Adrian 4
Adrian Sandu
Ella
era caprichosa, calzaba zapatos de Salvatore Ferragamo y sin más atuendo
realizaba autopsias a las moscas del vinagre. Una tras otra eran estudiadas en
su aparente simplicidad. –Mira, mira, aprende- me decía. Pero aquello me
parecía una cochinada. Como cuando quiso entrar en la mirada de los equinos y
clavó el bisturí en un ojo de caballo que le consiguió el carnicero de la
plaza. En aquel tiempo, mientras ella se dedicaba a la sinología, lo único bueno era escuchar a las alondras en el jardín cercano, fuera, en un mundo lejano al
acostumbrado, aquel en el que yo vivía. Contrastes.
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