Amber Hakim

jueves, 31 de marzo de 2011

Parker y la inquietud.


 
Parker sabe que hay temas que interesan más que otros, es más, sabe que hay temas que no interesan nada, a nadie.

Eso no cambia que a él le pase lo que le pasa y lo cuente (es decir me permita que lo cuente aquí).

Parker sabe que hay temas que no puede contarme, que son tan suyos, tan íntimos, que no le interesa que se sepan.

Eso no cambia que él necesite sacárselo y lo disfrace, lo adorne, le añada elementos de su cosecha y me lo cuente como si nada, como si le ocurriese a otro (lo peor es que se cree que no me doy cuenta).

Parker tiene miedo a repetir imágenes, errores, sonidos, lágrimas, lamentos, el ritual de soplar la tarta de cumpleaños sin invitados que aplaudan, la demencia de subirse a un taxi en Cibeles y dar vueltas por la ciudad como un novio abandonado pensando en trepar al pretil de un puente de suicidas, entrar a un lavabo de caballeros en un bar de Malasaña y encontrar el dibujo de un corazón traspasado por una flecha y su nombre y el de Marie goteando sangre, persistir en la obstinación de añorar la fina línea de sus caderas trémulas.

Es por eso, y por mucho más, por lo que me he encariñado con esta persona personaje con la que, a pesar de hablar idiomas diferentes, de vivir en otro país, de que no nos hemos vistos nunca, intento dejar aquí su verdad, mintiendo, con obstinación, acariciando lo exagerado, bordeando orillas de ríos que lo mismo se secan que se desbordan, los límites los marcan la naturaleza de los días, radiación en Fukushima o bombardeos en Libia, escribir es mentir, 日本製の靴下・レギンス・ストッキング(パンスト)などの靴下製品などを販売しています。おしゃれな方にぜひ, creo que estas frases lo dejan claro

Parker sabe que está en tiempos difíciles, que es algo así como un equilibrista provinciano, un varón en proceso de progresiva rendición aunque aún no ha firmado los tratados, que no se deja seducir por halagos parasitarios, que su corazón es un submarino nuclear bajo los hielos del Ártico, que se está convirtiendo en un pez con un anzuelo en los labios que da bocanadas en un muelle de cemento.

Eso y la amistad, la envidia por la diversidad, la fe ciega en el futuro, la amnesia del ayer, una cierta afición a la literatura,  la aflicción por su sufrimiento es lo que me impulsa a contar, capítulo a capítulo, las cosas de Parker, también su inquietud, eso es, me preocupan Parker y su inquietud.
Nada más, esto es lo que dejo hoy, jueves ya, en este acercamiento a tu ventana. Entre que nos leemos y no nos vemos casi parece que nos conocemos ¿a que sí? Es muy curioso este fenómeno blog. Quién nos lo iba a decir. De todas formas, si me lo permites, te sugiero que no te creas nada de lo que escribo, es verdad.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Dificultad del Profeta, diez minutos antes de la cita que me oprime el pecho.


Yendo por aquel campo, aparecían, de pronto...

Yendo por aquel campo, aparecían, de pronto, esas extrañas
cosas. Las llamaban por allí, virtudes o espíritus. Pero, en
verdad eran la producción de seres tristes, casi inmóviles,
                          que nunca se salían de su lugar.
Estancias al parecer, del otro mundo, y casi eternas,
porque el viento y la lluvia las lavaban y abrillantaban, cada
vez más. Era de ver aquellas nieves, aquellas cremas,
aquellos hongos purísimos... Esos rocíos, esos huevos,
                           esos espejos.
Escultura, o pintura, o escritura, nunca vista, pero, fácilmente
                           descifrable.
Al entreleerla, venía todo el ayer, y se hacía evidente
                           el porvenir.
Los poetas mayores están allá, donde yo digo.

