viernes, 31 de diciembre de 2021

Antonio Colinas

 


 "Nuestro entusiasmo y nuestra felicidad parecen estar en relación directa con las lecturas que más amamos. ¿Será, por ello, tan difícil ser plenamente felices como encontrar un buen libro? ¿Está la felicidad en lo que los otros ya pensaron, y sintieron, y escribieron por nosotros? Por la misma razón, el afán de escribir no sería sino una búsqueda ―la mayor parte de las veces inconsciente, automática, ignorante― de la felicidad. El libro ―leído o escrito― como microcosmo de armonía."



Antonio Colinas 

Tres tratados de armonía




jueves, 30 de diciembre de 2021

The lineup

 



De acuerdo, “The lineup” (1958) –en España titulada como “Contrabando”- no está entre lo mejor de Don Siegel, pero tiene los suficientes atractivos como para hacer de esta película de cine negro un disfrute por su guion, su fotografía,  su ritmo y la interpretación de un joven Eli Wallach, sin olvidar a su mano derecha, Robert Keith y al resto de secundarios. El comienzo es trepidante. Los diálogos, son curiosos y algunos parecen muy inspiradores para devoradores de cine como Tarantino. Un thriller violento, con situaciones creíbles, que me ha gustado. (en Filmin)




miércoles, 29 de diciembre de 2021

Sexta ola

 


Sexta ola. La Covid, como antes decían la Paqui, la Mari, eso, el mundo mundial patas arriba, crisis sanitaria, económica, climática, política, cultural, de valores, de ideas. ¿Dónde está el murciélago? quizás siga en Instituto de Virología de Wuhan (no sé cómo se escribe en chino aunque nos engañen como a chinos, eso), Shi Zhengli dice que ella no ha sido, “a mí que me registren” ha dicho (en chino) y tiene razón, cómo va a ser ella (ellos) aunque algunos científicos dicen que “Shi realizó experimentos arriesgados con coronavirus de murciélagos en laboratorios que no eran lo suficientemente seguros” ¿A quién se le ocurre?, qué ideas, son ganas de marear, eso. Los que más tienen cada minuto tienen más, los que menos tienen ya no pueden tener menos, es decir lo contrario de organizar un mundo mejor repartido, ya, entonces ¿quién trabaja? (los trabajos malos, los que no quisieras para tus hijos o para tu padre),  no jodamos y empecemos a cambiar esto, que va bien (para ti, HDP), revolución ni pollas,   son cuatro días y luego te mueres y vas al cielo (purgatorio ya no hay tranquilos, ni limbo). Sí, que en siglo XXI hubo dos guerras mundiales, ya estamos tocando los cojones, dos guerras mundiales, dos guerras mundiales, hace mucho, antiguo, capullo, que esas cosas ya no pueden pasar, viejo, obsoleto. Como  lo del volcán, si la anterior erupción en la isla de la Palma fue hace muchísimo, en 1971, ¡50 años! Yo no había nacido, tronco, y la de ahora ya ha terminado, chincha, come más plátanos y déjate de hostias, gafe, eso. Vamos acabando que esto termina en dos patadas, el año, digo, y la Covid y habrá tests de antígenos  para todos, seremos felices y estaremos tranquilos porque la nueva normalidad será normal. No, si ya lo decía  Antonio Gramsci: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. Los monstruos vienen por la derecha. Ojo.


martes, 28 de diciembre de 2021

Fino

 


A ver cómo lo digo de una forma fina: estoy hasta los cojones de esto, de lo otro y de lo de más allá. Dicho queda. Que aquí no aprendo mucho, bueno sí, que hay gente agazapada detrás de los matorrales, como en la vida real. Y la vida real es la hostia de real, buena para algunos pocos, muy dura para otros muchos, infinitamente aburrida para bastantes. En eso estamos, en divertirnos, en la puta diversión que son cuatro días y el que venga detrás que arree. Quítate tú que me pongo yo. Hasta ahí podríamos llegar. Hemos llegado. Gilipollas perdidos (temo que hoy tampoco tendré likes, qué sorpresa, que os den). Ya, ya, no sirven aquellos conceptos antiguos: decencia, esfuerzo, perseverancia, educación, principios, moral, respeto, urbanidad ¡Alto! que le ha dao un yuyu aquí al señor mayor, que desvaría, que va p´atrás, ¿qué dice?, que no  utiliza  locked stories, que no se le entiende en esta posmodernidad occidental de los huevos, de absoluta corrupción impune, que se empieza escribiendo estas cosas como resiliencia y se termina en una conducta disruptiva. La verdad es que escojo las palabras con cuidado para que lo de hoy no termine en un discurso heteropatriarcal, ya te digo, que por ahí no, Pepe, que diría Charles Marie Gustave Le Bon o algún otro gurú de los otros. El Génesis empieza con: “Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida”,  que si esto no es una invitación al desparrame nasal no sé yo, ya me dirás, eso sí, termina con “así el hombre se convirtió en un ser viviente”, que lo define más (y mejor). Que mi hija dice que siempre escribo lo mismo y hoy (si lo lee, que no creo) dirá que está lleno de micromachismos y ¿qué quieren? uno es de otro siglo y bastante tiene con estar vivo. Hale, a  por uvas.


