Thomas Bossard (French, born 1971)

viernes, 29 de mayo de 2015

Silva y bustrófedon.



Me tiré al estricote, mudé de flébil barbilindo a mortal irreflexivo entre lupercales y bochinches. Sin dejar de pecar ejercí de adamita, ceroferario con cerquillo, manumisor en Santiago, bravucón empavesado, estudiante de miología, escritor sin adendas de silvas y bustrófedon, peregrino alimentado con gallofa bajo el cernidillo de Triacastela. Durante un tiempo hurgué en las litoclasas hasta caer en la malacia que desembocó en la cacoquimia que me asoló a pesar de las tisanas vulnerarias.

Ahora, cellenco, carcomido por la agnosia, aún brujuleo tras los siguemepollos de las mozas, aridecido el deseo, mas no extinto.

jueves, 28 de mayo de 2015

Meta

La identidad proporciona, entre otras cosas, una fuente más de valor, una que nos ayuda a encontrar un camino entre esas opciones. Adoptar una identidad, hacerla mía, es verla como el factor que estructura mi camino en la vida. (La ética de la identidad - Kwame Anthony Appiah )




A uno le nacen.
Más o menos.
Le educan.
Vive.
Crece.
Si sabe, se deseduca.
Si no, sigue por la senda, sin sorpresa, sin mirar tras los setos del camino, ajeno a zarzas y canto de ruiseñores y mirlos.
Uno es como debe ser y camina hacia ser quién es.
Conseguirlo está sujeto a azares y veleidades, a tormentas del destino y a la brisa de otras playas.
El camino está ahí.
Y el caminante.
Queda seguir, sin detenerse apenas, sin mirar atrás, por las nostalgias que pesan, por los lobos que aúllan tras los cerros.
Llegar es la meta, pero ¿dónde?




miércoles, 27 de mayo de 2015

Corre, nena, corre.




Debe parecer que estoy diciendo algo pero sin decir nada, sin comprometerme.
(Ni comprometerme ¿eh?)

Palabra y silencio unidos en un paso cansado, o enérgico, o sombra detrás de la sombra de los tilos, detrás el bosque, detrás el esplendor impúdico de ser, sin ser.
(Vale, pero a mí ni me nombres)

Remover el pasado, inventar el futuro, gozar del presente, estar en la ventana y en la plaza, en las nubes y bajo la lluvia, ser sin ser, ya te digo.
(Es que está mi presencia, mi huella por todas partes)

Saborear aún los momentos de la fiesta de los cuerpos, la celebración de lo furtivo, el escondite oscuro donde descubrimos la luz.
(Te lo dije, cállate, nos descubrirán)

Me callo, pero corre que están cerca.




martes, 26 de mayo de 2015

Ahora, voy.



Ha bajado la temperatura en los pezones de la mujer de piedra, las alfombras están mudas. 
Cada gota de lluvia es de un color diferente, me impregnan cuando me revuelco entre las flores con rocío y alfabetos, entre las ortigas del último beso. 
Estoy clavado en la cruz de la despedida a los jadeos desnudos, cuando nos escondíamos bajo paraguas en la isla del tamaño de apenas un armario. Allí éramos náufragos, humo, amantes, nada. 
Sin embargo voy y vengo. 

Ahora, voy.


Mónica Cook

lunes, 25 de mayo de 2015

Ay, yo.





Ay, ay, ay.

Estaba ayer firmando ejemplares de mi último libro –va por la catorce edición- en el cortinglés cuando entre la larga fila de admiradores que esperaba anhelante mi dedicatoria –a Conchi, sensible lectora nocturna, con recíproca admiración por sus poemas- pude distinguir un rostro conocido.

Continué con sonrisas y floridas palabras, besos en las mejillas a las señoras, apretones de manos a los señores, caricias en la coronilla de los niños, gesto serio y asentimiento de cabeza con los jubilados -a Jose Luis, buen amigo, con afecto-, pero vi una cara conocida, muy, que se acercaba conversando con una bella muchacha.

