Leer
Jimmy Lawlor
Lo confieso, no he
leído todos los libros, es más, creo que solo he leído una pequeñísima parte de los libros que he
querido leer. Pero alguno he leído. Leyendo he sido muchos personajes, desde Sandokán
o D´Artagnan hasta Atticus Finch o el capitán Ahab, un traidor, un
estraperlista, un submarinista y mil personajes y oficios a cual más
interesante. Una vez leí Rayuela y me transfiguré, fui otro, estuve en
París y me enamoré de una uruguaya. Una vez leí y amé. Otra vez amé y no pude
dejar de leer. Es muy curioso porque al principio no sabía leer, es decir leía
todo lo que encontraba, sin criterio. Esto fue así hasta que alguien, mi amigo
Germán que era mayor que yo, me dejó un libro, -ten, lee esto- me dijo. Lo
terminé con la cara brillante y mi amigo dijo –ahora este otro-. También lo leí
y empecé a notar que aquello era muy interesante. Después mi amigo me dejó más
libros, muchos, contra más leía era más yo y menos, no sé cómo explicarlo. Leía
de noche y de día, concentrado. Mi madre me reñía –debes dormir, te vas a
quedar ciego. Lo de quedarse ciego era una amenaza o una advertencia para
bastantes actividades. Para prevenirlo me compré un libro, luego otro, luego
otro. Mi casa está llena de libros. -¿Los has leído todos?- me preguntan las
visitas. Qué preguntas, pues claro que los he leído todos. Quizás alguno no me
ha gustado, quizás alguno no lo he entendido pero, ay, los que sí, esos que te
encadenan, te rompen los relojes, te dejan colgados de la historia, son un
puente entre la realidad y algo más allá, una bendición. Ahora también escribo
y no he prescindido de ninguno de mis vicios, uno de ellos es leer, amar los
libros. Por si acaso mi madre tenía razón estoy aprendiendo Braille.
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