Parker y el absurdo
Nadie reía, estaba Parker a sus
cosas, del coro al caño y del caño al coro, cuando advirtió la presencia en la
habitación de un pequeño elefante, ni rastro de la Martinelli.
Heterosexualidad. Alarmado por los gorjeos súbitos que, ya se sabe, se empieza
con la jerga y a saber cómo termina uno, se asomó a la ventana, el elefantito a su lado con mirada enjaulada, y
se asombró de la pequeñez de los transeúntes allí abajo, como hormigas con
sombrero (aunque no lo haya dicho, nótese que este fragmento transcurre en New
York en el 1929. La causa no está clara con lo que tampoco vamos a agobiar al
señor que escribe que ya sabemos cómo se pone si le llevan la contraria. La
vanidad bien entendida empieza por uno mismo). Parker es un hombre de todo o
nada y encorajinado por las ausencias decidió que dejar abierta la puerta de la
habitación era la mejor opción, no solo eso sino la única (él no sabe que así
es como entraron los pájaros del Sur, gorriones y un tordo). Aquel hotel cerca
de Penn Station tenía selladas ventanas y puertas para evitar la moda de
planear por los pasillos y lo que pudo
ser una hazaña se convirtió en un nueva frustración. Oaxaca. A partir de aquí y
visto que las profundas reflexiones del señor Parker no llegan antes que la
liebre nos encaramaremos a lomos de su tortuga y que salga el sol por donde
quiera. Eso es el amor y este es un test para comprobar los límites de aguante
del absurdo. Que se lo pregunten a
Wittgenstein. Hay cuerpos que no están cuando tienen que estar y así va
la cosa.
2 comments :
No he visto absurdo en ningún lado del texto. Un día normal en Nueva York, ¿no?
Las habitaciones siempre están llenas de elefantes, ¿por qué nadie quiere hablar de ellos?
Razón tienes, Beauséant, servidor ha tenido en New York días normales y alguno anormal. En los normales vivía en habitaciones en las que solo cabíamos mi ego y yo, revueltos, imbricados, superpuestos, torcidos, erizados, sinvergüenzas en busca de futuros de trasatlántico y morcilla de Frías (en el norte de Burgos, un pueblo delicioso con su castillo y todo). Con mi elefante de guarda he tenido conversaciones que harían enrojecer a las monjas de la Piedad, la gente no sabe que estos animales son promiscuos hasta decir basta, sus trompas son instrumentos fálicos muy poderosos y su uso ¡Basta! (Lo siento voy al futbol y tengo que plancharme la bufanda y la bandera). Saludos desde el andén.
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