No me gusta nada este niño, el hijo de mi hermano mayor y de Sandra.
Me gusta Sandra.
Mi hermano es un alto ejecutivo, un prepotente, un chulo que cree poder comprar mi tiempo con cincuenta putos euros solo porque estoy en el paro.
Quédate esta noche con el niño que tenemos cena y así te ganas la vida, vago. Ah y no bebas, no des mal ejemplo al sobrino. Volveremos a la una, más o menos. No fumes en casa.
Si por lo menos este llorón jugara a la Play, pero sólo sabe llamar a su madre y dar la vara.
Las nueve y treinta y uno pm, lo que me queda.
Me aburro.
Ven, ¿que quieres?
Anda, no llores, te cuento un cuento.
Siéntate aquí.
(¿Que le cuento a este crío?)
Verás, érase una vez un caballero con una armadura del color del oro. Era muy fuerte y todos los dragones de la comarca estaban atemorizados del poder de su espada y su lanza. En el reino era invencible, hasta el mismo rey se sentía atemorizado en su presencia. Era orgulloso, extrovertido, humilde, humano, excéntrico, panteísta, toxicómano, sinvergüenza, psicodélico, bastante fiestero, estraperlista, rockero y un poco ornitólogo, dos cursos y el tercero sin acabar.
(Ya no llora)
Este caballero salía cada noche en busca de guerreros contra los que pelear y torneos y justas con princesas asomadas al pretil de calles con humo y automóviles ardiendo y torvos delincuentes y mujeres masticando frustraciones y miedo, perros ladrando en los caseríos y déjame que te cuente, limeña.
(Se esta durmiendo)
Una vez, hace un siglo más o menos el caballero encontró a una bella dama, rubia y aficionada a la cerveza, a las confidencias a la luz de la luna y su galán la había dejado delante del escaparate de una tienda de electrodomésticos y se consolaron mutuamente y aquella noche mágica y su cuerpo con pecas en la espalda y lobos que aullaban en un bosque cercano y gigantes presentidos que daban miedo y...
(Ya se ha dormido)
El caballero no volvió a ver a aquella bella dama, rubia y melancólica y los días pasaron con castillos vacíos y gatos reptando por el borde de tejados con nieve y soledad y sueños imposibles y tanto dolor solo por una absurda noche que seguro que ella no recordaba hasta que un día, aciago, pintado de negro y ya nunca, la dama apareció al lado del hermano del caballero y resulta que los dos habían sido felices y comido perdices y luego se casaron y tuvieron un hijo y no me gustan los cuentos y no me gustan los niños.
Parker se imagina en una
película húngara en blanco y negro, aquella que ganó un premio en no sé qué
festival. Sabe, lo sabe, que escribir es esto. "Flaubert opera un malestar
saludable en la escritura: no se sabe nunca si es responsable de lo que escribe
(si hay un sujeto detrás de su lenguaje); pues el ser de la escritura (el
sentido del trabajo que la constituye) es impedir que se responda a esta
pregunta: ¿quién habla?" Eso es, al menos, lo que dice Barthes y hoy Parker no se atreve a
contradecirle. Ni hoy ni nunca.
Marisol.
¡Eh, quieto, sigue leyendo!
Resulta que en este (ese) país de desmemoriados, contertulios que todo los saben (cobrando, claro), espabilados, arribistas y fauna que todavía aplaude el viva la muerte les ha dado un tiempo (cuatro días, tampoco les da para más) por preguntarse si una tal Marisol acudiría a recoger su premio a los Goya.
La mayoría no sabe de ella más allá de una película que vio en televisión con su abuela y una tía que vino del pueblo. ¿Respeto? Eso es de cobardes, de pusilánimes, importa el morbo y el que les den (a todos menos a ellos)
Perdón, a lo que iba. Resulta que Marisol, en 1979 (ahí es nada) sacó un disco “Galería de canciones perpetuas para mujeres” con letras de Pedro Luis Pérez de los Cobos, muy avanzadas, feministas, arreglos magníficos de Pepe Nieto. Una demostración de la calidad y categoría artística de Pepa Flores.