Hace tiempo que no la veía, desde que me fui a Madrid, veinte años, cómo corre la vida. –a Mari Vi que con su mirada alumbra estas páginas-. Ya estaba cerca, estaba seguro que no me había reconocido. Fuimos amantes, seis meses. Estaba muy guapa, no había cambiado demasiado.
Llegó, levanté la mirada.
-Hola– dije.
-¿Nos conocemos?-preguntó.
La verdad es que mi apariencia ha cambiado mucho en estos años, aquella melena progre se ha convertido en una cabeza desierta. -Carmen ¿no me recuerdas?, soy Andrés.
Carmen entornó los ojos, se dirigió a la bella muchacha que estaba a su lado y con voz clara y seguro dijo -Mercedes, tu padre, el hombre indigno que es tu padre.

Mercedes me miró con desprecio y de un manotazo tiró por los aires el libro que estaba a punto de firmar. Carmen me dio un bofetón. Una señora que estaba mirando me pegó con un paraguas. Se formó un remolino de personas que de esperar mi firma pasaron a querer mis orejas como trofeo. Los insultos arreciaban. Aquella Conchi que me miraba arrobada me tiró su libro a la cabeza. Un señor con traje gris no paraba de darme patadas en las espinillas. Los guardias jurados no intervenían. La encargada de planta miraba hacia otro lado. Corrí entre los estantes llenos de mi obra maestra –el libro- pero la multitud me siguió. Mi editor salió con disimulo. Alguien dio fuego a una pila de ejemplares. Se disparó el sistema anti-fuegos y comenzó una enérgica lluvia desde los aspersores del techo. Fuera se escuchaban las sirenas de los coches de la policía. Carmen contaba su tragedia en un corro de señoras indignadas –me dejó, embarazada, nunca me llamó, se fue, el muy...- . Las señoras me miraban, indignadas, y me tiraban lo primero que encontraban en sus bolsos, llaves, los móviles, tarjetas de crédito, rizadores para el pelo, pañuelos de seda, pintalabios, navajas de Albacete, no sé, hasta un florero me lanzaron las arpías. En mis tiempos fui subcampeón de Cuenca de cien metros lisos y aún estoy en forma, eso me sirvió para correr por las calles y refugiarme en la garita del portero, en un portal de una casa lejana. De allí me rescataron los bomberos y una nutrida fuerza policial.
Ahora, en el hotel, mientras me curan, estoy pensando en dejar este mundo literario, trae demasiados problemas. Me centraré en el blog.




domingo, 24 de mayo de 2015

Resistiré.


A Russian soldier in the Reichstag surrounded by walls covered in Russian graffiti, the Soviets having left their mark on the Third Reich’s headquarters. May, 1945.


Se lo contaba a él, al mentiroso, al traidor.  Me lo imaginaba enfundado en un uniforme, no sé de qué, de guardabosques solitario o de vigía de ciclones, de coronel de infantería o de farero en algún puerto de la Mancha, yo qué sé, algo de respeto, con gorro de plato y mallas negras,  con  cara seria y con la elocuencia de los dedos y el silbido, tanto que al intuirlo mis pájaros huían desde los zarzales hasta un cielo que les traicionaba en su contraste de luz –caían abatidos, claro- , y los pequeños roedores ni te digo, esos sí que no tenían posibilidad de fuga, ahí estaban, con los brazos en alto, contra el muro donde, mirando el más acá sabiendo que el más allá es privilegio de los grandes saurios, de los hipopótamos bailarines y a pesar de todo contaba cosas como estas al  tipo aquel, tan serio, tan falaz, que no merecía más tiempo y sin embargo.



