La fiesta de mi cumpleaños ha sido un
éxito.
Juana,
mi segunda esposa, la ha organizado hasta en sus últimos detalles.
Han
venido nuestros nuevos amigos, los de ella, los míos, los de antes se
inclinaron ya por olvidarme y seguir consolando a Begoña que es una
experta en dar lástima y culpabilizarme de todos sus males.
Las
conversaciones de los invitados, ellos y ellas, la música, las bebidas, el
baile, han tenido exactamente veinte años menos de lo que conozco, de aquello a
lo que estoy acostumbrado, de lo mío, lo de siempre.
Aunque
la verdad es que hasta me he divertido.
Sobre
todo cuando pasadas las tres de la madrugada han decidido marcharse y seguir la
fiesta en otro lado.
He
despedido uno a uno en la puerta, agradeciendo su presencia y sus regalos, los
Cd´s de Camela, su amabilidad.
Óscar
ha vuelto al de un rato ya que se había dejado el móvil, ha dicho.
He
podido verlo desde la cocina.
Óscar
deslizando lentamente sus manos por la espalda de mi esposa, demorándose en la
cadera, acariciándolas, seguir bajándolas mientras dice algo en el oído de
Juana que ríe y le lanza un beso desde la punta de los dedos.
Por
fin se ha marchado. Son amigos desde siempre, se tienen mutua confianza.
Al
de unos minutos Juana me ha dicho ─Cielo, voy a bajar estas botellas al contenedor.
Se
ha ido con las botellas, dos.
Debía
estar muy lejos el contenedor ya que ha vuelto al cabo de tres horas y se ha ido
a otro cuarto, a otra cama.
La
fiesta de mi cumpleaños ha sido un éxito pero no puedo dormir.