Colmena.
Cae la noche
y me he perdido en un laberinto de casas iguales, el mismo ladrido en cada
jardín, idénticas columnas de humo por las chimeneas, árboles gemelos, una risa
acá, silencio bajo las farolas.
Ella está ahí, puedo oler su perfume
leve, escuchar el roce de su piel bajo una camisa blanca, envidiar las miradas
que tocan sus piernas cuando se agacha con la bandeja de la cena, odiar la mano
propietaria que roza su muslo al pasar.
Oh, dulzura entre los ancianos que
ríen en sábados interminables, cae la noche y en mi cabeza aún no amanece.
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