Barbarie.
Decías no sé quė sobre los bárbaros y, la verdad, no te hice mucho caso porque estaba a lo mío, los mercados en llamas, aquella moza rubia que servía cafés y sonrisas, la jactancia infantil, Altisidora y la gota de huevo a punto de caer en mi camisa blanca y estropearme el día. Apenas dejaron recuerdo, los bárbaros, solo estatuas rotas, la impericia en el manejo del hacha de san Judas Tadeo, la malicia inconsciente, la negligencia, el buen humor que se disipa según desfilan los dioses presentidos y el consuelo de saber que en Tenerife se alternan el sol, las nubes, el calor, el viento frío y por encima de todo, la amistad brillando sobre lo cotidiano, dando sentido al viaje y al paisaje, la ternura como un don excelso, el agradecimiento a tantas atenciones, los abrazos sinceros y llegados aquí que te voy a contar que tú no sepas. Pues eso. Esto.
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