Christian
Schloe
Mujer
con un velero en el pecho.
Me lo dicen las ranas, mujer
con un velero en el pecho, falta poco para volver a verte, unas horas quizás,
unos días, semanas, la eternidad. Necesito tiempo y morfina para soportarlo,
ginebra, humo que me obligue a olvidarte, pero ni todas las selvas del Brasil
ardiendo pueden hacer que te olvide. Los informativos no hablan de nosotros,
nadie sabe quienes somos, no somos, no saben quien eres tú, no intuyen quien soy
yo, no nos relacionan, pero algunas mañanas, como la de hoy, están llenas de
terremotos granadinos y aún me duran los temblores. He alquilado una caja de
seguridad en el banco de España para llenarlo de tiempo, de todo mi tiempo,
para pensarte, para ser en ti. Quisiera que te peinaras como Ava, quisiera que
me cantaras al oído el “love me, please, love me” como una Polnareff
travestida, pero tú solo quieres estar inerme y yo no puedo hacer más que lo
que hago. ¿O sí? Sí, puedo disfrazarme de Sean C., vestirme de buzo con
escafandra, ponerme alas, desnudarme a pesar de las adversas condiciones
climáticas, pintarte cuadros con los dedos mojados en tu saliva después de
morderme. Me miro al espejo y veo a otro, suena el teléfono y no eres tú, te
recuerdo y vuelve tu sonrisa abrigada con una gabardina sobre tu camisa nueva,
tu cuerpo de siempre, el que amo, el que ansío mientras tú me guardas en el
cajón de los llaveros encontrados, de los tenedores de plástico, de los
cuchillos retorcidos, de las lenguas de gato. Coloco una piedra sobre otra
piedra, sobre otra piedra, para poder atisbar detrás de la tapia. Quita el
biombo, que quiero verte con tus medias de rayas, con tu falda con una abertura
en el costado, con tu tanga rojo, con tu culo alto. Y jazz, mucha música de
jazz; mira, ese del trombón es negro, y blanco, la batería suena así, el del
piano es manco. Pero lo sé, sé que si me llamara Hawking no me querrías, no me
pasearías con mi carrito eléctrico aunque te hablase sin cesar del rayo sobre
la Gran Pirámide, de la deriva de los continentes, de la influencia de la
soledad en las mujeres de mediana edad. Qué te importa a ti, tan atareada, sin
tiempo -te he regalado el mío, todo mi tiempo- con niñas haciendo de madres,
con madres haciendo de supervivientes. Ah, y las damas melancólicas. No es broma, da
idea de los compartimentos de tu mente aunque me obstine en saber dónde estoy
yo, en que caja me has metido, entre las hojas de qué libro me has abandonado,
flor cansada de un verano lluvioso. Si yo fuese Dylan sabría que no hay
respuestas en el viento, pero como no lo soy me obstino en bañarme en el
cierzo, en revolcarme en la tramontana, en sumergirme en el levante gaditano,
en nadar por tus alisios, braceando hasta alcanzarte, hasta llegar a ti, mujer
inerme por decisión propia. ¿He entendido bien?, ¿te entiendo? puede ser que
quererte me haya dejado en este estado en el que solo sé correr por mis propias
indecisiones, arriba y abajo, firmando este contrato en blanco, esta
impenetrable sensación de provisionalidad. Ser hombre cada día es más difícil y más descubrir mi parte femenina cuando tu actúas con la frialdad de un
cirujano. Un día pasearemos por una playa, tú la eliges, y allí me lanzaré a
nadar en la galerna, amor, nado muy bien, pero creo que estoy demasiado cansado
para llegar hasta el horizonte de ese velero en tu pecho, ese barco que se
balancea y me marea, Maga Morgana, ladrona
de mi tiempo, diosa de mi mente, pirata que ha asaltado mi bergantín,
madrugadora sin imaginación, amante que quiere que le amen como ella quiere
querer, como ella quiere que le quieran, yo sí que estoy inerme ante ti, por
ti, desarmado y cautivo como un ejército derrotado, lleno de cicatrices, las de
recordarte pedaleando en tu bicicleta por una carretera bordeada de árboles de
la desesperación. Mis ranas, una verde, la otra azul, son sabias, saben, mientras toca la trompeta Miles Davis me obliga
a recordarte y Steely Dan y Pániker y la tortilla francesa que me ceno y el
vino de Rioja que bebo y mientras me cepillo los dientes todo me recuerda a ti y creía
que mi día estaba lleno de lluvia pero tú lo has llenado de sol aunque te
sienta tan mudable, tan desmemoriada, tan práctica, tan diferente. Hoy, también
hoy, te he dedicado todo mi tiempo y mientras dejo salir mi tristeza a pasear
recuerdo que te quiero, recuerdo que me querías. Fea.
"... sentimos en nuestro corazón que somos
hijos predilectos del tiempo y que, si hoy amamos,
fue después de haber amado ayer.
El tiempo es silencioso y enigmático
inmerso en el denso calor del vientre.
Guardado en el silencio más espeso,
el tiempo hace y deshace la vida..."
Fiama Hasse País Brandao
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