Como en aquellos tiempos (casi ayer) aborrecía las películas de Marisol me pongo de rodillas para pedir perdón a Pepa Flores y de paso me escucho todas sus canciones.
Disfruten ustedes.
«Comprada
!Comprada como el ganado
por trece duros de plata!
¡Poder de la fuerza bruta, por el poder sancionada!
La mujer... ¡un enser más del macho y la sociedad
por el macho gobernada¡
Ataduras a perpetuo para vivir siempre atada.
Raíz de una economía, porque el que compra es el amo
y yo la cosa comprada.
¡Impotencia de lo absurdo porque es la ley la que manda!
para dormir con un hombre con el hilo de la ley
tengo que coser mi almohada.
Aunque el amor se haya muerto queda la razón social:
los gananciales, la dote...
¡Todos los firmes pilares de la unión matrimonial!
Sucio destino vivir a la ley del hombre atada.
Raíz de una economía porque el que compra es el amo
y yo la cosa comprada».
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Encontramos en él canciones durísimas –desgarradoras– que nos ofrecen realidades, algunas históricas, impresionantes. Por ejemplo, la canción "Cuestecita de Moyano" que narra la dramática historia de unas mujeres mayores –llamadas "pajilleras"– que durante muchos años tuvieron como oficio masturbar a sus clientes en los cines o en los alrededores de la Cuesta de Moyano: «Vieja sin jubilación, por cuatro cochinos duros vivo pegadita al muro del cuartel de Monleón. Por cuatro cochinos duros, dando con la mano amor. Cuestecita de Moyano, que la muerte no me coja en el estira y afloja de hacer mi trabajo en vano. En el estira y afloja de dar amor con la mano». (del blog de Fernando G. Lucini)
Aquí abajo, Pepa Flores
canta la canción que da título al disco.
Narra la historia de una
mujer encarcelada en la prisión de Alcalá de Henares.
Antes del convento frío, de la
madre superiora y los maitines, Parker tuvo un amor, varios, no sabía que amar
es exclusivo, que se ama en una dirección, en línea recta,como un avión guiado por control remoto
nadando entre cúmulos antes de entrar en la barrena del no,estrellarse, pasar meses en el hastío de
unacama hueca recomponiendo los huesos
del alma y el deseo, las ganas de vivir, el consuelo en otro cuerpo, la mirada
que nivela, los capítulos de una mitología inventada, las olas que se llevaron
la arena de la playa, sentirse entero, plantarse frente a la puerta sin
cerradura. Salir.
(Casualidad, ayer había niebla. A saber dónde andará este
Parker)
El paso del tiempo exaspera y condensa cualquier tormenta, aunque al principio no hubiera ni una nube minúscula en el horizonte. Uno ignora lo que el tiempo hará de nosotros con sus capas finas que se superponen indistinguibles, en qué es capaz de convertirnos. Avanza sigilosamente, día a día y hora a hora y paso a paso envenenado, no se hace notar en su subrepticia labor, tan respetuosa y mirada que nunca nos da un empujón ni un sobresalto. Cada mañana aparece con su semblante tranquilizador e invariable, y nos asegura lo contrario de lo que está sucediendo: que todo está bien y nada cambia, que todo es como ayer -el equilibrio de fuerzas-, que nada se gana y nada se pierde, que nuestro rostro es el mismo y también nuestro pelo y nuestro contorno, que quien nos odiaba nos sigue odiando y quien nos quería nos sigue queriendo. Y es todo lo contrario, en efecto, sólo que no nos permite advertirlo con sus traicioneros minutos y sus taimados segundos, hasta que llega un día extraño, impensable, en el que nada es como fue siempre.
Nada tengo en contra de que la gente encadene su vida a un suceso en particular y le de cierta relevancia para que su vida tenga más sentido. Bien sabe Dios que necesitamos de todos los puntos de apoyo que podamos encontrar en la montaña de cristal de nuestra existencia. El problema radica en que por mucho que escalemos, al llegar a la madurez, descubrimos que nos hemos pasado la vida en el mismo lugar. Creíamos que seríamos alguien hasta que nos convertimos en el don nadie que somos. Os lo digo porque lo sé.