lunes, 27 de diciembre de 2021

Fue la mano de Dios

 



“Fue la mano de Dios”. Un Sorrentino comedido, a ratos Fellini y siempre él mismo, íntimo, alegre, triste, lúcido, comedia, drama, un brillante ejercicio de nostalgia sin dejarse nada, con una fotografía admirable en cada plano, unas interpretaciones a la altura, secundarios incluidos. Amacord en Nápoles. Me ha encantado (incluido un documental previo también en Neflix)

Por suerte para mí soy un afortunado espectador que ve solo el cine que quiere ver y que a veces se equivoca. Pero cuando acierta, como ahora, qué disfrute.







domingo, 26 de diciembre de 2021

Carta a una amante irónica.

Volkswagen With Figure, Photo by Leland Rice, 1968


El cojo Peroche canta por soleares en esta mañana de diciembre, con la lluvia entrando por la claraboya que no tengo. Escribo para ti, I, que estás al otro lado del mundo, bajo un tejado de pizarra y gorriones junto al mar que muerde con sal las ventanas de tu casa, las estrellas que miras sin mirar, las olas de lo que fue dejando algas embusteras en el arenal de entonces.

Descontrolado, así me has dejado.
Con solo dos palabras.
El otro.

Preservaba la ternura como un jardinero que cuida los arbustos malheridos de la memoria. Podaba con mis dientes los pliegues del pasado. Con obsesivo celo protegía los brotes del cariño, de la atracción creciendo como madreselva que se adhería a mi alma con más y más fuerza. Comíamos cerezas, tomábamos café, cortábamos jamón con afilados cuchillos, nos mirábamos a los ojos y se encendían las alarmas sin asustarnos,

Y ahora esas dos palabras vacían los aljibes, agostan los parterres, queman la hierba, rompen los esquejes, dejan la tierra oscurecida, infértil, con un viento trágico que se lleva los sueños, se incendia el monte junto al penal de no verte.

Evoco, medito, rumio, me refugio en la imposible lucidez, me escondo en el contrabando de palabras. Viajando al abrigo de las miradas inoportunas me oculto, disimulo, selecciono la voz que aparente, que disfrace, no, tiempo de tragedia, tiempo nublado en primavera del norte, voces fragmentadas, entrecortadas, no hay cobertura, obsesiva imagen de tu cuerpo reflejando la luz leve que se filtra por la persiana que protege, hondura en la aparición de caricias que atesoramos como una oración selectiva, protectora, intensidad en los besos que antes no nos dábamos…

Pero de súbito…el otro.

En la radio el 
Brillantina se marca unos tangos, músicas que antes no, canciones saliendo de un arcón bajo la cama sin dosel. Te escribo, I, sobre las rocas del acantilado, desafiando los tambores y las certezas; te escribo en la orilla, saltando las rayas del agua, el misterio, el miedo, la sombra ciega que me ofrece tres deseos, la visita piadosa del todavía, trágico como un actor desdentado, ridículo como un cómico a caballo entre lo imposible y la pirueta, con un gorro de cascabeles, con una nariz postiza, roja, silbando, con los pulmones abiertos a la resaca de ese otro.

Pongo las cartas sobre la mesa, esta es una partida en la que nadie gana, tres envido y llevo pares, órdago al juego y ahora me sales con que no hay otro, que ni siquiera yo soy uno y nos reímos bajo la parra, fotografiamos a los cisnes entre los juncos, desafiamos las miradas de los desocupados en el muelle, de los marineros en tierra, de los que levantan plazas de toros, de los capitanes de barco en la proa de la inactividad, de los vecinos asomados al balcón, de los guardias civiles en sus torretas, de los surfistas avistando olas, de las gaviotas que se ríen, inoportunas, y graznan y nos señalan con sus picos amarillos y ahora recojo el mantel y dentro estamos tú y yo y esta historia renacida y cierta.

