Najat el Hachmi
(Marruecos, 1979)
Najat El Hachmi nació en Beni Sidel (Marruecos) en 1979. A los ocho años se trasladó a Vic (Barcelona), ciudad donde se crio. Estudió Filología Árabe en la Universidad de Barcelona, ha sido mediadora cultural y técnica de acogida antes de dedicarse de lleno a la escritura. Es autora de novelas tan conocidas como El último patriarca (Premio Ramon Llull, Prix Ulysse y finalista del Prix Mediterranée étranger), traducida a diez idiomas, La cazadora de cuerpos, La hija extranjera (Premio Sant Joan de narrativa) y Madre de leche y miel, los dos últimos editados en Ediciones Destino. En 2019 publicó el manifiesto Siempre han hablado por nosotras, que tuvo una gran repercusión en los medios y entre los lectores. Actualmente colabora en El País. El lunes nos querrán (Premio Nadal 2021) es su nueva novela.
Moras como Dios manda
Hay una reislamización en la cuestión de los derechos de las mujeres que está contando con el beneplácito, entre otros, de académicos, feministas relativistas y ciertos sectores de la izquierda.
¿Acaso
no soy yo una mujer? Llevo días con la conocida frase de la abolicionista
Sojourner Truth cruzándome el pensamiento de forma reiterada. ¿Somos mujeres
las mujeres que hemos nacido en familias musulmanas? ¿Somos seres humanos?
¿Podemos aspirar a la igualdad como cualquier otra mujer? ¿Es posible para
nosotras una libertad plena, sin más condicionantes que los establecidos por
ley para el conjunto de ciudadanos?
Estas
preguntas pueden parecer absurdas, pero no lo son a la luz de algunos fenómenos
sorprendentes que estamos viendo en los últimos tiempos. Poco me habría podido
imaginar hace un cuarto de siglo, cuando descubrí la rabia feroz de Nawal El Saadawi, que a día de hoy me encontraría con voces supuestamente
expertas, en medios, academia y administraciones varias, defendiendo la
misoginia de la que nos ha costado tanto escapar. O que la promoción de nuestro
machismo contaría con el silencio cómplice de algunas feministas muy
beligerantes contra las injerencias de la Iglesia, pero sospechosamente
calladas ante los embates del islamismo. Aquí es donde cabe repetirse la pregunta: ¿acaso no
somos nosotras mujeres?
Hay
hombres, españoles de nacimiento, alguno sin confesión religiosa conocida,
otros conversos voluntarios al islam, que se dedican a pregonar las virtudes
igualitarias de las doctrinas difundidas por Mahoma. En lo que es un
sorprendente triple salto de mansplaining se permiten el lujo de: 1) contarnos
lo que es ser mujer musulmana y en qué consiste el machismo que sufrimos; 2)
explicarnos muy pacientemente cómo tenemos que ser feministas, y 3)
describirnos, para que lo entendamos, el racismo que sufrimos. Es una lástima
que Rebecca Solnitno
haya tenido el gusto de encontrarse con estos hombres que nos cuentan cosas. Es
de agradecer su muestra de tanta paciencia y generosidad para instruir a estas
pobres e ignorantes moritas.
Por
otro lado, también contamos con mujeres españolas que merecen todo nuestro
respecto porque han dedicado algunos años a estudiarnos: no han nacido en una
familia musulmana, no han vivido en un país musulmán, pero saben que para
respetarnos, y no caer en la islamofobia, tienen que matizar, considerar todos
los puntos de vista, analizar el asunto desde distintas ópticas, etcétera. Que
después de tanta investigación ellas acaben defendiendo la misma misoginia de
siempre será una simple casualidad. Qué más da que algunas musulmanas les
contemos que la discriminación, aunque se vista de discurso posmoderno
superinclusivo, discriminación es.
