A la de dos.
Antes de las miradas sobre el mantel
no éramos, quedaron inmóviles los pájaros en un cielo de plomo, llenas las iglesias
de hombres grises vestidos de negro, equilibristas entre las riberas del resplandor y nada.
La edad se tendía sobre los signos
como hormigas y grisú, ardía la voz pero, en lo oscuro, el silencio construía
túneles de tu corazón al mío.
Dejabas tus cabellos al viento.
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