Era de Burt Lancaster, no recuerdo el nombre de la peli. El malo se acercaba entre las sombras de la noche a la puerta de una catedral, miraba a derecha e izquierda y con un cuchillo dejaba un mensaje clavado en la madera. Al llegar la luz del día los guardias del conde se alborotaban, desclavaban el papel, lo llevaban al castillo seguidos por niños desarrapados y mendigos varios, los trompeteros tocaban las trompetas (claro, ¿qué van a tocar?), el bueno de Burt y su amigo el mudo daban volatines y trompazos a los soldados atontados, la chica estaba de mojar pan (con aquel escote…), a lo lejos llegaban refuerzos a caballo, creo que del rey (no recuerdo qué rey, el de bastos, por decir alguno) había un desfase histórico y era en technicolor, los chavales alborotábamos en el paraíso (no en el terrenal), las chavalas no y al final lo menos importante era lo que decía el mensaje porque el conde no sabía leer, creo que nosotros tampoco pero lo pasábamos de p. madre y luego esperábamos a las que no (esas chavalas que decía) y les invitábamos a chicles y paseos y ni siquiera teníamos pelos en las piernas aunque sí en la cabeza y en el contraste está(ba) la gracia aunque después nos hicimos mayores y ya entendimos que el medio era el mensaje o eso dijo Woody en la fila (cola) para entrar a un cine de Manhattan y procuramos adaptarnos al medio, o sea cómo nadar, que según sea el caudal (del citado medio) hay que saber utilizar el estilo braza o la mariposa, un suponer, que en Karraspio nadaba a mariposa nada más que para mariposear (Encarni me miraba desde la orilla, Encarni sí, no todas sí, más que nada por la época y perdona que me extienda en lo de siempre, en el sí) y en las piscinas segovianas nadaba a estilo libre (es decir, como quería) y no hacía olas pero si aplaudían, que en eso siempre he tenido suerte, en el cariño recibido (también en el otorgado ¿eh?) eso que soy tuerto (pero solo de un ojo) así no me nota el estrabismo, ni el reuma, que el tiempo pasa y aquellos polvos trajeron estos lodos y me patinan las ruedas, me patinan más cosas pero esta es una página autorizada para todos los públicos y no es cosa de escandalizar a los lectores que, por cierto, siguen siendo tan inconscientes y tan amables de seguir viniendo y, oye, que te estimula o te estiburro, incluso estionagro, ya ves, metonimia, que te quedas más ancho que largo, háztelo mirar (girar, tirar, virar, yirar –lunfardo-) que quizás estamos intentando llegar a la luna y resulta que Eldorado está en Cuenca (un suponer). Por cierto, estoy mirándome,  lo mío (y no me encuentro). Resistiré.


sábado, 23 de mayo de 2015

Palos de Ciego

...¿Qué es un lector vampiro? Bellow lo explica bien: no es el lector que lee para matar el rato o para divertirse, ni siquiera para hacerse sabio; todo eso es estupendo, pero el lector vampiro no lee para nada de eso: lee para sobrevivir. De hecho, podría incluso decirse que, propiamente, el lector vampiro no lee libros: los apalea, los acuchilla, les arranca las entrañas, les chupa la sangre, les roba el alma; no quiere leer los libros: quiere ser los libros, que los libros leídos pasen a formar parte, como dice Bellow, "de la propia sustancia". Esta atroz carnicería suele ser un espectáculo aterrador, y por eso el lector vampiro procura llevarla a cabo sin testigos, como si se tratara del acto más íntimo de su vida íntima; y por eso, también, el lector vampiro suele ser un mal reseñista de libros - está demasiado absorto devorando las vísceras del libro para opinar sobre él -, pero no necesariamente un mal crítico, aunque, como el libro ha pasado a ser sangre de su sangre, casi siempre sea muy difícil distinguir si lo que dice lo dice del libro o lo dice de sí mismo... Javier Cercas. (Palos de Ciego)





G está tratando de poner en orden su cabeza llena como un bazar de especias en Estambul. Deja correr lo que siente, mira desde una torre, estos últimos meses está ansioso, revuelto, revolcándose en la monotonía de su vida, tratando de saber que hay debajo de la alfombra que cubre la realidad del suelo que pisa. Baila, zapatea, salta, levanta los brazos, da volatines, cae sobre ese oscuro suelo y se levanta, tantas veces como cae, se levanta. Busca un agujero en la pared que le lleve a otro lado, ahora sabe que hay otro lado. Entra en un territorio oscuro y una bestia de incertidumbre le muerde con saña. Le avisan que hombres armados han sido vistos a la altura de la avenida. No huye. No se enfrenta. Muere en un paredón disparándose a sí mismo.



viernes, 22 de mayo de 2015

Esbozo del verano próximo.

....Hijos míos, el hombre es ya como uno de nosotros: conoce ya el bien y el mal desde que ha gustado el fruto prohibido; pero solo puede vanagloriarse del mal ganado y el bien perdido: mucho más feliz hubiera sido si le hubiera bastado conocer el bien por sí mismo, y de ningún modo, el mal. (Milton J. El paraíso perdido.)
  



