sábado, 27 de diciembre de 2014

Vivan mis parroquianos.



Seguro que a ustedes también les ocurre.
Saben aquel que va...
Ese momento de inspiración, que se te aparece la virgen del espino, escribes y es como si te estuvieran dictando al oído, que te dejas las tripas y el alma, que lo tocas, retocas, agotas tu léxico, tu corazón, lo dejas ahí y ese día, justo ese día, no te lee nadie. O alguno te escribe: ”no me gusta el color de la cabecera” o “qué dibujo, chico, ¿es carboncillo?”

Otro día que estás desganado, tonto, cuentas una anécdota que te parece leve, sosa, sin gracia. Y te leen de tantos sitios que tienes que poner turnos, que tienes que quedarte sin cenar para contestar.

Tengo un amigo de una amiga que me dice: “tu página está aburrida, ya no te comentan como antes. Apenas te leo, ha perdido gracia”.
Coño, pero ¿qué ocurre? el tema es lo que escribo o lo que me comentan.
Y sigue: “antes te comentaban a diario”.
Lo seguía el tío. Me habla de los comentarios. Nunca de mis textos.
Seguro que no los lee.
Joder que frustración.
Y no es el único.

Tengo otro amigo, Javi, este desde la infancia (tan cercana), que me habla de las fotos que acompañan a mis post, sobre todo las de señoras desvestidas. ¡Será salido!
Pero, bueno ¿tampoco me lee este? ¡Pero si es mi amigo del alma!

Quién me lee y me corrige: ”tienes errores gramaticales” (los tengo ¿y qué?)
Quién me aconseja: ”yo que tú escribiría sobre...” (ya, pero tú no eres yo. Y lo anoto)
Quién me ordena: “escríbeme un poema” (o un cuento, o una confesión, o las obras completas de Benito Pérez Galdós).

Hay japonesas que se cambian el nombre para comentar.

Hay un australiano que me lee cabeza abajo.

Y de África, me leen ¿entenderán algo? ¿Serán misioneros?

Hasta de Asia, no de todo Asia, no, de algunos lugares de Asia.

Suecos, alemanes, italianos, franceses, portugueses, de Andorra, etc, europeos.
América de arriba, del Centro, del Sur, americanos. Hola.

Te hace ilusión, que quieren que les diga, que así, gratis, un benefactor te deje un espacio donde colgar tus juegos de manos es una bendición. Que tíos más majos. Blogger, FB, muá, viva las USA (o de donde coño sean).

Pero esto, con ser tan bonito, tiene un problema, grande, importante: hay que escribir, hay que llenar ese espacio cada día, o de vez en cuando, o a veces, una vez al mes, dejar cosas que interesen a una persona, a dos, a alguien. Que te lean, leches, que te lean.

Terminas rogando “me lee por favor” y “oiga, léame” y acabas con ”le he dicho que me lea, ya, ahora mismo”, que te emparanoias, que miras las estadísticas, entran diez personas y dices “¿para esto escribo yo?”. Que te cabreas y escribes peor. Los mirones entran, pasean y piensan: ”que mal se expresa este pobre” y no vuelven. Y tú que ya te veías en el cortinglés firmando tus loshombresquenoamanalasmujeres te quedas con un palmo de narices, con dos, cierras la página y te dedicas a lo de antes, es decir nada, es decir televisión por un tubo (de sexo ni hablamos ¿no?).

Joder, joder, que dura es la vida de los blogeros, exblogeros, camioneros, transportistas de noticias, recogedores de albaricoques, chistosillos de profesión, camareros, tamborileros, flautistas, cuentistas, reservistas, caballeros mutilados portadores del carné oficial, vendedores de periódicos (uno llegó a presidente USA), limpiabotas, peluqueros, aceiteros, tranviarios, pintores de brocha gorda, cocineros, titiriteros, mercaderes de Venecia, lectores, traductores, informáticos, presentador de informativos en televisiones de área local, sexadores de pollos, individuos sexuados, asexuados, mi amigo el salido, Javi, habitantes de las grandes ciudades, de las pequeñas, ciudadanos afectados de sordera, de ceguera, de reuma, de migrañas, de dolor de ovarios (me refiero a ciudadanas), de dolores testiculares (me refiero ahora a ciudadanos), en estas cosas de las descripciones hay que especificar siempre ya que se forma una Asociación de Defensa de los Críticos Enfadados Permanentes (por ejemplo) y te hunden la carrera, que se manifiestan frente a tu casa con las pancartas y eso y, jo, que no te dejan ni dormir con las cacerolas y los pitos (me refiero a silbos), que chiflan sin parar los muy pesados y total para nada, que escribiendo no te haces rico (en general, trabajando no te haces rico) (y sin trabajar menos).

Puedo seguir, pero por hoy ya vale.

Qu`estoy contento hoy, ya veis, alegre. Que me dure.

Cuando era niño (uuuuuuuuh) se vendían barquillos en el Parque de los Patos.

Uno de ellos, Paco, llevaba una leyenda en el recipiente donde los guardaba (un cilindro de un metro de alto y unos 30 centímetros de diámetro, pintado de rojo y con dibujos naif, llevaba con especie de ruleta dorada en la tapa que determinaba el número de barquillos que correspondían por tirada). Decía así “Vivan mis parroquianos”. Pues eso, que vivan. Y los míos. También.


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