Do ut des
Esperas
que desaparezca la angustia
Mientras llueve sobre la extraña carretera
En donde te encuentras
Lluvia: sólo espero
Que desaparezca la angustia
Estoy poniéndolo todo de mi parte.
Mientras llueve sobre la extraña carretera
En donde te encuentras
Lluvia: sólo espero
Que desaparezca la angustia
Estoy poniéndolo todo de mi parte.
Roberto
Bolaño
Entre lo que sueño, deseo y hago me sitúo en la
no aceptación de lo quieto, dentro de un rumor de ánforas que contienen
minúsculos territorios nuevos. Así, una niña se acerca y me entrega la flor de
una magnolia bajo la que nunca me he sentado. Dejé hace tiempo de envejecer en
el umbral de la sala de espera de mi psiquiatra. Epícteto me regala máximas que
dicen y no dicen. Camino por la ribera de la Ría y oscuros peces me acompañan
ascendiendo en la pleamar. Aún con los ojos cerrados no siempre estoy dormido.
Madrugo. Un día vi a la muerte travestida, mirándome (y sí, vi la luz blanca
esa que dicen, la del final de un túnel). En las tertulias de los que se sientan en el pesebre no hay
sitio para el color blanco, o para el verde, solo hay un color, el suyo (que
casi nunca es el mío). No me aletargo, al menos no en los últimos 593 días. No
meto mis pies en los arroyos que bajan de la montaña del miedo. No me acuesto al lado de
recuerdos que solo sirven para enturbiar el gesto, para romper la sonrisa. Sí quiero
acostarme al lado de la mujer que amo. Busco sin descanso los privilegio reservados a los
dioses y no sé cómo no dejo de escribir y me lanzo a los caminos. Es
lo que haré ahora mismo. Voy a ver.
En cuanto a todas las
cosas que existen en el mundo, unas dependen de nosotros, otras no dependen de
nosotros. De nosotros dependen; nuestras opiniones, nuestros movimientos, nuestros
deseos, nuestras inclinaciones, nuestras aversiones; en una palabra, todas
nuestras acciones.
Las cosas que dependen de
nosotros son por naturaleza libres, nada puede detenerlas, ni obstaculizarlas;
las que no dependen de nosotros son débiles, esclavas, dependientes, sujetas a mil
obstáculos y a mil inconvenientes, y enteramente ajenas.
Recuerda pues que, si tú
crees libres, a las cosas por naturaleza esclavas, y propias, a las que dependen
de otro; encontrarás obstáculos a cada paso, estarás afligido, alterado, e
increparas a Dios y a los Hombres. En cambio si tú tienes, a lo que te
pertenece, como propio y, a lo ajeno como de otro; nunca, nadie, te forzará a
hacer lo que no quieres ni te impedirá hacer lo que quieres. No increparás a
nadie, ni acusarás a persona alguna; no harás ni la más pequeña cosa, que no
desees; nadie, entonces, te hará mal alguno, y no tendrás enemigos, pues nada aceptarás
que te sea perjudicial.
( Epícteto. Máximas)
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