Dédée me ha llamado por la tarde diciéndome que Johnny no estaba bien, y he ido en seguida al hotel. Desde hace unos días Johnny y Dédée viven en un hotel de la rue Lagrange, en una pieza del cuarto piso. Me ha bastado ver la puerta de la pieza para darme cuenta de que Johnny está en la peor de las miserias; la ventana da a un patio casi negro, y a la una de la tarde hay que tener la luz encendida si se quiere leer el diario o verse la cara.
No hace frío, pero he encontrado a Johnny envuelto en una frazada, encajado en un roñoso sillón que larga por todos lados pedazos de estopa amarillenta. Dédée está envejecida, y el vestido rojo le queda muy mal; es un vestido para el trabajo, para las luces de la escena; en esa pieza del hotel se convierte en una especie de coágulo repugnante.
–El compañero Bruno es fiel como el mal aliento –ha dicho Johnny a manera de saludo, remontando las rodillas hasta apoyar en ellas el mentón. Dédée me ha alcanzado una silla y yo he sacado un paquete de Gauloises. Traía un frasco de ron en el bolsillo, pero no he querido mostrarlo hasta hacerme una idea de lo que pasa. Creo que lo más irritante era la lamparilla con su ojo arrancado colgando del hilo sucio de moscas. Después de mirarla una o dos veces, y ponerme la mano como pantalla, le he preguntado a Dédée si no podíamos apagar la lamparilla y arreglarnos con la luz de la ventana. Johnny seguía mis palabras y mis gestos con una gran atención distraída, como un gato que mira fijo pero que se ve que está por completo en otra cosa; que es otra cosa. Por fin Dédée se ha levantado y ha apagado la luz. En lo que quedaba, una mezcla de gris y negro, nos hemos reconocido mejor. Johnny ha sacado una de sus largas manos flacas de debajo de la frazada, y yo he sentido la fláccida tibieza de su piel. Entonces Dédée ha dicho que iba a preparar unos nescafés. Me ha alegrado saber que por lo menos tienen una lata de nescafé. Siempre que una persona tiene una lata de nescafé me doy cuenta de que no está en la última miseria; todavía puede resistir un poco.
–Hace rato que no nos veíamos –le he dicho a Johnny–. Un mes por lo menos.
–Tú no haces más que contar el tiempo –me ha contestado de mal humor–. El primero, el dos, el tres, el veintiuno. A todo le pones un número, tú. Y ésta es igual. ¿Sabes por qué está furiosa? Porque he perdido el saxo. Tiene razón, después de todo.
–¿Pero cómo has podido perderlo? –le he preguntado, sabiendo en el mismo momento que era justamente lo que no se le puede preguntar a Johnny.
–En el metro –ha dicho Johnny–. Para mayor seguridad lo había puesto debajo del asiento. Era magnífico viajar sabiendo que lo tenía debajo de las piernas, bien seguro.
–Se dio cuenta cuando estaba subiendo la escalera del hotel –ha dicho Dédée, con la voz un poco ronca–. Y yo tuve que salir como una loca a avisar a los del metro, a la policía.
Por el silencio siguiente me he dado cuenta de que ha sido tiempo perdido. Pero Johnny ha empezado a reírse como hace él, con una risa más atrás de los dientes y de los labios.
Julio Cortázar
Estas son las primeras líneas de 'El perseguidor', un cuento de Cortázar que me gusta especialmente.
Aunque de Cortázar me gusta casi todo.
Tuve un momento Cortázar.
También un momento Beatles, Moebius, Valente, Pavarotti, Taylor, Fellini, Corben, Lorca, Dylan Thomas, Bach, Gamoneda, Kandisnky y tantos y tantos.
Añoro esos momentos.
Temo haberme convertido en un descreído, desilusionado, haberme quedado sin capacidad de sorpresa, de entusiasmo.
Es tal la abundancia de artistas, escritores, cantantes, músicos, poetas, pintores, escultores, museos, obras de arte, manuscritos encontrados debajo de piedras encontradas que no sabe uno por dónde empezar.
¿Has visto a?¿Has leído a?¿Has escuchado a?¿Conoces a?¿Has ido a? Que no, que no se puede, que es imposible, que no hay quién controle tanto arte, tantos “artistas” que descubren artistas, que venden “arte” como arte y quizás es arte pero, arte con precio, arte como mercancía, arte con cifra, arte sin parte, arte artero bajo el parterre que reparte euros, dólares, money al X por ciento, comisión, gurús que marcan opinión, tendencia, intelectuales con precio, alquimistas del gusto, esculturas contra más grandes mejor, escultores cuanto más caros mejor, Serra, museos de diseño, Guggenheim en cada barrio, ponga un Guggenheim en su vida, coñoesolopintoyo, desbarro, cuadros blancos, cuadros negros, facturación, flautistas con un oso que baila ¿es arte?, ciervos perseguidos por perros ¿es arte?, llegar a fin de mes ¿es arte?, ¿es milagro?, revistas de arte, anuncios artísticos, cocineros artistas, artesanos del gusto, el gusto es mío, el que más cape, capador, de Capadocia, arte cibernético, del aire, modistos, perfumeros, torneros, camareros, salvavidas, asaltatrenes, bandoleros, pilotos de helicóptero, controladores aéreos, blogueros, escritores corta y pega, perezosos, trabajadores del porno, descuideros, volatineros, proxenetas, soplapollas variados, aquí todo dios es artista, de la pista, señoras y señores queda abierta la veda del artista, el que quiera que se apunte.
Feliz día.