Viajeros errantes
Carnival, Cologne, Germany, Photo by Leonard Freed, 1954
Una
guía de mis viajes de los últimos años, mapamundi, planos, mapa con alfileres
de cabeza roja clavados en los destinos. Aquí he estado. Y aquí. Ahora New
York. Ahí se puede dormir. Allí cené bien. En ese lugar compré discos de jazz
con trompetistas barbudos e impronunciables nombres. Horario de la llegada de
los trenes, teatros cerrados, la ferocidad de las bestias que acechan en los
caminos, el don de la risa. Jerarquía de los viajeros, profetas
delante, peregrinos con sandalias, los descalzos detrás. Diario de aeropuertos,
campos de girasoles desde la ventanilla del tren, caballos saltando en la
nieve, niños llorando en la estación, el mar en el cuenco de sus manos,
leyendas en Cuzco junto a las nubes, voces floreciendo en los castillos
franceses apenas vistos en la penumbra desde la litera, París, gatos maullando
bajo las barcas varadas en un puerto cualquiera, monumentos a los héroes de una
guerra, siempre hay una guerra que recordar, siempre un agravio, una frontera,
el soldado desconocido, himnos, qué cándidos eran unos, qué crueles otros y al
final siempre ganan los mismos, no somos nosotros, la historia la escriben los
de siempre, nos quedan diez revoluciones pendientes, con esta huelga de relojes
jamás las empezaremos, monumentos a los niños abandonados en los quicios,
señoras limpiando los servicios públicos bajo la plaza, un vigilante con una
linterna que abre las puertas hacia quién sabe qué maravillas subterráneas
previo pago de seis euros, recuerdos borrosos de casas de comidas con camareros
altivos, patos atrapados en los estanques helados, bandas de música de bomberos
jubilados, asientos reservados a caballeros mutilados portadores del carné
oficial, me quedan por recorrer demasiados países, muchísimos museos por
visitar, conversaciones al azar, parques con corredores a punto del infarto,
ciclistas vestidos de amarillo, la vida viajando dentro de mi maleta, voy.
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