Ellas
han escogido, entre todas, a las musulmanas como Dios manda, las que cumplen
con los requisitos necesarios para tener derecho a hablar: creyentes,
islamistas, tapadas y sumisas ante las normas patriarcales. Eso sí, a estas
moras ejemplares les conceden el derecho a expresar su malestar siempre y
cuando lo hagan dentro de la comunidad. Es decir: que el machismo, cuando es
musulmán, como los trapos sucios, hay que lavarlo en casa. Callar, ir con
cuidado, negar la propia realidad porque ellas, las expertas en nosotras, se
han otorgado el derecho de hablar por nosotras. Habrá que agradecerles su
paternal protección. Para estas expertas, las voces disidentes no existen, las
exmusulmanas, tampoco. No hay pensadoras, ni periodistas, ni movimientos
feministas laicos en los países musulmanes. No hay mujeres jóvenes dando su
testimonio, ni mujeres valientes relatando las consecuencias de su rebelión
contra el machismo, reivindicando su derecho a ser libres. Cuando son
preguntadas por estos testimonios, las amables expertas en nosotras, aducen que
se trata de excepciones, experiencias personales. Y es que cuando el asunto a
tratar es el machismo en el islam, parece que no es necesario acreditar
conocimiento sobre feminismo. Que uno de los eslóganes más conocidos de este
movimiento sea que “lo personal es político” no es algo que se tenga en cuenta
si “lo personal” tiene que ver con una religión ajena a la propia realidad.
Para
pontificar sobre el oxímoron llamado “feminismo
islámico” parece que el único corpus textual que hay que tener
presente es el religioso. No encuentran ninguna contradicción en echar mano de
las fuentes fundamentales de nuestro patriarcado milenario para hablar de
feminismo. Mejor atender a los discursos de los teólogos de barbas largas, que
nos cuentan lo bien que estamos las mujeres en el islam, que leer a Simone de
Beauvoir.
Para
estas expertas tan ponderadas, con un sentido de la justicia muy por encima de
quienes simplemente nos negamos a aceptar que se nos relegue a ser ciudadanas
de segunda, para ellas, las niñas, en caso de ser hijas de familias musulmanas,
no merecen crecer en igualdad, ni que se censuren sus cuerpos, ni que se eduquen
para someterse a lo que Emilia Pardo Bazán llamó “trabajos maternales
forzados”. Que sean víctimas de violencia por querer escapar al destino de
madres y esposas no parece una información que ponga en duda sus muy académicas
investigaciones.
No
les importa saber que hay niñas en España, hoy, no en el siglo XIX, no en el
nacionalcatolicismo, sino en democracia, que viven midiendo el largo de sus
jerséis porque si enseñan demasiado, si llevan ropas demasiado ajustadas, si un
mechón de pelo escapa a la tela que lo oculta, serán castigadas. Tampoco les
preocupa que algunas no lleguen nunca a aprender a nadar. O que miles de chicas
sean empujadas a matrimonios precoces, porque el culto a la virginidad y el
honor son una presión insoportable de la que intentan zafarse como pueden,
aunque sea metiéndose en la boca del lobo. Hablan y escriben como si Nawal el
Saadawi o Wasilah Tamzali no hubieran existido nunca, no hubieran
escrito ni hablado. Las únicas voces que tienen en cuenta son las de aquellas
que no tienen problema alguno en asumir como identidad la opresión que ha
rebajado nuestra existencia. Las cómplices del patriarcado que repiten sin
sonrojarse manipulaciones y falsedades sobre la supuesta igualdad imperante en
la religión inventada por Mahoma.
Ellas,
las veladas, protegidas y promovidas por ciertos sectores de la izquierda y de
un pseudofeminismo capaz de renunciar a sus principios a la mínima de cambio,
ellas sí son consideradas representativas. A pesar de que la identidad que
dicen defender diste mucho de la de sus propias madres, musulmanas de toda la
vida que nunca creyeron que un trozo de tela pudiera contener la profundidad de
su fe. A pesar de que, en algunos casos, han sido reclutadas, formadas y
adoctrinadas por organizaciones con un proyecto religioso político, que se
declaren simpatizantes de los Hermanos Musulmanes, que citen con toda la
naturalidad del mundo a Ibn Taymiyya, precursor y faro ideológico de los
movimientos fundamentalistas modernos.