De "Clavel y tenebrario" 1979
Marosa di Giorgio

 
En realidad no es una dificultad, es una cuestión de concepto, estar en el borde del blog glup me hace sentir a veces como un agente doble, escondido en la sombra de escribir con la mano izquierda sin ser zurdo y la luz de vivir sentado en un elefante mecánico que chirría cuando camina sobre los hombros de hombres apiñados en el jardín eludiendo el cortacésped de la ignorancia, no saber qué facción enemiga es la que bombardea los miércoles, es decir hoy, por eso apaguen la luz de la cocina, no fumen en las ventanas, preserven para sí las confidencias opacas, la autonomía de las hogueras, el cuchicheo de  los artistas hospedados en el cuarto del fondo, autónomos, saltimbanquis y coreógrafos, echadoras de cartas y carteristas, excursionistas del pasillo  y ese maldito aparato para la respiración de Margaret que burbujea y zumba mientras se expanden sus pulmones apagados, cavernosos, carnaza para los estraperlistas del antibiótico, la uña que raya el cristal al resbalarse de la bayeta, los gendarmes fisgando por las ventanas antes del desembarco, las agujas del reloj de la abadía,  buscar palabras que digan o no digan para rellenar el paso de cebra y la estación iluminada por el crepúsculo, esto de ahora para mañana, es decir hoy que lees sin entender qué diablos es este aroma que trae el viento del oeste, con olores de cocina, polvo de rezos, caridad del visionario, una lengua de fuego sobre nuestras cabezas mientras entendemos el irlandés y el gaélico y el hígado de Dylan Thomas explotando en un hospital de New York, allá donde quiero ir, controlando el discurso y el paso a nivel, palabras cuidadosamente desechadas para que digan esto, nada, lo que usted quiera, a sus pies, a los de su señora, o señor, un tiempo absoluto, mariposas sobre las tumbas de individuos que mueren en las calles y nadie sabe cómo ha sido, un fluido verdoso saliendo de los intersticios de ladrillos desencajados, el profeta en su hornacina,  diez minutos antes de la cita que me oprime el pecho, estaciones de metro, me bajo en Greenwich Village, sonrojado, las negras rocas de Central Park, mi lengua sin levadura resbalando en la arena blanca, huy, casi no llego a mi reunión de hoy, esto es lo que quería decir ¿queda claro? pues eso.



martes, 29 de marzo de 2011

Esta Boda No Es Un Poema.



Nos casamos en la capilla.
En una esquina de la iglesia.
Tú de blanco, yo de negro.

El cura nos acompañó hasta las promesas.
Ante los invitados nos juramos amor eterno.
En la salud y en la enfermedad.

Tu padre estaba orgulloso.
Mi madre estaba nerviosa.
La abuela Lucía recitaba versos.

Escogimos un profesional enemigo.
Nos hizo las fotografías en un bosque.
No había sitio más absurdo.

Comimos alubias y cordero.
Tartas de nata de postre.
Vino, licores,  puros.

Danzamos y reímos.
Emilio contaba chistes.
El tío Juan Luis también.

Las mujeres mayores estaban sentadas.
Las jóvenes bailaban sin cesar.
Los hombres fumaban y cantaban

En la plaza sonaban el txistu y el tamboril
Era la fiesta del patrono del pueblo .
Corrían gigantes y cabezudos.

No llovió.
Nadie se emborrachó más de lo normal.
Los niños fueron felices.

En el coche, de regreso a casa.
Apoyaste tu cabeza en mi hombro.
Lloraste.

¿Qué te ocurre, cariño?
Nada, estoy bien.
Esa fue la primera mentira.

Recién casados.


(Nadie ha comentado nada de esta foto)

lunes, 28 de marzo de 2011

Conquista.


Nunca olvides
El gusto solitario
Del blanco rocío.


Basho



Para Hechi, inolvidable.

Me miraba sonriente y el agua de la ducha resbalaba por sus pálidos y firmes pechos.
Después se cortó las uñas de los pies sentada en el borde de la bañera.
Allí estábamos los dos, con absoluta naturalidad, desnudos, hablando de cerezas silvestres y bálsamos hogareños, barqueros en la orilla inadecuada, ya éramos amantes.
Para mí, tan convencional, tan clásico, me resultaba novedoso afeitarme delante de una mujer cuando aún tintineaba en mi recuerdo el nombre de otra mujer.
Con todo, ignoré mis heridas sin ungir, las cicatrices de otros amores visibles en el costado, el adjetivo equivocado, un lapsus y yacimos de nuevo hasta quedar sin aliento.
Su espalda era un reino por conquistar, se rindieron los ejércitos de la duda y me sentí hombre de nuevo, una agradable sorpresa.
Ella tenía turno de noche y me citó para el día siguiente.
Apaga las luces cuando te vayas –me recomendó mientras aplicaba toda la atención a delinear la raya de sus ojos.
Y ahí me quedé, rejuvenecido, extraño  sobre la alfombra, una avanzadilla de quinta columna, un guerrillero solitario en la colina, sin atreverme a invadir los espacios de habitaciones cerradas, halagado por la confianza, palpitando aún, a medio vestir, sorprendido por esa conquista inesperada, sin saber todavía que el conquistado era yo.
Entonces se abrió la puerta y entró un hombre.
¿Qué hace usted aquí? –gritó, alarmado, hostil, agitando los brazos.
Pero esa será ya otra historia.



domingo, 27 de marzo de 2011

Elena Burke


ELENA BURKE 

Nació en la capital cubana allá por 1928, justo para ser una atrevida jovencita de voz insospechable, cuando el movimiento feeling de la cancionística cubana empezó a dar crecientes señales de vida, desde los inicios de la década del cuarenta. Ella, como muchas otras figuras de la música popular cubana, debutó en la radio y de allí muy pronto pasó al cabaret.


