Muerte de la estrella.
Anselm Kiefer
Murió
la estrella, aislada, consumida, cáscara ensimismada, azogue
arrugado, hueco tejido nocturno, brillo perdido, derroche de
luz, sin luz, húmedo polvo amarillo, viento roto donde no
hay viento, peces de pizarra nadan en el abismo del tiempo.
Un
gato blanco cruzó el contorno de lo oscuro, sobre cristal de
relojes, entre nombres sumergidos, bajo los templos aéreos.
Nada
se oía, el hombre tumbado en la hierba veía sin ver incendios
en la noche, llamas negras que transpiraban recuerdos, era la soledad
enemiga suma de fragmentos.
Después
amaneció, diamante con cicatrices, el gato blanco arañaba la
puerta del otro lado, un arquero apuntó al cielo navegando por el
agua derramada de guijarros, sombra, miedo, campana que
anunció el día con esferas y guitarras.
Despertamos
y el sueño fue.
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