Me has convertido en un antropófago.

sábado, 25 de diciembre de 2021

Anne Carson

 




UNAS POCAS PALABRAS SOBRE LO IMPORTANTE Y LO TRIVIAL

 Las cosas importantes son el viento, la maldad, un buen caballo de combate, las preposiciones, el amor inextinguible, la manera en que los pueblos eligen a su rey. Entre las cosas triviales está la tierra, los nombres de las escuelas de filosofía, el estado de ánimo y no estar con ánimo, la hora exacta. Hay más cosas importantes que cosas triviales en términos generales, aunque haya más cosas triviales de las que he escrito aquí, pero resulta desalentador ponerlas en una lista. Cuando pienso en ti leyendo esto no quiero que quedes cautivada, separada de tu vida por una malla metálica revestida de cristal, como una Electra cualquiera.

 Anne Carson

 Short Talks

(Traducción de Andrés Catalán)


miércoles, 22 de diciembre de 2021

Espera

 

No la he visto, no ha venido, ¿habrá tenido algún percance?

Soy un hombre vegetal, un árbol sin raíces, un tronco florecido temeroso de los leñadores furtivos, de los cazadores de savia, de los recolectores de clorofila, un arbusto mecido por el viento de levante, hierba que besa sus pies desnudos, ¿dónde estará?

No ha subido al metro ¿se encontrará mal?  

Soy un hombre que vive bajo el agua de la duda, sumergido en mares negros, traspasado por corrientes habitadas por peces melancólicos, por anémonas deprimidas, por tiburones sin armonía, por tortugas que están de los nervios, por ella nadándome, desnuda.

Lo intentaré mañana. Apenas duermo ya. Necesito verla de nuevo.

Soy un hombre animal, una animal hombre inclinado, un perro perdido en olores de ayer que se diluyen, sin raza, un mamífero sin nombre, sin hembra, un caballo arrumbado, sin carro, tratando de quitarse los parásitos rebozándose en el barro de la marisma degradada, un gato gris castrado, un cerdo que espera el cuchillo, aquel espécimen del zoo de Córdoba, un límite entre lo humano y el instinto.

¿Y si no vuelve?

Soy un hombre viejo que agradece que las piernas aún le lleven, que el corazón funcione, que no se ahogue, que los huesos no se le rompan, que sepa comprar el pan, pasear por las rutinas, que se desespera por esta pasión cuando ya no queda tiempo. Qué lástima aprender que el amor aún es tan duro cuando la memoria, los ausentes, lo que tuviste, el ayer, se pierde en el mísero ahora y no queda más que esta larga sombra de soledad...

Y tanto miedo.

Qué será de mí si no la veo más

martes, 21 de diciembre de 2021

Helen Oyeyemi

 


"Ella estaba acomplejada por su boca y la llamaba su estúpido espantamoscas, pero mi tía Molly me dijo que así es como debía ser: cuando los labios de una mujer son mayores que sus ojos es señal de que es afectuosa."

 

Helen Oyeyemi 

El señor Fox

lunes, 20 de diciembre de 2021

Semana corta.

 


Ahora llega esta  semana, corta, con fiestas, sin lápices ajenos para colorear mi ansia, sin juegos poéticos acuchillando los días pintados de rojo. Alguien me lo dijo ayer: estás peor. Quizás, pero estoy, acostado en las espinas del deseo, con la sangre al borde de los ojos, tendido en el delgado filo del que nunca  amó. Ni fue amado.

domingo, 19 de diciembre de 2021

Calor en julio.

Hace mucho calor. 

Ella está desnuda sobre la cama y se abanica.

Él no la mira, come cerezas y se limpia los dedos en los muslos.
La habitación está en penumbra, de la calle llega un murmullo tenso de sol y ciudadanos refugiándose bajo las marquesinas, entre los árboles del parque, mojándose la sien en las fuentes.

Ella espera una palabra que acaricie su ansiedad, un suspiro que la conmueva, una señal que indique que entre ellos aún vibra un dorado hilo de deseo.

Él sigue comiendo cerezas, ensimismado, deja el hueso de la fruta en un platillo sobre la pequeña mesa al lado de la cama.
No hay música, no hay gozo, no hay más que un calor sofocante que les hace sudar copiosamente, que les deja los ojos cerrados al acaso de encontrarse.

La habitación tiene las ventanas cerradas y la mujer no sabe por dónde ha podido colarse la abeja que ahora zumba de pared a pared. Se posa en los dedos de su pie derecho y no se mueve, temerosa de una picadura. En la comisura de los labios del hombre brillan gotas de zumo, parece no haber notado el errante vuelo.