En estos últimos meses G se altera, está alterado y escribe, ciego, tanteando el espacio, está buscando, aún está buscando, con su candil escruta en la oscuridad de tantos días, lleva una linterna en la frente y se introduce en sus propias simas, en las profundidades de sus deseos, en la exploración sistemática de sus cuevas más allá de lo consciente. Imagina, sensible, herido de amor, convaleciente, se debate en su sí pero no, se escuda detrás de una catarata y mojado escribe y sueña, escribe con los ojos de su cabeza escrutando los signos porque sabe que jamás, jamás, será lo que era. Todo eso le tiene intranquilo, inseguro, con ansiedad, pero no tanto como para perderse en este esbozo del verano próximo. Suben las temperaturas, hay bochorno y G muere en el río, debajo del puente en el que, desnudo, se refugiaba de los rumores y de la incomprensión.


jueves, 21 de mayo de 2015

La sonrisa del ignoto marinero.

...Y por tanto decimos Revolución, decimos Libertad, Igualdad, Democracia, llenamos con estas palabras hojas, gacetas, libros, lápidas, pandectas, constituciones, nosotros, que esos valores los tenemos conquistados y poseídos ya, aunque los hayamos visto también destruidos o amenazados por el Tirano o por el Emperador, por Austria o por el Borbón. Y los demás, que nunca han alcanzado los derechos más sagrados y elementales, las tierras y el pan, la salud y el amor, la paz, la alegría y la instrucción, ésos, digo, y son la mayoría, ¿por qué deben entender esas palabras a nuestro modo? Ah, llegará el tiempo en que por sí solos conquistarán esos valores y entonces los llamarán con palabras nuevas, verdaderas para ellos y forzosas también para nosotros, verdaderas porque los hombres estarán enteramente llenados por las cosas.
Vincenzo Consolo.-. La sonrisa del ignoto marinero.”
 



G ahora está aquí pero no está, no está nunca porque cuando parece que está no está, porque alguien le mira desde fuera y es él mismo y sabe y no sabe y él dirige la función y actúa como otro siendo él sin saberlo o sabiéndolo y vivir así es algo tan, tan complicado. Envidia a esos amigos que le hablan de cosas sencillas, que sonríen abiertamente, que son tan felices subiendo al Pagasarri por las mañanas, paseando descalzos por la playa de su ocio. El televisor con programas amarillos deja un ruido de fondo que no le da seguridad, nada es como debe ser. Pasa las páginas de un libro en blanco, no acaba de encontrar las respuestas y las preguntas se agolpan en la puerta, la golpean, escucha sus pezuñas arañando la pintura, sus dientes mordiendo la madera, tiene miedo que acaben entrando en su mente, que la arrasen y esta vez Orfidal y Prozac no será suficiente. Ahí llegan ya. Muere devorado por su propia inseguridad, a mordiscos, se come a sí mismo.




miércoles, 20 de mayo de 2015

Un matrimonio infeliz.



Estoy casado con Silvia desde hace diez años.
Nuestro hijo Jon es mi alegría.

Tengo una relación con Julia. Cuando dejamos a los niños en el autobús vamos a su casa y nos amamos con una pasión que desconocía, jamás había amado así, esos pechos me esclavizan. Esta mujer ha cambiado mi vida...aunque quizás sea sólo sexo.
Después voy al trabajo, no tengo horario, además la situación en mi empresa es dura, dicen que los suecos despedirán a la mitad de la plantilla.

Estoy atravesando un complicado momento, me siento confundido, perdido, nervioso. Con Silvia apenas hablo, está esquiva, no quiere hablar conmigo, parece que no le importase mi situación profesional. Ella ha ascendido de categoría en su despacho y viaja más que antes. Nuestra relación es tensa, aunque estoy seguro que no sabe nada de mi otra vida.

Hoy, lunes, es un día especial en mi vida, lo marcaré en rojo en el calendario.

A la mañana, después de amarnos, Julia me ha dicho que quiere que vivamos juntos, que quiere vender su piso y que nos vayamos a otra ciudad, con nuestros hijos. Me ha dejado descolocado, nunca habíamos hablado de esto. Le he dado largas, he dicho que lo pensaremos juntos. Y hemos vuelto a amarnos. Dios, qué pechos tiene.

Cuando he llegado al trabajo me ha citado el director en su despacho. Los nuevos propietarios quieren hacer una reducción de personal y mi perfil no entra en sus planes. Tengo un periodo de tres meses para buscar otro empleo. No esperaba estar entre los escogidos. Con mi edad, con mi experiencia, algo haré.

