Ariadna
Ariadna ha
perdido el hilo y el Minotáuro acecha al personaje que invento en esta esquina
de un pretendido relato. Las Variaciones Golberg suenan como música de fondo,
aunque Gillespie. El sarcasmo muerde a quien se acerca demasiado. Si no nos
apresuramos llegaremos tarde a nuestro propio funeral. El mandril informa que
está harto de sus posaderas rojas, hinchadas y despellejadas, quiere cambiar de
asiento, o de culo. El feo Caligari de la derecha, acunado en Góngora,
opina que solo del Amor queda el veneno. Los transeúntes le
escupen, uno le roba el pañuelo, otro le desprecia con un silencio de cieno. Los caballos han salido del plano y sobre la
hierba quedan sus excrementos humeantes. La tierra ya no solloza. Los pájaros
han vuelto a sus escenarios. La poesía huye hacia el cercano cementerio
frecuentado por ladrones de bicicletas. La pandemia no está controlada pero las
terrazas de los bares sí. Vámonos a la playa.
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