El pequeño insecto deja el rastro de sus patas por la pierna inmóvil de la mujer que siente que siente y se sorprende del cosquilleo, de la reacción de su cuerpo acalorado. Esa mezcla de temor y caricia impregna su piel de una sensación que no conocía. El hombre se ha levantado y busca el alivio del agua en el cuarto de baño.

La mujer cierra los ojos, fantasea, tiembla, imagina. La abeja vuela hasta el techo, a la lámpara, vuelve, se posa en su seno desnudo, hace círculos sobre el pezón oscuro. El hombre regresa, grita –cuidado- y golpea con un periódico enrollado al insecto que ahora está aplastado sobre su pecho dolorido. Después sigue comiendo cerezas, en silencio. Ella se ducha, se viste y se tira de cabeza a la tarde de julio aún con riesgo de una insolación, aburrida de calores, abejas y, sobre todo, de amantes que no aman.

Continuará (hasta que ella quiera).



sábado, 18 de diciembre de 2021

Juntar

 


Juntar palabras y músicas y colores encerrados en una línea desde aquí hasta detrás de esa montaña de la izquierda, no, esa no, la otra, la de los árboles, esa, caminar con fatiga, resoplando en las subidas, retama y zarzas, algún pájaro en la rama, perros furtivos, un día vi un ciervo, lo juro, alto, el lunes sigue en gris y negro, lluvia intensa, en nada Navidad.  

viernes, 17 de diciembre de 2021

J, mi amigo.



Mi amigo J es un hombre lleno de virtudes, padre y esposo modélico, ciudadano ejemplar, un intelectual, un científico, viajero, políglota, apasionado de la ópera, gran deportista, ciclista, montañero, lector de los clásicos rusos, de Buzatti, de Canett, de Quignard (Todos pecamos.)

Pero no es de estas cosas de las que quiero hablar.

Mi amigo J es un buen conversador, como filósofos de lo cotidiano charlamos mientras caminamos por el jardín de los días, algunos sábados antes del partido, los encuentros en las esquinas, la ascensión al Gorbea, cuando nos dejan un hueco los apasionantes diálogos teresianos.

Tampoco es esto lo que quiero destacar.

Mi amigo J se sorprende de la (mi) ilusión. Sostiene la teoría de la muerte de lo nuevo. Camina por el carril de lo conocido, con los ojos cerrados a todo lo que no lleve una fórmula, una definición contrastada, sin sitio para lo abstracto, la poesía, la sorpresa. Ahí somos diferentes.

Pero sobre todo, y esto es lo que quería contar, mi amigo J es invisible.

Esto sí es destacable. Camina por la calle y nadie le ve. Pasa como un espíritu por los semáforos, por las avenidas, plazas, rincones de la villa. Es transparente, etéreo, cristalino. Él mismo lo asume: “soy transparente”. Lo lleva con absoluto conformismo. Esto, en sí, no es bueno ni malo, es lo que es.

Él no lo sabe, pero yo sí le veo, con nitidez, desde los contornos hasta el interior, entero.



Resumiendo.

A). Que en mi caso sería capaz de pintarme de amarillo para que me vieran.

B). Que sin ilusión la (mi) vida sería gris, insoportable, absurda.

C). Que un día que esté descuidado voy a poner a J un traje fluorescente y le voy a inyectar una dosis de visibilidad.

D). Que el único que no sabe que no es transparente y que está lleno de ilusión es él mismo.

E). Que mañana mismo se lo cuento.

F.) Que es muy bonito que J sea un buen amigo mío (me siento muy afortunado por serlo).

jueves, 16 de diciembre de 2021

Cuentos de hadas.



Ella era la Belleza, vestía lujosas ropas, vivía en un fastuoso palacio de cien aposentos con muebles de plata, caminaba sobre una nube dorada.

Él la miraba y sus ojos se inundaban de lágrimas de gozo, inclinaba la cabeza a su paso, tanto la amaba que sentía llegar la muerte cuando no la tocaba, la eternidad cuando ella le acariciaba.

La adornó de todas las gracias, toda la riqueza, todos los dones. Su vida era ella, la respiración, todos sus sentidos, colmaba los días, borraba sus recuerdos, henchía su corazón de magnífico futuro.

Así transcurrían los meses, como dentro de un cuento de hadas, en el centro del bosque mágico donde se habían perdido, donde se disfrutaban.

Un día llovió, no demasiado, apenas una llovizna. Él miró el reflejo y ella no brillaba, sus ropas estaban mojadas, su palacio no era tal, la nube dorada se había desvanecido. Arreció la lluvia y podía tocarla sin temblar, respiraba, miraba para atrás, adelante, sus orejas se llenaron de recuerdos, el corazón latía sin sobresaltos.