Al volver a casa, Silvia estaba esperándome. “Me voy”- ha dicho-, no soporto más. Ya no te quiero y es absurdo que continuemos juntos. Juan me da todo lo que tú no sabes darme. Eres insensible, frío, parece que vivo con un autómata. Y no te preocupes por el dinero, llegaremos a un acuerdo, mi abogado te llamará esta misma tarde”. Desde la puerta se ha girado y mirándome a los ojos ha dicho, arrastrando las palabras – “Y hoy recojo yo a Jon. Así tendrás más tiempo para estar con esa Julia”. Y se ha ido.

Estoy sentado en la butaca del salón. Miro la televisión sin verla. Mañana empezaré a pensar en todo esto. Ahora me está entrando sueño. Quizás debiera contárselo a Julia. Bueno, hay tiempo, mañana. Dios, qué pechos tiene.


martes, 19 de mayo de 2015

Un matrimonio feliz.

Estoy felizmente casado. Silvia es una magnífica mujer. Ha sido mi única novia. Nuestra relación es igualitaria, llena de amor y complicidad. Estos últimos nueve años han sido los más felices de mi vida.

Nuestro hijo Jon es inteligente, un niño sano que me tiene encandilado. Este curso me encargo de llevarle al colegio y estoy sorprendido de las conversaciones tan adultas que tengo con él. Es un chaval muy despierto para su edad.

He descubierto el curioso mundo de las madres y padres en la parada del autobús, despidiendo a sus hijos, dándoles consejos, demostrando preocupación por sus estudios. Estoy integrado en ese grupo, a veces tomamos un café y charlamos en un bar cercano mientras esperamos el regreso de nuestros niños. 

Javier se quedó en el paro después de una regularización en su empresa y decidió con su esposa que él llevaría la casa. Es un padre ejemplar, buen cocinero, hace la colada, plancha. Es un poco reiterativo en sus historias, pero agradable.

Carmen es una madre obsesionada, sólo habla de su hija, lo que ha comido, la ropa que le compra, lo lista que es, lo bien que lleva el curso. Es nerviosa, bastante insoportable.

Julia, en cambio, habla poco de su hijo, sus temas son más amplios, es culta y preocupada por las artes, asidua de los museos y exposiciones, está separada desde hace dos años. Suele quedarse con Jon cuando me retraso. Es atractiva.

Rafa viene de vez en cuando, poco hablador, siempre está fumando, hincha del fútbol, se va con su hija de la mano en cuanto baja del autobús. También está separado, es un hombre serio, triste.

Ángeles es una delicia, sonriente, activa, divertida, siempre dispuesta a hacerte un favor. Es mayor que nosotros, es una mujer guapa. Me gusta.

Aunque hay otras madres y padres en la parada, es con ellos con los que me relaciono asiduamente. Silvia hace bromas sobre mi integración al gremio de padres concienciados.

Estos días están siendo duros, la presión en la oficina es intensa, dicen que nos quiere comprar una multinacional sueca. Los socios están muy alterados. 

Un día llegué tarde a la parada. Julia se había quedado con Jon, esperándome. Le di las gracias mientras tomábamos un café y charlábamos; nuestros hijos jugaban ensimismados con los móviles. Descubrí una persona nueva, diferente, muy agradable, me gustó estar con ella ese rato.

Silvia está nerviosa, algo le ocurre, a las noches va a la cama y se duerme inmediatamente, llevamos dos semanas sin sexo, sin hablar más que lo imprescindible.

Mientras esperamos a los chicos ya solo hablo con la interesante Julia. Procuro llegar pronto para estar juntos más tiempo. Hemos intimado bien, nos hacemos mil confidencias. 

El martes, mientras volvíamos a casa, los chavales jugando delante, entramos en un portal y nos besamos, como dos adolescentes, riendo, jugando, fue mágico, fue una locura.

Jon se va este fin de semana a la nieve, a esquiar, con otros compañeros del colegio. A mí nunca me ha gustado el frío, además estoy con algo de gripe, me quedo, irá Silvia.

He quedado con Julia, también estará sola. Voy a su casa, me siento nervioso. Me ha descubierto un mundo diferente. Estamos muy ilusionados los dos. Comeremos juntos, después quiere enseñarme sus libros de arte, seguro que también nos enseñaremos el corazón. Y nuestros cuerpos. Estoy ansioso.

Sé que me meto en un camino peligroso, sin regreso. No me importa. La vida. Sólo hay una. Quiero aprovecharla. Además Silvia no se enterará, seguro...




lunes, 18 de mayo de 2015

Alirón, alirón el Athletic campeón.