Y
es que algunos entendidos y entendidas en islam en España, en las últimas
décadas parecen tener como principal objetivo contribuir al desconocimiento
general que sobre la materia tiene la población, asimilando, sin complejo
alguno, la religión con sus manifestaciones más conservadoras, reaccionarias o
políticas. La re-islamización, en este caso, ya no necesita de imames ni
mezquitas, tiene el beneplácito de académicos, feministas relativistas y
ciertos sectores de la izquierda.
Apliquemos
esta lógica a la inversa: establezcamos que para hablar de los derechos de la
mujer en España haya que hacer una relectura de la Biblia y consideremos que
las únicas voces representativas en cuestiones de feminismo sean las que
pertenezcan al Opus Dei, y que la opinión de los obispos más reaccionarios
tendrá que ser tenida en cuenta si no se quiere incurrir en cristianofobia.
Absurdo, ¿verdad?
Najat
el Hachmi
https://elpais.com/opinion/2021-04-10/moras-como-dios-manda.html
5 comments :
Muy interesante. Interesantísimo.
Buscaré alguno de sus libros para leerla.
¿Alguna recomendación?
Te recomiendo, mejor, a Nawal El Saadawi o a Fátima Mernissi que dice, por ejemplo "Las actitudes occidentales son más peligrosas y taimadas que las musulmanas porque el arma utilizada contra las mujeres es el tiempo. El tiempo es algo menos visible, más fluido que el espacio. El occidental congela con fotos e imágenes publicitarias la belleza femenina en forma de niñez idealizada y obliga a las mujeres a percibir la edad, es decir, el paso natural de los años, como una devaluación vergonzante. (...) El poder del hombre occidental reside en dictar cómo debe vestirse la mujer y qué aspecto debe tener. Es el hombre quien controla toda la industria de la moda, desde la cosmética hasta la ropa interior. (...) En países como Marruecos la moda es cosa de mujeres (...) Pierre Bourdieu propone un nuevo concepto, la violencia simbólica. Esta es una forma de ejercer el poder, que repercute directamente sobre el cuerpo de la persona, como por arte de magia, sin constricciones físicas aparentes. Pero esta magia solo funciona porque activa códigos ocultos en las capas más profundas" y continúa con la teoría de Naomi Wolf, quien añade "una obsesión cultural con la delgadez femenina no tiene nada que ver con las obsesiones de la belleza femenina (...) es más bien una obsesión con la obediencia de las mujeres. El sometimiento a regímenes alimenticios es el sedante político más potente de la historia de las mujeres; una población silenciosamente trastornada es una sociedad muy fácil de manejar"
Tracy, si lees en ebook puedo enviarte 3 de Najat El Hachmi
Por supuesto que desde nuestra óptica y "supuesta" cultura /modernización/justicia/igualdad/equidad/ algunas cuestiones resultan aberrantes ( y de hecho lo son). La verdad es que yo siento que cuando las mujeres creemos en esta sociedad que vivimos que hemos ganado mucho terreno
( también es verdad)logros en cuanto a lo laboral, puestos de trabajo a los que se accede , posibilidades de hacer lo que nos gusta, estudios universitarios y desarrollo de nuestras capacidades e intereses en todos los ámbitos.. hay otra parte MUJER/FEMINEIDAD/RESPETO/que contrariamente a todo lo que se promulga cada vez vamos perdiendo y se observa en la mujer de todas las edades y en casi todos los lugares del mundo.Esto no tiene que ver con el lugar en donde nos coloca "el hombre" sino en donde tristemente nos ubicamos muchas veces.
eli mendez me vas a permitir que no opine nada, que simplemente transmita esta voz que dice lo que dice. (Entre mi mujer y mi hija me tienen a raya, han cambiado mi mentalidad. Ya era hora. Nunca es tarde).
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