Llegó la tormenta, un rayo cruzó el cielo y la vio, sin música, sin riquezas, una mujer, desnuda, no era bella, intentaba cubrir sus pechos, el sexo, con las manos.

Se liberó de ataduras y salió sin volver la cabeza. Se alejó y el bosque quedó lejos, muy lejos, la magia se iba diluyendo en cada huella.

Cuando estuvo lejos respiró, sus pulmones se llenaron de dicha, estaba sólo y había sobrevivido al hechizo.

Entonces, libre, comprendió que la amaba, ay, la amaba.

Y supo que sería su esclavo para siempre.

miércoles, 15 de diciembre de 2021

Logan February







Soy de un país caliente con magia / entretejida en las costuras. En diciembre, / el polvo del Sahara envuelve todo. / Parece una desintegración que nos ganamos. Tengo / plumas azules en las palmas de las manos & / en el sacro & sueño / demasiado con nieve. Hacer un ángel de nieve es tallar algo divino con huesos paganos. / El diciembre de mis costillas empieza / con el polvo que se filtra y se asienta. Después el frío / rellena las grietas / con una soledad que huele a papel viejo & / moho dulzón. Me cae nieve en las costillas & / aun así anhelo el invierno. Debe haber momentos / en que hasta los pájaros quieren ser pájaros.

Logan February


Últimamente, vengo chapándome ángeles
& pidiéndoles que me mantengan
a salvo de Dios & de su buen cielo rojo.

Los lujos siempre son secretos: yo
con toda mi sarta de mentiras, yo desde
el subsuelo, mirando el atardecer inmaculado,

vahos de pimentón dulce en el aire. Yo, con
vos, de noche, bañándonos en los diamantes
transparentes que caen en vez de lluvia. ¿Hay

palabra más feliz que este simple esconderse,
donde bailamos con una acústica cauta, donde
vos sos el único verdugo? El manantial cálido

de tu boca & todos sus placeres, tus manos fundidas
con mi piel caliente, el latido de tu corazón que conoce el mío:
mi propio pelotón de fusilamiento. Me desmorono en ruinas,

desarmado alrededor de tus tobillos. Alabaría
tu rectitud, pero no sos la víctima. Ni tampoco
el villano. Sos apenas un tipo hermosísimo.

Vos, todas mis orquídeas & violetas. Mi
arrebato. Me pregunto cuál cara
le vemos a Dios en pleno goce.

Logan February


martes, 14 de diciembre de 2021

Alberto Giordano

 


A las enfermedades les sigue la convalecencia, un tiempo de transición para recuperar las fuerzas perdidas y los espacios temporalmente vedados. En 2014, mientras va dejando atrás una profunda depresión, el crítico literario Alberto Giordano comienza a publicar en Facebook las entradas de un diario que constituye, al mismo tiempo, una bitácora de la recuperación y un ejercicio de reencuentro con la escritura. Desde la famosa red social se gesta entonces El tiempo de la convalecencia, un libro que recoge esas entradas, y donde el Giordano académico que se ha dedicado al análisis meticuloso de las escrituras del yo, cede el paso a un escritor que practica el intimismo espectacular, como él mismo lo denomina. Pero el carácter íntimo de la obra asoma ya no porque vaya a privarse a los otros de su lectura, sino porque aborda lo personal, e inmediato y cotidiano: un lugar donde se cruzan la confesión, la reflexión literaria, las conversaciones con amigos y psicoanalistas, los viajes, los sarcásticos comentarios de la hija adolescente, la evocación del padre que ha muerto y las caminatas en solitario por la ciudad de Rosario. Con mucho sentido del humor e ironía, Alberto Giordano retoma así la larga tradición de los diarios de escritores y, en un audaz giro se revela a la par como ocurrente narrador y agudo crítico, dejando que los límites entre el ensayo, la autobiografía y la autoficción simplemente se diluyan.

Un delicado hilo hilvana los poemas de El libro de las semejanzas: el de la similitud, o mejor, ese resbaloso vínculo entre las palabras y las cosas, entre el mapa y el territorio, entre el original y su traducción. Con un agudo sentido del humor que es, al mismo tiempo, un mordaz sentido del fracaso, Ana Martins Marques indaga en el intrincado universo de las semejanzas para constatar que entre el mundo y su representación existe un desajuste, una brecha irreductible. Brecha que la poeta transita a través del juego metalingüístico y la recreación de la frase hecha o el dicho popular; a través también de una cartografía sentimental que nos habla del amor y el desamor, o desde una irónica modestia que da cuenta de los límites de la creatividad. Porque es allí, en esa grieta, justamente, donde puede surgir el poema entendido, ante todo, como un ejercicio sutil que tras su aparente simplicidad revela la voluntad de asumir riesgos y librarse de certezas impostadas. Con El libro de las semejanzas y su escritura lúcida, audaz y a la vez elegante, Ana Martins Marques -inédita hasta el momento en castellano- deja claro por qué es una de las voces más originales y cautivantes de la poesía brasileña contemporánea.