Érase una vez en un lejano país al norte de todos los reinos un club de fútbol que era la admiración de sus habitantes  y de los habitantes de países vecinos.

Alirón, alirón el Athletic campeón.

Resulta que este equipo era un habitual de las finales de Copa y aquel año también lo fue. Para dar color y animar a la población un directivo de la banca local, furibundo hincha rojiblanco, tuvo la brillante idea de alquilar en un zoo de Madrid un león de verdad, el rey de la selva, una fiera de colmillos y garras para pasearlo por todo Bilbao sobre una camioneta pintada de rojo y blanco.

Alirón, alirón el Athletic campeón.      

El conductor de la camioneta era “El Rubio”, hermano de Flor, la del bar de Anselma de Salces. Con valor y salero, rugiendo bilbainismo, paseó al león por calles y plazas, por avenidas y callejones, por el Casco Viejo y el Ensanche, por Rekalde y Deusto, por Castaños y Somera, por Matiko. El directivo de banca estaba encantado, el león no tanto aunque nadie se lo preguntó, el Rubio conducía, el bicho rugía y las gentes se enardecían.

Alirón, alirón el Athletic campeón.   



Pero conductor y animal tenía necesidades básicas, una de ellas comer. El Rubio lo hacía en su casa pero antes alimentaba al animal con  pollos y otras delicias que metía entre los barrotes de la jaula, el león las devoraba primero y dormitaba después sobre el camión aparcado en plena calle ante la atónita mirada de los niños del barrio. (En la foto dos deliciosas niñas que, al menos una de ellas, cuando sepa que su padre ha puesto en circulación esta foto montará en cólera. Aviso).

A todo esto: alirón, alirón el Athletic campeón.        

Pasaron los días y humano, bestia y camioneta siguieron su periplo bilbaíno entre los aplausos de los viandantes, los guardias de circulación, los niños, los curas, las señoras, las monjas de no clausura, los dependientes de ultramarinos, los empleados de banca, todas las profesiones cantaban y gritaban.  

Alirón, alirón el Athletic campeón.  

Llegó el día de la final, todos atentos a la radio, el Rubio conducía, la camioneta chirriaba en las curvas, el león estaba aburrido de tanta vuelta y el directivo, en la puerta del banco, se alegraba de las largas filas de nuevos clientes entrando al   establecimiento para dejar sus menguados ahorros.

El Athletic iba ganando.

Pero he aquí que a las 5 y 25 de la tarde comenzó a llover y al pasar por la Gran Vía la camioneta derrapó, la jaula cayó y se rompió, el león escapó y, hambriento, se comió al directivo de banca que estaba justo ahí, después escapó y algunos lo vieron a la altura de Pesetita. 

No se ha sabido nada más de él (del león digo), algunos dicen que vive entre nosotros, disfrazado (foto de abajo)

El Atletic, como no,  ganó la Copa  

Alirón, alirón el Athletic campeón.  




Nota: no sé si sucedió exactamente así. Me lo  contó Alfonso. Quizás deberíamos preparar una cena o similar para que lo cuente con más detenimiento.

Recuerdos insumisos.

Es un mundo que vive y muere en cada momento. No existe prueba definitiva de existencia ni en el pasado ni en el futuro y solo es real el instante presente que uno puede tocar con sus propias manos y ver con sus propios ojos. Semejante concepción del mundo es exclusiva del budismo del Mahayan; la realidad solo existe en el presente, no existiendo ni el pasado ni el futuro. ( El Templo del Alba. Mishima)




La noche traspasa los músculos del zahorí y aunque han pasado los años de la garza del estanque la veo ahí, posada en la línea del blanco hombro del ayer.

Los recuerdos se han declarado en insumisión. He ido y no he vuelto. Como las alborotadoras ranas en la República (Dominicana) croan entre mis uñas y me sumergen en involuntarios sueños ocasionales, en abortados intentos de llamadas que estrangulo mientras el futuro me sube por la espalda y muerde mi cuello con rabia. Estos viajes de la nostalgia me descontrolan, me alteran, tanto que ahora que lo/me leo crece una tijera de podar en cada uno de mis ojos mientras Henri Salvador asiente en su jardín d´hiver.

Fuera hay una llovizna de desconocidos, golpea en esta ventana que parpadea, se me está inundando el cuarto de tristeza.


Hay veces que me inquieta enseñar el culo en lo que escrib o/iré.


domingo, 17 de mayo de 2015

Trujamán.