La sensación de que el tiempo pasa mucho más rápido que antes tiene su origen en que la gente, hoy en día, ya no es capaz de demorarse, en que la experiencia de la duración es cada vez más insólita. Se considera, de manera equivocada, que el sentimiento de atolondramiento responde al miedo de perderse algo. Pero en realidad nos encontramos ante el caso contrario. Quien intenta vivir con más rapidez, también acaba muriendo más rápido. La experiencia de la duración, y no el número de vivencias, hace que una vida sea plena.
«Que estás aquí, que existen la vida y la identidad,
que prosigue el poderoso drama y que quizás
tú contribuyes a él con tu rima».
(Walt Whitman)
Cumplo
años, la vida corre y corre sobre zancos amarillos por caminos de azafrán y ya
veremos. Apenas atisbo de qué va esto de vivir, creo que no voy a tener tiempo
de entenderlo del todo, voy demasiado atrasado. Pero aprendo y disfruto cada
día.
Con dedos hambrientos Parker
rebaña mermelada de frambuesa del frasco de cristal. Satisfecho su hambre y el
hastío baja lospeldaños que llevan de
la luz al abrigo recatado del sótano, libre de silbidos que avisen, al amparo
de toda orquesta desafinada. Es inútil esconderse, la voz está ahí, reverbera
su eco en las esquinas, en el frío. El demonio está en la próxima esquina de
sombra. El miedo está dentro.
Parker cierra la ventana, apoya
la frente en el cristal y escucha la lluvia.
Convertirse en un hombre sin mujer es muy sencillo: basta con amar locamente a una mujer y que luego ella se marche a alguna parte. En la mayoría de los casos (como bien sabrás), son taimados marineros quienes se las llevan. Las seducen con su labia y las embarcan deprisa hacia Marsella o Costa de Marfil. Prácticamente nada podemos hacer frente a ello. También es posible que ellas mismas acaben quitándose la vida, sin haberse relacionado con ningún marinero. Frente a eso tampoco podemos hacer nada. Ni siquiera los marineros pueden.
Sea como fuere, así es como te conviertes en un "hombre sin mujer". Todo sucede en un abrir y cerrar de ojos. Y una vez convertido en hombre sin mujer, el color de la soledad va tiñendo hasta lo más hondo de tu cuerpo. Como una mancha de vino que se derrama sobre una alfombra de tonos claros. No importa cuán amplios sean tus conocimientos en labores domésticas, porque eliminar esa mancha será una tarea terriblemente ardua. Quizá el color se vuelva desvaído con el tiempo, pero probablemente la mancha permanecerá hasta que exhales el último suspiro. Es una mancha cualificada y, como tal, también tendrá su derecho a manifestarse en público de vez en cuando. No te quedará más remedio que vivir con la suave transición de su color y su contorno polisémico.
En ese mundo, todo suena de distinta manera. La forma de tener sed es distinta. La manera de atender de los empleados de Starbucks es distinta. Los solos de Clifford Brown también suenan distintos. La puerta del metro se abre de manera distinta. Incluso la distancia que hay caminando desde Omotesandõ hasta Aomaya-itchõme es bastante distinta. Aunque más tarde conozcas a otra mujer, y por muy estupenda que ésta sea (de hecho, cuanto más estupenda, peor), empiezas a pensar que la perderás desde el mismo instante en que la conoces. La sombra evocadora de los marineros, el timbre de las lenguas extranjeras en sus bocas (¿griego?, ¿estonio?, ¿tagalo?) te pondrán nervioso. Todos los nombres exóticos de los puertos del mundo te harán temblar. Porque ya sabes que se siente al ser un hombre sin mujer. Tú eres la alfombra persa de tonos claros, y la soledad, la mancha del Burdeos que nunca se eliminará. La soledad la traen de Francia, y el dolor de la herida de Oriente. Para los hombres sin mujeres, el mundo es una mezcolanza vasta e intensa, es la otra cara de la Luna en su totalidad.