De la idea a la palabra hay un tortuoso camino entre lo aprendido y lo que ya no sirve. A esto (*) antes se le llamaba bitácora, un espacio para reencontrase con la literatura (es curioso cuantos llegaron sin haberla perdido). Duró poco esa denominación, se quedó en blog y abrió el paso a torrentes de buena voluntad, creatividad, trabajo, ilusión, desengaño, vocaciones dormidas, cooperación y lo malo lo dejo para otro capítulo.     

A veces siento una gran desconfianza por la escritura; creo que aunque sea subrepticiamente, uno, al escribir, cuenta cosas personales. ¿Y quién que pueda leer no es igual a uno? ¿Y quién que es igual a uno necesita que le cuenten lo que sabe? Pero más saludable es no cuestionarse los actos inevitables, como este de contar que uno ha visto elefantes y, mansamente, responder a la urgencia de contarlo. Porque nadie cuenta nada por contar, sino porque se le impone el cuento que, así, contado, se convierte no en el hecho que uno conoce, sino en el que es conveniente que los demás conozcan.


Ángel Bonomini

Los lentos elefantes de Milán

lunes, 13 de diciembre de 2021

Matilde Campilho

 


ASCENDENTE ESCORPIO

Para José

La noche en que Billy Ray nació

(calle 28 con 7, Nueva York)

no había nadie dedicado a la contemplación de los geranios

Había, eso sí, el sonido del mundo que caía

como estalactitas múltiples

sobre las cercanías del hospital

Coches, algunos a 90 km/hora, otros a 30 km/hora

Bomberos corriendo para salvar al perro

atrapado en la escotilla del bote atracado en el Hudson

El inmigrante asaltando al cajero de la tienda de conveniencia

para robar algunos dólares y chicles

Aquella pareja en la esquina derecha, los dos llorando

terminando con razón el arrastrado noviazgo de cinco años

Rosa Burns entrando en casa sin ninguna prisa,

lanzando embestidas a la cerradura con la llave mucho más vieja

que su rostro—temblando, temblando, casi desistiendo de esa historia de vivir y tirar al blanco

Había un camión barriendo todos los pedazos de basura de la calle

Había un ruido de fichas de póker siendo lanzadas

sobre la mesa verde-gastado, entre dedos y humo

Alguien gritando, en la explosión de la minúscula muerte

Alguien cantando la canción sudamericana

Alguien acariciando el pescuezo de la paloma sin dueño

Alguien arrojando la pelota de tenis contra la pared de la habitación,

repetidamente, repetidamente, repetidamente

Había una radio en on donde sonaba algún ruidito en onda media

Había una bruja cocinando acebo & cobre en la cazuela del piso de paredes quemadas

La noche del nacimiento de Billy Ray

al mismo tiempo en que él escuchaba el sonido gelatinoso

de la placenta de donde era arrancado

y después el sonido del paso por el canal uterino de su madre

y después el sonido del primer toque en su cabeza

y después el sonido de su propio grito

el grito que inaugura la fiesta

El mundo se reunía entero

entre la calle 28 y la 7

en Nueva York

para rezar la oración de los pequeños gestos

el aleluya de la existencia occidental:

centenas de hombres inclinados

haciendo reverencia a la metafísica suficiente

que existe en los corredores del mundo

y se extrapola hasta el infinito lunar.

*

Matilde Campilho nació en Lisboa, Portugal, en 1982. Vivió en Rio de Janeiro entre 2010 y 2013. Publicó textos y poemas en varios periódicos y revistas de Brasil, Portugal, Alemania y Estados Unidos. “Jóquei”, su primer libro, fue publicado en Portugal en 2014 (Edições Tinta da China) y en Brasil en 2015 (Editora 34). Vive y trabaja en Lisboa.

domingo, 12 de diciembre de 2021

Gavilanes del estrecho

 



