Carmen Echevarría (2)
La
vida siguió – es curioso que la vida sigue, tan rápida, indiferente a estas
cosas, - y pasaron más de veinte años hasta la segunda vez que Carmen
Echevarría se lanzó al mar.
Era
invierno, al anochecer se dirigía al faro del brazo de Manuel, buscaban lugares
apartados para pasear. La temperatura era baja, caminaban rápido, no se
cruzaron con nadie. Manuel le hablaba de su trabajo, de sus hijos adolescentes,
de su coche nuevo. Ella sabía que algo quería decirle y que no se atrevía. -Vas
a dejarme ¿no?- preguntó, secamente. Sin mirarle a los ojos él contestó que
sí. Esta vez Carmen se desvistió rápido, saltó entre los bloques de cemento del
rompeolas y se perdió entre las frías y negras aguas. Manuel corría asustado,
gritando su nombre, no sabía nadar, pidió ayuda pero nadie acudió. Veía
la cabeza de su amante entrando y saliendo en la revuelta corriente de la
dársena, luego la perdió de vista y volvió a su casa acobardado, hundido, con
el remordimiento mordiéndole las piernas y el alma.
Carmen,
aterida, regresó justo al punto desde donde había saltado. Tiritando se puso la
ropa y mientras regresaba a su presentida soledad recordaba todos y cada uno de
los días que había compartido con Manuel. Se juró que nunca más.
2 comments :
La actitud de Carmen tirándose al mar, para olvidar, me recuerda las duchas matutinas en agua fría de los miembros del Opus Dei para evitar malos pensamientos nocturnos.
No soy frívola, créeme, pero esbocé una sonrisa.
Un beso.
Ilduara no sé, no controlo ese mundo Opus, solo me pongo el cilicio en contadas ocasiones y eso por recomendación médica (ya sabes, para lo mío). En cualquier caso la ducha fría me la doy después. Y soy frívolo, todo lo que puedo (aquí) porque en otros espacios (otros aquí) no me lo permiten.
Ánimo, ya solo queda el capítulo final de Carmen, será mañana.
Un beso.
Publicar un comentario