jueves, 1 de mayo de 2014

1 de mayo

Primero de Mayo, una vez más



Hyde Park, Londres, 1890, primero de mayo. Jornada de ocho horas. Los
sectores más conservadores intentaron boicotear la multitudinaria
marcha, no lo consiguieron. Conviene recordarlo. De aquellas
manifestaciones surgió un movimiento que cambió la historia, tanto
para quienes nunca se manifestaron como para los que sí lo hicieron.
Conviene recordarlo.
“a quienes hemos vivido -digamos- entre 1980/ y 2020 se nos
preguntará: ¿pero qué hiciste/ en aquellos años decisivos, cuando
todavía era posible/ evitar lo peor?/ ¿qué hiciste/ y qué dejaste de
hacer?”  (Jorge Riechmann)
Conviene recordar Hyde Park, los mártires de Chicago, nuestro pasado más
reciente y el poema de Jorge Riechmann. Conviene recordar, siempre.
Mural homenaje a “Los Mártires de Chicago” en México
Pinchad en el mural para verlo mejor.
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La Jornada laboral de ocho horas
La historia de “Los Mártires de Chicago” comienza en una convención de la Federación de trabajadores de Estados Unidos y Canadá en 1884. En esa convención, la Federación llamó a los trabajadores a luchar por la jornada laboral de 8 horas (que se venía pidiendo desde la década de 1860), para sustituir el día laboral de 10, 12 y hasta 16 horas que prevalecía. La Federación declaró que la jornada de ocho horas entraría a efecto el 1º de mayo de 1886. En los meses previos a esa fecha miles de trabajadores, organizados e independientes, fueron puestos en alerta. Las fuerzas represoras policíacas y de la guardia nacional se prepararon para contrarrestar a los trabajadores, recibieron equipo y armas nuevas financiadas por poderosos líderes comerciales, que se oponían a las demandas laborales. Chicago fue el centro principal de la agitación.
El primero de mayo de 1886
El primero de mayo de 1886, Albert Parsons, líder de la organización laboral “Caballeros del Trabajo de Chicago”, dirigió una manifestación de 80 mil trabajadores a través de las calles de Chicago, solicitando la reducción del horario laboral a ocho horas diarias. En los siguientes días se unieron a esta demanda 350.000 trabajadores de toda la Unión Americana, que iniciaron una huelga nacional que afectó más de mil fábricas. La unión de los trabajadores causó mucha alarma entre los industriales y en la prensa, pues vieron en las manifestaciones el inicio de una “revolución”.
Los anarquistas y otros radicales políticos creían que la petición de reducción de jornada era una medida moderada y en un principio no quisieron involucrarse, pero el nivel de convocatoria que logró Albert Parsons convenció a los anarquistas de integrarse al movimiento. El 3 de mayo August Spies, director de un periódico laborista, habló ante 6 mil trabajadores. El grupo de huelgistas se dirigió después a una fábrica cercana, la planta McCormick, a manifestarse. Pronto llegó la policía, abrió fuego y mató por lo menos a un huelgista, hiriendo a muchos más.
La masacre de Haymarket
Los anarquistas convocaron a una reumartires_chicagoanarquistas.gifnión masiva en la noche del 4 de mayo de 1886 en el mercado de la ciudad (Haymarket), con el propósito de protestar por la brutal acción policiaca del día anterior. Spies, Parsons y Samuel Fielden fueron los oradores en Haymarket, ante una reunión de 2.500 trabajadores. Cuando la manifestación estaba terminando y empezaba a llover, llegaron al lugar cerca de 200 policías. Mientras la policía pedía que se dispersara la reunión, alguien lanzó una bomba que estalló y mató a un policía. Se armó el alboroto y en la confusión la policía comenzó a disparar, causando la muerte de siete policías y cuatro trabajadores, además de muchos heridos. Nunca se supo quién lanzó la bomba, pero este incidente se tomó como pretexto para perseguir anarquistas y organizaciones laborales a lo largo del país. La policía saqueó hogares de trabajadores y arrestó a muchos de ellos.
martiresdechicago_bonita.jpgLos mártires de Chicago
El 21 de junio de 1886, ocho líderes laborales (Parsons, Spies, Fielden, Schwab, Fischer, Lingg, Engle yNebee) fueron acusados de conspiración para asesinato por la explosión de la bomba que mató al policía. El juicio, que condenó a siete de ellos a morir ahorcados y a uno a 15 años de cárcel, estuvo plagado de mentiras e incluso el fiscal llegó a pedir al jurado: “Castigue a estos hombres, haga un ejemplo de ellos, cuélguelos y salve nuestras instituciones”. El 11 de noviembre de 1886 fueron ahorcados Parsons, Spies, Fischer y Engel. Louise Lingg,anarquista, se suicidó en prisión y Fielden, Nebee y Schwab lograron conmutar la pena de muerte por cadena perpetua. Más de 200.000 personas asistieron a la procesión funeraria de los líderes muertos.
El caso de Haymarket provocó un escándalo internacional. El gobernador Oglesby recibió cientos de miles de cartas pidiéndole clemencia para los condenados, pero todo fue inútil: los condenados fueron ejecutados. La verdadera causa de su muerte no fue la explosión de la bomba, sino su capacidad para organizar a la clase obrera en demanda de mejoras laborales, con lo cual amenazaban los intereses de industriales y conservadores dentro del gobierno.
El colegio de abogados de Chicago condenó el juicio y siete años después el Gobernador de Illinois, John Peter Altgeld, declaró la inocencia de los ocho acusados y liberó a los tres sobrevivientes. Se construyó un monumento para depositar los restos de los hombres juzgados y honrar su memoria. Más tarde los restos de otros líderes laborales, como Emma Goldman, Bill Hayward y Joe Hill, fueron depositados en el Monumento Haymarket en Chicago.
El 1º de mayo se declara el Día del Trabajo
En 1889, durante el Primer Congreso de la Segunda Internacional Socialista, celebrado en París, se decidió que el 1º de mayo conmemoraría en adelante la solidaridad laboral. Desde entonces la mayoría de los países del mundo, especialmente aquellos de pasado o presente socialista, celebran ese día a sus trabajadores.
Paradójica y significativamente, el 1º de mayo no se celebra en Estados Unidos ni en Canadá como Día del Trabajo, sino como Día de la Ley (Law Day). En esos países se otorgó a los trabajadores el primer lunes de septiembre, un día sin significado histórico, para celebrar su día (Labor Day).
La jornada laboral de ocho horas en Estados Unidos tuvo que esperar hasta 1935 para ser aprobada, durante la presidencia de Franklin D. Roosvelt.
Fuente: sepiensa.org y Asociación de anarquistas de Chicago.