También me gustaba “Gavilanes del estrecho”, de piratas, tenía una escena que me parecía muy erótica. La verdad que entonces todas las escenas en las que aparecían señoras me parecían eróticas. Era un sin vivir, no como ahora. Vale, he dejado de pegarme, -algo es algo, chaval-. Añoro el color de la sangre por mi frente cuando me lanzaba de cabeza contra su pared, una y otra vez, hasta que las piernas no me respondían, hasta que con los gritos se despertaban las comadres del barrio y me curaban –pobrecito-, me vendaban el corazón y como nuevo, nunca he sido nuevo, siempre he sido de segunda mano, desvencijado amor de principio de siglo, castillo en ruinas, pajar en llamas y ya huele a chamusquina.  Ahora nos sentamos, nos damos las manos, formamos ese círculo mágico tan caro y susurramos “ohmmmmmmmmm”. Hala, vamos a la cama que para hoy son demasiadas emociones. Sólo a dormir, que tengo las carnes esparcidas por demasiados espacios siderales. Hasta mañana.

sábado, 11 de diciembre de 2021

Espartaco


 

Griterío de esclavos corriendo detrás de Espartaco. Incertidumbre o duda, decía Larralde, debe ser eso, o no, debe ser que la Estela de la flota deja surcos de los que no se puede salir, caminos de la mar de la mente, vallados senderos que no dejan ver a los lados. Agito banderas, tremolan, esparzo flores por el agua limpia, inútil tarea, -cállate, so bobo- me estoy gastando una fortuna en orquídeas, me estoy arruinando, me estoy convirtiendo en una sombra de mi propia sombra, es decir, nada, es decir un fugaz intento que se escapa por el albañal del tiempo. Reata de ciegos/ciegas caminando hacia la ancianidad, voy el primero y mi pie derecho tantea un (el) abismo. -Vaya racha llevas-.

viernes, 10 de diciembre de 2021

La senda de los elefantes

 


Otra vez. Un mordisco fiero. Un desgarro. El día llega con clarines de tristeza. Un aviso. A lo largo de la mañana el silencio lo ha convertido en barritar de elefantes desbocados por las estancias indias de Liz Taylor, películas de catequesis, imágenes que se confunden con otras realidades, por ejemplo la ausencia que asoma la patita por debajo de la puerta -“hola, no soy el lobo”- y confiado, como un imbécil, abro la puerta y no entra nadie, viento lobo, ausencia del lobo, frustración de los tres cerditos y la mía propia, esta vez tampoco me come, tampoco muerde con sus dientes esta carne tersa que palpita y espera, estos músculos del alma que se debilitan ante cada intento. Se me va a pasar el arroz.

jueves, 9 de diciembre de 2021

El poder del perro

 


“El poder del perro”. Iba a comparar el cine de “antes”, el western, con el de ahora, vano empeño, todo es ahora. Vuelve Jane Campion con una película lenta pero intensa, cuatro magníficas interpretaciones, (Benedict Cumberbatch fuera de serie), impactante fotografía de paisajes extensos, banda sonora adecuada, un guion…espera, espera, ¿te ha gustado?, sí, ya está. Punto. Huele a Oscar, de algo.

Personajes desesperados

 


Cuando te recomiendan con entusiasmo, yo qué sé, una película, un restaurante, un libro, un sermón, que luego accedes a verlo, comerlo, leerlo, soportarlo y piensas “pues no era para tanto”. Conocía tantas buenas críticas de “Personajes desesperados” que empecé a leerla con cierta aprensión. Injustificada. Es una magnífica novela que retrata con sutileza, inteligencia y una prosa precisa la insatisfacción de una pareja con su vida, sus amigos, lo que pasa y lo que no pasa. Eso, la vida misma, al menos la de ellos. Me ha gustado mucho.


miércoles, 8 de diciembre de 2021

Gratis

 



Algo así como la levedad de lo gratuito, de lo que se recibe de bóbilis, bóbilis, que casi nada es valorado hasta que se pierde, aunque todo es reemplazable, unos van y otros vienen, lo apreciable se guarda en una caja transparente hasta que dentro aparece, así, de otra dimensión, un brillo nuevo, una revelación, diamante o baratija, qué más da, abalorios de un collar de viento y fragilidad, colocar naipes en una torre expuesta a un soplido caprichoso, ahora sí, ahora no y me llevo dos. Será por estímulos...

martes, 7 de diciembre de 2021

Cambio.


 


Cualquiera –tú mismo, yo- puede hacer públicos sus patios traseros.

Aquí.

Aunque se vea el decorado.

Y los micrófonos.

No sé qué hago escribiendo estas simplezas.

Aquí.