Parker sabe que no es este el
lugarde la premonición, aunque esté
lleno de alas y relámpagos, de estatuas de sal y ancianos ateridos, de viento
silbando por los corredores de un edificio deshabitado, sin alma, sin una mesa
donde puedan sentarse los ausentes, los fantasmas de un tiempo enterrado.
Intuye quedetrás de la puerta hay un
Libertador con la cínica sonrisa del opresor en ciernes, presto a usar la
afilada espada de lo irremediable.
Parker sabe que más pronto que
tarde vendrá a buscarle.
Parker se ata los dedos para no escribir lo que
debe escribir, hace esto/eso/aquello, no hace nada, usa palabras huecas que no llenan
los días, la distancia, el entretanto, voces perdidas en el aire de nadie, sin
labios que las acaricien, sonidos que se quedan en la grietas de la prisa, en
la impunidad del que lee y no lee.
Parker está desarmado detrás del último
parapeto, inquieto, vencido, solo. Hay batallas que duran y duran sin saber quién es el enemigo.
Esta
semana entro a trabajar a las siete, a esas horas el metro va aún medio vacío.
Leía
tranquilo en mi tablet cuando dos
mujeres se han sentado en el asiento de enfrente. Ni me miran, con sus bolsos
sujetos entre los brazos hablan.
–Pero
¿cuánto tiempo llevabais?
–Pues
mira, dos años y tres meses
–¿Y
cómo ha sido?
–
Habíamos pasado la noche juntos, muy bien, un polvazo…
–¿Los
niños?
–Los
dejé con mi ex cuñada que es un cielo. Bueno, pues que vuelvo a casa por la
mañana y me manda un whatsapp. Que no puedo seguir, me escribe el muy cabrón.
–Qué
hijo de puta.
–Así,
sin más explicaciones, que no puede seguir.
–Seguro
que hay otra.
–Sí,
su madre, que no me puede ver, que no soporta que su hijo del alma salga con una
separada. Será cabrona.
–
Qué hija de puta.
–Igual
que el hijo.
–¿Qué
harás ahora?
En
ese momento el metro ha llegado a Moyua, mi parada, me he quedado sin saber
cómo seguía la historia. A ver si las encuentro mañana por la mañana.
Escribir es como la segregación de las resinas; no es acto, sino lenta formación natural. Musgo, humedad, arcillas, limo, fenómenos del fondo, y no del sueño o de los sueños, sino de los barros oscuros donde las figuras de los sueños fermentan. Escribir no es hacer, sino aposentarse, estar.
Una locura, se publican más libros que
lectores hay, se emiten más series que espectadores potenciales. Hace falta un
gurú que te guie por los caminos de lo que te gusta (trabajo imposible porque
en mi caso no sé lo que me gusta, sí, claro, hasta que me gusta, qué listo)
Como dicen en esta crítica: Giri/Haji es una
propuesta de acción,
de crímenes, de persecución policial y de intrigas.
Eso es, bien definido.
8 capítulos de ritmo impecable en los cuatro primeros, una ralentización en los
dos siguientes y un final a toda marcha.
Los guionistas
tienen un problema, les encargan trabajos que tienen que dilatar hasta X
capítulos y además, dejar un final más o menos abierto para seguir con otra/s
temporada/s (es que está la cosa del curro muy malita). Eso comporta que una
historia que se puede resolver en cinco se extienda a 8. ¿Es este el caso? No sé,
hay muchos personajes y todos bien trazados, la historia fluye con naturalidad,
se sigue con interés y el hecho que la trama ocurra en Tokio y en Londres le da
una diversidad y riqueza muy interesante.
Dirección,
interpretación, fotografía, música, todo eso, lo que viene a ser el personal de
la serie, muy bien. Con algunas sorpresas, originales, novedosas y muy refrescantes.