Aquí descansa el cuerpo,
su alma no:
transeúnte del aire
sigue en vilo.

(José Mª Parreño)



Sé que tú que lees comprendes estas cosas que escribo.

También tú caminaste un día hacia donde empieza el arco iris, te vestiste de ti mismo y la vida empezó, sin tú saberlo, entonces, cuando creías que volvías, ya, cuando no esperabas sino sol, silencio, agua tibia y soledades.

Traduzco emociones que nos duelen.

Lo malo de subir es que la caída – siempre te caes, siempre- retoma al que dejaste, al que no eras, te rompe las piernas, te destroza, te deja inválido, inútil, arrastrándote en tu propio desierto, desamparado...

Me faltan palabras –y tiempo- para seguir llorando.
Sé que (lo, te, me) entiendes.

Soy un trujamán que te interpreto




sábado, 16 de mayo de 2015

Punto.

Punto 

1. m. Señal de dimensiones pequeñas que por contraste de color o de relieve es perceptible en una superficie.
2. Signo ortográfico (.) con que se indica el fin del sentido gramatical y lógico de un periodo o de una sola oración:
después de punto siempre se escribe mayúscula.
3. Signo ortográfico que se pone sobre la i y la j, y con el que se forma la diéresis (ü).
4. geom. Lugar de una recta, superficie o espacio al que se puede asignar una posición pero que no posee dimensiones:
una secante corta a la circunferencia en dos puntos.
5. Cada una de las puntadas que en las obras de costura se van dando para hacer una labor sobre la tela.
6. Cada una de las diversas maneras de trabar y enlazar entre sí los hilos que forman ciertas telas y tejidos:
punto de cruz.
7. Tipo de tejido que se hace al enlazar con un tipo especial de agujas o por otros sistemas, hilos de lana o algodón:
bufanda de punto.
8. Rotura que se produce en un tejido al soltarse los nudos o lazadas que lo forman:
se te ha hecho un punto en la media al engancharte con la silla.
9. Puntada con que se unen los bordes de un corte o herida:
le dieron cuatro puntos de sutura.
10. mat. Signo que se utiliza para indicar la multiplicación.
11. Unidad con que se computan los tantos obtenidos en un juego o competición, o con que se mide el valor de algo:
ha obtenido siete puntos sobre diez en el examen.
12. Valor que tiene una carta de la baraja o cada una de las caras de un dado:
el as vale diez puntos.
13. Parte por la que sale la tinta en una pluma de escribir.
14. Dolor agudo y de corta duración.
15. Grado de intensidad en una escala:
la tensión ha alcanzado un punto en el que cualquier incidente puede desencadenar una guerra.
16. Sitio, lugar:
recorrieron distintos puntos de la costa.
17. Cosa muy corta, parte mínima de una cosa:
punto de sal.
18. Instante, porción pequeña de tiempo:
llegados a este punto, damos por concluida la sesión.
19. Cada uno de los asuntos o aspectos de que trata algo:
pasemos al siguiente punto del orden del día.
20. Estado perfecto que llega a tomar algo que se elabora al fuego, y p. ext., cualquier otra cosa:
el pan ya está a punto.
21. Temperatura necesaria para que se produzcan determinados fenómenos físicos:
punto de ebullición.
22. Medida longitudinal, duodécima parte de la línea.
23. Hecho o dicho que resulta acertado o favorable:
fue un punto tu idea de invitar a tu hermano a la fiesta.
24. col. Borrachera leve.
25. dos puntos Signo ortográfico (:) que introduce una explicación o enumeración.
26. mat. Signo que se utiliza para indicar la división.
27. punto cardinal Cada uno de los cuatro que dividen el horizonte en otras tantas partes iguales.
28. punto crítico Momento muy difícil:
la marcha de la empresa atraviesa un punto crítico.
29. punto de vista Forma de enfocar cualquier tema:
hay tantos puntos de vista como personas en esta habitación.
30. punto final El que acaba un escrito o una división importante del texto.
31. punto muerto Posición de la caja de cambios de un vehículo en la que no está engranada ninguna marcha.
32. Situación en la que por cualquier motivo no se puede seguir adelante:
las negociaciones han llegado a un punto muerto.
33. punto negro Lugar especialmente peligroso o conflictivo, generalmente referido al tráfico.
34. punto neurálgico Aspecto delicado o de gran importancia:
el punto neurálgico de la negociación son las subidas salariales.
35. puntos suspensivos Signo ortográfico (...) que denota que se ha dejado incompleto el sentido de una oración o cláusula.
36. punto y aparte El que se pone cuando termina el párrafo y el texto continúa en otro renglón.
37. punto y coma Signo ortográfico (;) con que se indica pausa mayor que en la coma y menor que con el punto y seguido.
38. punto y seguido El que se pone cuando termina un periodo y el texto continúa inmediatamente después del punto en el mismo renglón.
39. a punto loc. adj. y adv. Listo, preparado:
el coche ya está a punto para comenzar el viaje. También, en momento oportuno.
40. a punto de loc. prep. Se utiliza para expresar que queda poco para realizar una acción:
estaba a punto de salir de casa cuando sonó el teléfono.
41. a punto de caramelo loc. adj. Preparado o dispuesto para algún fin:
tengo el proyecto a punto de caramelo, solo queda darle los últimos retoques.
42. al punto loc. adv. Rápidamente:
salieron al punto en cuanto se enteraron de la noticia.
43. en punto loc. adv. De forma exacta:
el tren llegó en punto.
44. en su punto loc. adv. [Cosa] en su mayor grado de perfección:
la salsa está en su punto.
45. ganar o perder puntos loc. Ganar o perder prestigio:
con este trabajo he ganado puntos ante los jefes.
46. hasta cierto punto loc. adv. En alguna medida, no del todo:
hasta cierto punto, tiene parte de razón.
47. poner los puntos sobre las íes loc. col. Poner en claro una situación o la forma de hacer algo.
48. punto por punto loc. adv. Con detalle:
repasó la lista de la compra punto por punto.