Antes de ser solista, sus dotes innatas de cante se alimentaron con la participación en varios de los más importantes cuartetos vocales de los años cuarenta. En ellos fermentaba el repertorio del feeling y su particular manera de decir la canción: Cuarteto de Facundo Rivera, Cuarteto de Orlando de La Rosa y las D'Aida.


En 1957, Álvarez Guedes le produjo a Elena Burke su primer disco de larga duración para su sello Gema. El puso condiciones espléndidas desde el punto de vista orquestal, para que ella enseñara sus poderosas cartas credenciales como una de las más importantes voces del cancionero en lengua hispana durante el siglo XX.


Lo demás fue madurar y darse a conocer cada vez más. Es decir, vivir intensamente cada día que se ha topado por delante. En ese tráfago vital, Elena ha logrado convertirse en vehículo muy especial de los sentimientos de la inmensa mayoría de la gente. Ella es de alto aprecio entre los más humildes moradores de la mayor de las Antillas, como entre los individuos de más soberbio elitismo. Esta mujer que ha logrado, con su voz de inacabables recursos, dar siempre la impresión de que te está cantando a ti y muy cerca del oído, aunque tú seas uno de los miles de espectadores que ha colmado un coliseo para ir a disfrutarle, se ha convertido en un modo de ser de la espiritualidad cubana.


Son razones suficientes para advertir la angustia en las calles, en los hogares, en cualquier sitio de la Isla, cuando hace más o menos tres años se supo que estaba gravemente enferma en Ciudad México. Y también en esos mismos medios que se palpó como un respirar más descansado, al conocer que enferma y todo había llegado a La Habana. Ya estaba en casa y podía potenciarse la esperanza que no se nos muriera cuando más falta nos hacía.

Todos sus paisanos, pero sobretodo el habanero, se mantuvo en vilo mientras su convalecencia era estacionaria y mucha gente lloró cuando algún malvado desató el rumor de su muerte... Por eso, en el momento en que la radio y la televisión dieron la noticia de que ella volvería a la Sala Avellaneda a cantar, Cuba, como un solo corazón, se paralizó.

Todo el que cupo se metió en el Teatro Nacional de Cuba a ver a Elena el día señalado, más bien, a comprobar que era verdad que todavía era posible querer o malquerer a través de las canciones de ella, como una carpa milagrosa arma con su voz. Al fin se abrió el telón y todo el mundo se quedó callado al verla ahí, en un sillón de ruedas con un micrófono delante... El amor pudo más que la incertidumbre y poco después rompió un aplauso interminable, al que ella respondió diciendo: "Yo hubiera querido agradecerles de pie..."
Una voz del público le interrumpió: "No importa, Elena. Estás aquí con nosotros". Entonces ella empezó a cantar tímida, como una adolescente que sale por primera vez al escenario. Cantó muchas canciones tratándose de entregar toda y empezaron a gritos las peticiones.

Nadie sabía, ni quería saber, como terminaría aquello. Fue cuando a petición de un admirador que estaba en el tercer balcón, ella comenzó a cantar Yolanda, de Pablo Milanés. Todavía no había llegado ni a la mitad de la canción y se quedó en blanco. Era claro que se la había olvidado la letra. El guitarra acompañante le volvió a dar el pie, ella decía dos o tres palabras y no podía seguir... Entonces los presentes le devolvieron lo que durante décadas ella les había entregado. Un coro de más de dos mil personas se fue alzando hasta el clamor, mientras le cantaba a Elena la canción de Pablo. Desde ese momento se vio bien claro que ella nunca se iba a morir.

Después de esa noche, Elena Burke, ya sin apuros en su sillón de ruedas, sale a cantar con la seguridad que le entregaron en el Teatro Nacional. Se la ve cantando cada semana en el mítico Gato Tuerto del Vedado y también en el piano bar del Meliá Habana. Ella es todavía un resistente pulmón de la sensibilidad del cubano, a quien lamentablemente no se conoce mucho más allá de sus aguas territoriales.

Tomado de  AfroCubanLatinJazz ©



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