno de golpes, herido, confuso, extraño.
¿Y qué hago ahora? No sé si he cerrado una puerta, si he abierto mil ventanas, si las páginas de este libro pasan incesantes y locas, si el reloj de arena se ha roto, si el candado de las cadenas está abierto, si he entrado en otra jaula más grande, llena de ansiedad, de angustia.
Sé varias cosas, es cierto, que la vida está aquí, ahora, que los sentimientos son obstinados, que la razón se nubla a veces pero no, que todo estaba escrito, dicho o callado y que lamentarse no sirve de nada.
Sé, también, que no te conozco. Conozco tu nombre pero no sé quién eres. Distingo tu cara, algo tu voz, algún gesto, tu sonrisa y poco más.
Tantos años esperándote, esperando a la niña que nunca me quiso, a la niña que me rompió el corazón para siempre, a la niña que destrozó mis ilusiones más puras. Y ahora, escribo esto gritando, gritando sin pudor, sin querer contenerme, dejando salir este dolor viejo que me ha quemado el alma tantos años, dejando que se vaya este sombrío compañero derrotado y trágico al que no quiero ver nunca más.
La vida es caprichosa y variable, nos lleva envueltos en sentimientos y azar, en alegrías y profundas tristezas. Dentro de ella vamos y venimos, actores sin papel, comparsas en manos de un invisible director alucinado que reparte órdenes y misterios. Inútil pensar que hubiera ocurrido si tú, si yo. Absurdo imaginar dónde podríamos haber llegado, a qué bostezo, a que rutina, o quizás a que éxtasis, a que descubrimiento constante, a qué amor renovado cada día a golpes de entrega, de ternura, de deseo, de compañerismo, de dar y recibir, de ayudarnos, de comprendernos . Un amor fabricado desde el propio amor, tan limpio como esta llama que he mantenido dentro pese a todo, pese a todas las mujeres que tuve en mis brazos, en mi corazón; pese a tanto tiempo, atroz tiempo; a la desesperanza, a la imposibilidad de este sueño del que nunca, nunca, he despertado.
No quiero definir nada: una obsesión, un mito, un amor frustrado, un sueño adolescente, un sentimiento inmaduro, un rescoldo infantil. Me es indiferente la etiqueta, lo que piensen, lo que digan, llevo un cuchillo en la mano para defender este templo que he llevado dentro toda mi vida y frente al que he quemado mis ofrendas a la pureza de un sentimiento. Podría decirte que he tratado cientos de veces, en vano, repetirte, imitarte en otra, sustituirte, olvidarte, destruir la obsesión por ti, maldecir tu nombre, tu recuerdo que tanto daño me hacía. Inútil empeño, no se puede cambiar el principio de todos los principios., no se puede borrar la inmensa profundidad del primer amor, el que tuve por ti y qué, ahora, después de encontrarte por casualidad, me llena de zozobra, de miedo, de consuelo por tus palabras. También de alegría por comprobar que, a pesar de tanto dolor, tanto sufrimiento durante muchos años, mi amor estuvo bien dirigido a una niña que no supo o no pudo o no quiso, pero que el tiempo convirtió en una extraordinaria mujer, bella, con el alma llena de grandeza, con el corazón rebosante de amor y con toda la esperanza en su horizonte.
Y el resto te lo diré, si puedo, mirándote a los ojos.
Pero, ¿porqué siento que estás triste?....