Este espacio merece un cambio.



lunes, 6 de diciembre de 2021

Te lo grabo

 


Qué te iba a decir, ah, eso, que te lo grabo en una casete y lo escuchas cuando quieras, que sé bastantes cosas, sumo, resto y multiplico de memoria, bastante rápido, divido un poco peor, escribo sin demasiadas faltas, me atoro en los porqué, estoy bien  de cultura general que mis hijos me dicen que me presente a “saber y ganar” que siempre acierto las preguntas, será de leer, que leo bastante, de siempre, ahora cosas raras, William Gaddis y así, lo que pasa es que no se me queda, cada día se me queda menos, leo y disfruto pero al de poco tiempo no recuerdo de qué iba el libro, será la edad porque de edad voy bien servido y de recuerdos, que se me acumulan aunque más de mi infancia que de anteayer, que tengo muchas actividades o bastantes o las suficientes que creo que estoy mezclando demasiados conceptos pero si no lo escribo rápido se me van o me copian o pierde autenticidad, frescura, que se me olvidaba contar lo del deporte, que siempre he hecho deporte, digo, me hace gracia eso de yo corría y era campeón de aquí, yo nadaba y era campeón de allí, yo hacía, sí pero ¿ahora?, que lo de ahora es más bien ejercicio, camino por las orillas de los ríos, rápido eso sí, que me molesta cuando alguien me pasa y le miro con mala cara mientras escucho música con los auriculares, que de música también entiendo, un suponer eso de entender, no entiendo casi nada de casi todo pero disfruto, eso sí, de sentimiento y de sensibilidad ando sobrado, que me emociono por lo normal pero mucho, que lloro en las películas de llorar y mis hijos se ríen, papá está llorando, ¿qué quieres?, antes no lloraba nunca, no sé si por insensible, por algún problema en los lacrimales o por egoísta, que mi yo era antes que nada, vaya por dios, que ahora me he vuelto más empático ¿se dice así?, que me preocupo por los otros, y hablador, qué pesado, hablo con todo el mundo, pobres, les cuento unas historias de impresión, me basta un buenos días y les cuento mi vida, la pena de Murcia y las previsiones para las próximas elecciones, cuando sean,  que el personal es agradecido, les gusta que les hagan caso, que les escuchen, que cuando visitaba a mi tía (pobre, dep) a la residencia hablo con las señoras y con los señores ancianos, que me cuentan y les digo que en dos días estoy ahí con ellos, de compi, y se ríen, me ven todavía derecho, pero no creas que muchas mañanas, en la cama, cuando me despierto me duele la rodilla izquierda, ¡qué será?, artrosis me dijo uno que sabe de esas cosas, artrosis, artrosis, eso es de muy mayores, será un calambre o algo así, que no está uno todavía para  esperar un buen morir  y ya, enroscado en el meollo de la cuestión que es vivir ¿no?, que me estoy arrepintiendo de escribir esto que no leerá nadie excepto yo, borrando comas y frases para que no se haga largo y aun así no he hablado nada de amor, puedo hacerlo, estoy enamorado pero esa es otra historia o la única historia, verás, que andaba yo por calles reales, por plazas reales y me encontré con una mujer real, una mujer imposible de tan perfecta,  miro, me mira, nos miramos y zass, un flechazo, en mitad del corazón, que o ella es ciega o algo tiene que no es normal, que uno tiene sus carencias bien visibles y otras a nada que rasques un poco pues te das cuentas que no hay ni chicha ni limoná pero, ay madre, que hicimos el amor y lo inventamos, que fue como volver a nacer, una epifanía, un pasar la puerta de un más allá que está acá y no hagan que cuentes más porque, jo, no todo es tan bonito, que ella es extranjera o lo soy yo, no sé, no sabe, no contesta, que vivimos sin vivir pero lejos, exactamente 1.217 kilómetros, o sea en la otra punta, norte y sur, con fronteras intermedias, que usted mira el mapa y se marea, como cuando veo su cuerpo de diosa viviente y me evaporo, que nunca he acariciado así, tan tierno, tan dulce, tan apasionado que ya te digo, estoy como un adolescente alborotado, como un flan chino mandarín, que escucho su nombre y tiemblo, que escucho su voz cuando canta y me desmayo, no les he dicho que es cantante, ella canta y se me abren las carnes, ella abre sus carnes y me sumerjo en ella hasta que somos uno y ya no quiero morirme y no debería contar esto porque la monja se mosquea, cómo son las monjas ¿eh?, y sigo cultivando en esta ciénaga de caos y de azar, de paradoja y perversidad, de borrar del todo la idea misma de causa y efecto (Gaddis, claro) que me he dejado bastantes secretos de contar como lo del espejo, que ahora me estoy mirando y no soy, bueno sí soy yo pero no soy, que no me explico lo sé, que escribo para decir esto pero no lo que digo sino lo que tú lees que generalmente no es lo mismo porque a ti te importa poco y a mí también pero, coño, para subir cosas de otros prefiero escribirlo yo, bah, no sé qué te estaba contando, se me va ¿ves?, se me va.   



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