 https://entrenomadas.wordpress.com/2012/04/28/primero-de-mayo-una-vez-mas/

El 1 de mayo no es una celebración


Mañana, 1 de mayo, es el Día Internacional del Trabajo y, para muchos, un día de celebración. Y se equivocan. El 1 de mayo no es una celebración, sino una reinvindicación, una cita a la que llevamos años faltando. El día homenajea a los Mártires de Chicago de 1886, que tras un huelga con la que luchaban por sus derechos sufrieron la masacre de la plaza de Haymarket (4 de mayo). Como consencuencia de ella, terminarían ahorcando a cuatro dirigentes anarquistas y socialistas; entre ellos, Fischer, que tras la matanza de Haymarket imprimió 25.000 octavillasen las que se podía leer frases como“¿Quién podrá dudar ya que los chacales que nos gobiernan están ávidos de sangre trabajadora? Pero los trabajadores no son un rebaño de carneros. ¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! Es preferible la muerte que la miseria“.
Casi 130 años después, los trabajadores sí nos hemos convertido en un rebaño de carneros. Y los chacales, siguen siendo chacales. Ayer tuve la oportunidad de charlar con Irene de la Cuerda, secretaria de Acción Social de la CGT, y ella tiene muy clara la raíz del problema: “Se ha perdido la conciencia de clase obrera. Hay gente que gana 2.000 euros y dice que es clase media”, me explicaba para apuntar después que “se equivocan, son clase obrera, porque mañana pierden el trabajo y sufren exclusión. Qué razón tiene Irene.
Los terribles datos de la EPA publicados ayer volvieron a darnos una más que necesaria bofetada de realidad. Y digo necesaria porque una parte de esa clase obrera maquillada de clase media comenzaba ya a creerse los cantos de sirena del Gobierno que, apoyándose en las grandes cifras macroeconómicas, tratan de hipnotizar al pueblo con un péndulo de brotes verdes. Nada más lejos de la realidad: la miseria avanza día a día en las familias y el mayor lastre para nuestro bienestar es cada vez más pesado.
El paro ha subido, incluso, con los apaños estadísticos del INE que convertían la tasa de desempleo del 26,03% con que se cerró 2013 al 25,73% y, a pesar de ello, en el primer trimestre del año ya ha escalado al 25,93%. Y detrás de estos porcentajes, casí 200.000 empleos destruidos en los últimos tres meses y más precariedad, pues desde la entrada en vigor de la reforma laboral se han perdido más de 1,2 millones de contratos indefinidos.
Por este motivo, el 1 de mayo no hay nada que celebrar, sino de reivindicar, de luchar, de levantarse contra esos ricos que, como contaba Fischer en sus octavillas“se llenan vasos de vino costosos y beben a la salud de los bandidos del orden”. Y entre esos ricos se encuentran, incluso, los dos sindicatos mayoritarios, UGT y CCOO, ahora salpicados de pleno por la corrupción. Dos sindicatos que prácticamente se han convertido en dos empresas subvencionadas por el Estado con cuyo Gobierno negocian y se reparten la tajada de la formación para el empleo, que jamás debió de ser privatizada.
Este 1 de mayo no sólo han de salir a la calle esos 6 millones de parados, sino todo aquel que tenga y quiera recuperar esa conciencia de clase obrera tan necesaria, esos afiliados a sindicatos que se sienten traicionados por sus dirigentes, esos otros sindicatos (CGT, CNT, USO…) que sufren sistemáticamente un silencio informativo porque son los que realmente hacen ese sindicalismo incómodo para los poderosos (que, por ejemplo, renuncian a subvenciones para mantener su independencia).
Este 1 de mayo toca honrar a gente como Sacco y Vanzetti, los anarquistas a los que se electrocutó también el siglo pasado por ser, precisamente, luchadores incómodos. Deseaban ambos en una de sus últimas cartas que “nuestra muerte no ocurra en vano y que vosotros, trabajadores que hacéis posible la vida de la sociedad moderna, haréis que nuestro sacrificio sea más elocuente y útil al progreso social que lo sería nuestra vida”. Ellos no querían morir inútilmente, así que evítenlo ustedes mismos, comenzando por  dejar de morir en vida bajo la presión de la élite que nos gobierna autoritariamente.
Hagan suyas las palabras de Sacco y Vanzetti: “Si hemos de morir, haced al menos que nuestro sacrificio contribuya a abrir el camino a un mundo en el que no existan más las clases dominantes, sofocando las aspiraciones de la libertad”.

David Bollero 

(http://blogs.publico.es/david-bollero/2014/04/30/el-1-de-mayo-no-es-una-celebracion/)



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