Punto 

El punto es tensión en sí mismo. Es la unidad mínima de la forma. Es abstracto y a la vez es expresado materialmente con una figura circular, pequeña (estereotipo) o con cualquier otra forma que simule su situación.
Puede significar silencio.
Interactúa con otros semejantes y también con la línea y con el plano.

Punto 

Objeto geométrico que no tiene dimensión y que se utiliza para indicar una ubicación.

viernes, 15 de mayo de 2015

El gobernador no prohibía los carnavales.

Ya no eres el dueño anónimo del mundo, aquel sobre el cual la historia no tenía poder (...) tienes miedo y esperas. (Un hombre que duerme – Georges Perec)




El gobernador no prohibía los carnavales y en febrero volvíamos disfrazados, no sé, de quién no éramos, de cantante resfriado o de pirómano, de Keith Moon, de pordiosero, de recaudador de impuestos, de vigilante de papeleras.
Nos dormíamos por las esquinas sin viento pero interpretábamos aquel sopor como un enigma. Con Vinicius queríamos que todo aquello fuera infinito mientras durase.


Llegó marzo y la letra maldita se me quedó en la punta de la lengua y no, ya no las sutiles posturas de pupilas, el milagro de los cuerpos poéticos y decirlo bien, deslizar el pulgar por su humana geografía hasta detenernos en el luminoso punto en el que la vida se convertía en la vida. 

Nadie contó desde entonces los días de soledad, abril con hambre de rimar ladridos, mayo con el golpeteo de las contraventanas que ocultaban la luna y la esperanza. A nadie le importaba.

Después llegaron los generales y el subir y bajar del telón de la libertad. Se cerraron las fronteras al tráfico y al tránsito, se prohibieron los disfraces, todos éramos quién debíamos ser, pintaron el aire de gris, murieron los girasoles y en la garganta nos quedó el agrio sabor de no haber podido ser otros, ajenos al paso marcial, sin cambiar comas ni puntos aparte, encarrilados.


Lo peor es que no para de llover.




jueves, 14 de mayo de 2015

Zanzíbar



Me he pasado el día junto al faro tratando de terminar el capítulo de hoy.
He escrito y escrito.
No me gustaba, nada.
Al volver a la habitación, sobre la cama, con una tijera de las uñas he cortado en finas tiras, uno tras otro, los papeles de los apuntes y los he dejado volar con el viento de poniente.

Ahora, sentado en la puerta de la pensión me bebo el crepúsculo que ha llegado tan pronto.
No quiero pensar en la vuelta, la tortuosa carretera de Nungwi a Zanzíbar.
Eso será mañana.

Esta es la noche con Liz, la hija del doctor Emerson.


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